Ciudad adentro
Ha pasado mes y medio desde los hechos en Guerrero que
dejaron como saldo la desaparición de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa
y el asesinato de seis personas (tres estudiantes, un jugador de futbol, el
chofer del equipo y una señora) y ante la inacción y respuestas tardías, tibias
y total y absolutamente insatisfactorias del Estado mexicano, en algunos casos
hasta ofensivas, las movilizaciones sociales van en aumento al mismo ritmo e
intensidad que la rabia y la indignación.
Al grito de “Los queremos vivos” se suma ahora la frase
“Ya me cansé”, tomada de la desafortunada expresión del secretario de
Gobernación, Jesús Murillo Karam, hace una semana exactamente, cuando ofrecía
una conferencia de prensa que lejos de aportar certeza, tranquilidad y seguridad
a la sociedad mexicana, dejó más dudas e incertidumbre.
Es un cansancio de años, generacional, que ahora estalla
después de décadas de aguantar, de esperar, de confiar, de creer, de cumplir…
La situación es grave y complicada porque, encima de todo, el jefe del
Ejecutivo federal está como pasmado, mientras fuerzas sociales activas y
cansadas se están moviendo para manifestar la desesperación, el rechazo a la
impunidad y a las injusticias, a la corrupción y a las malas decisiones; para
decir una vez más pero más fuerte, que ya basta de masacres, que no se tolerará
una muerte más ni que el Estado, a través de sus aparatos e instituciones, siga
operando contra su propia población, contra la nación, contra los mexicanos.
Las expresiones de solidaridad en el mundo se multiplican
y se tornan, de plantones, veladoras y carteles, en exigencias que se integran
a las de los mexicanos para que se haga justicia, de verdad, real, contundente,
cierta, que no deje lugar a dudas y que satisfaga las demandas ciudadanas.
Esto no puede ni debe parar. Es el momento de no cejar en
el empeño, de no soltar ni aflojar hasta que el gobierno dé la cara a una
situación dolorosa y verdadera que choca y contrasta con el mundo de juguete
que rodea y en el que vive la pareja presidencial.
El director de
Human Rights Watch para América, José Miguel Vivanco, fue contundente: el
Gobierno federal en México actuó tarde y mal y, peor aún, opta por la
frivolidad y la improvisación en un momento en el que crece y se acumula el
número de muertos y la cifra de desaparecidos (más de 30 mil y de 27 mil respectivamente).
La situación de violencia y de violación de derechos humanos en México ha
alcanzado una “escala inaceptable” en una realidad en donde los más
vulnerables, los más pobres (más de la mitad de los habitantes, más de 50
millones de mexicanos) no sólo no tienen acceso a la justicia sino que con
frecuencia, más frecuencia de lo humanamente deseable e ideal, son víctimas del
propio Estado.
Esto es actual,
pero se suma a pendientes añejos e históricos, dolores enquistados que volvemos
a notar y a sentir. Los mismos jóvenes, muchachos que ni siquiera vivieron
aquellos hechos, ahora los recuerdan: la matanza de 1968; la de junio de 1971;
Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Morelia (los petardos en la celebración del
Grito en 2008 que dejó siete personas muertas); los niños de la Guardería ABC
de Hermosillo; los jóvenes de Villas de Salvarcar, Chihuahua; los 72 migrantes
hallados en fosas en San Fernando, Tamaulipas; los 300 desaparecidos desde 2011
en Allende, Coahuila; los muertos en el Casino Royale en Monterrey; Tlatlaya,
Estado de México… Ayotzinapa y las decenas de fosas con otros muertos sobre los
que nadie ha explicado nada.
Más la
indiferencia, el menosprecio, la minimización de las demandas desde la clase
política; el tratar de cambiar una percepción generalizada e intentar hacernos
creer que somos la mayoría los que estamos mal, o hacernos sentir hasta
culpables: ¿cómo nos atrevemos a pensar
así?
Atravesamos por
un momento clave, la sociedad civil está lista, el cansancio ya es intolerable
y toca poner remedio. Se requiere mucha, pero mucha inteligencia, visión y amor
por México entre quienes toman las decisiones porque ya no queda margen para la
espera. Así como el funcionario y por mucho más, muchísimo más que una hora de
pie, la sociedad mexicana ya se cansó.
Publicado en El Informador el sábado 15 de noviembre de 2014.