sábado, 24 de octubre de 2015

Tejido social

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Son decenas de miles los muertos (160 mil) y miles los desaparecidos (26 mil), y el dolor y la rabia de los directamente afectados son emociones que se manifiestan de muy diversas formas, desde conductas vandálicas y violentas, hasta marchas pacíficas con convocatorias al diálogo para resolver los conflictos de la mejor manera posible.
La lista de hechos y agravios al pueblo mexicano en diferentes puntos de la geografía nacional es larga y, lamentablemente, no es una lista cerrada. Injusticias, abusos de poder, omisiones, agresiones directas y encubiertas de agentes del Estado y de delincuentes, no sólo continúan sino que en muchos casos se incrementan. Las redes del tejido social, precario de por sí, se siguen rompiendo, fracturando, desbaratando.
Para una buena parte de la población mexicana que no es víctima pero sí testigo se trata de situaciones dolorosas, llámese Acteal o Ayotzinapa, duele e indigna cuando sabemos quiénes fueron o cuando constatamos ineficiencias e inacción, pero cuando las agresiones son de nosotros contra nosotros mismos, el dolor es indescriptible.
Me refiero a Ajalpan, Puebla. El lugar en el que, en esta semana, una turba de entre 300 y 400 personas enajenadas y enardecidas, mató a dos jóvenes que eran encuestadores, no secuestradores.
Esto me duele más que otros casos y por muchas cosas. Primero, como ya dije, porque fue entre nosotros; segundo, porque deja en evidencia la descomposición del tejido social; tercero, porque desde la autoridad no se asume ni un ápice de responsabilidad y hasta se lavan las manos; cuarto, porque dos jóvenes murieron; quinto, porque cuando el hartazgo social llega a esos niveles, basta una nada para perder la razón, para cometer actos de barbarie.
Al día siguiente del linchamiento escuché una entrevista que le hicieron al procurador del Estado de Puebla, Víctor Carranca, y me costaba trabajo creer que el individuo estuviera diciendo lo que dijo, siempre en el sentido de buscar a los responsables, de revisar los videos, de perseguir a quien fuera necesario… No porque esté mal que haga esto, digo, es lo menos que se tendría que hacer, sino porque nunca, nunca, habló de la responsabilidad de una autoridad ineficiente y omisa que es capaz de llevar a la población a cometer un crimen de esta naturaleza. Su tono fue siempre como de “yo no fui” y de juicio implacable que luego atenuó un poco cuando se refirió al tejido social, a la necesidad de indagar las causas de una conducta colectiva de esta naturaleza.
No es suficiente ni será útil si desde la autoridad no se reconoce que si el tejido social está descompuesto es porque el Estado no está cumpliendo con su parte, ni en Puebla ni en todo México.
La descomposición del tejido social empieza con la corrupción y la inoperatividad del gobierno, la ineficiencia de las burocracias, los agravios a la población, las injusticias, los robos y abusos, los incrementos en los precios, la falta de trabajo, el mal uso de los recursos públicos, el peculado y la mala administración, los excesos de la clase política, la pésima educación y las pocas ganas de mejorarla, la pobreza y la pobreza extrema y alimentaria y de vivienda; el subempleo; la violencia, la inseguridad, el incremento en el consumo de drogas entre jóvenes, la falta de oportunidades para muchachos y muchachas… Todo esto es lo que contribuye a que las redes del tejido social revienten ¿y que la autoridad no admita su responsabilidad en esto? Inconcebible y dolorosísimo que la psicosis y el miedo, la rabia tanto tiempo contenida esté en las raíces de un linchamiento de esta magnitud.

El tejido social en México se recompondrá cuando la autoridad cumpla con su parte y bien, directamente proporcional al dinero que se le paga para que lo sea. Pero es difícil, porque mientras esto sucedía en Ajalpan, desde la clase política se reitera el discurso de que como nunca se ha recuperado el poder adquisitivo de la población en una de las más grandes mentiras que se intenta creamos todos. ¿Cómo se sorprenden o se dicen extrañados por la descomposición social cuando son la causa?

Columna publicada en El Informador el sábado 24 de octubre de 2015.

domingo, 18 de octubre de 2015

¿Por qué la resistencia?

