sábado, 30 de noviembre de 2013

Pactos y autoritarismo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Me parece patético el papel de los partidos de oposición en México. Sus acuerdos y pactos, firmados de espaldas a los mexicanos, son el ejemplo indiscutible del regreso al autoritarismo.
Como testigos de piedra millones de mexicanos vemos (unos más que otros) cómo la clase política, por un lado, se sirve con la cuchara grande (cada legislador se embolsará esta Navidad más de 400 mil pesos, por ejemplo) y, por otro, no tiene ningún empacho ni pudor en operar ya instalada en pleno cinismo, para llevar adelante una serie de reformas que no están diseñadas, ni pensadas, ni estructuradas para favorecer a los mexicanos.
La reforma hacendaria, ya sabemos, se ensañará aún más con el contribuyente cautivo de ingresos modestos, en lugar de incluir estrategias y mecanismos para ampliar la base gravable y que los grandes capitales paguen lo que les corresponde. Lo menos que pueden hacer es generar empleo.
La reforma laboral, la primera en salir (si mal no recuerdo), nada más con haber dado carta abierta para la formalización del outsourcing deterioró la calidad del empleo en nuestro país y no se diga la reforma educativa que sigue generando inconformidades porque es más una reforma laboral para docentes que educativa y hay muchos puntos oscuros que dan margen a que tanto el SNTE como la SEP manejen a discreción el sector, aun contra los propios profesores.
Claro que la información que se difunde sobre estas reformas en los medios electrónicos masivos, manipuladora por lo general, ubica perfecto a los buenos y a los malos y en resumidas cuentas, pareciera que los afectados por los cambios legislativos –es decir, millones y millones de mexicanos de a pie— somos los que mantenemos al país en el atraso, con altísimos niveles de corrupción, de inseguridad (el crecimiento del secuestro es impresionante), con educación y salud de mala calidad, con empleos precarios, con infraestructura deficiente e insuficiente, en fin, pareciera que somos pues los villanos de esta historia, porque, del otro lado, encima de todo, nos dicen que tenemos el gobierno que merecemos.
Las reformas que ahora están en proceso de negociación con la participación activa del Ejecutivo que ha intervenido a través de sus operadores en una conducta que en otro tiempo –y no muy lejano— hubiera sido calificada de intervencionista e irrespetuosa de la autonomía y soberanía del Legislativo, son la política y la energética.
Hace varias semanas, un senador dijo sin tapujos, cínico pues, José María Martínez, panista, que su partido no aprobaría la reforma energética si el PRI no aceptaba sus condiciones para la política, especialmente la creación del Instituto Nacional de Elecciones, INE, para quitar poder a los gobernadores con relación a los institutos electorales locales. De hecho, también afirmó sin rubor alguno que esa propuesta no tenía como propósito reducir los altísimos costos de los procesos electorales.
Hace varios días de esto, más de un mes por lo menos, ya se sabe pues y no es un secreto a voces, es evidente y claro. Y ahora resulta que el PRD se dice sorprendido de esta forma de operar de PAN y PRI y una vez más se sale del dizque pacto por México que, reitero, no es más que la fachada, parapeto, máscara o como guste llamarle, de una forma de actuar autoritaria de parte de la clase política de nuestro país.
Al rato, el PRD de los “Chuchos” volverá a la mesa, en cuanto se le ofrezca algo que convenga a sus intereses… Y así son todos, no nos debería extrañar ¿o sí?

Publicado en El Informador el sábado 30 de noviembre de 2013.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

De una conversación con Miguel Ángel Porrúa, librero-editor

Hace 18 años tuve oportunidad de hacer varias entrevistas en la Ciudad de México, cuando era editora de la sección Cultural de El Informador. Una de ellas fue al librero-editor Miguel Ángel Porrúa, en un contexto de crisis económica nacional. Era 1995. Padecíamos aún los efectos de los "errores de diciembre" y el presupuesto para educación y cultura había sido recortado por la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León, a la sazón, Presidente de México, además de que se endurecieron los requerimientos fiscales para la industria editorial.
Rescato ahora esta entrevista que se publicó en tres partes porque en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que comenzará el próximo 30 de noviembre, el librero-editor Miguel Ángel Porrúa será objeto del Homenaje al Bibliófilo. La cita es el 3 de diciembre de 2013 en el auditorio “Juan Rulfo” de Expo Guadalajara, a partir de las 18:30 horas. En el homenaje participarán el Dr. José María Muriá y el escritor Vicente Quirarte.

