lunes, 29 de diciembre de 2014

Mal cierre

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Mientras se emitía el mensaje presidencial, trillado, mediocre y alejado de la realidad, en Guerrero, la familia del padre Gregorio López Gorostieta, de la catedral de Altamirano, Guerrero, rezaba y exigía su liberación. Fue secuestrado el domingo pasado y el jueves, el 25 de Diciembre, su cadáver fue encontrado.
En un ambiente de animadversión y rechazo Peña se pronunciaba por la paz y la unión en México, mientras padres y madres de 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa pasaban una dolorosa y amarga Navidad porque no han superado la desaparición de sus hijos y viven entre la esperanza y la incertidumbre a pesar de que el Gobierno federal prácticamente da por cerrado el caso.
Estamos inmersos en una profunda crisis económica y política que el mismo gobierno no reconoce o minimiza y espera que los mexicanos estemos muy contentos y felices por la situación nacional; bueno, el Ejecutivo federal piensa que en todas las familias mexicanas, la Nochebuena fue de felicidad y armonía.
Si habla de que no se destruya debería empezar por la administración pública y luego sermonear a la nación. El buen juez por su casa empieza. ¿Qué más decía? Ah sí, con faltas de ortografía incluidas: “Éste es el momento de construir, no para destruir; el momento de unir, no para dividir. El momento de fortalecer nuestras instituciones, no para debilitarlas; el momento de pensar en soluciones y de trabajar por México”.
Si el llamado es para construir ¿entonces por qué permite que un individuo como Murillo Karam, instalado en la soberbia, simplemente descalifique todos los cuestionamientos que se han hecho a la averiguación del caso Ayotzinapa? Sólo le faltó decir que su “trabajo” era perfecto. Posturas como esta destruyen, desunen.
Nada de lo que ha hecho en su administración o de lo que ha impulsado, ha contribuido a la construcción de algo, a la unión de los mexicanos o al fortalecimiento de las instituciones como insiste en su mensajito navideño. Nada. Si fuera un acto de contrición entonces estaría bien, pero tendría que estar redactado en otro sentido.
Este año, el segundo de la administración peñista fue pésimo para México. Un año en el que se intentó engañar a la opinión pública internacional con el cuento de las reformas que dividieron a los mexicanos; un 2014 en el que la economía sufrió severos embates que lejos de construir destruyeron patrimonios y esperanzas; un año en el que el Estado, independientemente del orden de gobierno, actuó y operó contra su propio pueblo con reglamentos y normas como la Ley Anti-marchas y con la represión en las manifestaciones de las que sólo se difunde en los grandes medios electrónicos la actuación de encapuchados que, es un secreto a voces, son infiltrados para “reventar” las marchas y lograr el repudio, el rechazo y la división de amplios sectores de la sociedad mexicana.
Desde la Presidencia se tendría que promover lo que pregona: unidad, paz, armonía, construcción, progreso. El “deber ser” que se incluye en el texto está pendiente desde hace tanto que suena a demagogia. Sí, por si acaso no leyó o supo del mensaje presidencial, decía: “… el camino de México debe ser el de la paz, la unidad y el desarrollo”.
Digo, no creo que haya alguien interesado en lo contrario (aunque de pronto entran dudas con la conducta de los gobernantes y mal llamados servidores públicos), pero realmente desde el Gobierno no se ha emprendido nada efectivo para lograrlo.
Este 2014 cierra mal en México, con pobreza extrema, niveles alarmantes de inseguridad y violencia, pérdidas dolorosas, falta de respuesta de las autoridades de todos los órdenes con relación a diferentes asuntos sociales; cinismo político-electoral con postulaciones a candidaturas, tómbolas inexplicables y ridículas mientras el país se nos va como agua entre los dedos en un ambiente de desconfianza, inconformidad, descrédito, molestia y carencias.
Mal cierre, nada esperanzador, nada alentador.

Publicado en El Informador el sábado 27 de diciembre de 2014.




sábado, 20 de diciembre de 2014

Al infinito y más allá

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En el transcurso de esta semana se supo de más mansiones compradas por funcionarios mexicanos en condiciones sospechosas, en el Poder Legislativo se rechazó el proyecto de ley de transparencia y anticorrupción, continuaron las manifestaciones violentas e infiltradas en Guerrero por el asunto pendiente de Ayotzinapa; se desató un enfrentamiento fatal en Michoacán (once personas asesinadas) y, entre muchos otros asuntos por el estilo que se registran en todos los ámbitos, niveles y órdenes, nada más a manera de ejemplo, en Jalisco la ley se aplica a discreción, dependiendo de si los funcionarios quieren o no les da la gana aplicarla.
La situación en México sigue siendo grave, por los hechos enumerados y por la situación económica que pinta para muy fea en el cierre de este 2014 y peor en el arranque de 2015. Pero para la clase política no pasa nada y todos estamos locos o paranoicos, si todo marcha sobre ruedas aun cuando la inversión extranjera haya caído igual que las expectativas de crecimiento y el dólar siga a la alza.
Difícil saber por dónde empezar porque todo es grave e importante, porque avanza el tiempo y desde los gobiernos (municipales, estatales y federal) la toma de decisiones no se concreta y se queda en puntos y ¿buenas? Intenciones. No pasa de un rimbombante y trillado decálogo que de todas maneras no se aplica salvo la genial propuesta de un número 911 que sólo se ha prestado para el choteo en redes sociales.
Este no querer ver y no querer darse cuenta de cómo están las cosas realmente es lo más grave. De pronto puede llegar a pensarse que todo lo hacen adrede, que saben bien lo que pasa pero de frente a la sociedad se preocupan por disimular –los priistas son los grandes expertos en la simulación y en guardar apariencias— y actúan y hablan como si México ya hubiera cambiado y estuviéramos entrando de lleno en el primer mundo.
Sin embargo, actitudes como la de Mauricio Gudiño, secretario de Movilidad en Jalisco dejan en claro que efectivamente están totalmente alejados de lo que pasa en realidad e instalados en la soberbia, en la ceguera que produce el poder, afirman y creen a pie juntillas que ellos están bien y que todos los demás estamos mal y somos injustos, incomprensivos, exagerados y “mala onda”.
Todos los demás somos pues todos los ciudadanos, en este caso jaliscienses que luego del conocimiento a través de una nota periodística que indignó al funcionario, nos enteramos de que fue suspendido el operativo conocido como “El Torito” porque los policías de Movilidad tuvieron su posada y tienen derecho a tener su fiesta y a ingerir bebidas alcohólicas.
Circula en redes sociales el audio de la entrevista que le hacen a Gudiño después de la publicación de la nota en el periódico Mural y en donde dice que esa información se le hizo de lo más bajo que ha visto en su vida, o sea, cómo se atreven a criticarle su posada. Todo mundo toma sus copas dijo Gudiño y luego “yo puedo suspender el programa cuando yo quiera, está en mis atribuciones, si yo quiero que en una semana no trabaje está en mis atribuciones suspenderlo… De lo peor que ha hecho usted de criticarme mi posada”. Y la terrorífica amenaza: “y las exclusivas que les iba a dar, ya no se las voy a dar”.
En otras circunstancias, con otra clase política, con otro gobernador, a este funcionario, mal servidor público, inconsciente hasta más no poder, lo hubieran corrido de inmediato, pero no en estos momentos en que la distancia entre la clase política y los jaliscienses, entre los gobernantes y los mexicanos, se extiende años luz, al infinito y más allá. Están perdidos, desconectados de la sociedad a la que se deben, de la que viven, a la que juraron honrar; en cada uno de los problemas citados y otros que no aparecen aquí, queda esto en evidencia. Difícil, muy difícil saber por dónde empezar a arreglar este entuerto si ellos creen que están bien y que todos los demás, es decir, más de 110 millones de personas, estamos mal.


