domingo, 31 de agosto de 2014

¿Pues de dónde?

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hace algunas semanas, meses de hecho, publiqué en este mismo espacio mi sorpresa por los artículos a favor de Enrique Peña Nieto en periódicos de otros países: Washington Post, New York Times y El País, específicamente, dos estadounidenses y uno español, los tres referentes internacionales y con prestigio indiscutible. Luego le dediqué otro comentario a la famosísima portada de la revista Times en español, cuyo título rezaba (con ese gerundio incorrecto que es influencia del inglés) “Salvando a México”.
Sí, de pronto desde afuera parece que todo marcha sobre ruedas en México y bueno, no es para descartar que, al más puro estilo del viejo PRI, editores y periodistas recibieran “recomendaciones” y “sugerencias” de operadores políticos para escribir tales fantasías, sí, como esas que ahora se repiten en spots previos al II Informe de Gobierno del Presidente de México. Y claro que las fantasías no eran otra cosa que las ventajas fabricadas que se les atribuían a las iniciativas.
Me refiero a las tan llevadas y traídas reformas, dizque estructurales, que si bien generaron, y todavía, inconformidad, reclamos y advertencias de amplios sectores de la población,  muchos de ellos más que políticos o activistas, académicos, salieron adelante con la complicidad de partidos (perdón por repetir la palabra) dizque de oposición, mientras los que votaron en contra no dudan en sacarle jugo político a tal postura con la que igual sabían que no lograrían nada; y ahora se regodean y hasta anchos se ponen, porque resulta que el PRD tiene la presidencia tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados y ambos personajes: Miguel Barbosa y Silvano Aureoles respectivamente, afirman que serán institucionales, que representarán a sus respectivas cámaras y no a su partido; que la postura será de respeto para las fuerzas políticas y bla bla bla.
En el ínter, es decir, en lo que discutían y aprobaban las reformas, la expectativa de crecimiento económico para nuestro país, es decir, la tasa del PIB estimada para el cierre de 2014, va a la baja y a la baja, primero por parte de analistas privados y desinteresados (¿? Tampoco quiero pecar de ingenua) y luego (ya que no les queda de otra), las declaraciones y comunicados oficiales de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México.
¿De dónde pues, con estas expectativas, con los problemas de desempleo, con el crecimiento de la pobreza en nuestro país pese a sus cruzadas  contra el hambre; con el abatimiento feroz y rampante del poder adquisitivo, de dónde –repito— es que se dice que el país se está moviendo rumbo a su transformación obviamente en términos positivos?
Seguro tiene que ver con este aspecto de la idiosincrasia priista que se viene arrastrando desde hace muchos años, no voy a decir que 70 porque hay matices históricos importantes, pero sí por lo menos unos 40. Y me explico. Hace unos diez días estuvo en nuestra ciudad Soledad Loaeza, historiadora especializada en historia política de México del siglo XX y, bueno, en función de ello también está considerada como politóloga; es una académica de primer nivel que además divulga sus ideas a través de medios de comunicación y diversos foros. La doctora Loaeza inauguró el segundo semestre de la Maestría en Historia de México de la Universidad de Guadalajara y llamó la atención del auditorio, sobre la proclividad, impuesta desde el Estado, hace décadas, a creer que vivimos en un país de certezas, empezando porque por lo general los presidentes de la República así se muestran, a través de la “continuidad” que aparece en los discursos aunque no en la realidad. Los presidentes, dijo, se han manifestado hasta orgullosos de esa continuidad (hablando en términos generales y con una serie de datos históricos muy interesantes que no alcanzo a compartir en este espacio) aun cuando no es real, no ha sido así, ha sido más bien ficticia, surrealista y muy forzada.
Bueno, pues ahora que he estado escuchando los spots previos al Informe recordé de inmediato esa parte de la conferencia de la doctora Loaeza, la continuidad que me remite a otro concepto que ella manejó, el de certezas; luego de ahí voy hacia el de incertidumbre, necesariamente; y ni qué decir de los relativos a simulación y apariencia de que todo en México es perfecto, como publicaron en su momento los periódicos y revistas recién citados.
No hay de dónde y los dichos, que ojalá nadie, pero nadie crea con todo y su revestimiento de producción hollywoodense, se caen por sí solos, aquí dos ejemplos: “De un país, en donde no se aceptaba públicamente que había hambre, como su no existiera, hoy somos una Nación, en la que más de tres millones de personas tienen atención alimentaria directa” y “De un país, en donde no se combatía de fondo el rezago educativo, nos transformamos en una Nación, en la que se asegura la calidad de la educación”. Ajá. ¿Pues de dónde?