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace tiempo he expresado que debemos, como humanidad, organizarnos de otra manera. Las fallas y las perversiones que nos afectan de manera global son resultado de creaciones del ser humano; de las estrategias que se les ocurren a los líderes mundiales y, para quienes creen en las teorías de la conspiración, de mentes enfermas que sueñan con apoderarse del mundo y exterminar por lo menos a la mitad de los habitantes de la Tierra.
Independientemente de si hay estas motivaciones de fondo o no, la verdad es que no andamos nada bien. Las desigualdades son pasmosas en todo el orbe y todo parece indicar que quienes son la minoría en estas mediciones, no están muy interesados en acortar la brecha.
Por eso sentí un poco de esperanza con la conferencia del Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, y digo poco no por sus afirmaciones, sino porque muy probablemente quienes toman las decisiones no le hagan caso. Pero este genio de la economía estuvo en Guadalajara para decir que, efectivamente, es no sólo  necesario, sino urgente, reescribir las reglas de los sistemas económicos, educativos y financieros, nada más y nada menos.
El tema central de su alocución en el Foro Mundial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) fue la desigualdad y la verdad es que lo que dijo no es ningún hallazgo extraordinario, algo de lo que nadie se hubiese dado cuenta: la educación de mala calidad y el desempleo son dos de los principales factores que propician la desigualdad en el mundo. Así de simple, así de sencillo. Él sabe que difícilmente lo tomarán en cuenta porque aseguró que la desigualdad es el resultado de políticas erróneas y la resistencia a corregirlas y más adelante agregó: “[…] proporcionar las mismas oportunidades para personas en diferentes circunstancias no es igualdad, la gente que empiece con una desventaja aunque se les dé la misma educación, tendrá resultados diferentes”.
Ojalá sus ideas y propuestas fueran tomadas en cuenta, pero persiste esa resistencia en las altas esferas de los gobiernos por impulsar medidas que redunden en mejores condiciones de vida para todos, se conforman, se consuelan y se escudan en mediciones engañosas cuyos métodos se acomodan a conveniencia, así tenemos por ejemplo las cuentas alegres con las que nos despertamos el jueves: “Jalisco aprueba 10 de 12 indicadores de bienestar”. Ajá ¿y la realidad cotidiana? Que dizque primer lugar en educación cuando las deficiencias en expresión oral y escrita y en pensamiento lógico-matemático son marcadas y comprobables plantel por plantel, alumno por alumno.
Bueno, ahí están los resultados de una encuesta de Parametría para todo el país, incluido Jalisco claro, que revela: “la mitad de los mexicanos no sabe que México se independizó de España”. Por supuesto esto no es culpa de los mexicanos sino de la mala educación y de la pobreza porque desde el gobierno hay una clara resistencia a cambiar esa realidad que nos aplasta. Pero como ya salió en esos indicadores que Jalisco está muy bien, pues no hay de qué preocuparse, estas cifras e indicadores sólo sirve, como dije, para que la clase gobernante tenga a la mano justificaciones avaladas por ellos mismos, por certificadores creados o patrocinados por ellos mismos, y gritar a los cuatro vientos que vivimos casi en el paraíso para no hacer nada.
El jueves también se exaltó que en México aumentó el número de pobres y que se redujo la pobreza extrema. Podría parecer una contradicción (y en realidad lo es), sin embargo, dada la complejidad de sus indicadores, una medición es para la pobreza y otra para la pobreza extrema, y luego está la pobreza alimentaria, la pobreza educativa, la de salud y la de vivienda, es decir, una por cada necesidad básica que no está cubierta. Pulverizada así la masa de personas que viven en estas condiciones, unos indicadores bajan y otros suben, pero sigue siendo más de la mitad de la población.

Si está claro y estamos de acuerdo en que la desigualdad es resultado de “políticas erróneas” y de la “resistencia a corregirlas”, la solución tendría que ser sencilla, un asunto de voluntad, de conciencia, de humanidad. Sería bueno saber el porqué de la resistencia a que la “prosperidad sea compartida por todos”.

Columna publicada en El Informador el sábado 17 de octubre de 2015.

sábado, 10 de octubre de 2015

"La Estrella Polar..."

