domingo, 30 de noviembre de 2014

Cartita

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace semanas y de manera por demás intensa, a través de redes sociales y en todas las manifestaciones de los últimos días, se exige la renuncia del Presidente de la República. Y la demanda tiene que ver no sólo con que, con respecto al Caso Iguala, el Gobierno federal haya respondido de manera tardía e insuficiente (además de ineficiente, hasta el momento), sino con varios asuntos urgentes y pendientes que se han ido acumulando inexorablemente.
La desaparición de los 43 jóvenes —todavía se desconoce su paradero— fue la gota que derramó el vaso de innumerables agravios y para las autoridades eso no está claro, ni para mucha gente que llega a desestimar otros secuestros, otros asesinatos, las fosas con más cadáveres, la pobreza extrema, el desempleo, la inseguridad generalizada, la imposición de reformas, los privilegios de la clase política de todos los niveles, la corrupción, la mala educación, los pésimos servicios de salud, las calles destrozadas, las deficiencias en servicios básicos, los bajos salarios, las injusticias, la impotencia por tantas cosas, el coraje por la impunidad…
En el mensaje del jueves, el Presidente de México intentó incluir en el texto todo lo que ha sido desestimado, criminalizado, soslayado, descalificado y mal juzgado por él, por sus antecesores y sus colaboradores, y seguramente cree que con eso ya. Ahora resulta que a él también le duele Ayotzinapa.
Es difícil de creer, muy. Lo que se plantea son cuestiones que vengo escuchando desde que tengo uso de razón periodística (alrededor de 30 años) más lo que he leído y estudiado de épocas anteriores, es decir, se confirma una vez más que los gobiernos de los últimos tiempos han quedado a deber a los mexicanos en una gran deuda que lejos de amortizarse sigue creciendo. Lo dicho por el Presidente el jueves lo ofrecieron otros hace lustros, décadas.
En general, para empezar, no hay planteamientos para resolver de fondo, sólo paliativos; en segundo lugar, todo está presentado en modo de “futuras iniciativas” lo cual implica que de las intenciones presidenciales pasará al terreno fangoso, conflictivo y de sub-representación del Poder Legislativo; en tercer lugar, se trata de un refrito de varias medidas antes implementadas o expuestas como la clave única de identidad, el número nacional para emergencias y la intervención del Estado en municipios en donde se tengan “claros indicios” de infiltración criminal; con lo cual ya estamos hablando de la tercera parte de los puntos, más las policías estatales únicas (¿y qué pasó con el mando único tan cacareado?) y la llamada “justicia cotidiana”, un reclamo secular no resuelto aún.
Siguen después los puntos relativos a los derechos humanos; y si bien no se incluye ahí, sí la mencionó en el discurso, me refiero a la siguiente afirmación: “En un hecho inédito de apertura y transparencia, el Gobierno de la República solicitó, por primera vez en la historia, la asistencia técnica de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para localizar a los normalistas e investigar los hechos”. La intervención de la CIDH fue una exigencia, por la desconfianza, de uno de los padres de los jóvenes desaparecidos cuando se reunieron en Los Pinos. No hubiera sobrado un reconocimiento expreso de por qué se tomó tal decisión, en fin, creo que es mucho pedir.
El caso es que por más perfectas e ideales que suenen estas medidas, ninguna es un hecho hasta que no pasen por el tamiz del Congreso de la Unión; de manera que la deuda persiste y hasta no ver no creer. Los resultados se tienen que notar y dado lo magros casi inexistentes que han sido de propuestas similares anteriores, veo muy difícil, por un lado, creer y, por otro, que se cumplan ahora sí con todo y el pomposo dicho de mi compromiso bla bla bla.
Después del discurso de la desestabilización, intentar sumarse al movimiento #YosoyAyotzinapa o #TodossomosAyotzinapa suena a burla además de que no se incluyó una sola línea de autocrítica.
Finalmente, faltó algo más contundente que sólo iniciativas. El clamor por la renuncia va in crescendo y contrasta con lo que, hasta hoy, es sólo una cartita.


