sábado, 26 de septiembre de 2015

#Ayotzinapa

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Por más que insistan y le busquen y manipulen, no se trata de delincuentes. Eran estudiantes que cursaban su carrera normalista en condiciones sumamente precarias. Aguerridos, contestatarios, rebeldes, solidarios con causas sociales, sí eran. No lo dudo y es más, lo celebro. Me congratulo siempre porque se alimenta mi esperanza, cuando hay jóvenes inteligentes, preparados, con carácter y sensibilidad para exigir cambios a favor de ellos, de la sociedad en general y del país en su conjunto.
Es alentador saber que hay nuevas generaciones preocupadas, aterrizadas en una realidad que nos aplasta y se resisten a las diferentes vías de manipulación para mantener la energía juvenil contenida. Esto es alentador, pero es lamentable y doloroso que estas acciones, estas iniciativas que no tienen otra intención que buscar igualdad y justicia, sean brutalmente reprimidas hasta el asesinato.
¿Fue el Estado? Esta es la pregunta que desde el Estado no ha sido respondida y es, sin duda, el cuestionamiento que ha influido e impedido que los deudos de los jóvenes logren respuestas satisfactorias hasta hoy, cuando se cumple un año de la masacre.
No es el único caso, no es la primera vez que se reprime el activismo juvenil y lo sabemos bien en México. Hay historias de represión y violencia, de desapariciones forzadas, de guerra sucia y persecución de activistas por lo menos de 1968 a la fecha. Y las heridas que se han causado a la sociedad mexicana desde entonces siguen abiertas y supurando, porque nadie en el gobierno, del partido que sea, ha tenido las agallas y la dignidad para instalar una comisión de la verdad, que se rindan cuentas, que se encarcele a los responsables y, entonces sí, empiece el proceso de cicatrización, que no de olvido.
Nadie. La cobardía es descomunal y la estulticia, porque en la medida en que esto no se atienda como debe ser, el tejido social seguirá roto y la convivencia en nuestro país seguirá siendo dificultosa, áspera y conflictiva. Y debe ser el Estado el que tome la iniciativa, pero de verdad, no con acciones que usan para justificarse pero que en el terreno de los hechos no significan nada. Como la reunión de ayer con el titular del Ejecutivo federal y los padres de los jóvenes desaparecidos. Ninguno de los puntos planteados por los deudos fue asumido en su totalidad y, lo que es peor, todavía dicen que los van a someter a revisión ¡por favor!
Ha pasado un año desde que los muchachos desaparecieron, no se tiene la certeza de si viven o mueren, las inconsistencias en las investigaciones y en los “resultados” son ofensas que se suman a la larga lista de agravios ¿y todavía les dicen que van a someter a revisión los puntos? ¿Todavía se la piensan para llamar a cuentas a los funcionarios negligentes para que paguen lo justo dada su incompetencia y, no lo dudo, su marrullería? ¿Si no fue el Estado porque no permiten que la fiscalía esté en manos de peritos independientes con asesoría de organismos internacionales? ¿Qué no se dan cuenta de que su postura, sus compromisos fofos y ambiguos empeoran la situación, profundizan el conflicto, recrudecen la inconformidad? ¿Por qué no lo resuelven de una vez por todas, con todas las de la ley y de cara a la sociedad?
Porque este asunto no sólo atañe y afecta a los deudos de los 43 jóvenes. La descomposición que esto genera nos afecta a todos los mexicanos, como el 68, como las matanzas de Corpus Christi, de Acteal y Aguas Blancas, la de San Fernando, la de Torreón y por lo menos una decena más, ninguna resuelta.
Los padres de los jóvenes y los mexicanos merecemos todas las respuestas, reales y contundentes, la verdad, verdad, no la dizque histórica con la que pretendían cerrar el caso. Sigue abierto y la postura es la de no cejar, no claudicar. Esta actitud también es ejemplo para todos los demás.

Ha pasado un año, las heridas están abiertas y el dolor es punzante en los padres de los muchachos de #Ayotzinapa y en la sociedad que se suma a las exigencias con la esperanza siempre de que México camine por fin sobre terrenos de justicia y de igualdad, de honestidad, de rendición de cuentas, de libertad.