Publicado en El Informador el sábado 20 de diciembre de 2014.

Comisión de la Verdad

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Ya es hora. De entre todas las marchas, plantones y manifestaciones que han tenido lugar en diferentes lugares de nuestro país y del mundo, me llamó la atención una en particular: la acción cívica en Milán, ciudad en la que se congregaron, afuera del consulado mexicano, ciudadanos italianos y mexicanos para nombrar a los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa (en ese momento no se confirmaba el hallazgo de los restos de uno de ellos, de Alexander Mora Venancio) y para exigir, además de justicia, la instalación de una Comisión de la Verdad.
Esta petición no la volví a escuchar ni a leer, hasta esta semana cuando me topé en redes sociales con una entrevista que le hace Édgar Velasco a Edgardo Buscaglia y se publica en la revista Magis del ITESO (https://magis.iteso.mx/content/%E2%80%9Chay-que-imponer-la-agenda%E2%80%9D-edgardo-buscaglia).
Había citado una entrevista previa a la que se le dio escasa difusión; cuando, a la Deutche Welle, el investigador, presidente del Instituto de Acción Ciudadana para la Justicia y la Justicia, declaró que la sociedad civil mexicana necesitaba en este momento el apoyo de la comunidad internacional, y se refería no precisamente al respaldo —fundamental e invaluable— de las sociedades civiles de todos los países que quisieran sumarse a la causa, sino de los gobiernos, de las cúpulas empresariales, de las instituciones y asociaciones poderosas que podían exigir al gobierno mexicano la toma de decisiones básicas y urgentes, por ejemplo, para reformar el sistema judicial a tal nivel de profundidad que prácticamente se podría hablar de una purga. Entonces como en la entrevista a la que me refiero hoy, aludió a dos casos que ha seguido de cerca: Colombia e Italia, como ejemplos de que la comunidad internacional, más la sociedad civil, más lo rescatable del Estado del que se trate, pueden emprender y con éxito, una limpia profunda para renovar las instituciones y ofrecer a sus poblaciones garantías y seguridades urgentes; sin embargo, acotó que en el caso de Alemania, y lo parafraseo, les habían llegado al precio.
Al poco tiempo se confirmó (una parte de esta afirmación porque seguramente los negocios son mayores) con la difusión de un mensaje en donde eurodiputados cuestionan a un funcionario alemán porque le están vendiendo — y lo siguen haciendo— armas a México aun cuando saben que llegaron a las manos equivocadas, nada más y nada menos, presuntamente, que a policías involucrados en la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa.
En el caso de Colombia, el gobierno alemán jugó un papel fundamental y los resultados están a la vista.
Sin embargo, en vista de que los gobiernos y los empresarios que tienen negocios con México no han reaccionado como en otros casos, Buscaglia propone la imposición de una agenda desde la sociedad civil, que signifique dar paso hacia adelante, el siguiente, a las marchas y manifestaciones: por un lado, la instalación de una Comisión de la Verdad y, por otro, la ya citada reforma purgatoria del sistema judicial.
En cuanto a la Comisión de la Verdad, aun cuando suene –de pronto— a una fiscalía especializada para la investigación de todo y nada con cero resultados, se trata de una fórmula que ha dado resultados en otros países pero debe conformarse de una manera sumamente cuidadosa y responsable.
Explica Buscaglia que una Comisión de la Verdad funciona cuando la sociedad civil no confía, no cree en su gobierno; cuando la legitimidad escasea; y es el caso de México en este momento; en otros países, continúa el investigador, “han tenido un relativo éxito en generar confianza, ya que son formadas por miembros prestigiosos de la sociedad civil que, asesorados por peritos y científicos, van recabando pruebas, testimonios, material científico, ADN. Luego, todo eso se vuelca a una instancia supranacional que sí tiene legitimidad, como la Corte Penal Internacional de La Haya, donde se atienden casos de crímenes de lesa humanidad cuando la población no cree en la justicia de su país o cuando la justicia está paralizada. En México suceden ambas cosas”.
La instalación de esta Comisión de la Verdad debe ser un clamor social desde ya en México, por mexicanos; y si bien no me encanta la propuesta de Buscaglia, de que la coordine la PGR, es preciso impulsarla desde alguna institución.
No se pueden bajar los brazos, no se debe cerrar la boca.


Publicado en El Informador el sábado 13 de diciembre de 2014.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Sobre la Ley Anti marchas

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro04@gmail.com)