Publicado en El Informador el sábado 30 de agosto de 2014.

domingo, 24 de agosto de 2014

Contestando a su pregunta…

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La corrupción es un fenómeno muy complejo. Recientemente, el Presidente Enrique Peña Nieto fue entrevistado por varios comunicadores y uno de ellos, León Krauze, lo cuestionó sobre su dicho de que la corrupción es un asunto cultural.
Para sustentar su postura, Krauze se refirió a los 13 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos y que pagan multas, impuestos y se detienen en los altos. Sobre esta base le dijo a Peña Nieto que la corrupción no era cultural sino del sistema que viene del PRI. No dijo exactamente PRI pero el Presidente se dio por aludido para luego responder, con otras palabras, que la corrupción somos todos.
Sí, sí, sí. Es la cantaleta de siempre. La excusa es que para que haya un funcionario corrupto tiene que haber un corruptor y, con este argumento se acaban las discusiones y sigue sin pasar nada desde hace décadas. Como todos sabemos de alguien que alguna vez o muchas veces en su vida ofreció (ofrece) una “mordida” pues llegamos a la conclusión de que es cierto; y como además es algo dificilísimo de erradicar, mejor cambiamos de tema y la lucha contra la corrupción conserva su inutilidad.
¿Es parte del sistema? Sí. ¿Es un fenómeno cultural? Sí, también. ¿Tiene remedio? Sí, podría tenerlo, pero, reitero, es muy complicado porque sobre todo se requiere voluntad política.
Durante los tres siglos de dominación española la corrupción era cotidiana. La complejidad de las leyes y ordenanzas reales; el tiempo que tardaban en llegar y luego en aplicarse las nuevas normas producto de sucesivas reformas; la falta de supervisión y vigilancia puntual de su cumplimiento; las distancias, las ambiciones e intereses personales tenían sumida a la Nueva España en un ambiente corrupto y corruptor tan frecuente que era una práctica generalizada, considerada normal y hasta necesaria como la única salida para resolver asuntos o ganar pleitos, pleitesías, favores y prebendas; propiedades y demás privilegios.
Empezó como elemento estructural del sistema y pasó a formar parte de la cultura social, por lo menos de algunos sectores.
La burocracia novohispana era enorme y la mejor forma que la Corona española tenía para ejercer control en sus propiedades americanas era esa: alimentar hasta la obesidad mórbida a la administración, imponiendo leyes y reglamentos que fueron complejizando la vida cotidiana de quienes habitaban estas tierras y dando espacios a cuanto español y criollo que demandaba espacios en el aparato virreinal.
Y luego, México se independizó y no fue posible simplemente desaparecer a los burócratas del antiguo régimen. Me imagino la incertidumbre, las presiones, las exigencias, los pagos salariales, las deudas, en fin, todo lo que heredaron quienes se hicieron cargo primero que nadie de la nueva nación.
La corrupción continuó y persiste. Durante los gobiernos panistas vivió también tiempos de gloria y, hoy por hoy, en el territorio nacional ha sentado sus reales. Desde la “mordida” más insignificante para un agente vial hasta miles de millones de pesos en el manejo de proveedores, por ejemplo.
Ah sí, pero la corrupción somos todos. Si el sistema en verdad funcionara; si un ciudadano tuviera la certeza de que al acudir al Poder Judicial obtendrá un resultado justo; si el marco institucional operara con eficiencia y eficacia, estoy segura de que los índices de corrupción bajarían de manera drástica.
No somos un pueblo corrupto por naturaleza: por sistema o por cultura sí, en general y no somos los únicos; pero esa idea de que todos somos, no es cierto. El sistema tendría que funcionar y para lograrlo se requiere, decía e insisto, voluntad política. Si el programa de Miguel de la Madrid por la renovación moral en verdad hubiera tenido éxito, quizá seríamos un país mejor en la materia.
Finalmente, la pregunta de cómo se logrará que México avance del lugar 106 al 60 en transparencia no fue contestada, porque el mandatario, como sus antecesores, sabe cómo repartir culpas que luego sí calan y propician que los remordimientos emerjan.
Reitero: la corrupción no somos todos y si alguien debe empezar a poner orden es el Estado mexicano. Asumir la responsabilidad y encabezar los esfuerzos para una auténtica purga en y del aparato burocrático federal así como de los gobiernos estatales y municipales, pero es difícil León Krauze, digo, contestando a su pregunta, casi imposible.