Publicado en El Informador el sábado 29 de noviembre de 2014.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Grave desconexión

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En México atravesamos por una severa crisis política, de credibilidad en la clase gobernante, de representación, de confianza en las instituciones (además de la económica), y de parte del titular del Ejecutivo lo que tenemos son reclamos e indignación por señalamientos normales y necesarios en un régimen democrático.
Lo que queda en evidencia con esto, no es el enojo o el enfado del Presidente y de su esposa por lo que consideran impreciso e injusto, sino que hay un desfase total con respecto, primero, a lo que es un régimen democrático y las responsabilidades que implica (gravísimo); segundo, con relación al sentir de la población, hasta ahora, absolutamente no sólo desdeñado sino también malinterpretado e incluso acusado de manera desproporcionada, de querer desestabilizar al país y frenar su desarrollo; y, tercero, que el Jefe del Ejecutivo claramente no se da cuenta de lo que está pasando en el país que lidera (gravísimo y lo que le sigue).
El discurso del Presidente de México el 18 de noviembre pasado en el Estado de México fue calificado por el obispo Raúl Vera, miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, de dictatorial. El mandatario aludió a “aquellas voces” que se oponen al “proyecto de nación que impulsa” y quisieran que México no creciera ni se desarrollara.
Hasta el día de hoy no he escuchado, ni en los más acérrimos opositores ni en los más radicales que piden su renuncia, aseveraciones en el sentido recién expresado; es decir, a nadie que le desee un mal a México, eso de que no crezca y no se desarrolle: nadie en su sano juicio desea eso. Y esta es una muestra de la desconexión.
Las críticas, los reclamos, las demandas se han planteado porque faltan respuestas, soluciones a problemas y necesidades específicas que no llegan; se exige seguridad y justicia porque son deficientes y porque la corrupción y la impunidad campean en el sistema. Nadie está pidiendo nada a que no esté obligado el Estado y si se solicita la renuncia del Presidente es porque asuntos urgentes no están siendo atendidos con el liderazgo y la eficiencia que debe caracterizar a un jefe de Estado. Lo peor, reitero, es que la actitud da la razón a quienes hacen los señalamientos. 
Porque si las exigencias por un México mejor, por decisiones inteligentes a la clase política se van a interpretar como acciones o conductas desestabilizadoras, estamos en problemas. Ahora bien, sobre estos supuestos desestabilizadores o, en otras palabras, enemigos de México, no se ofrecen nombres y (otro desatino), se añade en el discurso: “Siguiente tema que quiero abordar, y del que soy sensible, y no sé si esté vinculado a esto, que pareciera un afán orquestado por desestabilizar, y por oponerse al proyecto de Nación. En días recientes, y justamente cuando emprendía la gira de trabajo, surgieron señalamientos sobre una propiedad de mi esposa. Una propiedad en la que han señalado un sinnúmero de versiones y de falsedades, que no tienen sustento alguno”. En este caso, se trata del reportaje del equipo de Aristegui Noticias, es decir, como deducción de las palabras presidenciales, es como si se sospechara que la investigación periodística tuviera intenciones desestabilizadoras como “aquellas voces” antes referidas.
Esto no es todo, lo cual complica y agrava aún más el panorama. El día que llegó de China, cuando ofreció la conferencia de prensa dijo que el Estado está “legítimamente facultado para usar la fuerza cuando se ha agotado cualquier otro mecanismo para restablecer el orden” y luego añadió que aspiraba y esperaba que no fuera el caso. El matiz amenazador fue muy claro. Y preocupante además, porque hay que ver bajo qué criterios y quiénes determinarían, en un momento dado, el agotamiento de los mecanismos.
La desconexión de la realidad nacional me parece descomunal y muy grave. Lo más preocupante es que no se avizora una rectificación en la conducta porque se cree que creemos y el ejemplo más claro es lo “oportunamente” declarado ayer, luego de las marchas multitudinarias y pacíficas en todo el país, sobre todo la del Distrito Federal, en donde infiltrados plenamente ubicados ya, motivaron el siguiente dicho: “Una de las conquistas más importantes de la democracia es el derecho de los mexicanos a manifestarse libremente, hay quienes están interesados en atentar contra esa libertad fundamental al provocar y realizar actos vandálicos y eso no lo vamos a permitir”.