La cultura debe estar por encima de cualquier crisis


La educación y la cultura son una salida que nadie ve o que nadie quiere ver pero que ahí está, abierta de par en par, luminosa, ancha, para entrar por ella a otro México… y no a otro México, sino al verdadero, al que es y ha sido desde hace miles de años, al que no vemos con la visión de nuestra historia… en el que estamos inconscientes, como desintegrados, como por encima. No profundizamos, no llegamos a las raíces.
Y esa es la salida para esta crisis o para estas crisis, por eso la cultura y la educación deben estar por encima de cualesquiera, por graves que sean. Miguel Ángel Porrúa es  librero-editor, trabaja por y para la cultura y por y para la educación, es decir, por México y le cuesta mucho trabajo hacerlo porque lo primero que resiente una crisis son los libros y lo último en recuperarse de ella, son los libros también. No hay trabajo por las circunstancias internas y el mercado extranjero, aunque demandante, enfrenta dificultades para conseguir las divisas necesarias para comprar libros mexicanos.
Desde hace diez años las librerías en México están desapareciendo, están cerrando y luego los problemas de distribución; pero todo el problema tiene su base en la educación, sobre todo porque la gente, la mayor parte de la gente que habita “este bendito país” no tiene conciencia por educarse. Con qué frecuencia nos encontramos con familias en donde el padre obliga al hijo a dejar la escuela porque “ya-es-hora” de que se ponga a trabajar y esto sucede desde la primaria, en la secundaria. Y esos son niños que cuando adultos tampoco tendrán conciencia para educarse ni por ellos ni por sus hijos, alimentando así una cadena interminable.
Hay una especie de zona muerta antes de llegar a lo que sería la salida a todo esto, hay un paso que no damos, ni las autoridades ni la sociedad civil, una línea que no cruzamos por esa falta de conciencia, por ese primer sacrificio que económicamente hacen todos los gobiernos, cuando es preciso ser austeros y hacer recortes: educación y cultura.
Todo esto y mucho más resultó de la entrevista con Miguel Ángel Porrúa en la ciudad de México, en la calle de Amargura, por si fuera poco y es que, al principio, el encuentro no fue fácil, estaba de muy mal humor (con justa razón, por cierto) y, la verdad, temí por un momento que la entrevista no se llevara al cabo, pero al final de cuentas hasta sirvió de desahogo y qué bueno. Siempre es bueno hablar cuando se siente la necesidad de hacerlo y él lo hizo, pausadamente, en tono bajo y dijo más de lo que esperaba. Más que una entrevista lo dejé hablar. De repente se detenía como dándose cuenta de que era una entrevista y que yo tenía que hacer preguntas, pero en realidad sólo di pie para que continuara.
Primero me dijo que era mejor que publicada una ponencia que acababa de presentar en un foro del Plan Nacional de Desarrollo y al entregármela se sentó, dispuesto a hablar y así empezamos. Estuvimos más de hora y media uno frente a otro, hablando de educación, de cultura, de crisis, de distribución de libros, de micro y pequeñas industrias, de economía informal, de la falta de líderes desde hace décadas, de que Jalisco es el estado con el nivel cultural –que no educativo—más grande de todo el país, de que hay esperanzas en que algún día veremos la salida que está ahí y de sus conversaciones con dos juanes de Jalisco, López y Rulfo.
De este último leyó la respuesta a su pregunta de por qué era importante estudiar historia, porque de eso estábamos hablando, de nuestra riqueza como país y de la inconciencia por la educación. En aquella ocasión Juan Rulfo contestó:
Es importantísimo, no sólo importante. Es lo que arraiga al hombre a su tierra, es lo que hace que el hombre permanezca y que le tenga cariño al lugar donde vive. Es precisamente la razón por la cual muchos se han ido de braceros, el hecho de no tener conocimiento de su pasado ni del lugar donde habitan. El día que conozcan a sus antepasados, el día que sepan que en estos lugares donde habitan vivieron hombres valiosos, el día que sepan que esa tierra ha dado grandes muestras de una cultura viva, el hombre se arraigará más, confiará más en su trabajo y tendrá conciencia del lugar donde vive y tendrá valor suficiente para saberlo defender y poder trabajar con entusiasmo y con amor en el lugar donde nació. Esa es la importancia de la historia.
Y Miguel Ángel Porrúa dijo que ésa era la importancia no sólo de la historia, sino de todas nuestras actividades, de nuestro actuar cotidiano en este país; de la educación y de la cultura.
Estuvo de acuerdo en que, efectivamente, recortar los presupuestos de cultura y educación es lo más fácil, tal vez porque para los gobiernos no es tan directo el impacto en función de dar respuestas prácticas a la gente y validarse en el poder o justificar su ejercicio diario como “servidores públicos”.
El caso es que recorta y no hay conciencia en la sociedad civil para demandar, por eso él también habló de la necesidad de emprender una acción o una medida fuerte a nivel de cámaras industriales por ejemplo, para crear conciencia, para revertir esa forma de ser de muchos mexicanos, apática, comodina, floja, de hacer todo al “ai’ se va” al calor del proteccionismo de la legislación para el trabajo, que lejos de beneficiar ha perjudicado. Hace algunos años la revisión a la Ley Federal del Trabajo estuvo en el banquillo de los acusados. Los industriales insistían, sobre todo en la urgencia de que el trabajador mexicano tuviera mentalidad de productividad, con incentivos y todo eso, y esto se necesita ahora todavía.
El librero dijo que es preciso romper con ese lastre que se ha disfrazado de idiosincrasia y tener trabajadores que se solidaricen, y más que eso, que vean por ellos mismos. En todas las empresas del país ha habido recortes, adelgazamientos, reducción de horarios, se han dejado ir elementos valiosos porque no hay capacidad de pago. Sería ideal que hubiera una respuesta por parte de los trabajadores en el sentido de trabajar diez horas en lugar de ocho, para salir de esto, todos estamos en el m ismo barco, todos dependemos de todos y todos debemos encontrar la salida.
Fue aquí cuando habló de la falta de líderes como una crisis no sólo en México, sino internacional y se refirió a Fidel Castro como el último líder del siglo XX (si es bueno o malo es otra cosa).
En México la producción de líderes es nula desde hace décadas. El último tal vez fue Plutarco Elías Calles, según Miguel Ángel Porrúa, porque dio vida a un partido que se ha sostenido más de 60 años en el poder. José Vasconcelos también fue un líder, con su afán de salir a la calle demandando cultura. Él encabezó un movimiento político de primer orden y como parte de sus estrategias estuvo la de imprimir aquellos famosos “clásicos verdes” para que todo mundo leyera La Odisea, La Ilíada, La Eneida
Y podríamos pensar que luego de su derrota política, nadie siguió sus pasos, que su trabajo fue en vano, pero no. Hubo quienes continuaron con la misma idea, pero infortunadamente, no eran los que estaban en el poder, los que empezaron a hablar de acciones por el bienestar de los mexicanos pero que nunca pensaron en educación y cultura. “José Vasconcelos sí tuvo seguidores, pero sus acciones fueron aisladas porque nunca tuvieron el poder”.
El Informador, 23 de abril de 1995
                                                                                                                                 Primera de tres partes