Publicada en El Informador el sábado 23 de agosto de 2014.


sábado, 16 de agosto de 2014

Sin certezas

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracaastro05@gmail.com)

Yo no sé si se han fijado, pero de un tiempo a esta parte he notado que desde el ámbito oficial, en el anterior sexenio y en el presente (seguro desde antes, pero por lo pronto) se emite o difunde información vaga, imprecisa, que por lo general despierta polémica, que divide a la sociedad, nos separa; que radicaliza las posturas y las lleva a extremos irreconciliables, que genera incertidumbre, miedo, desconfianza.
Los datos relativos a las reformas llamadas estructurales por ejemplo, específicamente la energética: que bajarán los precios de la luz, del gas y de los fertilizantes (y por ende, el campo producirá más, habrá más alimento y mejores precios); que es una de las más grandes oportunidades para México en los últimos años, que se crearán cientos de miles de nuevos empleos y con mejores salarios.
Puras ambigüedades, ninguna certeza, sólo generalidades: una de las más grandes oportunidades. Como esa, uf, me gustaría saber cuántas llevamos a lo largo de nuestra historia, todas desaprovechadas, desperdiciadas u, oportunidades sí, pero sólo para unos cuantos… oportunidades, no áreas de oportunidad (digo, de ese significado se deriva la palabra “oportunista”).
La información contradictoria que nos mantiene confundidos se da mucho en asuntos policíacos con una alta carga de elementos distractores. Recuerdo, nada más para ilustrar una forma de operar de las clases políticas, la serie House of Cards, en donde, con periodistas a su servicio, es posible destruir la honra y el prestigio de una persona, sembrar incertidumbre y acabar con su carrera (en el mejor de los casos) o su vida (en el peor). Es posible, claro que lo es.
En las últimas semanas, dos casos ocuparon no sólo las primeras planas y los encabezados de los noticieros de radio y televisión, sobre todo uno, el de mamá Rosa. El otro es el de una doctora del IMSS en Zamora que presuntamente fingió su secuestro. Sobre mamá Rosa los lectores seguramente recordarán cómo se fue generando la información y luego cómo se complicaron las cosas con la defensa que hicieron de ella algunos intelectuales de gran prestigio como Jean Meyer, historiador; y la periodista Lydia Cacho. No había vuelta de hoja: las pruebas y testimonios, las evidencias de los abusos, de los excesos  y de los daños –en muchos casos irreversibles— a cientos de niños y de familias, al cabo de las semanas y especialmente cuando por la ambigüedad de la información se profundizaba la incertidumbre, no dejaron lugar a dudas.
Otros que dejaron dudas, y en algunos casos persisten, tienen que ver con detenciones y asesinatos de narcotraficantes. O bien, lo que pasó en Guadalajara en años anteriores y no muy lejanos: los famosísimos narcobloqueos que “bloquearon” también a los funcionarios que no atinaron a emitir declaraciones para ofrecer aunque fuera un poco de tranquilidad a la gente sumida en el temor y la incertidumbre.
Son muchos los casos y seguramente el lector recordará otros que, hoy por hoy, siguen como en una especie de limbo porque no se han aclarado. Los emblemáticos más recientes son los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Vivir sin certezas con respecto a los ejemplos a los que me acabo de referir, genera dudas, temor y desconfianza, no sólo en las autoridades sino en nuestras propias percepciones. Y ese temor y esa desconfianza se trasladan luego a otros espacios de nuestra vida cotidiana de manera que llegamos a considerarlos normales. No esperamos otra cosa, vivimos con miedo, dudamos de todo y cambia radicalmente nuestra actitud frente a los asuntos personales, profesionales, familiares.
Esta forma de manejar la información debe cambiar, de pronto hasta parece que es intencional, no lo sé, pero sí hace daño. Necesitamos certezas.