Columna publicada en El Informador el sábado 26 de septiembre de 2015.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Salientes y entrantes

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Dada la cercanía del fin de las actuales administraciones municipales y el inicio de las nuevas, en un contexto de grandes expectativas por la alternancia y el ascenso al poder de un partido que nunca había llegado, Movimiento Ciudadano (y me referiré sólo a municipios de la zona metropolitana de Guadalajara), las entrevistas a los salientes y a los entrantes se suceden.
La abundancia de información, en posturas por lo general encontradas, motivó la anterior y la presente reflexión que comparto con usted. En los presidentes municipales salientes, si bien la actitud no es de triunfalismo y total satisfacción (nomás eso faltaba), si alcanzo a percibir un tono marcado de dejadez, de impotencia, pero también de “no me importa” o “ya qué”.  ¿De cuántos de ellos, de quiénes se podría decir que seguirán con sus carreras políticas? Difícilmente dadas las circunstancias, sin embargo, el dinosaurio priista tiene la capacidad de reinventarse, no precisamente para dar origen a un mejor PRI, digamos que muta en un engendro que perfecciona sus prácticas perversas, de ahí su regreso al poder (claro que no es la única causa, es un asunto multifactorial, pero por el momento no es el tema).
La cuestión es que se escuchan derrotados, hasta se les oye distinta la voz y, en contraste, están los entrantes. Debo decir, para no andar con adivinanzas, que con relación a los salientes me refiero exclusivamente a Ramiro Hernández (Guadalajara) y a Héctor Robles (Zapopan); suenan un poco (o un mucho) a víctimas. No pudieron hacer muchas cosas por falta de presupuesto por ejemplo; o por campañas adversas en los medios de comunicación; por denuncias contra otros que los afectaron o denuncias injustas; y siempre está el recurso de echarle la culpa a los pocos años que dura la gestión.
Así nos la hemos llevado en las últimas décadas. A ver qué pasa y cómo nos va con los cambios en la ley a partir del año 2018, pero por lo pronto, trienio tras trienio hay que empezar de cero. Claro que es un decir, porque muchos hasta se solazan dando marcha atrás y tumbando las pocas y buenas cosas que hicieron sus antecesores, aun cuando sean del mismo partido, en una de las actitudes más estúpidas y mezquinas de los políticos.
Decía que en contraste con el tono y la actitud de los salientes están los entrantes. Para no extenderme mucho me referiré sólo a Enrique Alfaro (Guadalajara) y Pablo Lemus (Zapopan), dos personajes que antes de ganar estaban ya perfectamente ubicados en la memoria de los electores, hablando en términos generales. Alfaro por una carrera política, digamos, distinta a la de otros miembros de la clase gobernante, capaz de cambiar y transformarse, con una idea muy clara de lo que hay que hacer y cómo. Sí, alcanzo a percibir determinación en su voz, en sus declaraciones, en su mirada, tanto, que casi cada letra se va convirtiendo, mientras habla, en compromiso. No en promesa, en compromiso.
A unos 11 o 12 días de distancia de que tome posesión, su tono es de determinación, sí, pero también de enojo, de molestia, al menos eso es lo que transmite; pero por más indignante que sea lo que se está encontrando en la gestión vigente aún, es mejor que no se enoje. Asegura que combatirá la corrupción y tiene bien calculado de dónde obtendrá recursos para financiar sus planes y programas, sus diferentes estrategias, y con todo y que sabe cómo funciona un ayuntamiento luego de su trabajo en Tlajomulco, Guadalajara es mucho mayor y el sistema hasta parece que está blindado. Determinación, voluntad, cálculos y una actitud más bien fría creo que sí pueden abonar a cumplir los objetivos y los compromisos.
Contrario a lo que había pensado (porque luego en miembros de un mismo partido como que sus integrantes se mimetizan) Pablo Lemus conserva su estilo. El mismo que mostró cuando era líder empresarial y que fue cuando, de hecho, empezó a llamar la atención en una época en la que la iniciativa privada, sus representantes cupulares estaban aplacados. Rescató para ese gremio y para muchos ciudadanos comunes y corrientes, una postura crítica de frente al poder para incidir en cambios a favor de la sociedad. Ejerció su liderazgo con responsabilidad y conciencia social. Pinta para que así siga. Está en la mira.

Con respecto a estos dos presidentes municipales entrantes y los demás que sorprendieron al ganar las elecciones, las expectativas son altas y el horno no está para bollos. Lo he dicho antes: la oportunidad es de oro, el tiempo, corto; la gente está muy harta y no hay que dejarlos solos porque otro abuso de confianza sería inadmisible.