Artículo publicado en El Informador el sábado 22 de noviembre de 2014.

sábado, 15 de noviembre de 2014

#YaMeCansé

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Ha pasado mes y medio desde los hechos en Guerrero que dejaron como saldo la desaparición de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y el asesinato de seis personas (tres estudiantes, un jugador de futbol, el chofer del equipo y una señora) y ante la inacción y respuestas tardías, tibias y total y absolutamente insatisfactorias del Estado mexicano, en algunos casos hasta ofensivas, las movilizaciones sociales van en aumento al mismo ritmo e intensidad que la rabia y la indignación.
Al grito de “Los queremos vivos” se suma ahora la frase “Ya me cansé”, tomada de la desafortunada expresión del secretario de Gobernación, Jesús Murillo Karam, hace una semana exactamente, cuando ofrecía una conferencia de prensa que lejos de aportar certeza, tranquilidad y seguridad a la sociedad mexicana, dejó más dudas e incertidumbre.
Es un cansancio de años, generacional, que ahora estalla después de décadas de aguantar, de esperar, de confiar, de creer, de cumplir… La situación es grave y complicada porque, encima de todo, el jefe del Ejecutivo federal está como pasmado, mientras fuerzas sociales activas y cansadas se están moviendo para manifestar la desesperación, el rechazo a la impunidad y a las injusticias, a la corrupción y a las malas decisiones; para decir una vez más pero más fuerte, que ya basta de masacres, que no se tolerará una muerte más ni que el Estado, a través de sus aparatos e instituciones, siga operando contra su propia población, contra la nación, contra los mexicanos.
Las expresiones de solidaridad en el mundo se multiplican y se tornan, de plantones, veladoras y carteles, en exigencias que se integran a las de los mexicanos para que se haga justicia, de verdad, real, contundente, cierta, que no deje lugar a dudas y que satisfaga las demandas ciudadanas.
Esto no puede ni debe parar. Es el momento de no cejar en el empeño, de no soltar ni aflojar hasta que el gobierno dé la cara a una situación dolorosa y verdadera que choca y contrasta con el mundo de juguete que rodea y en el que vive la pareja presidencial.
El director de Human Rights Watch para América, José Miguel Vivanco, fue contundente: el Gobierno federal en México actuó tarde y mal y, peor aún, opta por la frivolidad y la improvisación en un momento en el que crece y se acumula el número de muertos y la cifra de desaparecidos (más de 30 mil y de 27 mil respectivamente). La situación de violencia y de violación de derechos humanos en México ha alcanzado una “escala inaceptable” en una realidad en donde los más vulnerables, los más pobres (más de la mitad de los habitantes, más de 50 millones de mexicanos) no sólo no tienen acceso a la justicia sino que con frecuencia, más frecuencia de lo humanamente deseable e ideal, son víctimas del propio Estado.
Esto es actual, pero se suma a pendientes añejos e históricos, dolores enquistados que volvemos a notar y a sentir. Los mismos jóvenes, muchachos que ni siquiera vivieron aquellos hechos, ahora los recuerdan: la matanza de 1968; la de junio de 1971; Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Morelia (los petardos en la celebración del Grito en 2008 que dejó siete personas muertas); los niños de la Guardería ABC de Hermosillo; los jóvenes de Villas de Salvarcar, Chihuahua; los 72 migrantes hallados en fosas en San Fernando, Tamaulipas; los 300 desaparecidos desde 2011 en Allende, Coahuila; los muertos en el Casino Royale en Monterrey; Tlatlaya, Estado de México… Ayotzinapa y las decenas de fosas con otros muertos sobre los que nadie ha explicado nada.
Más la indiferencia, el menosprecio, la minimización de las demandas desde la clase política; el tratar de cambiar una percepción generalizada e intentar hacernos creer que somos la mayoría los que estamos mal, o hacernos sentir hasta culpables: ¿cómo nos atrevemos a pensar así?