Publicado en El Informador el sábado 16 de agosto de 2014.

martes, 12 de agosto de 2014

Así ¿cuándo?

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Y luego como que se ponen de acuerdo, parece hecho adrede. Estoy hablando de la noticia del bono millonario a los diputados por la aprobación de las reformas (sí, un “premio” como los bonos que les regalan a los futbolistas por cada gol) y, de manera paralela, la declaración de Agustín Carstens y de los empresarios de cúpula, de que incrementar a 100 pesos (a no en) el salario mínimo representa un riesgo para la economía.
De por sí, los sueldos de los burócratas de alto nivel y de los legisladores son ofensivos, conocer ahora el dato de los bonos por aprobar reformas y además, que no hay irregularidades en tal acción, es una raya más pa’l tigre, un elemento adicional para aumentar el sentimiento de impotencia e indignación y una muestra más de la impunidad y los pactos perversos y contra los mexicanos que se concretan y, eso sí, respetan los mandamases políticos de este país. Es una desgracia.
No hay irregularidades porque, con todo el poder, tuvieron la precaución –eso sí— para dar respaldo legal a la “subvención” catalogada como “recursos extraordinarios”. Las denuncias de legisladores de oposición que incluso han regresado los recursos (por lo menos lo han intentado, primero a la Tesorería de la Federación, de donde salieron; y luego ante el propio Congreso) incluyen el hecho de que los depósitos “cayeron” justo después de aprobada cada reforma ¿coincidencia? No lo creo.
Los responsables de rendir cuentas a este respecto dicen simplemente que están aprobados recursos extraordinarios para las bancadas, son para sus gastos (¡pobrecitos!). En total, las subvenciones anuales para las fracciones parlamentarias son de 900 millones de pesos, pesos más, pesos menos (peccata minuta) que se manejan con absoluta discreción.
Aparte de estas cantidades que van a parar a los bolsillos de alguien, los legisladores tienen otras prestaciones que por sus montos contrastan con las de los mismos burócratas, no se diga con las de los mexicanos de a pie, como usted y como yo; porque aunque digan que no, aunque cueste trabajo reconocerlo y no nos guste, hay mexicanos de primera y de segunda, no por voluntad propia sino porque el diseño legal de este país y el modus operandi de la clase política y del aparato burocrático a su disposición, así lo impone. Pero como escuché en algún video recientemente compartido en Facebook: “¡allá hay un dios!”.
Quién sabe cuándo se hará o habrá justicia, imposible saberlo, porque si acaso alguien tiene una idea, una iniciativa o propuesta para reducir la brecha de la desigualdad en México, inmediatamente es aplastada, acallada, ninguneada y hasta criminalizada por los poderosos, empresarios, gobernantes y funcionarios privilegiados.
Me refiero ahora a la determinación de que aumentar a 100 pesos el salario mínimo representaría riesgos (nada más les faltó decir “catastróficos, terribles”) para la economía nacional, altos riesgos porque se dispararía la inflación (¿y qué hay de los gasolinazos y de los aumentos constantes al gas y la energía eléctrica? ¿Eso no implica riesgos para la economía cuando merman aún más el poder adquisitivo del salario?).
Lo peor es que esta postura, esta visión de la economía que, ya se ha demostrado, resulta contraproducente y perjudicial ¡se mantiene! No hay ejemplo contundente, ni experiencias en otros países, ni señalamientos de economistas de primer nivel ni de expertos consumados, mucho menos de los mexicanos (víctimas) de a pie, que logren cambiar la postura de los mandamases en este país.
La desigualdad, el injusto reparto de la riqueza en México es una de las deudas pendientes desde hace décadas y la clase política no ha tenido la voluntad, pese a que le conviene, como a los empresarios, de abatirla. Se avecina otra crisis económica global y México se rezaga porque el gobierno y la IP prefieren seguir a pie juntillas los mandatos neoliberales y sacrificar a la gente. Así ¿cómo? ¿Cuándo?