Columna publicada en El Informador el sábado 20 de septiembre de 2015.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Desgracia municipal

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El gobierno municipal debería ser la forma más eficaz, eficiente y efectiva para validar el sistema democrático, para convencernos de que, con todo y sus defectos, es lo mejor para que las localidades y sus comunidades funcionen armónicamente y aspiren a una calidad de vida superior. Los ciudadanos del municipio eligen a sus representantes y pagan sus impuestos para que se garantice la dotación de servicios y, en general, para no entrar en cuestiones tan básicas, para que el Ayuntamiento cumpla las obligaciones que le marca la ley, siempre en beneficio de sus habitantes.
Debería ser así de simple, así de sencillo, sin embargo, desde la fundación del primer ayuntamiento en México, la administración de cada uno, ahora ya más de dos mil 445, es tan compleja que raya en lo barroco y churrigueresco, y es, por lo tanto ineficiente, deficiente e ineficaz y por lo mismo corrupta y negligente.
No hay personaje de la vida pública en México que llegue con buenas intenciones a ejercer como primer munícipe, que logre alcanzar sus objetivos 100 por ciento. Las redes de corrupción y de intereses partidistas y personales que se han ido tejiendo a lo largo de siglos, de décadas, difícilmente se van a destejer, aun cuando no es imposible. Para tres años que duran las administraciones, todavía, ni para qué molestarse, no vale la pena.
Así que se resignan (los bien intencionados, claro) a que deberán nadar de muertitos, navegar con bandera, hacer oídos sordos, dejar hacer, dejar pasar, que al cabo un trienio se va en un suspiro.
A esto hay que sumar la falta de recursos, las irregularidades en todas las áreas de la administración, los intereses y la corrupción, nada más para no ser exhaustiva, en mercados, estacionamientos y recolección de basura. Deficiencias en el cobro del predial, manipulación de cifras para castigar los dineros que llegan vía la Federación; y la ficción de la autonomía municipal, como lo es también la estatal en un sistema federal que no opera como debiera.
Centralismo, control, manipulación, corporativismo, línea, sometimiento, falta de voluntad y de carácter, lambisconería, son sólo algunos de los elementos que distinguen y marcan las relaciones entre munícipes y el Ejecutivo del Estado en el que se encuentran; no se diga cuando la negociación, la gestión o cabildeo deben hacerse en la capital del país con viáticos que se cubren con recursos del erario público.
Y luego está la mayor o menor complejidad de cada municipio dependiendo de su ubicación, número de habitantes, carencias, rezagos, partidos en el gobierno, alternancia, relación con los gobiernos federal y estatal si es que se trata de funcionarios provenientes de partidos distintos y hasta dependiendo del fuego amigo y su intensidad; porque pasa que aun cuando sean del mismo partido, el munícipe y el gobernador, el segundo no deja operar al primero porque no le da la gana en función de intereses de grupo, pero nunca, nunca, con relación a los gobernados.
Esta es una aproximación apenas superficial a la que es preciso agregar herencias perversas desde la Colonia, negligencia, claudicación, accidentes, catástrofes y calamidades diversas que empeoran las realidades.
Los dos mil 445 municipios que conforman este país, cómo células básicas de la organización política de una República federal, deberían ser el espacio más protegido y más cuidado en el concierto nacional, con la voluntad y los marcos legales necesarios que deberían proveer un Gobierno federal consciente y responsable; y uno estatal, igual, porque es ahí en donde, en principio, se gestan y desarrollan triunfos y derrotas electorales, manifestaciones, revoluciones, cambios; en donde se tejen los destinos de sus habitantes, en donde tiene lugar su vida cotidiana y se registran los índices más altos o más bajos de satisfacción.
Los últimos informes de los presidentes municipales de la zona metropolitana de Guadalajara que están a menos de un mes de dejar el cargo, son la muestra clara de que los ayuntamientos no son sino unidades burocráticas más que administrativas en las que se hace gala de mediocridad y/o corrupción y en las que pronto se abandonan las buenas intenciones (si es que algún día las hubo) porque el sistema, ese de redes que se ha ido tejiendo durante siglos, prácticamente ha desaparecido cualquier margen de maniobra a favor de la sociedad y los ediles terminan cruzados de brazos. Algo bueno han de haber hecho, pero no es suficiente, nunca será suficiente y los ciudadanos no tenemos por qué conformarnos.
Es una desgracia municipal, no tendría que ser así, a ver si los que pronto tomarán posesión logran romper el patrón y erradicar inercias, herencias perversas, negligencia y corrupción. A ver.

