Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
De algún tiempo a esta parte, como dice el poema de José Emilio Pacheco,
los asuntos polémicos que por lo general dividen las opiniones en dos, a favor
y en contra, se suceden ¿no lo han notado? Por supuesto están las posturas
partidistas que normalmente son bipartidistas a pesar de tantísimos e inútiles
institutos políticos con registro en nuestro país; se da por municipios y por
estados. A nivel nacional también, casi siempre son dos los que se disputan los
votos y los demás son comparsas.
Sucede en cuestiones deportivas, aunque en este asunto,
salvo excepciones lamentables, el asunto no es tan grave, no más que el uso del
deporte como distractor, de manera específica el futbol (aunque no sé por qué
tengo la impresión de que la afición va a la baja, tanto de los equipos de la
liga como de la selección nacional, quizá por tanta corrupción, en fin) y todos
los chismes relacionados con ese negocio.
Hay asuntos mucho más complejos, delicados e importantes,
gracias a los cuales la sociedad se mantiene dividida. Eventualmente estos
temas tienen reflejos, repercusiones y/o representantes en partidos políticos y
en decisiones gubernamentales, pero a través de ellos se alienta el encono, las
divisiones por supuesto, la denostación de las diferentes posturas y, al final,
la separación de una misma sociedad.
Desde hace lustros se impulsa en México una agenda
progresista que tiene que ver, por ejemplo, con la despenalización del aborto,
los matrimonios igualitarios, la despenalización del consumo de marihuana y la
adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. Esta agenda no es propia
de los partidos progresistas o de izquierda, no necesariamente, aunque casi
siempre abanderan estas causas y las han llevado al terreno legislativo para
impulsar normas progresistas (permítaseme tanta repetición). Además de los
partidos, hay grupos que trabajan activamente a favor de estos asuntos.
Con relación a cada uno de ellos operan contrarios, tanto
en partidos como en la sociedad civil, es decir, asociaciones que están contra esa
agenda por diferentes razones por lo general vinculadas a la religión católica.
Además de esto, la sociedad empieza a dividirse entre
quienes defienden y protegen animales y quienes no; entre quienes consumen
carne y vegetarianos o veganos… No falta qué se ponga de moda o qué nueva
práctica o costumbre adquiera carta de residencia para que de inmediato se
tomen posiciones y nos enfrentemos de nuevo.
Hay una frase muy vieja y muy trillada que, no obstante,
está vigente: “divide y vencerás”, muy conveniente, pero muy, para quienes
forman parte de la clase en el poder.
No sé cuántas veces he dicho y escrito que nos
necesitamos juntos, porque además de las diferencias de opinión (no se trata de
desaparecerlas), resulta que también nos hacemos daño entre nosotros, de distintas
formas, casi siempre tratando de sacar ventaja del otro, de abusar, pisotear si
hay oportunidad, hacer grilla, “quemar”, difamar, descalificar, criticar,
señalar…
¿Pues de qué se trata? Debo ser muy precisa porque no
quiero que se malinterprete este comentario: no estoy tomando postura a favor
de una ideología o de otra, de un activismo sobre otro, lo que quiero decir es
que además de lo que ya padecemos por una clase política ineficiente, corrupta
y abusiva, todavía nos estamos peleando entre nosotros, la sociedad contra la
sociedad. Hay algo que es muy simple y muy sencillo, según yo, que se llama
respeto, ni siquiera tolerancia. Este último concepto no me gusta porque se me
figura (ya lo había escrito) que es como decir: “no estoy de acuerdo contigo
pero te aguanto, te soporto”. Así que tampoco. Respeto es la clave, respeto a
las diferencias de opinión, a la diversidad extraordinaria y maravillosa de
este país no sólo en asuntos de preferencias sexuales o comestibles.
Aparte, nos quejamos de que la clase política nos trata a
los ciudadanos como menores de edad y hacemos lo mismo entre nosotros con
proselitismo e imposiciones, exigencias incluso, para cambiar ideas y
convicciones hacia lo progresista o hacia lo conservador, y nos la pasamos
juzgándonos y descalificándonos.
Me imagino de pronto que todos los activistas en México,
de un tipo y de otro, se unen por una sola causa, para que esta patria alcance
para todos, para que sea más justa, menos desigual, disfrutable, gloriosa,
armónica; para que la clase política deje de abusar, de ser inepta y corrupta.
Si todos los activismos se unieran por una sola causa, sobre la base del
respeto a la postura de cada quien, otro gallo nos estaría cantando, para bien.
A ver cuándo lo vemos.
Columna publicada en El Informador el sábado 29 de agosto de 2015.