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hace muchos años, cuando este país surgía como nación en un proceso nada terso ni sencillo en la primera mitad del siglo XIX, los ilustrados de entonces, es decir, personas que habían tenido acceso a la educación gracias a su posición social y económica, manifestaban una preocupación constante por la educación de la gente. No desaprovechaban la oportunidad de hacer llamados y tomar iniciativas para que la población saliera de la ignorancia que los había mantenido “embrutecidos” y “dominados” durante 300 años.
Y esa educación era urgente y necesaria para que los mexicanos, los habitantes de una patria recién reconquistada, la defendieran y con ella, el respeto y cumplimiento de sus derechos.
No importaba en qué bando estuvieran los ilustrados; podían ser conservadores o liberales; iturbidistas o republicanos; centralistas o federalistas… la preocupación era generalizada y se abocaban a ello a través, en gran medida, de la palabra impresa. A través de publicaciones periódicas y con motivos transparentes, expresos, manifestaban sus intenciones de contribuir a la ilustración de los lectores como herramienta contra el despotismo y las injusticias.
El contraste con lo que sucede hoy en día es extraordinario. En el discurso la educación es prioritaria y bla bla bla, pero no pasa de ahí. La situación con los maestros disidentes sigue siendo un desastre; no resuelven el problema creado por el sistema en las normales rurales; los planes de estudio están mal hechos; los esquemas de evaluación son cambiados cada tanto tiempo una vez que se dan cuenta de su ineficiencia, de manera que se reducen a la calidad de bandazos y la alteración de resultados es una constante, así que al final de cuentas todo sigue igual o peor.
En 1821 (desde antes, pero partiré de esta fecha) los ejemplos de que la educación de la gente era primordial son abundantes. La Ilustración y sus principios se había instalado en una ciudad que, pese a la guerra de 10 años (1810-1821), lejos de decaer había prosperado y disponía de planteles de alto nivel como la Universidad de Guadalajara (Real y Literaria) y el Seminario Conciliar desde donde se concebía a la educación como una herramienta básica para llevar a la nación hacia el lugar de privilegio que le correspondía en el concierto de las naciones civilizadas.
Era el discurso de entonces con las palabras y las expresiones de entonces; ideas y pretensiones que pueden sonar hoy cursis y románticas pero que tenían un sentido auténtico, una intencionalidad clara y transparente de superación. Eran los primeros años de la modernidad en un país que reiniciaba su camino después de 300 años de dominación.
Decía que los ejemplos son abundantes pero me referiré a  uno dada la escasez de espacio. En una nueva forma de organización de las élites de estudiantes, perfectamente conducidos y orientados por mentores como Francisco Severo Maldonado, un personaje que no ha sido suficientemente reconocido, por cierto, se creó la Sociedad Guadalajarés de Amigos Deseosos de la Ilustración cuyo órgano de difusión fue denominado La Estrella Polar de los Amigos Deseosos de la Ilustración, precisamente. A quienes escribían en ese papel se les conoció como los “polares” durante muchos años, reconocidos como ilustrados y liberales y denostados por el sector conservador que tenía su base en la curia tapatía. Un fragmento (prometo volver al tema) de lo que escribieron entonces:
Después de haber obtenido la América su emancipación, sólo resta a sus hijos procurar por todos los medios posibles la felicidad de la Nación, completando de esta manera la grande obra que emprendió el Héroe de Iguala. Para conseguir esto, es de absoluta necesidad que todos trabajemos incesantemente en darnos una educación, que corresponda al fin deseado, y de la que carecemos por la desidia o mejor decir por la malicia de gobierno español, empeñado siempre en mantenernos en un estado de ignorancia y barbarie, que nos hiciera incapaces de conocer los imprescriptibles derechos que a todo hombre ha concedido la naturaleza.

Cabezal del periódico. El primer número apareció el 11 de agosto de 1822.


Esto se publicó el 11 de agosto de 1822 en el primer número de La Estrella Polar... un periódico que sólo fue uno de los primeros de una larga lista de impresos que tenían el mismo objetivo: contribuir a la educación de la gente. Quizá algo así nos falta ahora, iniciativas personales, familiares, para cubrir las lagunas como mares de la instrucción pública de hoy en pleno siglo XXI, casi a 200 años de entonces; y con los mismos objetivos claro, porque de pronto hay grupos que lejos de sumar, restan; que en lugar de mejorar, empeoran y hay que tener cuidado.