El nivel de estupidez me parece verdaderamente descomunal, inconmensurable. Ahora sí que “no me ayudes compadre”… ¿A quién se le ocurre? Pues a los diputados acomedidos, los que quieren quedar bien con el Poder Ejecutivo federal como normalmente lo hacen (parece que se les va la vida en ello). En esta declaración de Javier Lozano, senador panista, queda expresado de manera clara y contundente: “¡Qué bueno que se le vayan a otorgar facultades constitucionales al Congreso para legislar en esta materia! Porque por igual están bloqueando vías generales de comunicación de jurisdicción federal, que de jurisdicción local: calles, avenidas. Están, con el pretexto también de esa libre expresión de las ideas, alterando el orden público, el orden social, dañando la propiedad privada, afectando a terceros, y eso es inadmisible”. Esto dijo cuando se admitió en el Senado la minuta enviada desde la Cámara de Diputados, que se sacó de la congeladora por iniciativa de otro panista, Marcos Aguilar; y se aprobó. Los priistas muy calladitos —es claro el contubernio— votaron a favor.
¿De qué se trata esta famosa ley Anti marchas? Contempla la reforma constitucional a los artículos 11 y 73 dizque para garantizar la movilidad universal. Dicho con otras palabras: si hay manifestaciones, marchas o plantones que obstruyan vías generales, el Estado tendrá todo el pretexto para intervenir.
La vez pasada que se sometió a consideración del Legislativo esta propuesta, los diputados prefirieron congelarla porque “las condiciones no estaban dadas” y aún no enfrentábamos la indignación por los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa ¿imagínese ahora?
Los argumentos de los opositores que no son mayoría y que, todo parece indicar, no lograrán nada, es que es “políticamente incorrecta”, por un lado; y, por otro, que si las garantías individuales están expresadas ya en la Constitución, no es necesario ser más específico porque, precisamente, se presta a malas interpretaciones y a suspicacias que pueden enardecer todavía más los ánimos de una sociedad cansada, harta y enojada.
Bueno, pues lo hicieron, pasó en la Cámara de Diputados con más de 290 votos a favor y el jueves fue admitida en el Senado de la República y turnada a comisiones.
Están a tiempo de rectificar, pero lo dudo, con todo y que si bien fue por iniciativa de acomedidos que tratan de quedar bien, están haciendo un daño que no calcularon: ¿ya se les olvidó el mensaje presidencial en el que el titular del Ejecutivo se “suma” a la causa de Ayotzinapa? ¿En donde celebra el activismo y la participación de la sociedad civil? ¿Y de alguna manera se solidariza con el dolor de los padres de los normalistas?
Es un proceso largo y si continúa hay que esperar a ver cuáles serás las reacciones. Aun cuando no es un hecho la Ley Anti marchas, ha generado las más airadas protestas y críticas en redes sociales. Está en comisiones del Senado y si se aprueba, tendrá que pasar a las legislaturas de las entidades federativas para que la mitad más uno la aprueben en un lapso no mayor de 60 días y después, contempla la emisión de una ley reglamentaria sobre movilidad universal a más tardar en 180 días a partir de la entrada en vigor de la reforma constitucional.
En la exposición de motivos, entre otros, se expone el siguiente: “Quienes viven y transitan en las grandes ciudades tienen el mismo derecho de utilizar el espacio público que el que tienen las personas que ejercen el derecho a la libre expresión y reunión en el marco de una manifestación, por tanto el Estado buscará mecanismos alternativos para el disfrute de dicha garantía”.
Sí, bueno, aquí lo que me preocupa y queda en el terreno de la ambigüedad total son esos “mecanismos alternativos”.
Como decía, lejos de ayudar, perjudican; queda en evidencia una vez más esa desconexión de la clase política con respecto al sentir de la sociedad mexicana, sus dinámicas y procesos; y faltan las reacciones de esta sociedad inconforme para ver hasta dónde llegarán. Por lo pronto, no hay que perder de vista ni el derrotero de esta iniciativa ni otras cosas que se estén fraguando, porque luego también se utilizan como distractores en la medida en que enardecen y sí, la clase política lo sabe.

Publicado en El Informador el sábado 6 de diciembre de 2014.


domingo, 30 de noviembre de 2014

Cartita

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace semanas y de manera por demás intensa, a través de redes sociales y en todas las manifestaciones de los últimos días, se exige la renuncia del Presidente de la República. Y la demanda tiene que ver no sólo con que, con respecto al Caso Iguala, el Gobierno federal haya respondido de manera tardía e insuficiente (además de ineficiente, hasta el momento), sino con varios asuntos urgentes y pendientes que se han ido acumulando inexorablemente.
La desaparición de los 43 jóvenes —todavía se desconoce su paradero— fue la gota que derramó el vaso de innumerables agravios y para las autoridades eso no está claro, ni para mucha gente que llega a desestimar otros secuestros, otros asesinatos, las fosas con más cadáveres, la pobreza extrema, el desempleo, la inseguridad generalizada, la imposición de reformas, los privilegios de la clase política de todos los niveles, la corrupción, la mala educación, los pésimos servicios de salud, las calles destrozadas, las deficiencias en servicios básicos, los bajos salarios, las injusticias, la impotencia por tantas cosas, el coraje por la impunidad…
En el mensaje del jueves, el Presidente de México intentó incluir en el texto todo lo que ha sido desestimado, criminalizado, soslayado, descalificado y mal juzgado por él, por sus antecesores y sus colaboradores, y seguramente cree que con eso ya. Ahora resulta que a él también le duele Ayotzinapa.
Es difícil de creer, muy. Lo que se plantea son cuestiones que vengo escuchando desde que tengo uso de razón periodística (alrededor de 30 años) más lo que he leído y estudiado de épocas anteriores, es decir, se confirma una vez más que los gobiernos de los últimos tiempos han quedado a deber a los mexicanos en una gran deuda que lejos de amortizarse sigue creciendo. Lo dicho por el Presidente el jueves lo ofrecieron otros hace lustros, décadas.
En general, para empezar, no hay planteamientos para resolver de fondo, sólo paliativos; en segundo lugar, todo está presentado en modo de “futuras iniciativas” lo cual implica que de las intenciones presidenciales pasará al terreno fangoso, conflictivo y de sub-representación del Poder Legislativo; en tercer lugar, se trata de un refrito de varias medidas antes implementadas o expuestas como la clave única de identidad, el número nacional para emergencias y la intervención del Estado en municipios en donde se tengan “claros indicios” de infiltración criminal; con lo cual ya estamos hablando de la tercera parte de los puntos, más las policías estatales únicas (¿y qué pasó con el mando único tan cacareado?) y la llamada “justicia cotidiana”, un reclamo secular no resuelto aún.
Siguen después los puntos relativos a los derechos humanos; y si bien no se incluye ahí, sí la mencionó en el discurso, me refiero a la siguiente afirmación: “En un hecho inédito de apertura y transparencia, el Gobierno de la República solicitó, por primera vez en la historia, la asistencia técnica de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para localizar a los normalistas e investigar los hechos”. La intervención de la CIDH fue una exigencia, por la desconfianza, de uno de los padres de los jóvenes desaparecidos cuando se reunieron en Los Pinos. No hubiera sobrado un reconocimiento expreso de por qué se tomó tal decisión, en fin, creo que es mucho pedir.
El caso es que por más perfectas e ideales que suenen estas medidas, ninguna es un hecho hasta que no pasen por el tamiz del Congreso de la Unión; de manera que la deuda persiste y hasta no ver no creer. Los resultados se tienen que notar y dado lo magros casi inexistentes que han sido de propuestas similares anteriores, veo muy difícil, por un lado, creer y, por otro, que se cumplan ahora sí con todo y el pomposo dicho de mi compromiso bla bla bla.
Después del discurso de la desestabilización, intentar sumarse al movimiento #YosoyAyotzinapa o #TodossomosAyotzinapa suena a burla además de que no se incluyó una sola línea de autocrítica.
Finalmente, faltó algo más contundente que sólo iniciativas. El clamor por la renuncia va in crescendo y contrasta con lo que, hasta hoy, es sólo una cartita.