Columna publicada en El Informador el sábado 12 de septiembre de 2015.




jueves, 10 de septiembre de 2015

Desbordamientos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Muy ad hoc con las inundaciones y desbordamientos en el país por el abundantísimo temporal de lluvias de este año, digamos que el Presidente de la República, para estar a tono, también se desbordó e inundó a la nación entera con promesas, propósitos (cualquiera estará de acuerdo con que son buenos) y anuncios que además se suman a los planteados desde la campaña en por lo menos cinco momentos más durante su administración, según el recuento que hiciera un columnista en El Universal a propósito del Tercer Informe de Gobierno, bueno, del mensaje correspondiente para ser precisa.
Resulta que son más de siete decálogos, es decir, alrededor de unos 70 (poco menos porque algunos se repiten) puntos que de manera reiterada, claro, el titular del Ejecutivo federal se compromete a cumplir y pues, está muy lejos de eso.
Siguiendo con la metáfora de las inundaciones, la sensación es un poco de asfixia (o un mucho) porque ese abultamiento de compromisos en el discurso, aplastan y saturan más que aliviar o reconfortar porque no hay una relación congruente ni notable con la realidad que vivimos los mexicanos.
El mandatario emite el mensaje de su Tercer Informe con toda la parafernalia costosísima que conocemos desde hace décadas y habla con una seguridad que pasma sobre asuntos que en realidad son temas pendientes para la mayoría de los mexicanos; dedicó una parte del discurso a una especie de mea culpa que en términos de congruencia y de eficiencia no significa nada porque no se ha actuado en consecuencia, son asuntos sin resolver; la insatisfacción ciudadana al respecto persiste; no se ha hecho justicia, al contrario; ni se ha puesto un alto a lo que se debería, específicamente me refiero al caso de los estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos; a los conflictos de interés de los que terminó auto- absolviéndose; a los actos de corrupción que no han tenido un reflejo en materia de desafueros o encarcelamientos; los sucesos de violencia dudosos en cuanto a la probable participación del Estado en diferentes puntos de México, pensemos en Tlatlaya y en Tanhuato; a la fuga del “Chapo” que sigue prófugo, y al tema de la “casa blanca” que nos ha indignado tanto y según él lamenta en un claro doble discurso, hipócrita y vengativo, provocador incluso, porque invitó a la ceremonia de su mensaje nada menos que a los empresarios de Higa directamente involucrados en el asunto de la mansión de más de 80 millones de pesos. Reconoce que hay desconfianza pero no se avizoran acciones para remediarla, para ganarse la confianza de los mexicanos. Eso no aparece en ningún decálogo.
Este es un mensaje tácito que echa por tierra con una rapidez de vendaval, las frases de cierre de su mensaje cuando habla de “nuestra gente” y de “nuestro México que tanto queremos”. ¿Sí? Difícil de creer cuando la realidad de pobreza, de injusticia, de desigualdad, de represión, de ineficiencia, de ataques constantes a la libertad de expresión, de desdén de los reclamos ciudadanos se nos viene encima y nos aplasta, nos inunda, nos asfixia.
Desbordada la soberbia, la actitud de desquite, de abuso de poder, la incongruencia, la hipocresía; desbordada la demagogia que critica y la intolerancia que señala en otros (encaja perfecto aquí la parábola de la paja y la viga) y también el populismo que hemos testificado en la otra inundación, la de los spots y promocionales en donde aparece vestido con atuendos indígenas y come con mujeres de las comunidades más pobres y hasta les besa la frente. Populismo para unas cosas y para otras, no. Desbordada la burla cuando habla de mantener el bienestar de las familias (¿mantener? ¿de cuáles familias?).
Desbordada la desfachatez, el cinismo, la terquedad y la postura inamovible de seguir desdeñando los señalamientos ciudadanos que no tienen otro propósito que lograr cambios profundos a favor de esta patria maravillosa ahogada, lacerada y esquilmada por una clase política insensible y abusiva.

Columna publicada en El Informador el sábado 5 de septiembre de 2015.