La sociedad mexicana tiende a ser cada vez más consciente

Las nuevas generaciones se están politizando

La sociedad mexicana, ciertamente y en términos generales, no tiene la conciencia de aprender, de acceder a la cultura y se necesita un movimiento fuerte, casi una sacudida, que parta de una iniciativa de grupo, ya sea empresarial o pública y que incida realmente en un cambio en la mentalidad de los mexicanos, en el sentido de tener una mejor educación desde el hogar y en los diferentes niveles educativos, como la única salida para llegar a estadios superiores de bienestar social individuales y, por ende, colectivos.
Educación y cultura otra vez y, aunque no de la manera en que quisiéramos –el proceso es muy lento— es preciso reconocer que ambas están llegando a las nuevas generaciones de mexicanos que reflejan, de manera incipiente, una tendencia hacia ser o estar más conscientes de su entorno, de las realidades, de nuestra historia, de las manifestaciones políticas, de su papel como parte de la sociedad civil y del daño que ha hecho hasta ahora cargar con ese lastre de “así somos los mexicanos” que sólo ha retrasado el verdadero progreso.
Miguel Ángel Porrúa, librero-editor, se preocupa no sólo por la crisis general que afecta de manera especial al sector en el que se desenvuelve de manera independiente desde hace 18 años; le preocupa el por qué sucede con la idea de identificar las causas y trabajar en esa función y como se trata de libros, es decir, de cultura, la preocupación adquiere otra dimensión.
La tarea no es sencilla. Como editor y como librero tiene que enfrentarse a una serie de problemas que van desde pagar impuestos pidiendo prestado si es necesario para cumplir, hasta atacar los vicios en la distribución que, en estos momentos, dan una imagen errónea de lo que es la industria editorial. Y el problema es general y más complejo y profundo de lo que pudiera creerse.
Basta señalar que en países tan pequeños como Costa Rica, donde hay nueve millones de habitantes, mucho menos de los que hay en el Distrito Federal por ejemplo, los tirajes de libros son en promedio de entre tres mil y cinco mil ejemplares y en México, con casi 90 millones de habitantes, son de dos mil y tres mil volúmenes cuando mucho, y si se trata de ediciones muy buenas, llegan a cinco mil, pero es muy raro. Estamos fuera de toda proporción.
Es lamentable que en Alemania, un país en donde se admira tanto nuestra cultura, uno de cada tres negocios sea una librería y que hasta al director de la Orquesta Sinfónica de Portugal, que estuvo recientemente en México, le llame la atención que en la República Mexicana el número de librerías no llegue a 400.
Desde hace diez años, las librerías en nuestro país cierran cotidianamente, quiebran, desaparecen.
Y los problemas de distribución, una serie de prácticas que Miguel Ángel Porrúa espera que se debiliten, empeoran la situación, que tiene su base en la falta de interés por la lectura.
“Las librerías quiebran y esa labor que tenía el librero ahora entre comillas, la llevan al cabo los grandes centros de distribución y me parece que hay algunos que son lo bastante dignos para hacerlo, pero hay otros en donde ponen los libros junto a los zapatos, junto a los tornillos, junto a los pavos y las manzanas en los rincones; yo creo que hay que guardarle al libro la dignidad que tiene y que no se llegue a estos extremos”.
Hace poco presentó una ponencia sobre las “Nuevas prácticas en el mercado de los libros” y a reserva de abundar en ella en la tercera y última parte de esta entrevista, me referiré a algunos aspectos.
En el trabajo, el entrevistado deja de manifiesto, por ejemplo, las diferencias en la distribución de los libros y de las pelotas de futbol, no como objetos susceptibles de compra en una tienda de deportes, sino como símbolo de las costumbres o hábitos que sí tiene y practica cotidianamente el pueblo mexicano en su gran mayoría.
Y habla también de que si bien hay una mayor apertura en todos sentidos, un despertad de la conciencia cívica “no limitado a élites o academias” y un interés manifiesto por lo que nos es inherente como nación, no se refleja en un incremento en “la demanda y necesidad del libro”.
Es paradójico. Pero entonces sucede lo que le pasó en alguna entidad de la República con el Gobierno estatal: tenían un convenio por medio del cual se editaban libros pero llegó un momento en que, o pagaban los libros o les pagaban a los maestros y, como es de esperar, optaron por lo segundo.
Aducían que no podrían pagar con libros a los maestros porque no se comen, pero entonces el editor dijo que si a los maestros se les regalara un libro para que aprendieran a racionalizar sus ingresos, las cosas serían diferentes; seguramente se les pagaría a los maestros y se continuaría con el programa de ediciones. Pero casi nadie piensa así.
Está claro que es un problema de educación en los mismos maestros y volvemos al problema original y a la necesidad de encontrar esa salida. Hay opciones siempre que se tenga voluntad para encontrarlas.
Porrúa dice que muchos países también han tenido grandes problemas en cuanto a la distribución de la cultura, pero lo primero que hacen es otorgar, para eso, incentivos fiscales.
En México esto no sucede, con todo y que, opinó, el IVA es el impuesto menos nocivo de todos, porque se trata de un impuesto general y no como el Impuesto sobre la Renta que pagan sólo los que están cautivos; es decir, los cientos de miles de mexicanos que se desempeñan en la economía informal prácticamente se ven exentos de ese pago.
Por eso el reciente incremento del 50 por ciento en la tasa del Impuesto al Valor Agregado es el menos injusto.
Y luego hizo una comparación con las tasas impositivas en otros países y las diferencias que establecen dependiendo de los ingresos de cada quien.
Aquí no. Refiriéndose sólo al IVA, del peso que en la industria se genera “podríamos hacer un recuento entre lo que nosotros pagamos y lo que el empleado paga y así llegamos hasta un cincuenta y tantos por ciento” y la situación es que las empresas se están reconvirtiendo para ser más productivas respondiendo a los retos, y se trabaja ya con tecnología de punta, en su negocio por ejemplo con “maquinaria de primerísima y posibilidades de desarrollar trabajos con la calidad que se podrían hacer en cualquier parte del mundo, podemos competir con ellos, pero sin embargo no tenemos trabajo y no tenemos trabajo por muchos efectos internos y lo primero que la paga –como ya se había dicho—pues es la cultura y lo que son los libros”.
Aun así, Miguel Ángel Porrúa insiste y lo seguirá haciendo y no sólo eso, sino que mantendrá su línea editorial porque, de pronto es fácil caer en la comodidad o en el atractivo que representan los best sellers  o los libros con “cubiertas de lujo e interiores de pobres”.
Él seguirá apoyando a los autores mexicanos y continuará editando sobre política y democracia, sobre historia y derecho y educación, hasta cuando sea posible.
Y en este orden de ideas, es relativamente reciente una colección denominada: “Problemas educativos de México” en la que se pretende publicar información no sólo de la educación universitaria, ni sólo en el Distrito Federal.
Algunos de los títulos de esa colección son, por ejemplo: “Universidad contemporánea. Racionalidad política y vinculación social”; “La organización de la actividad científica en la UNAM”; “Tradición y reforma en la Universidad de México”; “Escuela y trabajo en el sector agropecuario en México”; “Desigualdad social, educación superior y sociología en México” y “Posmodernidad y educación”.
El propósito de esta edición es profundizar en los principales problemas educativos de nuestro país y contribuir de alguna o de otra manera a su solución.
En su momento habrá ediciones sobre las universidades de los estados y sobre teoría de la Educación; problemas generales y tantos otros que impiden todavía, que demos ese paso y atravesar la zona muerta que nos separa de la salida.
El Informador, 26 de abril de 1995
Segunda de tres partes

 La apertura no sólo es económica,
es también cultural y política

Los cambios políticos de que hemos sido testigos y protagonistas los mexicanos desde hace algunos años, de 1988 a la fecha para ser precisos; y los recientes acontecimientos, lamentablemente violentos muchos de ellos, han despertado en los mexicanos un mayor interés por saber lo que sucede en nuestro país, a tal grado que se ha propiciado una apertura cultural que, junto con otras aperturas –política, económica, social—marca la etapa de transformación y crisis por la que atravesamos.

Miguel Ángel Porrúa, librero y editor, presentó hace algunos días en la ciudad de México en el Foro de Cultura y Recreación, con miras a integrar el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000, una ponencia con el tema “Nuevas prácticas en el mercado de los libros”.
En ella, el ponente dejó de manifiesto que la apertura en México es más que comercial o económica y expuso una visión distinta de lo que se cree comúnmente, con relación a la producción de libros y su posterior distribución.

Esto tiene relación, sostuvo, en la medida en que los diferentes procesos de apertura han logrado involucrar a  un mayor número de mexicanos y no sólo a los que formar parte de un sector o de otro –normalmente los que resultan afectados de manera directa—sino que ahora los problemas nacionales empiezan a despertar el interés de casi toda la población, sobre todo la urbana, es una clara democratización de la vida nacional.

