sábado, 30 de enero de 2016

Desapariciones, un síntoma

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El fenómeno es añejo, pero ha adquirido mayor visibilidad desde la administración de Felipe Calderón hasta estos días, hasta hoy, incluso mañana. El número de desapariciones forzadas en México crece de manera exponencial y, hasta ahora, el tratamiento es reactivo, más que eso, paliativo y poco o nada eficaz.
Con base en datos de Amnistía Internacional, organismo que, por cierto, sostiene que en México se vive una “epidemia” de desapariciones, ya suman 27 mil y se trata de una cantidad depurada, en otras palabras, se han eliminado los encontrados “vivos o muertos”.
La situación es grave y lo peor es que no cesa. El caso más reciente es de los jóvenes veracruzanos, cinco, detenidos por policías estatales en Tierra Blanca el 11 de enero pasado, un hecho que para el gobernador del Estado es “aislado”, un lugar común ya entre la clase política en México que pretende tapar el sol con un dedo.
A raíz de la guerra contra el narcotráfico que emprendió el ex presidente Felipe Calderón fue que las desapariciones forzadas en el país se dispararon. Con variaciones mínimas, está documentado que durante su sexenio se registraron alrededor de 13 mil desapariciones, esto indica que el resto, es decir, 14 mil, más o menos, corresponden a la actual administración pública federal que acaba de cumplir la mitad del periodo.
El año pasado, dadas las exigencias constantes de las familias que quieren conocer el paradero de sus seres queridos: hijos, hijas, padres, sobrinos, nietos… el titular del Ejecutivo federal envió dos iniciativas al Poder Legislativo pero todavía están pendientes y según expertos acusan varias fallas. Tampoco es para que los afectados se sientan escuchados y atendidos. Pero bueno, digamos que las iniciativas están ahí y son perfectibles, falta que el Legislativo se aboque al tema en cuanto terminen sus larguísimas vacaciones.
De 2006 a la fecha, además de las asociaciones que se han integrados para exigir que se investiguen las desapariciones, han surgido también estudios y se han emitido informes en donde se específica cuántos hombres y cuántas mujeres y de qué edades, también se han hecho mapas para señalar los municipios en donde el fenómeno es más común, más grave.
Todo esto sirve y es muy buen material para quienes tienen poder y recursos a la hora de tomar decisiones o diseñar políticas públicas, sin embargo, no se están considerando las causas de las desapariciones.
La iniciativa presidencial contempla, por ejemplo, un sistema nacional de búsqueda y un registro nacional de personas desaparecidas pero ¿y las causas? No hay, hasta donde se sabe, una medida que implique ir a la raíz del problema.
Para la administración de Peña Nieto casi todo es perfecto, para ellos, lo que no es perfecto es porque vivimos en un mundo globalizado, pero es como si en México no se cometieran errores ni funcionara nada mal. ¿Inflación? ¿Devaluación? ¿Inseguridad? ¿Desapariciones forzadas? Todo responde a “factores ajenos” o son “hechos aislados”.
Las desapariciones forzadas no son otra cosa más que un síntoma de la pudrición de las estructuras de seguridad, de la corrupción del sistema. Por lo general, las detenciones arbitrarias que terminan en la desaparición de las personas son realizadas por elementos de seguridad, policías estatales, municipales o federales, o por miembros del Ejército. Esto está documentado y aparece como el principal señalamiento en las largas listas de agravios que exponen los padres de los desaparecidos, como los 43 normalistas de Ayotzinapa. Esto por un lado; por el otro, está el activismo de los ciudadanos desaparecidos por diferentes causas. O se exige el cumplimiento de acuerdos y promesas, o se manifiesta oposición a decisiones de gobierno o se dice la verdad.
Es una forma de callar, de silenciar, de acabar con las exigencias de que se resuelvan los problemas más urgentes de un país con más de la mitad de su población en pobreza, con deficiencias en salud, en educación, en empleo, en vivienda, en alimentación. Parece que para quienes tienen que responder a la sociedad es más fácil desaparecer que enfrentar, resolver, buscar acuerdos.
Para combatir las desapariciones forzadas nadie habla de las enfermedades que las producen. Urge que el fenómeno sea visto como síntoma de una descomposición añeja y profunda que de tan evidente, ya ni se percibe.