Publicado en El Informador el sábado 29 de noviembre de 2014.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Grave desconexión

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En México atravesamos por una severa crisis política, de credibilidad en la clase gobernante, de representación, de confianza en las instituciones (además de la económica), y de parte del titular del Ejecutivo lo que tenemos son reclamos e indignación por señalamientos normales y necesarios en un régimen democrático.
Lo que queda en evidencia con esto, no es el enojo o el enfado del Presidente y de su esposa por lo que consideran impreciso e injusto, sino que hay un desfase total con respecto, primero, a lo que es un régimen democrático y las responsabilidades que implica (gravísimo); segundo, con relación al sentir de la población, hasta ahora, absolutamente no sólo desdeñado sino también malinterpretado e incluso acusado de manera desproporcionada, de querer desestabilizar al país y frenar su desarrollo; y, tercero, que el Jefe del Ejecutivo claramente no se da cuenta de lo que está pasando en el país que lidera (gravísimo y lo que le sigue).
El discurso del Presidente de México el 18 de noviembre pasado en el Estado de México fue calificado por el obispo Raúl Vera, miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, de dictatorial. El mandatario aludió a “aquellas voces” que se oponen al “proyecto de nación que impulsa” y quisieran que México no creciera ni se desarrollara.
Hasta el día de hoy no he escuchado, ni en los más acérrimos opositores ni en los más radicales que piden su renuncia, aseveraciones en el sentido recién expresado; es decir, a nadie que le desee un mal a México, eso de que no crezca y no se desarrolle: nadie en su sano juicio desea eso. Y esta es una muestra de la desconexión.
Las críticas, los reclamos, las demandas se han planteado porque faltan respuestas, soluciones a problemas y necesidades específicas que no llegan; se exige seguridad y justicia porque son deficientes y porque la corrupción y la impunidad campean en el sistema. Nadie está pidiendo nada a que no esté obligado el Estado y si se solicita la renuncia del Presidente es porque asuntos urgentes no están siendo atendidos con el liderazgo y la eficiencia que debe caracterizar a un jefe de Estado. Lo peor, reitero, es que la actitud da la razón a quienes hacen los señalamientos. 
Porque si las exigencias por un México mejor, por decisiones inteligentes a la clase política se van a interpretar como acciones o conductas desestabilizadoras, estamos en problemas. Ahora bien, sobre estos supuestos desestabilizadores o, en otras palabras, enemigos de México, no se ofrecen nombres y (otro desatino), se añade en el discurso: “Siguiente tema que quiero abordar, y del que soy sensible, y no sé si esté vinculado a esto, que pareciera un afán orquestado por desestabilizar, y por oponerse al proyecto de Nación. En días recientes, y justamente cuando emprendía la gira de trabajo, surgieron señalamientos sobre una propiedad de mi esposa. Una propiedad en la que han señalado un sinnúmero de versiones y de falsedades, que no tienen sustento alguno”. En este caso, se trata del reportaje del equipo de Aristegui Noticias, es decir, como deducción de las palabras presidenciales, es como si se sospechara que la investigación periodística tuviera intenciones desestabilizadoras como “aquellas voces” antes referidas.
Esto no es todo, lo cual complica y agrava aún más el panorama. El día que llegó de China, cuando ofreció la conferencia de prensa dijo que el Estado está “legítimamente facultado para usar la fuerza cuando se ha agotado cualquier otro mecanismo para restablecer el orden” y luego añadió que aspiraba y esperaba que no fuera el caso. El matiz amenazador fue muy claro. Y preocupante además, porque hay que ver bajo qué criterios y quiénes determinarían, en un momento dado, el agotamiento de los mecanismos.
La desconexión de la realidad nacional me parece descomunal y muy grave. Lo más preocupante es que no se avizora una rectificación en la conducta porque se cree que creemos y el ejemplo más claro es lo “oportunamente” declarado ayer, luego de las marchas multitudinarias y pacíficas en todo el país, sobre todo la del Distrito Federal, en donde infiltrados plenamente ubicados ya, motivaron el siguiente dicho: “Una de las conquistas más importantes de la democracia es el derecho de los mexicanos a manifestarse libremente, hay quienes están interesados en atentar contra esa libertad fundamental al provocar y realizar actos vandálicos y eso no lo vamos a permitir”.

Artículo publicado en El Informador el sábado 22 de noviembre de 2014.

sábado, 15 de noviembre de 2014

#YaMeCansé

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Ha pasado mes y medio desde los hechos en Guerrero que dejaron como saldo la desaparición de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y el asesinato de seis personas (tres estudiantes, un jugador de futbol, el chofer del equipo y una señora) y ante la inacción y respuestas tardías, tibias y total y absolutamente insatisfactorias del Estado mexicano, en algunos casos hasta ofensivas, las movilizaciones sociales van en aumento al mismo ritmo e intensidad que la rabia y la indignación.
Al grito de “Los queremos vivos” se suma ahora la frase “Ya me cansé”, tomada de la desafortunada expresión del secretario de Gobernación, Jesús Murillo Karam, hace una semana exactamente, cuando ofrecía una conferencia de prensa que lejos de aportar certeza, tranquilidad y seguridad a la sociedad mexicana, dejó más dudas e incertidumbre.
Es un cansancio de años, generacional, que ahora estalla después de décadas de aguantar, de esperar, de confiar, de creer, de cumplir… La situación es grave y complicada porque, encima de todo, el jefe del Ejecutivo federal está como pasmado, mientras fuerzas sociales activas y cansadas se están moviendo para manifestar la desesperación, el rechazo a la impunidad y a las injusticias, a la corrupción y a las malas decisiones; para decir una vez más pero más fuerte, que ya basta de masacres, que no se tolerará una muerte más ni que el Estado, a través de sus aparatos e instituciones, siga operando contra su propia población, contra la nación, contra los mexicanos.
Las expresiones de solidaridad en el mundo se multiplican y se tornan, de plantones, veladoras y carteles, en exigencias que se integran a las de los mexicanos para que se haga justicia, de verdad, real, contundente, cierta, que no deje lugar a dudas y que satisfaga las demandas ciudadanas.
Esto no puede ni debe parar. Es el momento de no cejar en el empeño, de no soltar ni aflojar hasta que el gobierno dé la cara a una situación dolorosa y verdadera que choca y contrasta con el mundo de juguete que rodea y en el que vive la pareja presidencial.
El director de Human Rights Watch para América, José Miguel Vivanco, fue contundente: el Gobierno federal en México actuó tarde y mal y, peor aún, opta por la frivolidad y la improvisación en un momento en el que crece y se acumula el número de muertos y la cifra de desaparecidos (más de 30 mil y de 27 mil respectivamente). La situación de violencia y de violación de derechos humanos en México ha alcanzado una “escala inaceptable” en una realidad en donde los más vulnerables, los más pobres (más de la mitad de los habitantes, más de 50 millones de mexicanos) no sólo no tienen acceso a la justicia sino que con frecuencia, más frecuencia de lo humanamente deseable e ideal, son víctimas del propio Estado.
Esto es actual, pero se suma a pendientes añejos e históricos, dolores enquistados que volvemos a notar y a sentir. Los mismos jóvenes, muchachos que ni siquiera vivieron aquellos hechos, ahora los recuerdan: la matanza de 1968; la de junio de 1971; Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Morelia (los petardos en la celebración del Grito en 2008 que dejó siete personas muertas); los niños de la Guardería ABC de Hermosillo; los jóvenes de Villas de Salvarcar, Chihuahua; los 72 migrantes hallados en fosas en San Fernando, Tamaulipas; los 300 desaparecidos desde 2011 en Allende, Coahuila; los muertos en el Casino Royale en Monterrey; Tlatlaya, Estado de México… Ayotzinapa y las decenas de fosas con otros muertos sobre los que nadie ha explicado nada.
Más la indiferencia, el menosprecio, la minimización de las demandas desde la clase política; el tratar de cambiar una percepción generalizada e intentar hacernos creer que somos la mayoría los que estamos mal, o hacernos sentir hasta culpables: ¿cómo nos atrevemos a pensar así?