Este nuevo interés por saber ha repercutido en una apertura cultural: “porque a consecuencia de la que se advierte en lo político (y en lo económico y en lo social) ha motivado un ansia de conocimiento, de estudio y reflexión acerca de nuestra identidad y situación actual; esto es –explicó—un deseo de comprender los motivos que nos han llevado a este presente, curiosidad que se traduce en apertura hacia los campos del conocimiento histórico, económico y sociológico; en otras palabras, habría razones para pensar que el interés por esa literatura sofisticada, antes sólo privilegio académico, se ha democratizado”.

Esta apertura cultural se ha reflejado de manera importante en un mayor consumo, por así decirlo, de medios de comunicación impresos, pero no precisamente libros, sino periódicos y revistas y en un incremento en el número de asistentes a actos de carácter cultural y/o político.

El resultado de esto, casi palpable, es un despertar de la conciencia ciudadana, de la sociedad civil de la que habló el editor en la segunda parte de esta entrevista, cuando señala que si bien en términos generales no hay una clara conciencia por aprender en la mayoría de los mexicanos, sí hay una fuerte tendencia hacia ser más conscientes no sólo de eso sino de la realidad, principalmente en las nuevas generaciones que están en proceso de politización. Leer periódicos y revistas favorece o alimenta la politización de las personas; y la lectura de libros también, y entonces se podría pensar que el consumo de libros se ha incrementado, pero, paradójicamente, no ha sido así; baste recordar que desde hace diez años todos los días cierran librerías en México y que es la educación y la cultura, y como parte de ambas los libros, las que primero resienten las épocas de crisis y las últimas en recuperarse.

Porrúa lo señala en su ponencia y afirma que, en México, el negocio de editar y distribuir libros “no es comparable en ingresos, a lo que en países industrializados se gana vendiendo pavos y manzanas”.

Y por edición o publicación de libros se refiere tanto a géneros literarios y a libros con temas de carácter académico como a ediciones institucionales.

En el tema de la edición, de la verdadera edición, Miguel Ángel Porrúa se extendió un poco: “Lo que en realidad se llama edición de libros, no manchar con letras el papel, solamente puede hacerse a mano, un libro a la vez, como cualquier otro trabajo, o como escribir el propio libro; aunque con respecto a los escritores, algunos dicen que somos meros ayudantes o parteros. Los libros en su concepción y procesos, son individualizados de innumerables maneras: ¿Cuál es el formato adecuado? Tipográficamente ¿qué familia es conveniente? ¿Llevará capitulares o con especialidades al inicio de párrafo es suficiente? ¿El papel deberá ser blanco y satinado o acremado y poroso? ¿De qué peso?

“El anhelo de los verdaderos editores es probablemente la nostalgia que hay en el oficio de este negocio, industria que hace los libros uno a uno. Pero para muchos, este anhelo refleja también una ambición humana que, combinada con los recientes cambios producidos en el mercado para los editores, los colocan en un nuevo predicamento: el costo de efectuar las ventas; el de observar una adecuada contabilidad que permita vivir en paz con las exigencias del fisco y el de brindar servicios adicionales necesarios para obtener difusión y distribución con un costo que no fue considerado en el porcentaje de utilidad previsto; son fugas incontrolables que tienden, como en las burocracias, a convertirse en autónomas y elaboradas”.

El negocio de los libros no termina aquí; después de tratar con los autores, con los proveedores de tintas y papeles, de maquinaria, con los técnicos que las reparan, con la dificultad de conseguir una refacción, con los empleados, sus ausentismos y sus errores, o bien, con la necesidad de estimularlos cuando hacen las cosas tan bien; después de marear a los cobradores o de pagarles destapando un hoyo y de pedir prestado para pagar impuestos y prestaciones, después de lidiar con auditores y burocracias, viene la distribución, ponerlos al alcance de los lectores en potencia para que entonces todos los obstáculos superados valgan la pena en cuanto alguien lee la primera página y las que siguen. Por eso y para esto, para muchos es forzoso someterse a las arbitrariedades de personas ajenas al oficio, que simplemente se dedican a distribuir antes revistas que libros. Esta es una de las prácticas en el mercado de los libros que Miguel Ángel Porrúa espera que se debilite; como aquella otra que coloca a los libros enseguida de los zapatos, de artículos para el hogar, ferretería y vinos y licores y por lo general con “portadas de lujo e interiores de pobres”.

“Otra fuente de malformación estructural para los libreros –afirmó Porrúa—junto con la industria de la publicidad que ha prestado el dinero para esas apuestas peligrosas, es la explosión demográfica; el cambio de la ciudad a los suburbios que se inició al final de los años setenta, cuando los vendedores seguían a sus compradores a las afueras de la zona metropolitana y se superaron ellos mismos con la creación de los centros comerciales.

“El efecto que sobre los editores causaron estos nuevos mercados –continuó—se vio reflejado rápidamente en un incremento en la distribución de sus libros de interés común, pero no así en los libros especializados, cuya venta se redujo a las liberarías tradicionales”.
Esta es otra práctica que debería revertirse, porque se limita de manera importante al número de títulos que se presenta a los consumidores e incluso se influye de manera negativa en el hábito de la lectura porque también es preciso cuidar lo que se lee; por otra parte, si pasan ciento veinte días y no se han vendido los libros con portadas llamativas, se devuelven y se cambian por otros. Las devoluciones son de la mitad o del 60 por ciento del envío inicial “y aun en los casos de ventas exitosas, la devolución de 20 por ciento, una devolución de 10 por ciento era mortal para la industria”.

Y esto se relaciona con los tirajes, de los que ya se hablaba en otras partes de la entrevista: cinco mil si la edición es muy buena, como máximo y en promedio, de dos mil a tres mil ejemplares en un país de 90 millones de mexicanos. “… Y muchas veces, cuando el minorista, sin correr ningún riesgo ordena más libros de los que podrá vender, el editor habrá de degustar el comer papel. Sin embargo, mientras los libros no lleguen en condiciones similares a la pelota de futbol, las devoluciones son la parte más pequeña del problema. Hace 20 años, antes de que las grandes cadenas dominaran el mercado, la diferencia entre un best seller y el resto de las publicaciones del editor, era un problema de cantidad que derivaba de la calidad; un libro que vendía más ejemplares que los otros libros, y las regalías de su autor, reflejaban la diferencia”.

Para terminar y a pesar de este panorama, el librero dijo que si bien los problemas de la industria son graves, también son pasajeros y que con todo y la realidad que expuso en el mercado de los libros: “si volviera a nacer sería nuevamente librero y editor; los libros me dan más, mucho más, son mi pasión y buena parte de mi vida, así que, como todo estímulo que altera la realidad, no dudo que estas prácticas, tendrán que debilitarse”.

Hoy por hoy, dos de los problemas más graves que enfrenta nuestro país es el de las deficiencias en la educación y en el acceso a la cultura. Los libros forman parte sustancial de ambas y, por desgracia, el hábito de la lectura, a diferencia del hábito del futbol por ejemplo, no es generalizado ni aclamado por las mayorías, sin embargo, es preciso insistir desde todos los frentes, sobre todo ahora que muchos jóvenes empiezan a tomar entre sus manos para leer, no uno sino varios periódicos con el propósito de estar enterados, saber más y normar sus criterios. En el momento menos pensado, estarán sentados leyendo un libro y luego otro y otro… y se estará cruzando la zona muerta y se llegará a la salida de esta crisis, con educación y cultura.