Atravesamos por un momento clave, la sociedad civil está lista, el cansancio ya es intolerable y toca poner remedio. Se requiere mucha, pero mucha inteligencia, visión y amor por México entre quienes toman las decisiones porque ya no queda margen para la espera. Así como el funcionario y por mucho más, muchísimo más que una hora de pie, la sociedad mexicana ya se cansó.

Publicado en El Informador el sábado 15 de noviembre de 2014.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Anti pacto

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace ocho años más o menos, y está publicado en varios periódicos y libros, el analista y académico Edgardo Buscaglia ha señalado de manera insistente que en México prevalece un pacto de impunidad entre los partidos políticos que mientras no se rompa desde adentro, mantendrá al país en esta espiral de violencia y corrupción en la que está inmerso; y, agrego, con el grave riesgo de un estallido a causa del hartazgo de la sociedad en general.
A raíz de la desaparición de los 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa el 26 de septiembre pasado, el académico ha estado insistiendo, sobre todo en medios internacionales, sobre la urgencia de que la comunidad mundial respalde a la sociedad civil mexicana como la única fórmula para que el Estado mexicano, desde adentro, purgue el sistema.
En una entrevista para la DW (Deutsche Welle) reiteró la existencia de ese pacto de impunidad y añadió que personajes como Carlos Navarrete, del PRD, ya lo han reconocido, sin embargo, hasta ahora no se hace nada para acabar con él y empezar una labor profunda y auténtica de saneamiento del Estado mexicano.
Buscaglia aporta una serie de medidas muy concretas con base en las experiencias de Colombia, Estados Unidos, India e Italia, que contemplan, por un lado, la movilización constante y pacífica de la sociedad civil (cero violencia porque sirve de pretexto al Estado mexicano para criminalizar y descalificar; sería contraproducente pues, aunque en este sentido es importante acotar que, por lo mismo, se sabe que desde células del poder se mandan infiltrados para saquear y “reventar” las manifestaciones generando indignación, rechazo y temor) y, por otro, el respaldo de la comunidad internacional, particularmente de entidades globales como la Unión Europea o la Organización de las Naciones Unidas, por sólo mencionar dos, para presionar el Gobierno y emprender los cambios profundos en la estructura gubernamental.
El investigador de la Universidad de Columbia no se quedó ahí sino que hizo una agria crítica al Gobierno alemán (y el medio en donde fue entrevistado es alemán, algo significativo) porque Alemania criticó y presionó fuertemente para que una situación muy similar de corrupción y narcotráfico en el Gobierno de Colombia se combatiera efectivamente y se logró limpiar, por ejemplo, 63 % del Poder Legislativo de ese país. Ahora, dijo Buscaglia, Alemania está haciendo negocios cuantiosos en México y “el dinero les calla las conciencias” (la entrevista completa está disponible en esta liga, muy recomendable: http://www.dw.de/buscaglia-en-m%C3%A9xico-hay-un-pacto-de-impunidad/a-18001753).
¿Qué medidas propone Buscaglia? Desde la sociedad civil, manifestaciones pacíficas y masivas, paralización del sistema económico para obligar al Estado a comenzar la purga. Y, una vez logrado eso, para empezar la limpieza: “habría que implementar en la práctica, a través de causas penales, los tipos penales relacionados con el conflicto de interés: tráfico de influencias, malversación y desvío de fondos, que son los tres tipos de corrupción política más frecuentes. Hay que reformar los códigos penales para que el conflicto de interés se tipifique como delito… Esto es un trabajo del Poder Legislativo y tiene que hacerse de manera urgente”.
En este contexto ¿servirá de algo el pacto que propone el Presidente? Sólo que sea un anti pacto, es decir, una medida para acabar con el pacto de impunidad que prevale entre los partidos políticos.
Las exigencias sociales para que los 43 jóvenes aparezcan cuanto antes y vivos se están convirtiendo en el detonador de movilizaciones sociales que expresan el hartazgo no sólo por la impunidad, la corrupción y la violencia, las agresiones contra jóvenes y estudiantes, sino con respecto al sistema, obsoleto y podrido. Si no se hace algo ya, las consecuencias pueden ser muy dolorosas.


