sábado, 26 de diciembre de 2015

Para cerrar el año

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Ojalá la Nochebuena y la Navidad la haya pasado en armonía, alegría y paz en compañía de sus seres queridos. En general, el panorama económico no es halagüeño ni con respecto al cierre de 2015 ni con miras a 2016; y lo digo no nada más por la falta de liquidez sino porque la realidad no encaja con las cifras alegres de entidades que, si bien son independientes, autónomas, sabemos de qué lado están. Me refiero al INEGI y al Banco de México.
No es la primera vez que se da a conocer el índice inflacionario para determinada quincena y el contraste con los precios que se encuentra uno en mercados y supermercados. Nada más el precio del jitomate es suficiente para alterar el promedio inflacionario. De entre 10 y 12 pesos el kilo, subió de un día para otro a 30 (en algunos lados está a 28 y en otros a 34 pesos).  
El jitomate es un alimento de primera necesidad, está presente en las mesas de las familias mexicanas casi como la sal y los frijoles. Ese incremento superior a 100 %, reitero, basta para superar el promedio que según el INEGI, registró un aumento de 0.26 por ciento para a primera quincena de este mes de diciembre. Esto no es real; choca con el constante cambio a la alza en los precios de muchos otros productos básicos, por ejemplo la carne de res y las tortillas. Estas últimas, de pesito en pesito, como ni queriendo la cosa, ya van en 14 pesos el kilo. La carne de res ha subido en los últimos tres años, de 70 pesos de kilo a más de 140 y no el filete ni la lengua que están mucho más caros.
Son sólo ejemplos que no tienen que ver con la siguiente afirmación: “Desde hace meses el índice de precios ha registrados mínimos históricos, un hecho celebrado por el Gobierno, que lo atribuye a la estabilidad lograda por la política macroeconómica y al programa de reformas implementadas en la administración del Presidente Enrique Peña Nieto”.
Esto no es posible, no es creíble, cada vez alcanza menos el dinero para comprar las mismas cosas. Me gustaría que se hiciera una disección profunda en los componentes de la canasta básica que se toman en cuenta para la definición del índice de precios al consumidor mejor conocido como índice inflacionario. Yo no les creo y no es por nada.
Una disección así me gustaría (es tiempo de pedir deseos) también para saber a dónde fueron a parar, con exactitud, los seis mil 284 millones de dólares que por concepto de cobertura sobre los ingresos del petróleo recibió el gobierno mexicano el 8 de diciembre pasado.
Esta información se dio a conocer desde noviembre en medios de otros países, Estados Unidos concretamente, y un analista catalogó el pago a México como “un golpe de suerte”, sí, tiene que ver con la evolución de los precios del petróleo y su relación con el precio de referencia fijado por México para 2015, pero no basta con asegurar que gracias a ese pago se cubrirán los gastos correspondientes del presupuesto de egresos de la Federación para concluir este año, digo, no es posible estar a la expectativa de ingresos que no son seguros para cubrir los compromisos señalados en el paquete económico desde fines de 2014.
Me checa menos el dato cuando al final del comunicado de la Secretaría de Hacienda se lee lo siguiente: “El programa de coberturas forma parte de la estrategia integral de manejo de riesgos del Gobierno federal, que ha permitido atenuar los efectos adversos de la caída de los precios internacionales del petróleo en las finanzas públicas, en favor de las familias mexicanas”. De acuerdo con el propósito de atenuar los efectos adversos, eso está muy bien, pero ¿en favor de las familias mexicanas? A mí que me expliquen cómo es eso, ahora sí que con pesos y centavos. Urge transparencia. Por lo mismo, tampoco creo eso de que México mejoró en la materia, particularmente en cuestiones de manejo presupuestal.
No me parece que esta sea la forma de rendir cuentas, mucho menos de parte de un gobierno que sólo le ha echado tierrita a los temas más cuestionables y dudosos; no me gustan esos datos en lo absoluto, mucho menos para cerrar el año.