Columna publicada en El Informador el sábado 30 de enero de 2016.


sábado, 23 de enero de 2016

Daniel Bell

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El próximo 25 de enero se cumplen cinco años del fallecimiento de Daniel Bell, y la coincidencia es afortunada porque hace apenas una semana escasa, tuve la primera noticia de este intelectual estadounidense, de izquierda, pensador y feroz crítico del capitalismo. Durante la conferencia inaugural del Doctorado en Historia de la UdG, el orador, Héctor Raúl Solís Gadea, rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, de formación sociólogo, preparó un trabajo con base en tres académicos del más alto nivel y su relación con la historia.
Max Weber, Isaiah Berlin y Daniel Bell. De los tres, este último llamó particularmente mi atención, primero porque desconocía su vida y su obra y, segundo, por las referencias que de él hizo el Dr. Solís y que operaron como una invitación abierta e inmediata a conocer un poco más de quien fuera sociólogo y profesor emérito de Harvard.

Daniel Bell (1919-2011). Fuente: Sociología contemporánea.

Como decía, murió hace apenas cinco años y su obra es de una actualidad aplastante. Me preguntaba cómo es que alguien así de notable, en estos tiempos, no sea tan conocido, fuera del ámbito académico que incluye la revisión de su pensamiento y de los círculos de eruditos. Encontré una respuesta, aunque sin duda habrá más, y es que pensadores que critican con fundamentos incuestionables el capitalismo en el que estamos inmersos, no tienen mucha difusión; para qué dar espacio desde medios capitalistas a pensadores que podrían influir en un cambio de conciencia entre la población, pensando en masas, más allá de espacios universitarios y académicos.
Sí lo creo, pero bueno, he tenido noticia de este intelectual y la quiero compartir aunque sea brevemente a ver si esto sirve también como invitación para leerlo, releerlo quienes ya lo conocían y, sobre todo, para reflexionar en torno a sus ideas.
Dos de sus obras,  El fin de la ideología (1960) y Las contradicciones culturales del capitalismo (1978) forman parte de la lista de los cien libros más importantes de la segunda mitad del siglo XX según el suplemento literario de The Times en Londres. De hecho, él está catalogado como un pensador clave de este mismo periodo y casi debería convertirse en lectura imprescindible para entender mejor el mundo en que vivimos.
Bell señaló claramente las contradicciones del capitalismo. Es difícil no estar de acuerdo. Él escribió que el capitalismo occidental había llegado a depender del consumismo, la codicia y el endeudamiento generalizado, tres conductas opuestas a “la vieja ética protestante de la frugalidad y la modestia”, destacada tanto por Weber como por Tawney como la principal razón del éxito del capitalismo. No más, ya no es así. Según la referencia del Dr. Solís Gadea, Bell criticaba las tarjetas de crédito (endeudamiento) porque estaban terminando con la cultura del esfuerzo. Los logros dejaron de ser el resultado lógico de una vida de trabajo porque ahora, en muchos casos y pensando en cuestiones materiales, se obtienen y disfrutan mientras se pagan en cómodas mensualidades.
En El fin de la ideología, Bell sostenía, 30 años de la caída del comunismo, que las ideologías que habían impulsado una política global estaban perdiendo fuerza. Decía que la sociedad de masas se caracterizaba (caracteriza) por la homogeneidad, el conformismo, la mediocridad y la enajenación, entre otros epítetos que aplican en las consideraciones sobre el capitalismo.
El fin de las ideologías incluye una discusión y polémica no sólo sobre el marxismo como “protesta romántica” según el propio Bell, sino la cada vez más diluida diferencia entre izquierda y derecha, un asunto que podemos constatar en México fácilmente: el fin de las ideologías en aras del pragmatismo electoral.
La actualidad aplastante de Bell está expresada apenas en este esbozo superficial de su obra, el espacio no alcanza para más, pero así como el ejemplo electoral relativo al pragmatismo de la clase política mexicana, hay otro reciente e indignante que remite de inmediato a las contradicciones culturales del capitalismo: la devastación subrepticia de 57 hectáreas de manglar en Tajamar, Cancún.
Las acciones están suspendidas y sólo que no se continúe con las obras será posible salvar el espacio natural, de lo contrario, será una pérdida más que nos deja sumidos en la impotencia, todo en aras del desarrollo turístico que, por cierto, para muchos es inaccesible y para muchos otros, sólo en cómodas mensualidades sin intereses, por no hablar del gran capital, reflejo de las profundas desigualdades que ha propiciado en el mundo, el capitalismo que criticó Daniel Bell.