Atravesamos por un momento clave, la sociedad civil está lista, el cansancio ya es intolerable y toca poner remedio. Se requiere mucha, pero mucha inteligencia, visión y amor por México entre quienes toman las decisiones porque ya no queda margen para la espera. Así como el funcionario y por mucho más, muchísimo más que una hora de pie, la sociedad mexicana ya se cansó.

Publicado en El Informador el sábado 15 de noviembre de 2014.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Anti pacto

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace ocho años más o menos, y está publicado en varios periódicos y libros, el analista y académico Edgardo Buscaglia ha señalado de manera insistente que en México prevalece un pacto de impunidad entre los partidos políticos que mientras no se rompa desde adentro, mantendrá al país en esta espiral de violencia y corrupción en la que está inmerso; y, agrego, con el grave riesgo de un estallido a causa del hartazgo de la sociedad en general.
A raíz de la desaparición de los 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa el 26 de septiembre pasado, el académico ha estado insistiendo, sobre todo en medios internacionales, sobre la urgencia de que la comunidad mundial respalde a la sociedad civil mexicana como la única fórmula para que el Estado mexicano, desde adentro, purgue el sistema.
En una entrevista para la DW (Deutsche Welle) reiteró la existencia de ese pacto de impunidad y añadió que personajes como Carlos Navarrete, del PRD, ya lo han reconocido, sin embargo, hasta ahora no se hace nada para acabar con él y empezar una labor profunda y auténtica de saneamiento del Estado mexicano.
Buscaglia aporta una serie de medidas muy concretas con base en las experiencias de Colombia, Estados Unidos, India e Italia, que contemplan, por un lado, la movilización constante y pacífica de la sociedad civil (cero violencia porque sirve de pretexto al Estado mexicano para criminalizar y descalificar; sería contraproducente pues, aunque en este sentido es importante acotar que, por lo mismo, se sabe que desde células del poder se mandan infiltrados para saquear y “reventar” las manifestaciones generando indignación, rechazo y temor) y, por otro, el respaldo de la comunidad internacional, particularmente de entidades globales como la Unión Europea o la Organización de las Naciones Unidas, por sólo mencionar dos, para presionar el Gobierno y emprender los cambios profundos en la estructura gubernamental.
El investigador de la Universidad de Columbia no se quedó ahí sino que hizo una agria crítica al Gobierno alemán (y el medio en donde fue entrevistado es alemán, algo significativo) porque Alemania criticó y presionó fuertemente para que una situación muy similar de corrupción y narcotráfico en el Gobierno de Colombia se combatiera efectivamente y se logró limpiar, por ejemplo, 63 % del Poder Legislativo de ese país. Ahora, dijo Buscaglia, Alemania está haciendo negocios cuantiosos en México y “el dinero les calla las conciencias” (la entrevista completa está disponible en esta liga, muy recomendable: http://www.dw.de/buscaglia-en-m%C3%A9xico-hay-un-pacto-de-impunidad/a-18001753).
¿Qué medidas propone Buscaglia? Desde la sociedad civil, manifestaciones pacíficas y masivas, paralización del sistema económico para obligar al Estado a comenzar la purga. Y, una vez logrado eso, para empezar la limpieza: “habría que implementar en la práctica, a través de causas penales, los tipos penales relacionados con el conflicto de interés: tráfico de influencias, malversación y desvío de fondos, que son los tres tipos de corrupción política más frecuentes. Hay que reformar los códigos penales para que el conflicto de interés se tipifique como delito… Esto es un trabajo del Poder Legislativo y tiene que hacerse de manera urgente”.
En este contexto ¿servirá de algo el pacto que propone el Presidente? Sólo que sea un anti pacto, es decir, una medida para acabar con el pacto de impunidad que prevale entre los partidos políticos.
Las exigencias sociales para que los 43 jóvenes aparezcan cuanto antes y vivos se están convirtiendo en el detonador de movilizaciones sociales que expresan el hartazgo no sólo por la impunidad, la corrupción y la violencia, las agresiones contra jóvenes y estudiantes, sino con respecto al sistema, obsoleto y podrido. Si no se hace algo ya, las consecuencias pueden ser muy dolorosas.


Publicado en El Informador el sábado 8 de noviembre de 2014.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Sin tregua