Columna publicada en El Informador el sábado 26 de diciembre de 2015.


sábado, 19 de diciembre de 2015

Modelo para armar

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

De verdad que todavía me cuesta trabajo asimilar la cantidad de información, entrevistas, recomendaciones, anuncios, advertencias, cursos de capacitación y casi seminarios y diplomados que se ha estado difundiendo para “orientar” a la pobrecita gente que con el apagón analógico no sabe qué hacer y se está quedando sin televisión. Dios.
Y me imagino que esta avalancha “informativa” se debe a que diputados muy atentos y preocupados por el bienestar de los mexicanos, no lograron la prórroga que proponían inspirados en que la pobrecita gente no iba a saber cómo resolver lo del apagón y se iba a quedar sin tele.
Me duele el estómago y el alma ante una realidad así. Es cuestionable por donde se le vea y claro que me gustaría que hubiera “ilustrados” como los de antes, preocupados por educar a la gente y combatir el embrutecimiento (así, con esta palabra) al que había estado sometida la población de estas tierras antes de la independencia del dominio español, por obra y gracia del despotismo, del coloniaje.
Apenas en octubre pasado, a propósito de la pésima calidad educativa en México y de la insignificancia que para combatir eso representa la tan llevada y traída reforma educativa, escribí un artículo sobre La Estrella Polar, un periódico del siglo XIX que se publicó en Guadalajara, en donde los editores manifestaban desde el primer número sus intenciones de contribuir a la educación de la gente para que aprendiera a defender sus derechos.
Hoy regreso a este ejemplo y compartiré por lo menos otro, en donde queda en evidencia el interés de los escritores de entonces, por sacar de la ignorancia a las masas, sometidas a lo largo de siglos de dominación y manipulaciones de todo tipo. Y regreso, porque este asunto del apagón analógico me indigna sobremanera. No sólo la “información oficial” que se repite en medios de comunicación, particularmente los electrónicos claro, sino la abundancia y atiborramiento de entrevistas, notas y reportajes por iniciativa de los mismos medios con igual propósito.
No recuerdo, por ningún otro tema, una campaña tan persistente e insistente como esta. Quizá el asunto de la influenza en 2008 cuando se paralizó al país por una cuestión sobre la que se mantienen dudas y cierto sospechosismo todavía. Con todo, era un caso relacionado con la salud ¿pero el apagón analógico? ¿Qué se imaginarán los políticos y los directivos de las televisoras que puede pasar si la gente se queda sin tele? ¿Que piense? ¿Que despierte? ¿Que desarrolle un sentido crítico, profundo y participativo? ¿Qué se desamodorre de las décadas de embrutecimiento al que ha estado sujeta? Todo parece indicar que efectivamente estos son sus temores por el interés frenético en que la pobrecita gente no se quede sin tele.
Un dato, sólo uno de tantos que se han difundido últimamente: la SCT informó el jueves que para entregar los 9.7 millones de televisores a las personas de escasos recursos registradas en el padrón de la Sedesol (ah pero no hay fines políticos ni electorales en lo absoluto) han desarrollado una importante capacidad logística para entregar tres aparatos por segundo: “Durante nueve horas, un promedio de 80 mil televisores diarios, los siete días de la semana…”. Impresionante.
¿No será posible, acaso, desarrollar una importante capacidad logística para resolver otras necesidades, éstas sí reales y básicas, como una buena educación, servicios de salud eficientes y suficientes, alimentación, vivienda y oportunidades de empleo? Con una décima parte del nivel de preocupación porque la pobrecita gente no se quede sin tele, sería posible resolver gran cantidad de asuntos pendientes en nuestro país. El apagón analógico, específicamente lo relativo a que los mexicanos se quedarán sin tele, linda en lo espeluznante; definitivamente es una aberración y parece que muy pocos nos damos cuenta. Qué vergüenza.