Columna publicada en El Informador el sábado 23 de enero de 2016.


lunes, 18 de enero de 2016

Moreira y la impunidad

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Difícil cantar victoria con los niveles de corrupción que hay en el mundo, pero sin duda, es muchísimo más probable que la justicia en España y Estados Unidos, se aplique con todo en el caso de Humberto Moreira, exgobernador de Coahuila y expresidente del PRI nacional.
La noticia de su detención, ayer, en el aeropuerto de Barajas, generó de inmediato en redes sociales, reacciones de satisfacción. Sí, definitivamente da gusto que hayan atrapado a uno de los hombres más corruptos del sistema político mexicano que gozaba de total y absoluta impunidad a pesar del desfalco al erario público en Coahuila y que, después de eso, prácticamente lo premiaran con la presidencia del PRI. No fue por mucho tiempo, nueve meses apenas, la dejó precisamente por las acusaciones y las dudas, pero no fue perseguido ni llamado a cuentas. Tan campante se fue a estudiar un posgrado a Barcelona con todo y familia.
Antes de esto es preciso recordar que él era gobernador de Coahuila cuando la tragedia en la mina Pasta de Conchos, y no es que él fuera el responsable, pero tampoco hizo nada por los deudos, de hecho, pese a haberse comprometido a rescatar los cuerpos, nunca cumplió: una cuenta pendiente más.
Por increíble que parezca y la verdad no creo que sea responsabilidad de los electores coahuilenses, en las siguientes elecciones ganó su hermano, Rubén, la gubernatura del Estado, en ambos casos, claro, abanderados por el PRI, de hecho, es una entidad en donde la alternancia en el poder no se conoce aún: la hegemonía del Revolucionario Institucional se sostiene desde hace 88 años para ser precisos.
Recuerdo cuando sucedió y no daba crédito. Me parecía inconcebible que en medio del escándalo y las acusaciones por incrementar la deuda de Coahuila a niveles estratosféricos, Humberto se fuera como si nada ¡y a la presidencia del PRI! Y encima, que su hermano ganara los comicios. Como solemos decir en estos casos: sólo en México, de este México surrealista que pese a parecer un contra sentido, es ya un lugar común, dentro y fuera del país. Falta decir que quien fuera gobernador interino, entre un Moreira y otro, está considerado como cómplice de la red de lavado de dinero a la que se acusa a Moreira de pertenecer y se encuentra prófugo, Jorge Juan Torres López.
Pues bueno, aunque no se ha mencionado (la verdad no sé si tenga relación directa), recuerdo también que después de aquel operativo “rápido y furioso” que despertó tanta polémica porque Estados Unidos lo hizo en México, según esto, sin conocimiento del gobierno en los tiempos de Felipe Calderón, empezó la persecución por lavado de dinero contra exfuncionarios del gobierno de Moreira, específicamente su tesorero, Héctor Villarreal y Torres López que fue su secretario de Desarrollo Social. Alguien más fue investigado y confesó: Rolando González, un empresario que aseguró formar parte de una red de lavado de dinero de la que era integrante también Humberto Moreira.
Aunque esto se dio a conocer en su momento, Moreira se defendió aduciendo que no había acusaciones formales en su contra. Ahora se puede inferir que las investigaciones en Estados Unidos continuaron, aun cuando aparentemente Moreira podía dormir en paz, en Barcelona, excediéndose en gastos, haciendo alarde de una riqueza inexplicable para alguien que se ostenta como profesor.
Qué bueno que lo agarraron. Fue la justicia española a petición de un tribunal estadounidense, sin embargo, no puedo dejar de lamentar que no haya sido la justicia mexicana la que actuara. Una vez más queda en evidencia la ineficiencia, insuficiencia y corrupción del sistema político mexicano del que forma parte el de justicia.
Queda en evidencia otra vez que en México los políticos se protegen entre ellos. En este caso es puro PRI, pero sabemos de casos en otros institutos políticos. Este es un hecho aislado y todo porque intervinieron autoridades de otros países, de no ser por eso, Humberto Moreira seguiría gozando de una total y absoluta impunidad.