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hace apenas dos años (más o menos) terminó la gestión de Felipe Calderón como Presidente de México en medio de serios cuestionamientos dentro y fuera del país, porque la guerra que  emprendió contra el crimen organizado dejó una estela de sangre y muerte contra civiles y “falsos positivos” que perdieron la vida en la muy cómoda clasificación de “daños colaterales”.
Más de 70 mil muertos que se sumaron a los miles de las administraciones anteriores (aunque nunca tantos en tan poco tiempo por circunstancias similares) y a los miles de desaparecidos por diferentes causas en una realidad lacerante que, dolorosamente continúa.
Podríamos decir que no ha habido tregua en realidad contando de la administración de Felipe Calderón a la fecha. Muertos y desaparecidos, muertos y desaparecidos, muertos y desaparecidos. Sin tregua y sin una nota, un matiz, una señal o un signo de que será diferente a partir de hoy, de que habrá justicia y de que realmente se combatirá con éxito la impunidad. Al contrario.
La información se oculta, se raciona, se tergiversa, se manipula y, ajenos a la verdad, en medio de un mar de incertidumbre y datos contrastantes, de dolores que provocan reacciones diversas, la sociedad se divide en un proceso que también genera desencuentros muy dolorosos porque se diluye el impacto y el esfuerzo de los mexicanos ávidos de justicia y de información verídica y confiable.
El padre Solalinde lanzó una bomba que luego fue malinterpretada. Él es un hombre de bien y se comprometió a no declarar nada más y ofreció disculpas a quien correspondía. Pero esa bomba cimbró al Estado mexicano que seguía pasmado y por lo menos atinó a tomar algunas decisiones, aunque, debo decir, excesivas y circenses algunas como destinar a 10 mil elementos a la búsqueda de los 43 jóvenes cuando además hay 56 personas detenidas y se dispone de información para la práctica y evolución de las pesquisas.
Qué huecas suenan, a más de un mes de distancia y con los antecedentes de impunidad, palabras como “voluntad”, “todo el peso de la ley”, “toda la fuerza del Estado”, “todo nuestro empeño”...
Los padres de los muchachos no le mandaron decir al Presidente que no confiaban en él. Lo plantearon directamente y solicitaron la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos además de exponer otras condiciones.
La tormenta de Ayotzinapa no termina. Están anunciadas y programadas marchas y paros en todo el país la próxima semana porque la sociedad civil que ha tomado las calles no quita el dedo del renglón y mantiene la demanda “vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Solicitudes de firmas a través de redes sociales se multiplican y más de tres mil académicos de todas las nacionalidades como Noam Chomsky y Umberto Eco se han sumado al clamor por la aparición de los 43 muchachos.
Sin tregua, porque en estos días, otra vez en el Estado de México el Ejército presuntamente asesinó a cinco civiles que ni siquiera estaban detenidos, en el Cerro de la Culebra, en una información apenas preliminar y ambigua como siempre.
Sin tregua, por el terror de unos niños de preescolar que no habían terminado su desfile por las calles de Cuajinicuilapa, Guerrero, cuando fueron testigos de un tiroteo mientras la angustia se apoderaba de ellos porque no sabían si sus papás estaban vivos o muertos.
Sin tregua, porque mientras estos dolores laceran a miles de mexicanos a lo largo y ancho del país, la clase política se sirve con la cuchara grande con el proyecto de ley de ingresos, hace planes para las próximas elecciones y se alista para disfrutar de sus vacaciones decembrinas con sus bonos, sus aguinaldos y sus sueldazos.

Publicado en El Informador el sábado 1 de noviembre de 2014.


sábado, 25 de octubre de 2014

#Ayotzinapa

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Huele a rancio, a viejo; me imagino que ese es el aroma que despide un sitio en donde se han encontrado fósiles; o a naftalina, a formol… sustancias y olores para conservar antiguallas; humedad, moho, hongos y bichos que carcomen almas y cuerpos. Es la sensación que me queda con la solicitud de licencia como gobernador de Guerrero de Ángel Aguirre y su dicho: para no estorbar (entorpecer, interferir) o para “favorecer” las investigaciones relacionadas con la búsqueda de 43 normalistas desaparecidos desde el 26 de septiembre hace exactamente un mes, en Iguala. Los estudiantes de Ayotzinapa.
La semana pasada, justo, me refería a esta tendencia del sistema a cortar cabezas para calmar las aguas. Finalmente sucedió pero la tormenta no amainará, al contrario. Ayer hubo otras marchas en varios puntos del país que se suman a las del miércoles, en México y el mundo; y al paro universitario del jueves. Esto continuará mientras no haya respuestas satisfactorias para la sociedad y particularmente para los padres y demás familiares de los muchachos de los que a 30 días de distancia, no se sabe si viven o mueren.
No es suficiente pues, la licencia de Aguirre. Realmente no sirve para nada. Y si se trata de cortar cabezas, pues que se haga bien; que se le quite el fuero y la justicia haga su trabajo; lo mismo con el ex alcalde de Iguala que sigue prófugo. Así que ni crean que alguien se siente reivindicado con esta decisión, además de todo, tardía.
La semana pasada también fue cuando el padre Alejandro Solalinde declaró que, con información de testigos, se sabía que los muchachos habían sido quemados vivos. De inmediato la PGR lo llamó a cuentas para que declarara y no fue recibido, pero el padre exigió que se demuestre que está equivocado. Nada.
Testimonios de otros jóvenes que salvaron la vida se han sumado al expediente y la indignación crece y permea a sectores de la sociedad que por lo general se mantienen apáticos y ajenos y esto es alentador; sin embargo, la indiferencia de tantos es muy dolorosa más esa postura hasta cínica y totalmente insensible, en mucho producto de la ignorancia, de que “ellos se lo buscaron”.
He comentado en otras ocasiones que las normales rurales fueron creadas por el sistema político mexicano con fines doctrinarios y corporativos, a mediados de los años treinta del siglo pasado más o menos; y que la serie de privilegios con que contaban los egresados mantenía “el equilibrio” y la estabilidad necesaria para que el mismo sistema siguiera usando a los jóvenes como carne de urna, en lo que es tan sólo un ejemplo de la forma como opera y está diseñado el aparato político en nuestro país, todavía.
Una vez retirados los privilegios (como la plaza automática o empleo en Educación pública) las manifestaciones no se hicieron esperar y como nadie, pero nadie en el gobierno ha querido resolver el problema, continúan y son esporádicas. Es un problema creado por el sistema, que el sistema debe resolver pero no ha tenido la voluntad por diferentes motivos, incluida la conveniencia con propósitos electorales, que manejan, todos los partidos, a discreción.
Hasta ahora, con 43 jóvenes desaparecidos, con estudiantes y mexicanos de otras edades en las calles exigiendo justicia, la clase política pone atención pero en un sentido que lejos de reconfortar indigna más, particularmente por tres aspectos: uno, dicen que aportarán un día de su “dieta” a los familiares de los estudiantes (sensibilidad de dinosaurio); dos: que urge desaparecer la Normal de Ayotzinapa porque es una “bomba de tiempo” y tres, dicho desde hace tiempo por Elba Esther Gordillo y retomado por algunos individuos en el Congreso: las normales son semillero de “guerrilleros”.

Esto no está resuelto y #Ayotzinapa sigue generando indignación en todo el mundo. La tormenta no cesa.

Publicado en El Informador el sábado 25 de octubre de 2014.