El otro ejemplo es un fragmento del periódico La Fantasma que editó en Guadalajara a principios del XIX, Pedro Lissaute: “Es evidente que cuando los legisladores dan la libertad a un pueblo oprimido por el despotismo, se proponen con esto destruir a sus tiranos: el objeto de estos ha sido tener a los hombres sumidos en la ignorancia de sus derechos, para garantir (sic) con esta barbarie su execrable tiranía. Luego los Legisladores liberales tienen siempre que constituir hombres más o menos ignorantes, más o menos estúpidos: y si no ¿Cuál sería su mérito?”. Encaja, perfecto, como un modelo para armar.

Columna publicada en El Informador sábado 19 de diciembre de 2015.

  

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Ayotzinapa, entre el cansancio y la impunidad

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hay quienes dicen, sobre todo extranjeros, que en México no hay cambios profundos y de largo aliento porque nos cansamos muy pronto de las diferentes causas. Nos lanzamos a las calles, ahora inundamos las redes sociales con manifestaciones de todo tipo, pero la falta de respuestas de la autoridad, una cuestión sistemática, por lo demás, va logrando que la gente se canse, se agote y termine doblando las manos.
Casi podría decir que a eso le apuestan los gobiernos, sea el federal, los estatales o los municipales en los casos que les corresponden: a que la gente se harte de la falta de respuestas sobre todo cuando su insistencia implica un gran desgaste en todas las áreas: emocional, económico, familiar… Llegará el día en que, dada la poca efectividad de sus protestas, decidan mejor regresar a sus casas, llorar a sus muertos y, además del dolor, cargar con la rabia y la impotencia por el desdén que hacia sus causas mostró el gobierno, la autoridad.
¿Cuánto tiempo dura vigente un caso en México? Un ejemplo es el movimiento #YoSoy132 que parecía que había surgido para no desaparecer, sino para crecer, pero no fue así, prácticamente se perdió (no del todo y es una buena noticia) y el activismo que prometía fue cooptado por el mismo gobierno, por grupos advenedizos y por la misma falta de seguimiento de la sociedad en su conjunto que al principio le otorgó un apoyo multitudinario y esperanzador. Claro que esto ha sido producto de análisis más profundos pero se puede concluir que sí, efectivamente es un ejemplo de cansancio. Particularmente con relación a este asunto vinculado a las elecciones del año 2012 y a la demanda de democratización de los medios, no había un reclamo de impunidad involucrado, bueno, no del tipo de la impunidad que hasta la fecha campea por los hechos de Atenco, Aguas Blancas, Tlatelolco y tantos, sobre los que, hasta el día de hoy persisten las cuentas pendientes.
Quisiera pensar que Ayotzinapa y la desaparición de los 43 normalistas es un caso diferente, es decir, que no desaparecerá por obra y gracia del cansancio que la falta de atención de las autoridades provoca: falta de atención más falta de justicia, de verdad, de honestidad, de claridad…
Nada de esto será suficiente para cansar a los padres y a un amplio sector de la sociedad mexicana, porque, precisamente y de manera lamentable, se suma a una larga lista de impunidades que se han ido acumulando por la ineficiencia y omisión, por la corrupción del sistema político mexicano que se reproduce, regenera y degenera cada trienio y cada sexenio desde hace décadas, incluyendo los años de la dizque alternancia.
No será suficiente porque simboliza otras luchas, otros asuntos pendientes sobre los que la sociedad mexicana exige la reparación del daño en la medida de lo posible y, sobre todo, para que no se repitan casos así.
No será suficiente —aunque ciertamente queda en el terreno de los deseos y las esperanzas— porque en un mundo globalizado en el que intervienen instancias internacionales para la defensa de los derechos humanos, no será tan fácil. Y lo que ahora son claras evidencias de negligencia, contubernio, complicidades, omisiones, errores y fallas imperdonables, más tarde o más temprano se revertirán sobre quienes las han cometido y/o permitido.
Todo esto es porque esta semana el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, el GIEI, emitió un nuevo dictamen: “no hubo incendio en el basurero de Cocula”.

Una mentira más, una pista falsa más, otra falla imperdonable que seguramente, si es que había signos de cansancio en los padres, eliminará cualquier intento de abandono de la causa. Es una inyección de energía para mantener las demandas, las exigencias de justicia y contra la impunidad. Si la estrategia es que los deudos se cansen, parece que ahora no les está resultando.