El Informador, 28 de abril de 1995
Última de tres partes



* Entrevista realizada y escrita por Laura Castro Golarte, publicada en El Informador los días 23, 26 y 28 de abril de 1995. Se publica ahora en este espacio con algunas correcciones ortográficas y de redacción.


lunes, 25 de noviembre de 2013

La democracia contra sí misma

Lo que llamamos democracia comienza a parecerse tristemente al paño solemne que cubre el féretro donde ya está descomponiéndose el cadáver. Reinventemos, pues, la democracia, antes de que sea demasiado tarde. José Saramago, 2009

Hace diez años apenas, los mexicanos creímos que la tan ansiada democracia había llegado para quedarse. Era el año 2000 y Vicente Fox, panista, se alzaba con el triunfo y terminaba con 70 años de autoritarismo priista.
 
La noticia corrió como reguero de pólvora en todo el mundo: México, el país de la dictadura perfecta—según Mario Vargas Llosa—avanzaba en sus afanes democráticos después de varios intentos fallidos y de sucesivas reformas electorales.
 
Poco antes, luego de la ciudadanización del Instituto Federal Electoral en nombre de la democracia, las elecciones, sus resultados, empezaban a dar certeza a los votantes. Atrás quedaban los tiempos del fraude, la era de la democracia disfrazada.
  
Las diversas formas del fraude electoral (de una de ellas fui testigo presencial en 1988) habían pasado a la historia: urnas embarazadas, ratón loco, carrusel, padrón rasurado y, entre muchas otras —para asegurar que el PRI se mantuviera en el poder— todavía se tenía el recurso de hacer trampa cibernética o, simplemente, desconectar las computadoras (recuérdese la “caída del sistema”). 

Ha pasado una década desde aquel día de furor democrático, pero aún están claras en la memoria las imágenes del féretro en el que se enterraría al PRI y su Gobierno autoritario, transportado por cientos de manos en el Ángel de la Independencia durante el festejo apoteósico del 2 de julio en la Ciudad de México. Hoy, en el año de las conmemoraciones por el Centenario del inicio de la Revolución y el Bicentenario del inicio de la Independencia, la realidad es otra y la percepción social también.
 
La democracia que se pondera en los discursos políticos no es tal, no es la que queremos, a la que aspiramos, no es la posible, mucho menos la ideal. A fuerza de corromper el concepto, la democracia de la que hablan los gobernantes en nuestro país se ha vuelto contra sí misma; es la mínima necesaria para mantener las cosas como están, para continuar con la simulación electoral y el dizque fortalecimiento de las instituciones responsables.  

Es la democracia que les sirve para continuar con la careta de la defensa de los derechos humanos; una democracia raída y enferma mientras se enarbola la bandera virtual de la representación y, eso sí, se goza de los privilegios de la clase política. 

Una democracia perfecta para ellos, que desde el poder ignoran los reclamos sociales y las propuestas ciudadanas; que desde sus curules archivan leyes que no les convienen… en nombre de la democracia. Los legisladores en México son como aquellos de la Francia postrevolucionaria que convirtieron a la Asamblea de los Representantes del Pueblo en una dictadura. 

¿Democracia?  

Estamos a unos días de cumplir un año de las elecciones de julio de 2009. Un proceso electoral inédito por la fuerza de la sociedad organizada que logró convocar a miles de mexicanos a anular su voto o, de plano, a no votar, en un hecho que, creíamos, había llamado la atención y preocupado a la clase política, a los partidos. Nos equivocamos. Y nos equivocamos tanto, que los procesos electorales locales que desembocarán en los comicios del 4 de julio próximo, han estado marcados por una intervención burda e inescrupulosa de las dirigencias nacionales de los partidos políticos (las repercusiones de las elecciones en los estados han dejado de ser estrictamente locales) y por la guerra sucia al más alto nivel con acusaciones desde todos los flancos incluido el Ejecutivo federal como blanco, actor y atacante.

Vidas y tiempo ha costado el proceso de democratización de la sociedad mexicana, de su sistema político, de su cultura; y ha generado desgaste, desazón, apatía, incertidumbre, desesperación y desesperanza; molestias e indignación pero también en muchos, muchos más de los que nos imaginamos, ha despertado el sentido de urgencia y una decisión férrea por participar contra viento y marea a favor de una transformación real y trascendente. 

A lo largo de nuestra historia hemos pasado por sacrificios, invasiones, conquista, dominación, sometimiento y represión; imposiciones y manipulación; saqueo. Hemos experimentado el caos, la pérdida de territorio; hemos sufrido la guerra entre nosotros. 

Padecemos ahora el agotamiento de los recursos naturales y enfrentamos además otra guerra, de distinto orden, que no queremos, que se prolonga y nos amenaza como nación y como individuos… estamos a un paso de ser un Estado fallido (según la medición de la Fundación por la Paz y Foreign Policy, http://www.fundforpeace.org/web/). 

Y de pronto, a pesar de los claros avances, del trabajo cotidiano de cientos de manos anónimas en nombre de la democracia, es fácil darse cuenta de que nuestras aspiraciones no son las convencionales simplemente si revisamos cómo es esa democracia en México.
 
Hace poco más de un año, a unos días de las elecciones del 5 de julio, preguntaba sobre la democracia y los cuestionamientos persisten, es decir, no ha cambiado nada aun cuando se discute una reforma política dizque alimentada por las demandas ciudadanas (“¿Democracia?”, El Informador, 20 de junio de 2009). 

Entonces me refería a que a pesar de que los ciudadanos mexicanos votemos, realmente no decidimos quiénes serán nuestros gobernantes o nuestros legisladores. En los procesos preelectorales, cuando los partidos trabajan en la definición de sus candidatos, otras fuerzas, otros poderes, influyen en las decisiones finales. Fuerzas y poderes ajenos a la ciudadanía por supuesto.
 
Y pasada la jornada electoral, cuando los ganadores asumen sus puestos, al minuto siguiente del juramento frente a la Constitución dejan de representar, de hecho, al pueblo al que se deben, responden a intereses de partido y operan sólo en función del proceso electoral que sigue, sea local o federal. 

Después del 5 de julio de 2009, con una “nueva” clase política en el Poder Legislativo, los mexicanos sabemos de negociaciones perversas, de acuerdos bajo el agua y alianzas incomprensibles… ¿esto es democracia? No lo creo. 

Bandera  

En México y en otras naciones incluso en las “desarrolladas”, cada vez más me convenzo de que para los gobernantes, para los legisladores, para los dirigentes de los partidos políticos y para los poderes fácticos, la democracia es sólo un pretexto que se oye bien pero es una palabra cuyo significado, reitero, ha sido desconocido, adulterado, prostituido, manoseado, manipulado, desgastado, carcomido.