Publicada en El Informador el sábado 9 de agosto de 2014.


sábado, 2 de agosto de 2014

Impotencia

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Se insiste de manera persistente y hasta autoritaria en que nos enteremos de todo lo que pasa en nuestro país bajo la premisa de que, nada más por eso, la clase política no hará lo que le dé la gana, como siempre lo hace. No lo creo.
¿Es importante estar enterados? Sí, sin duda alguna, pero en estos momentos, con esta clase política, con la partidocracia que campea y el autoritarismo que regresa con toda la fuerza, no está sirviendo de nada para cambiar o impedir algo que sabemos (creemos) afecta a las mayorías o, simplemente, con lo que no estamos de acuerdo.
De parte de varios opinadores se machaca y se machaca que por no estar enterados, por desentendernos, por ver mejor el futbol, por distraernos con cualquier cosa y hasta por manifestarnos contra la guerra en Medio Oriente y el conflicto en Ucrania, los legisladores están actuando en un amplio marco de impunidad sin nada que los frene porque ni las fracciones de oposición tienen esa capacidad.
Claro que se hace de buena fe –me refiero a insistir en que estemos por lo menos informados— pero se me hace que el foco de las críticas no debe concentrarse en eso, igual, no sirve de nada.
Reitero, es importante y útil estar enterados para que luego no nos sorprendan y los cambios en la ley nos afecte directamente, se dan casos claro está, pero también, reitero, hoy por hoy la clase política está haciendo de las suyas sin que manifestaciones, propuestas de la sociedad civil ni el activismo más férreo logre detenerlos o llamar su atención para que las ideas de la ciudadanía sean tomadas en cuenta y se incluyan en los marcos legales en los que “trabajan”.
Por ejemplo: Con las reformas secundarias aprobadas y en proceso de aprobación en las últimas semanas, en periodos extraordinarios convocados con urgencia, sabemos que los pasivos de Pemex y la CFE ahora son deuda pública (1.3 billones y 500 mil millones de pesos respectivamente); y sabemos también que los excedentes petroleros, que si mal no recuerdo únicamente un año tuvieron un destino útil (me refiero a fortalecer las finanzas de estados y municipios) ahora sólo se usen en inversión física o para cubrir sus pasivos laborales de pensiones y salud.
Sabíamos que esto se estaba fraguando, surgieron voces opositoras dentro del mismo Congreso, discursos encendidos y feroces, se escribieron largas listas de desventajas y peligros, de injusticias ¿y? ¿pasó algo? Si tomaron en cuenta alguna idea ajena a su aferrazón de consumar las modificaciones, ni siquiera trascendió lo suficiente.
Y son apenas dos ejemplos casi insignificantes si pensamos en términos cuantitativos.
Ayer nos enteramos de otra cosa (y luego que por qué los pasivos): el costo de las prestaciones que trabajadores de Pemex y de la CFE recibieron en el primer semestre de este año fue hasta 10% superior al de 2013, según datos de Hacienda, dos veces y media más que el incremento salarial que en promedio, para la burocracia mexicana fue de 4 por ciento.
¿Para qué nos sirve saber esto, estar enterados, conocerlo con lujo de detalles? Ciertamente para impedirlo no pero sí para indignarnos, enojarnos, malhumorarnos y para sentir como un dardo en el hígado la impotencia de no lograr nada con la clase política, ni que nos escuchen ni que actúen con base en necesidades y posturas ciudadanas, nada. La impotencia es mayúscula así que entiendo que muchos mexicanos no quieran ni siquiera saber.
Vamos a ver qué pasa con la propuesta (excelente y muy necesaria) que presentaron ante legisladores jaliscienses, ciudadanos activos y expertos para que se modifique la Ley de Fiscalización en Jalisco y sea posible llamar a cuentas y transparentar al Poder Legislativo y a la Auditoría Superior del Estado de Jalisco. Vamos  ver.

Publicada en El Informador el sábado 2 de agosto de 2014.