sábado, 18 de octubre de 2014

Ayotzinapa

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Por si no nos hemos dado cuenta, por si no nos ha caído bien el veinte, no sabemos, no queremos o no hemos tenido tiempo de ver, la situación es muy grave y lo peor es que no se avizora en el horizonte una decisión inteligente, orden o indicación precisa e insoslayable para resolverla, al contrario. Las acciones son tímidas y erráticas mientras la sociedad directamente agraviada (indirectamente somos todos) se fortalece. Es proporcional.
Por el título sabe el lector a qué me refiero. La semana pasada escribí que nos necesitamos juntos y así es, por todo y para lo que sea, porque la crisis que se desató en Guerrero y que en realidad se suma a otras recientes y añejas, pinta para que se ponga peor.
Quisiera creer que las declaraciones del padre Alejandro Solalinde, en quien sí confío, fueran mentira. Quisiera, pero es muy difícil. El viernes, ayer, el padre defensor de migrantes afirmó, luego de platicar con testigos, que los 43 jóvenes “desaparecidos” fueron quemados vivos y que el gobierno “evalúa” el momento de hacer el anuncio por “cálculos políticos”. No me extraña, ni me sorprende pero sí me asquea. El padre sostiene —y lo sabemos— que el manejo no es de justicia, es político… Y eso lo hace doblemente criminal porque mantienen a los familiares con la esperanza mientras ellos hacen, como dice el padre “rapiña electorera”. Inconcebible, intolerable.
¿Desde cuándo sabe el gobierno la verdad? ¿Y el teatrito del Presidente de que se dé prioridad a la búsqueda de los jóvenes? Por favor ya basta.
Y ni crean que con “cortar una cabeza” será suficiente… ni siquiera diez  o 20; los corren y tan campantes. Esto se tiene que resolver de fondo se quede o se vaya Ángel Aguirre. En otros tiempos, dentro de este mismo sistema, las crisis se aplacaban con un “corte de cabeza”, certero y de tajo, a manos del verdugo mayor que no tenía más que dar la orden. Se tranquilizaban sí, pero no se resolvían. Sin embargo, creo que ese esquema no es suficiente hoy en día y mucho menos con una crisis cuya solución es una demanda internacional: conocer el paradero de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos desde fines de septiembre pasado, hace menos de un mes.
A través de redes sociales, de You Tube, de manifestaciones de gobiernos y autoridades parlamentarias, de imposición de condiciones incluso o amenazas comerciales, es ya un consenso mundial la exigencia de que el Gobierno mexicano dé cuentas sobre los muchachos desaparecidos y los asesinados entre los días 26 y 27 de septiembre.
A lo largo de esta semana se ha generado información alarmante porque el enojo de los guerrerenses es descomunal y por lo general es lo que pasa cuando se está frente a un acto de injusticia e impunidad de esta magnitud, alimentado ahora por las dos decenas (por lo menos y —lamentablemente— contando) de fosas con muertos y más muertos de los que ahora también se hace urgente saber por qué y quiénes son.
El lunes, estudiantes y profesores quemaron el Palacio de Gobierno en Chilpancingo y, en una declaración por demás increíble pero que deja en evidencia la actitud de la clase política en general, Aguirre afirma que es un acto de provocación… Perdón pero ¿quién provocó a quién? ¿Qué no se dan cuenta? Están como pasmados, como idos, pensando no sé qué, que los va a salvar no sé quién, alguna producción televisiva o que simplemente es una pesadilla que contrasta con su mundito color de rosa y pronto despertarán.
Desde el jueves se anunciaron marchas y la toma de las 81 alcaldías de Guerrero, de hecho, cuatro ya están tomadas igual, por estudiantes y maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación del Estado, entre ellas por supuesto la de Iguala a cuyo, ahora ex alcalde, ya le fue aplicada la revocación de mandato pero sigue prófugo. Y sobre quien ya había advertencias, nada menos que de parte del obispo Raúl Vera, quien desde junio del año pasado lo denunció ante la PGR (que no quieran salir con que es un asunto del PRD, todos tienen cola que les pisen en el asunto; el PRI y el PAN más toda la pedacera).
Ayer viernes, bastaba con ver las noticias minuto a minuto para percibir la gravedad del asunto: “Alistan megamarcha en Acapulco”, “Alumnos toman CU de Oaxaca por caso Iguala”, “Prevén bloqueo de Autopista del Sol por Ayotzinapa”, “Maestros toman casetas y alcaldías de Guerrero”, “Hallan cuatro nuevas fosas en Iguala”, “Continúan protestas en Guerrero por desaparecidos”, “Estudiantes toman caseta en La Marquesa”, “Protestas y cierre de ayuntamientos ponen a Guerrero al borde de la parálisis”… Mientras usted me hace favor de leer esta columna todo esto está publicado en los diarios de hoy.
Desde afuera, desde la percepción del concierto internacional que de pronto es caprichosa, el ensalzamiento (pagado o no) de Peña Nieto y sus reformas ha cesado; de hecho hasta se dice que además de reformas lo que urge en México es “ley y orden”, pero a lo que me quiero referir es a que, desde afuera, por lo general no se hace una clara distinción en cuanto a que es el gobierno de un Estado, cuyo titular no es del mismo partido que el del Presidente de la República, el principal responsable. Desde afuera se agarra parejo y es México el que está mal. Y así es. Los focos rojos están en todo el país. Ayer mataron a una joven tamaulipeca que a través de Twitter advertía sobre situaciones de riesgo.
Esto es inaceptable, es una vergüenza y el dolor se extiende por el territorio nacional ¿qué están esperando? Apenas puedo contener las náuseas.

Publicada en El Informador el sábado 18 de octubre de 2014. 

sábado, 11 de octubre de 2014

Nos necesitamos juntos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace años, pero especialmente desde el 26 de septiembre pasado, hay una especie de desasosiego en un amplio sector de la sociedad mexicana. Quisiera decir que entre todos los mexicanos pero infortunadamente no es así. Hay también grandes segmentos de la población que viven ajenos a la realidad lacerante que nos atraviesa, paradójicamente, por los privilegios de los que gozan; o por la pobreza que los absorbe. Con un común denominador: la falta de conciencia… inconsciente o deliberada, da igual: no saben ver o no quieren ver.
Y en cuanto al sector que ve y participa, que escribe y habla y comparte y expone y encara y organiza, que marcha y se manifiesta de múltiples formas; que está consciente y siente el dolor de los otros, de los desaparecidos, de los calcinados, de los asesinados a balazos, de las familias rotas, de los jóvenes acallados para siempre, de las madres llenas de pérdidas y vacías… Ese sector, dolorosamente, está dividido.
Convenientemente dividido para los gobiernos que se lamentan de boca para afuera pero no hacen nada y en cambio mantienen y alimentan ese gran pacto de impunidad, un mal que ha dejado de ser un secreto a voces para convertirse en el enemigo público número uno de la mayoría de los mexicanos.
Divididos entre las ansias de hacer algo y la tentación del protagonismo —los reflectores y los micrófonos los atraen como la luz a los insectos—; divididos entre ser escuchados por los poderosos para presionar e incidir en la toma de decisiones reivindicadoras y callar a otros como ellos que no apuestan por la estridencia.
Divididos por la intolerancia de la tolerancia que se exige y no se otorga; obnubilados por el dolor de tantos muertos y tanta injusticia pierden el piso, el equilibrio. Se pierden y los perdemos.
Esto es lo peor que nos puede pasar, pero nos pasa, siempre nos pasa y entonces las iniciativas espontáneas, fuertes y contundentes se debilitan, se diluyen. Y el foco de los reclamos se regodea en la certeza de que al final de cuentas nada pasará, porque han sembrado tantas semillas en la parcela del odio y la divergencia, de los extremos y la radicalización, de la intolerancia… que saben bien que la cosecha nos aplastará a todos y nos inmovilizará. Y ellos seguirán tan campantes.
Nos necesitamos juntos. Y eso no quiere decir homogeneidad. Unanimidad sí, podría ser y no como utopía. Se ha hecho antes, se ha logrado antes.
Siempre he pensado (y lo he dicho y escrito) que la sociedad civil, la que se organiza y participa, la que defiende diversas causas, a fuerza de ser minimizada, criminalizada, desestimada, menospreciada, soslayada y desoída, en muchos casos ha radicalizado sus posturas, se ha anidado en los extremos en una actitud que da a las autoridades la oportunidad de descalificar y que la aleja de la sociedad de la que forma parte y a la que en gran medida defiende.
Creo que es parte de la misma estrategia de mantenernos divididos y enojados entre nosotros, juzgándonos por todo y porque sí.
Y si alguien se atreve a llamar la atención sobre las formas y prácticas de la sociedad civil que en realidad son contraproducentes para los movimientos, inmediatamente es atacado con una andanada de calificativos, juicios y descalificaciones; malas interpretaciones, tergiversaciones y hasta difamación. Nos necesitamos juntos.
Esta reflexión surgió por las divisiones expresadas en redes sociales entre los mismos activistas a raíz de las manifestaciones multitudinarias en todo el país para exigir que los 43 jóvenes normalistas desaparecidos, estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, aparezcan vivos; y se identifiquen plenamente y se aclare lo relativo a los mexicanos calcinados hallados en varias fosas; que se haga justicia contra el alcalde de Iguala y se llegue de una vez por todas hasta las últimas consecuencias.
Esta gran herida de Ayotzinapa que se suma a otras que no han cerrado y aún supuran, no puede quedar abierta también (uno de los microsismos a los que me refería la semana pasada antes del hallazgo terrible de las fosas con cuerpos calcinados).