No es la democracia  o la aspiración a la democracia lo que mueve al mundo, no, aunque se eche por delante. La democracia se porta como estandarte al frente de un batallón cuyas causas son los intereses económicos y, en función de ello, se inician y prolongan guerras con miles de muertos y se toleran el narcotráfico, el comercio ilegal de armas y la trata de personas; el crimen organizado y la piratería transnacionales; la explotación irracional de los recursos naturales y las violaciones de los derechos humanos… la pobreza extrema y la drogadicción. Bien dijo José Saramago en una entrevista para El Mundo (Madrid, 6 de diciembre de 1998): “Nosotros estamos asistiendo a lo que llamaría la muerte del ciudadano y, en su lugar, lo que tenemos y, cada vez más, es el cliente”.
 
El mundo occidental se jacta de ser democrático y se llega al extremo de intervenir, en nombre de la democracia, en los países que desde su punto de vista no lo son, con guerras o bloqueos económicos o “recomendaciones”. Y ahí está la postura de Samuel Huntington en “La tercera ola, la democratización a finales del siglo XX” (1991), en donde afirmaba (después escribió El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial) que por la creciente expansión del catolicismo, la caída del muro de Berlín y la hegemonía estadounidense en el mundo se podía ser optimista ante el proceso de expansión mundial de la democracia, a pesar del obstáculo que significaba el islamismo.

Decía Huntington también que la tercera ola de la democracia era superior a la contraola autoritaria y con modelos matemáticos concluía que era mayor el número de naciones con regímenes democráticos porque habían dejado sus sistemas autoritarios.

No bastan los números ni los indicadores. Hay que vivir y saber cómo se ejercen las democracias de país a país. 

Si la democracia fuera lo que dicen, si la palabra que tan fácilmente pronuncian y repiten encerrara un significado real y congruente con sus valores implícitos, si no hubiera conflictos armados y hambre en su nombre… la democracia participativa hoy no sería un reclamo y lo es, porque desde el poder, que se basta a sí mismo escudado con el parapeto de la sociedad, se pretende controlar todo y se controla todo, mientras mantiene a las masas “obedientes y apáticas” (El miedo a la democracia, Noam Chomsky, 1991). 

La bandera de la democracia desde quienes se dicen sus defensores, está desgastada, la tela sucia y raída, mancillada, manchada, horadada.
  
La democracia contra sí misma  

No hay sistemas políticos nuevos a la mano. Desde el lado “democrático” del orbe no se avizora una forma distinta de organizarnos para vivir bien, en paz y armonía. Y ante la insuficiencia de los Estados democráticos para dar estas respuestas a las “masas obedientes y apáticas” (agrego, ignorantes) es la democracia participativa un reclamo que cunde y que en algunos países es una realidad. 

Pero no es suficiente o ¿de qué sirve una iniciativa popular resultado del esfuerzo y la gestión ciudadana para que al llegar al Poder Legislativo sea desechada? 

Cito de nuevo a José Saramago, el escritor y pensador portugués que dedicó buena parte de su obra a la humanidad y a la democracia. La cita que abre este artículo es contundente (Formación I y II, en El cuaderno de Saramago —blog— 25 y 26 de junio de 2009) y sus preocupaciones con respecto a la universidad y la democracia lo llevaron a escribir un libro con ese tema: “Democracia y universidad”, del que se da noticia en el blog El cuaderno de Saramago el 15 de junio de 2010, días antes de su fallecimiento. 

El escritor portugués exige a las universidades asumir su papel en la formación de las nuevas generaciones: “La universidad es el último tramo formativo en el que el estudiante se puede convertir, con plena conciencia, en ciudadano; es el lugar de debate, donde, por definición, el espíritu crítico tiene que florecer: un lugar de confrontación, no una isla donde el alumno desembarca para salir con un diploma.

“No se trata sólo de instruir, sino de educar. Y, desde dentro, repercutir en la sociedad. Aprendizaje de la ciudadanía, eso es lo que creo sinceramente que falta. Porque, queramos o no, la democracia está enferma, gravemente enferma, y no es que yo lo diga, basta mirar el mundo...” (“Democracia y universidad”, 2010). Ante un escenario de puertas cerradas y ventanas tapiadas, Saramago apela a las universidades aun cuando —y seguramente lo sabía— muchas de ellas en el mundo están en manos de mafias ilustradas que lejos de propiciar el aprendizaje de la ciudadanía, impulsan la alienación. 

El margen de maniobra es escaso y, en este contexto, el panorama en México todavía más desalentador. Este mal estado de salud de la democracia es, en gran medida, resultado de la descomposición mundial de la clase política, de su claudicación ante el poder económico. Noticias de corrupción de gobernantes, legisladores y políticos en general, nos llegan todos los días de diversas partes del mundo: Italia, Grecia, Gran Bretaña, España, Estados Unidos y México, entre muchos otros. Todos países democráticos ¿alguien lo duda? 
Los embates contra la democracia no vienen de fuera. Es la democracia contra sí misma.


Artículo publicado en El Informador en 2010.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Siguen ahí

Ciudad adentro

Sábado, 23 Noviembre 2013 por Laura Castro Golarte

El cuanto más corto del mundo, del guatemalteco Augusto Monterroso, seguro tiene connotaciones o aplicaciones en diferentes partes del mundo, dependiendo de historia, contexto y necesidades, distintas a las que le damos en México en donde nos remitimos de inmediato al PRI. Lo recuerda, ¿verdad?: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Es tan claro que podríamos pensar que Monterroso, quien vivió casi 50 años en México y falleció en nuestro país, la escribió con dedicatoria al partido hegemónico y dominante por más de 70 años ahora nuevamente en el poder. Pero eso son sólo especulaciones aunque, claro, podemos interpretar ese brevísimo relato como mejor nos plazca.

Si lo aplicamos de nueva cuenta al PRI, pues sí, cuando todos despertamos, los dinosaurios todavía estaban allí, porque eso del nuevo PRI que se los crea, no sé, Plutarco Elías Calles o Fidel Velázquez.

El caso es que al hacer una revisión superficial sobre la forma en la que operan los otros partidos, pues también aplica y no me voy muy lejos porque además este fin de semana darán de qué hablar. Me refiero a los perredistas. También les queda el dicho. Este instituto político va para un cuarto de siglo desde su fundación y lejos de madurar, crecer, desarrollarse, evolucionar o como quiera decirlo, va para atrás como los cangrejos.

Sólo uno se salva y no es perfecto: Cuauhtémoc Cárdenas. Un hombre al que tuve oportunidad de entrevistar varias veces y de quien sí creo su compromiso con la democracia. Justo el jueves, en la apertura del XIV Congreso Nacional del PRD en Oaxtepec, Cárdenas Solórzano declinó la invitación que le hicieran varios correligionarios para que contendiera una vez más por la presidencia del partido, incluso tendrían que modificar los estatutos para que eso fuera posible. Dijo que no le gustaban las reformas a modo y que, sobre todo, era importante dar oportunidad a nuevas generaciones. Celebro esta decisión como otras del ingeniero que sí ha contribuido a la construcción de la democracia en México, aun cuando políticos de su partido y de otros se han encargado de demoler lo que ya se llevaba de avance.