Columna publicada en El Informador el sábado 10 de octubre de 2015.


sábado, 3 de octubre de 2015

Qué vergüenza

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La pregunta es retórica y de respuesta obvia pero ¿no les da vergüenza? Es claro que no. A mí sí. Toda la vergüenza, además de la indignación y sentimientos similares, que puede causar el discurso enano, chiquito, mediocre, miope y fuera de contexto y de la realidad, del máximo representante de los mexicanos.
Quisiera sentirme orgullosa en lugar de avergonzada. El mensaje fue insulso, pletórico de obviedades, lugares comunes y, seguramente para asesores y redactores de discursos de la Presidencia, lleno de hilos negros.
Presentarse en el más alto foro internacional para decir lo mismo que en cada aniversario es reflejo fiel de que la estatura no es de estadista, no de alguien que elabora su propio discurso porque su erudición se lo permite; porque es poseedor además de un sentido social y humanitario que mediante la reflexión podría dar como resultado una intervención profunda, de altura de miras, con ideas originales e iniciativas para cambiar de raíz la forma en que como humanidad nos hemos organizado; no de alguien con liderazgo consciente, auténticamente consciente de los gravísimos problemas que afectan al mundo.
No tenemos eso en México. Y quizá no sea lo peor, sino la falsedad. Esta postura hueca, inconsistente e incongruente de respeto irrestricto a los derechos humanos.
Después de la intervención del mandatario en el foro de la ONU, los memes y videos relativos, fuertemente críticos, no se hicieron esperar. Y de pronto, como para la clase política somos “opositodo” y no los dejamos trabajar, podría uno pensar que los autores y/o productores de tales elementos que circulan en las redes sociales, son mexicanos.
Pues no exclusivamente y eso es alentador. No estamos solos. Amplios sectores de la sociedad coinciden en la ineptitud, ineficiencia, corrupción, violación de derechos humanos y deshonestidad de la actual administración pública federal, pero dado el aparato manipulador del que se dispone, a través de la división de la sociedad consiguen acallar, minimizar y desdeñar las manifestaciones ciudadanas de inconformidad. Se podría pensar que este ocultamiento de la realidad mexicana afecta a quienes viven en otros países.
Bueno, pues hay observadores más allá de nuestras fronteras, atentos a lo que sucede en México y, qué bueno, expertos en el manejo de las redes sociales, que de inmediato produjeron, entre otros, un video en donde señalaron con índice de fuego las reiteradas expresiones del orador mexicano a favor de los derechos humanos cuando la lista de agravios e injusticias por las violaciones a derechos humanos en México es más larga cada vez.
Mientras exponía, justamente, este dizque compromiso con los derechos humanos, en alguno de los varios momentos, los editores del video preguntaron en inglés que si podía dormir por las noches.
Esta es una cuestión, la otra, verdaderamente increíble, es que haya usado el foro de la ONU para repetir esta preocupación que expresó en su tercer informe de gobierno, que le causa el populismo, el nuevo populismo. ¿Ahora ya es una amenaza internacional? Es el tamaño del miedo y seguro algo saben que los demás no, porque para muchos seguidores de Andrés Manuel López Obrador ya ni es tan fuerte porque ha ido agotando su capital político ¿o no? Digo…
Qué vergüenza. Ojalá los mandatarios participantes, mediante sus embajadores y sistemas de inteligencia sepan cómo están las cosas realmente y no se traguen el cuento, sobre todo, del respeto a los derechos humanos desde el poder, porque en México, las evidencias de lo contrario son contundentes. Igual, los presentes fueron testigos de esta deficiencia a la hora de pronunciar palabras difíciles que también circuló profusamente en redes; un desliz convenientemente editado en el video oficial, sí, para tapar el sol con un dedo.
Por último, aunque implica un cambio de tema, es algo que también debería darles vergüenza: el anuncio de una “medida histórica”, es decir, la homologación del salario mínimo. Muy bien, no hay problema ¿pero que digan con grandilocuencia (nada más faltaron las fanfarrias) que esto beneficiará a casi un millón de trabajadores porque la “ganancia” del salario, con esta decisión, es la mayor en los últimos 40 años?
No, no tienen, ni les da.


Columna publicada en El Informador el sábado 3 de octubre de 2015.