Para lograr justicia, para combatir con éxito ese pacto de impunidad, para tener certezas sobre hijos y alumnos desaparecidos y muertos, sobre tantos jóvenes violentados… Nos necesitamos juntos.

Publicada en El Informador el sábado 11 de octubre de 2014.

lunes, 6 de octubre de 2014

Microsismos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Yo no sé si es el manejo mediático, como a cuenta gotas (me queda esa impresión, rara), o qué, de la información relativa al montón de conflictos en diferentes puntos de la geografía nacional que se han estado abordando (para análisis, crítica o información) como hechos aislados. Y no es que haya una conexión precisa entre ellos pero sí un común denominador: son producto de omisiones o de malas y pésimas decisiones de actores de la esfera gubernamental.
Otro aspecto que comparten es que en la mayoría están involucrados jóvenes, el sector de este país más talentoso y más descuidado y abandonado por el Estado y diversas instituciones, pero fundamentalmente por el Estado, por el Gobierno federal pues para que no haya confusiones, aunque, debo decir que el esquema se repite en todas las entidades federativas y en todos los municipios. Hasta ahora no conozco excepciones.
Digamos que cada uno de estos conflictos es un microsismo: puedo empezar con Tlatlaya. La masacre de 22 jóvenes (está en veremos si eran delincuentes o no, la información es ambigua, creo que deliberadamente ambigua) en esa comunidad del Estado de México que se mantuvo en silencio hasta que la información llegó a la prensa internacional y desde ese foro adquirió otra dimensión. Las decisiones en torno a estos hechos son malas por donde se le vea, no hay nada justificable, absolutamente nada. Eran jóvenes, algunos menores de edad. Incluso si se comprueba que eran delincuentes, no son buenas noticias para el Estado porque sería una evidencia de su propia descomposición e incapacidad. Elementos del Ejército, por su cuenta (#yosoy26), están convocando a una marcha (expresamente sin el aval de la Sedena) que, si todo sale como se ha anunciado, será el día de hoy, para defender a los soldados que han sido detenidos por esta matazón.
Otro microsismo en el que participan jóvenes también es el problema en el Instituto Politécnico Nacional, el más atendido de todos (¿por qué será? ¿será acaso el tamaño del miedo?). El pasado 24 de septiembre se aprobó un reglamento que despertó las más airadas protestas entre los activos, informados y politizados estudiantes del IPN. Y todavía el día de ayer el secretario de Gobernación se reunió con una comisión de jóvenes para revisar el pliego petitorio; por lo pronto, se adelantó —ahora sí— la renuncia de la directora general, Yoloxóchitl Bustamante. Increíble escuchar al responsable de la política interior del país decir: “La neta, como ustedes digan”, dirigiéndose a los muchachos (¿cómo no le responde así a todos los mexicanos?).
Y esta actitud, precisamente, aviva otro microsismo ya desatado en Ayotzinapa, Guerrero, luego de que estudiantes de la Normal en esa localidad, fueran atacados por policías en la ciudad de Iguala. ¿A qué actitud me refiero? A que en la concepción de los jóvenes para el Gobierno hay estudiantes de primera (los del IPN) y de segunda (los de Ayotzinapa o de cualquier otra normal).
En el ataque que cito murieron dos jóvenes y hay desaparecidos. Las demandas de los estudiantes de normales rurales son las mismas desde hace años, particularmente el pase automático; ¿y quién está de acuerdo con eso cuando debería ser la excelencia académica el criterio de selección? Sin embargo, fue el mismo Estado el que ideó el sistema y ahora lo desconoce, lo soslaya y, por supuesto, los jóvenes quieren que se mantenga el mismo paquete de privilegios que el gobierno diseñó para controlar y corporativizar y manipular. Si no se van a respetar las mismas condiciones impuestas y no hay nadie en el gobierno capaz de gestionar y negociar para cambiar el sistema, este conflicto nunca acabará.
El otro microsismo no tiene que ver con jóvenes como sector pero sí con una parte importantísima de México: los yaquis y su lucha por la defensa de sus tierras y su agua.
Todos estos microsismos (las manifestaciones se registraron en 12 estados, más de la tercera parte del total de entidades), más la noticia por ejemplo de que los niveles de inseguridad aumentaron en Jalisco o de que los maestros de la sección 22 en Oaxaca bloquearon, ayer viernes, centros comerciales de la capital para exigir que se atiendan sus propuestas para la reforma educativa, hacen un gran sismo, un movimiento telúrico de proporciones inconmensurables que el gobierno simplemente ignora pero que da cuenta de que, efectivamente, algo se está moviendo en diferentes puntos del país ante la estupefacción, aletargamiento o ceguera simplemente, de quienes deben atender estas demandas con el mismo rigor y compromiso, con la firme intención de resolver, de parar, de estabilizar con visos de mejora no de represión.

Pero no: muchachos que participaron en la marcha multitudinaria (25 mil aproximadamente nada más en la Ciudad de México) conmemorativa de la matanza de estudiantes en 1968 afirman que el Estado mexicano ha declarado la guerra a los jóvenes mexicanos. Muchos microsismos se pueden volver incontrolables.

Publicado en El Informador el sábado 4 de octubre de 2014.