Cuauhtémoc Cárdenas dijo que el PRD debe apostar por la renovación, que ahora es cuando; sin embargo, resulta difícil creer que algo así suceda porque, por ejemplo, en el arranque de los trabajos del congreso perredista, los delegados debían tener ya en sus manos los dictámenes de los documentos propuestos para su debate y posterior aprobación o rechazo y nada. La queja es generalizada.

Pues bueno, los dinosaurios del PRD siguen ahí y quizá la diferencia con el PRI es que los enfrentamientos entre militantes y dirigentes son más fuertes y la cantidad de grupos internos es mayor, sí, esos grupos que se conocen como tribus (¡10!).

En estos momentos, todavía, el PRD está encabezado por la tribu de los “Chuchos”, quienes se han aliado al Gobierno de Enrique Peña Nieto al signar el famoso Pacto por México contra la voluntad de las demás tribus del partido del sol azteca; también Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, quien llegó por el PRD, aunque no se ha afiliado a ese partido, está en esa línea y es fuerte.

Ya veremos qué pasa en el PRD al cabo de los trabajos del Congreso Nacional; quizá despertemos el lunes y se hayan hecho realidad los buenos deseos del Ing. Cárdenas o, tal vez, el dinosaurio todavía esté allí.

Publicado en El Informador el sábado 23 de noviembre de 2013.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Ciudad Adentro radio

El Metro de la Ciudad de México, la eficiencia; la confianza y la desconfianza con respecto a la pretensión de aumentar de tres a cinco pesos la tarifa. Teotihuacan hace algunos años y ahora; la visión de algunos extranjeros y algunas ideas sobre patrimonio e identidad; clase política y sociedad civil, entre otros.


¡¡Gracias por escuchar y saludos!!






Fotografías: Patricio Alarcón Castro.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Caso ejemplar

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Caso ejemplar

El caso de la ahora regidora con licencia, Elisa Ayón Hernández, es ejemplar en varios sentidos. Para empezar, es un ejemplo de que cómo el aparato público es “patrimonio” de familias inmersas en la grilla (no les alcanza la palabra “política”) desde hace décadas y que, a pesar de la alternancia en el poder, permanecen con sus cotos muy bien consolidados, con sus equipos, seguidores y operadores de oficio. 
Elisa Ayón, mucho antes de los escándalos recientes que continúan (es como una cloaca que al parecer tardará en vaciarse), ya era cuestionada por su desempeño como diputada y luego regidora, además de que era (es, ese coto no lo ha perdido) titular de dos plazas en el sistema de educación pública; puestos a los que puede regresar en cuanto ella así lo solicite, según explicó su primo, secretario de Educación Jalisco, Francisco Ayón. 
La “maestra” es pues, también, ejemplo de lo rendidor que puede ser el sistema para una persona, porque además se desempeñaba como secretaria general del Partido Revolucionario Institucional Jalisco, cargo del que fue destituida casi inmediatamente después de que se hizo público el audio en donde la mujer deja en evidencia las formas y los modos, sin olvidar que para los priistas, la forma es fondo. 
¿De qué más es ejemplo Elisa Ayón? De prepotencia. Las dos acepciones en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, aplican: 1.- Más poderoso que otros, o muy poderoso. 2.- Que abusa de su poder o hace alarde de él. 
La calidad de prepotente de Elisa Ayón quedó en franca evidencia con el audio ya citado, pero las demandas anteriores eran noticia no sólo de su prepotencia sino de los altos niveles de cinismo, de lo cual también es ejemplo la regidora con licencia. En el multicitado audio, Ayón Hernández afirmaba tajante que sería gobernadora “con o sin ustedes” y como seguramente el lector ya sabe, exigió la renuncia a dos de los trabajadores de Panteones “víctimas” de la ira de la todavía regidora, a quienes acusó de traidores. 
Claro que esta dizque servidora pública podría ser protagonista de la película “La Ley de Herodes” sin problema alguno, claro, con las adaptaciones pertinentes en cuanto a los cargos, pero en esencia, la actitud, el perfil, los niveles de corrupción y de prepotencia, insisto, son los mismos. 
Sí, también es ejemplo indiscutible de corrupción. De la corrupción que como la humedad se extiende por las administraciones públicas y es tolerada para no tener problemas, por flojera, porque son cotos de poder intocables. Así se ha construido el PRI a lo largo de décadas y esta “construcción” no cesó durante los años de la alternancia ni a nivel federal ni a nivel estatal; y el PAN aprendió muy bien cómo hacerlo. Los cotos se mantuvieron, “se respetaron”, por dos cosas: primero, “dejar hacer, dejar pasar” y, segundo, llegaría un momento en que los papeles se intercambiarían y era una forma de autoprotección de los panistas en este pacto de impunidad no escrito pero que vivimos y sufrimos cotidianamente. Ahora operan los cotos priistas y los cotos del PAN; en otras latitudes también del PRD y sin duda alguna de otros partidos que nada más llegan al poder y empiezan a operar de la misma forma en que les ha enseñado papá PRI. 
Finalmente, y no por eso aquí termina la lista de ejemplos (puede hacer un ejercicio personal para encontrar más), Elisa Ayón es ejemplo de la forma en la que opera el partido al que pertenece. Cayó de la gracia de alguien y el mismo partido le tendió una trampa que, pese a su experiencia dentro del sistema, no supo ver. Adiós a sus aspiraciones de ser gobernadora, se le acabó el poder en Panteones y con los ambulantes; seguramente ya no será candidata a nada, pero todavía le quedan y a eso se atienen los mal llamados servidores públicos, sus “placitas” en Educación, qué padre. 
Lamentablemente esta mujer es un ejemplo clásico e indiscutible de la porquería de clase política que tenemos y de que no hay visos en el horizonte, de que esto vaya a cambiar para bien ni a corto, mediano o largo plazo.

Publicado en El Informador el sábado 16 de noviembre de 2013.

martes, 12 de noviembre de 2013

Sobre el viaje a la Ciudad de México

Corrección de estilo, soberanía idiomática, la Biblioteca de México "José Vasconcelos" y otros temas...

Ciudad Adentro Radio 12 de noviembre de 2013


El Ángel de la Independencia a las seis de la mañana. Fotografía: Laura Castro Golarte.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Cuarenta y siete, 137, 70 mil...


Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Cuarenta y siete, 137,70 mil…

La cuenta de los asesinatos continúa. Los homicidios relacionados con el crimen organizado, los de periodistas y los de alcaldes. Otras estadísticas de muertos también aumentan, pero en esta semana mataron, el lunes, a un reportero sonorense, deportivo; y al alcalde de Santa Ana Maya, Michoacán.

