Ciudad adentro
Desde que el PRI regresó a la Presidencia de la República, de hecho, desde
unos meses antes, en plena campaña, quedó en evidencia que el gobierno avanzaba
por una vía y la sociedad por otra. Los movimientos previos y posteriores a la
jornada electoral de 2012 fueron consistentemente desdeñados, soslayados,
tergiversados y criminalizados hasta que dejaron de ser visibles, hubo una
especie de repliegue porque, ciertamente, no desaparecieron.
Pasó el tiempo y las aguas se calmaron pero las noticias de la distancia y
de su recrudecimiento entre sociedad y gobierno, siguieron llegando. ¿Queremos
más ejemplos que las mentadas, llevadas, traídas y presumidas reformas
estructurales? A pesar de que una sociedad civil activa y participativa,
experta en los diferentes temas (que si educación, que si economía y finanzas,
que si energéticos, que si asuntos laborales) hizo aportaciones valiosísimas
entre sugerencias y advertencias, las propuestas sustentadas no fueron, igual,
tomadas en cuenta para nada.
Con el asunto del petróleo a nivel internacional varias cuestiones sobre
las que se hicieron señalamientos para no cometer errores o a manera de
previsión, hoy se están revirtiendo, pero bueno, este es otro tema y, al
tiempo.
Muchas veces me he referido en este espacio a la actitud de la clase
política mexicana de todos los órdenes y niveles de gobierno, por su
alejamiento de las demandas y necesidades de la sociedad a la que se debe.
Manifestaciones, marchas, cartas, desplegados, comentarios, críticas,
reportajes, “periodicazos”, reuniones, arengas y discursos en diversos foros,
nada, nada había servido (esta afirmación con todos sus asegunes) hasta esta
semana cuando, por fin y mis oídos apenas daban crédito, se reconoce el hartazgo
social y la crisis de confianza que prevalece en el país.
Me cuesta trabajo creerlo porque puede ser sólo de boca para afuera,
siempre lo hacen, no es raro, es parte de su cultura simuladora e hipócrita,
suena fuerte pero así ha sido.
Ahora, lo que creo es que era verdaderamente insostenible la farsa, la
ficción, la historia de un México feliz y en franco progreso gracias a los
dichos de dos personajes con foro internacional. Como seguramente ya adivinó el
lector, me refiero, primero, al discurso de Alejandro González Iñárritu cuando
recibió el Óscar porque su película Birdman
fue la mejor; y segundo, a la expresión papal de “mexicanización” como sinónimo
de narcotráfico, crimen y violencia, cuando el Pontífice deseó que eso no
sucediera en Argentina, en la carta dirigida a un amigo que, cosas de la vida,
trascendió a la opinión pública.
González Iñárritu dedicó su premio a todos los mexicanos, los que vivimos
aquí y los que radican en Estados Unidos; y dijo que ruega porque los mexicanos
podamos construir el gobierno que merecemos. De inmediato sentí una profunda
emoción y agradecimiento porque dijo lo que muchos pensamos y expresamos, claro
que con ese foro el mensaje del director de cine adquiere otra dimensión.
Tanto a González Iñárritu como al Papa Francisco el Gobierno mexicano
respondió en total y plena congruencia con su política de hipocresía, ceguera y
simulación. Y contestó precisamente por tratarse de quienes se trataba, si no,
ni se hubiera molestado.
A los dos días, sin embargo, hay un cambio en el discurso con este
reconocimiento (antes de que movieran a Jesús Murillo Karam de la PGR justo a
los cinco meses de la desaparición de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa;
y de la detención el mismo día de la Tuta, el criminal michoacano).
Fue el líder del PRI el que hizo el reconocimiento, César Camacho, en gran
medida por eso la desconfianza, sin embargo, hay que ver qué tanto se nota con
hechos concretos y acciones precisas y cuantificables este posible cambio de
actitud que se suma a lo expresado por Peña Nieto en la entrevista exclusiva
que se le hizo en esta casa editorial, cuando afirmó que la confianza en el
gobierno no se recuperará con un hecho, un discurso o un acto, sino que se debe
acreditar con la actividad gubernamental que reporte beneficios para la
población. Que se note pues.
Vamos a ver si es cierto; el cambio no puede ni debe ser superficial, ni
cosmético, ni histriónico, ni mediático, sino de verdad.
Publicado en El Informador el sábado 28 de febrero de 2015.