Publicado en El Informador el sábado 8 de noviembre de 2014.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Sin tregua

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hace apenas dos años (más o menos) terminó la gestión de Felipe Calderón como Presidente de México en medio de serios cuestionamientos dentro y fuera del país, porque la guerra que  emprendió contra el crimen organizado dejó una estela de sangre y muerte contra civiles y “falsos positivos” que perdieron la vida en la muy cómoda clasificación de “daños colaterales”.
Más de 70 mil muertos que se sumaron a los miles de las administraciones anteriores (aunque nunca tantos en tan poco tiempo por circunstancias similares) y a los miles de desaparecidos por diferentes causas en una realidad lacerante que, dolorosamente continúa.
Podríamos decir que no ha habido tregua en realidad contando de la administración de Felipe Calderón a la fecha. Muertos y desaparecidos, muertos y desaparecidos, muertos y desaparecidos. Sin tregua y sin una nota, un matiz, una señal o un signo de que será diferente a partir de hoy, de que habrá justicia y de que realmente se combatirá con éxito la impunidad. Al contrario.
La información se oculta, se raciona, se tergiversa, se manipula y, ajenos a la verdad, en medio de un mar de incertidumbre y datos contrastantes, de dolores que provocan reacciones diversas, la sociedad se divide en un proceso que también genera desencuentros muy dolorosos porque se diluye el impacto y el esfuerzo de los mexicanos ávidos de justicia y de información verídica y confiable.
El padre Solalinde lanzó una bomba que luego fue malinterpretada. Él es un hombre de bien y se comprometió a no declarar nada más y ofreció disculpas a quien correspondía. Pero esa bomba cimbró al Estado mexicano que seguía pasmado y por lo menos atinó a tomar algunas decisiones, aunque, debo decir, excesivas y circenses algunas como destinar a 10 mil elementos a la búsqueda de los 43 jóvenes cuando además hay 56 personas detenidas y se dispone de información para la práctica y evolución de las pesquisas.
Qué huecas suenan, a más de un mes de distancia y con los antecedentes de impunidad, palabras como “voluntad”, “todo el peso de la ley”, “toda la fuerza del Estado”, “todo nuestro empeño”...
Los padres de los muchachos no le mandaron decir al Presidente que no confiaban en él. Lo plantearon directamente y solicitaron la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos además de exponer otras condiciones.
La tormenta de Ayotzinapa no termina. Están anunciadas y programadas marchas y paros en todo el país la próxima semana porque la sociedad civil que ha tomado las calles no quita el dedo del renglón y mantiene la demanda “vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Solicitudes de firmas a través de redes sociales se multiplican y más de tres mil académicos de todas las nacionalidades como Noam Chomsky y Umberto Eco se han sumado al clamor por la aparición de los 43 muchachos.
Sin tregua, porque en estos días, otra vez en el Estado de México el Ejército presuntamente asesinó a cinco civiles que ni siquiera estaban detenidos, en el Cerro de la Culebra, en una información apenas preliminar y ambigua como siempre.
Sin tregua, por el terror de unos niños de preescolar que no habían terminado su desfile por las calles de Cuajinicuilapa, Guerrero, cuando fueron testigos de un tiroteo mientras la angustia se apoderaba de ellos porque no sabían si sus papás estaban vivos o muertos.
Sin tregua, porque mientras estos dolores laceran a miles de mexicanos a lo largo y ancho del país, la clase política se sirve con la cuchara grande con el proyecto de ley de ingresos, hace planes para las próximas elecciones y se alista para disfrutar de sus vacaciones decembrinas con sus bonos, sus aguinaldos y sus sueldazos.

Publicado en El Informador el sábado 1 de noviembre de 2014.