Esta columna se publicó en El Informador el sábado 16 de enero de 2016.

sábado, 9 de enero de 2016

"El Chapo" y las dudas

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En lugar de detenerse un momento a reflexionar y tratar de indagar por qué la gente duda tanto, desde el poder se lanzan críticas y cuestionamientos a los ciudadanos que ponen en tela de juicio la captura del "Chapo" Guzmán, anunciada ayer. Y no sólo desde el poder, también de parte de simpatizantes o simplemente integrantes del sistema: “no les damos gusto”.
Pues no, son tantos los pendientes, tantos los agravios, los engaños, las marrullerías… que no, no es posible que se les crea a la primera y, en todo caso, es lo mínimo que le corresponde hacer al gobierno mexicano, está en sus obligaciones y en sus facultades. En este caso en particular, se trataba de enmendar un gravísimo error, el de la fuga; y qué bueno que lo hicieron, con todos sus asegunes, pero tampoco es para olvidar y quitar el dedo del renglón con respecto a otros asuntos.
De verdad que sí es de llamar la atención el nivel de desconfianza y dudas en la población, expresado en redes sociales sobre todo, pero también en encuestas callejeras que realizaron de inmediato en algunos medios de comunicación: la gente no cree, duda de todo y no sólo porque sí.
Dada la realidad de los últimos días, hay quienes dicen y creen (en menos que canta un gallo ya circulaban “memes” alusivos) que la captura pretende distraernos de la devaluación (más de 18 pesos), de la caída de los precios del petróleo, de la reducción en las expectativas económicas para México de parte de organismos internacionales y, aparte de todo, de la caída de la Bolsa y la llegada del ostentosísimo avión presidencial.
No lo creo. La situación económica es tan mala que difícilmente lograrían distraernos con algo. Las dudas con relación a la captura se expresan en diferentes sentidos, los dos más claros son: uno, quién sabe si lo atraparon y dos: si lo capturaron, es puro teatro.
Los niveles de corrupción en México son un indicador que no cede. Desde antes, pero particularmente a partir del invento de la “dictadura perfecta” ha sido una constante que se fortalece y consolida; aquella campaña de Miguel de la Madrid de la renovación moral no sirvió para nada. Y no para, se transforma, es dúctil, camaleónica, se ajusta, se adapta, crece. En gran medida por eso la incredulidad y la desconfianza.
A los minutos del anuncio de la captura (que dizque “misión cumplida”) en medios y redes sociales empezó la especulación sobre la probable extradición del delincuente. Y las posturas son encontradas. Recuerdo, antes que otra cosa, el libro de Anabel Hernández, Los señores del narco, alguno de sus entrevistados le dijo que cuando un narco caía de la gracia del gobierno de Estados Unidos, lo más probable era que fuera capturado y extraditado. Yo creo que llegó ese momento con respecto al "Chapo", sin embargo, también hay análisis que apuntan a lo contrario, sobre la base de que no sería conveniente para la “imagen” del gobierno actual (ni que tuvieran mucho que perder, por Dios) que fuera extraditado porque se estaría reconociendo la incapacidad del sistema penitenciario mexicano para mantenerlo en prisión. No se nos olvida que se ha fugado dos veces. En este asunto y si se tiene conciencia clara del poder y perversidad del criminal en cuestión, no se deberían andar con miramientos para que por fin se haga justicia.
Qué bueno que lo recapturaron, insisto, pero que no se nos olvide la situación crítica en la que estamos (analistas expertos sostienen que se acabaron los tiempos de la tan presumida “estabilidad macroeconómica”), ni las malas decisiones, ni los pendientes y rezagos en todos los aspectos de la vida nacional, ni las transas, ni las injusticias, ni los muertos y desaparecidos, ni los casos de represión y los ataques constantes a la libertad de expresión.
Son muchos los agravios. Reparar los daños que la clase en el gobierno ha causado a los mexicanos no se resuelve con esta captura, se necesita mucho más.
Si tan solo mostraran una ligera, pequeña, apenas un atisbo de preocupación por la incredulidad de la gente sobre las decisiones o actuaciones del gobierno, entonces sí podríamos empezar a pensar que hay alguien que quiere hacer las cosas de manera diferente y reconciliarse con el pueblo al que se deben, pero no. No hay visos de tal cosa, de manera que las dudas, con todo y pruebas, persistirán.