Columna publicada en El Informador el sábado 12 de diciembre de 2015

sábado, 5 de diciembre de 2015

Noticias de Galeano

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Todas las causas de América Latina, la profunda, la prehispánica, la de las venas abiertas, la esquilmada y explotada, la reprimida y desigual; la América Latina con sueños de grandeza y escaso margen de maniobra; la América Latina pobre, violenta y violentada; la de la resistencia, la de estudiantes activos y activistas a los que cantó Mercedes Sosa; la América Latina biodiversa, natural y palpitante, productora de piedras preciosas, metales, maderas, frutas y drogas; todas sus causas, las de la gente, las justas y dolorosas, las añejas y las recientes, las históricas y hasta las del futuro, eran las causas de Eduardo Galeano.
Escribió, gritó y lloró por ellas y por todas las víctimas; murió con el dedo en el renglón, con sus propias venas abiertas como mimetizado, fundido con la América que tanto amo y seguramente sigue amando desde donde se encuentra, la América que es México y El Salvador y Ecuador y Uruguay y Chile y Argentina y Perú… del Río Bravo a la Patagonia más los millones de hijos de la América meridional y septentrional que viven y trabajan en Estados Unidos y Canadá.
Hoy tenemos noticias de Eduardo Galeano, de sus pensamientos, preocupaciones y dolores, gracias a que estuvo en Guadalajara su compañera de 40 años de vida, Helena Villagra, quien al recibir el Doctorado Honoris Causa en su nombre, expresó con puntualidad lo que sabía dolió profundamente a Galeano: la desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa y a ellos dedicó el reconocimiento que otorgó la Universidad de Guadalajara apenas este jueves.

Eduardo Galeano. Cultura colectiva.

Este hecho, tan doloroso para los deudos que siguen exigiendo con la consigna “vivos de los llevaron, vivos los queremos”, se ha convertido en un caso emblemático y simbólico que representa a muchos otros provocados por los abusos de poder, por la represión que caracteriza a los gobiernos autoritarios, por la falta de respuestas satisfactorias, por el desdén que desde el poder se hace de las demandas sociales y ciudadanas; porque es evidencia de las injusticias de un sistema obsoleto y corrupto cuya estructura perversa parece diseñada así para aplastar a la sociedad de la que vive.
Esta realidad no es exclusiva de México y lo digo así no para que sirva de consuelo en lo absoluto, sino por las causas de Galeano y porque las cuentas pendientes en la región se acumulan e incrementan de manera exponencial sin que se modifique el estado de cosas a favor de los habitantes de este vasto y maravilloso territorio; no profunda ni permanentemente, paliativos y épocas efímeras de bonanza que luego se agotan por lo mismo.
De alguna manera Galeano estuvo aquí y a través de Helena volvió a poner el dedo en la llaga porque los 43 normalistas de Ayotzinapa ahora son bandera.
Hay voces que manifiestan hartazgo sobre el asunto y sostienen que los padres de los muchachos ya lo deberían olvidar; que se resignen a que sus hijos no aparecerán nunca; que quedará impune como tantos otros crímenes de Estado y, por lo tanto, mejor se vayan a sus casas a llorar sus pérdidas. Hay otras voces que desconfían de los deudos de los normalistas, los fiscalizan y hasta hacen cálculos del dinero que se gastan en sus viajes y manifestaciones y llegan a decir que eso es realmente lo que les importa, andarse paseando por el mundo.
Y entonces llega Eduardo en la voz de Helena y esta noticia reaviva la causa; confronta a los que se resisten a que se haga justicia y se convierte en una llamada de atención no nada más para el Estado que debe responder sino para la sociedad que olvida, que no quiere saber, que trata de evadir siempre que puede y se dice enfadada.
Los #43 de Ayotzinapa eran también una causa de Galeano y debería ser de todos porque así, esa causa no es otra cosa que una aspiración de justicia, de rendición de cuentas y de paz para todos.

Columna publicada en El Informador el sábado 5 de diciembre de 2015.