Apenas el fin de semana pasado, Bordamos por la Paz y varias asociaciones organizaron un memorial precisamente para tener presente, para no dejar pasar, para alzar la voz y seguir clamando por justicia por todos los asesinatos y desapariciones forzadas en nuestro país. Hace ocho días, los periodistas asesinados cuyos casos no están resueltos o se alega confusión, accidente, fuego cruzado o mala suerte, eran 136… Hoy son 137.

Alberto Angulo Gerardo viajaba con su familia a un sepelio en el Estado de Sinaloa; él trabajaba en Hermosillo, Sonora como cronista deportivo. Según las notas, dos vehículos se le cerraron al auto que el periodista conducía y abrieron fuego. Sus familiares resultados lesionados pero él falleció. De inmediato, en un discurso que se ha repetido cada vez que matan a un periodista (es como si los políticos tuvieran un machote, un guion, un discurso aprendido de memoria), el gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, dijo que dio instrucciones para que se destinaran los mejores investigadores para esclarecer el lamentable homicidio de Angulo Gerardo. También “adelantó” que había avances en la investigación, aunque no podía dar detalles pero que se estaba haciendo “todo lo que está en nuestras manos”. Suena familiar ¿no?

Ciento treinta y siete periodistas asesinados y 47 presidentes municipales asesinados desde 2006.

Ayer aumentó la cifra con el hallazgo de quien fuera alcalde (y ya en un segundo periodo) de Santa Ana Maya, Michoacán, el Dr. Ignacio (Ygnacio) López Mendoza. Hacía dos semanas apenas que había concluido una huelga de hambre de 18 días, afuera del Senado, para solicitar más recursos. Entonces habló de la urgencia de que el Estado mexicano voltee a ver a los municipios pequeños: “estamos en crisis financiera... Quiero reivindicar a más de dos mil municipios con menos de 50 mil habitantes, cuyas capacidades económicas no son suficientes para dar servicios básicos a la gente”. Pero no era su única demanda. El mismo presidente municipal había denunciado que además de la escasez de recursos para la operación del ayuntamiento y la atención de las necesidades ciudadanas, había que pagar “protección” al crimen organizado: 10 % del presupuesto para cada obra. Y esa situación tampoco los dejaba operar, el margen de maniobra era prácticamente nulo.

Lo expuso antes de la huelga de hambre y a lo largo de esos 18 días. Hoy está muerto. Los alcaldes que deciden alzar la voz, a denunciar, los que se resisten a pagar protección, los que gestionan y trabajan porque la vida en sus localidades transcurra con armonía y en mejores condiciones para todos, cada vez más, son asesinados. Y si por las amenazas acceden a las exigencias, es como si estuvieran muertos en vida.

Una vez más quedan en evidencia las deficiencias del Estado mexicano. En Michoacán por cierto, el Ejército se ha hecho cargo ya de tres municipios y expertos en seguridad pública y fenómenos de esta naturaleza, no dudan en decir que se corre el riesgo inminente de un estallido social en el Estado vecino.

Esto no puede seguir así, no debe seguir así. Ciento treinta y siete, 47; 70 mil… la cuenta de los muertos debe parar. Alguien tendría que actuar y sentar las bases de una convivencia más armónica entre los mexicanos, por la seguridad y la paz, por el bienestar social y económico ¿quién? Entre las filas de los políticos no encuentro a alguien capaz de semejante, pero total y absolutamente posible, empresa.
Publicado en El Informador el sábado 9 de noviembre de 2013.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Consummatum est

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Consummatum est

Falta el visto bueno de la Cámara de Diputados a los cambios propuestos por el Senado y luego que se publique para que entre en vigor, pero prácticamente ya es un hecho la mal llamada reforma hacendaria, no por mí, sino por expertos, quienes afirman que no es sino una miscelánea fiscal porque no se abordó de fondo, para resolver de una vez por todas, el déficit de México en materia recaudatoria, de hecho, la de México es la más baja entre todos los países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
Sí, México enfrenta presiones para que incremente sus niveles de recaudación con relación al Producto Interno Bruto, pero la forma en que se plantea va en detrimento de los contribuyentes, de sus ingresos y del mercado interno. No incluye estrategias o medidas para captar a quienes se desempeñan en la informalidad y tampoco acciones para reducir los niveles de evasión fiscal, especialmente de los más ricos de este país, considerando que el sistema de consolidación fiscal sólo cambió de nombre.
De hecho, las cúpulas empresariales anunciaron que habrá amparos contra la reforma hacendaria y no especialmente por el asunto de la consolidación pero sí con respecto a otros temas que afectan, por ejemplo, a la industria maquiladora; la economía fronteriza en general y los costos del empleo.
Uno de los puntos aprobados me parece emblemático, para ilustrar cómo se condujeron los legisladores de la mano de la Secretaría de Hacienda del Gobierno federal: la deducibilidad de las prestaciones de los trabajadores.
La iniciativa presidencial planteaba que sólo 40% de las prestaciones laborales fuera deducible, en lugar del 100% anterior que permitía que los patrones cumplieran –y con creces—con las obligaciones que en esta materia marca la Ley del Trabajo; era una forma de compensar los bajos sueldos.
Pues bueno, los diputados dijeron que no y enviaron con una propuesta de 47% de deducibilidad este apartado; y los senadores, se indignaron casi hasta el llanto y el desgarre de vestiduras y nos hicieron el grandísimo favor de que la deducibilidad fuera de 53 por ciento. Se está manejando como un favor, nos salvamos del 40% y ahora 53%, no si su bondad no tiene límites, el pequeño detalle es que la deducibilidad era de 100 por ciento.
Como este punto muchos otros fueron modificados pero en realidad, el fondo o la esencia de este dizque reforma, no cambió. Si acaso, el seguro de desempleo no será financiado por la subcuenta de vivienda de los trabajadores sino por el Gobierno federal, la carga será directa al erario público… Y ya. Prácticamente es lo único positivo.
Respecto a los impuestos para “combatir” la obesidad, ojalá el Ejecutivo y los legisladores se asesoraran mejor porque el problema no es por consumir papitas, refrescos, dulces y chicles, ahí no están las causas de la obesidad. El asunto es grave y no nada más un problema de malos hábitos o falta de ejercicio, se requieren acciones integrales que deben considerar deficiencias metabólicas. Pero bueno, ya dijo el secretario de Hacienda que con lo que se recaude por vía de este impuesto se pondrán bebederos en las escuelas (¡¡¡!!!). Así se las gastan.
Ya veremos qué pasa cuando esto entre en vigor, cuando se empiece a resentir en los bolsillos en un entorno de recesión, técnicamente recesión.
Consummatum est. (La verdad no creo que en la Cámara de Diputados hagan algún ajuste, si acaso, dejar en 47 y no en 53% la deducibilidad de las prestaciones laborales).

Publicada en El Informador el sábado 2 de noviembre de 2013.