Columna publicada en El Informador el sábado 9 de enero de 2016.



domingo, 3 de enero de 2016

Estamos solos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Los niveles de incertidumbre con respecto a asuntos públicos de diversa índole nos sitúan en general, en una situación de inseguridad e incluso de miedo. En materia económica, cuando los políticos y líderes empresariales empiezan a decir que 2016 será terrible pero para México no tanto, es como el preludio de una época, efectivamente, de terror; y ni qué decir en materia de libertad de expresión, seguridad, salud, educación, vivienda, abasto y derechos humanos. Digo, el primer dato es la paridad peso-dólar de los últimos días del año pasado.
Es tan obvio que claro que no soy la primera en decir que no sólo 2015 sino toda la administración de Peña Nieto ha estado marcada por la crisis y no me refiero únicamente a la económica que no hemos logrado superar desde hace décadas y se refleja en el incremento en diversos indicadores de pobreza, en la pérdida de poder adquisitivo, sino a la crisis política que desde el gobierno no se percibe… parece.
Para quienes están en los altos mandos en este país, en un signo clásico de autoritarismo y despotismo, la realidad de los mexicanos está muy lejos de su alcance y comprensión; y si acaso llegan a dudar, el desdén inmediato es la actitud. Dicho en otras palabras que un Presidente hizo famosas: “A otra cosa mariposa”. Los cubre una especie de barrera para que nada se convierta en preocupación.
No puedo decir lo contrario porque las decisiones serían otras, las políticas públicas estarían diseñadas exprofeso para resolver necesidades puntuales y urgentes de la población; y el contenido de los discursos y declaraciones sería distinto si la conexión entre gobernantes y gobernados fuera real y dinámica, participativa y efectiva.
No es así y tristemente lo comprobamos cada día que pasa, desde la reducción en los precios de las gasolinas que raya en lo ridículo hasta las declaraciones en el sentido que en mayo de este año que comienza estará resuelto el asunto de Ayotzinapa.
Están las perspectivas personales que para muchos pueden ser halagüeñas y esperanzadoras, sin embargo, el factor público o gobierno siempre está presente porque nos afecta en mayor o menor medida en cualquier cosa que emprendamos. Así que si la pretensión es olvidar y desdeñar como hacen ellos, los asuntos públicos, no podemos, para empezar, con el pago de impuestos y de ahí, la recolección de basura, la calidad de las calles, del alumbrado, la seguridad, los precios de gas y gasolina, de los alimentos básicos, la precariedad del empleo, las injusticias, la negligencia, la corrupción… todo nos afecta y repercute directamente en nuestra calidad de vida.
De ahí la insistencia, que en realidad pasa a convertirse en sueño guajiro, en que el gobierno funcione como debiera. Y no nos queda de otra a quienes tomamos esa decisión, pero no se puede juzgar a quienes optan por mantenerse al margen lo más posible.
Si como ciudadanos no nos involucramos, malo, y si sí, también, porque luego viene la criminalización, la represión y el desdén, los del gobierno hacen como si los activistas no existieran o estuvieran equivocados en sus demandas, siempre pensando, en lugar de resolver, en que algún día se cansarán y a ver quién aguanta más. ¿Por qué no simplemente resuelven? ¿Por qué no se concretan a cumplir con su trabajo? ¿Con respetar el mandato constitucional? La sentencia “…y si no, que la Nación me lo demande” ni a calor les llega. Ante este panorama las incertidumbres para los mexicanos se incrementan y eso no está bien. Nos toca enfrentar lo mejor posible con nuestras propias capacidades lo que sea que se avecine, lo que sea que esté por venir e independientemente de que el gobierno se lo atribuya a la inestabilidad mundial (nunca reconocerán sus malas decisiones).
En realidad estamos solos, no contamos con autoridad alguna para superar los obstáculos en camino que nos afectan como colectividad. Por eso, una vez más insisto en que nos necesitamos juntos y ese quizá sea el mayor reto y la más grande aspiración: impedir que nos dividan como sociedad, mantenernos unidos; y tener conciencia de que estamos solos quizá nos sea útil para lograrlo.


Columna publicada en El Informador el domingo 3 de enero de 2016.