sábado, 26 de marzo de 2016

No se oye

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Recuerdo cuándo fue y exactamente qué estaba haciendo. Fue una noticia que conmocionó a propios y extraños. Ese año, en ese día, estaba en clases. Cursaba la carrera en Estudios Políticos en la Universidad de Guadalajara cuando corrió como reguero de pólvora la información: Luis Donaldo Colosio había sido balaceado durante la gira en Tijuana. Eran días de campaña presidencial: 23 de marzo de 1994.
Apenas unos días antes el candidato del PRI había pronunciado un discurso en el monumento a la Revolución que para muchos fue esperanzador y de alguna manera preocupante; y para otros, justo los destinatarios del mensaje, alarmante y amenazador.
Han pasado 22 años desde entonces y ni los priistas, bueno, quizá ellos sean los primeros interesados en olvidar, recuerdan a Colosio a quien, a conveniencia, han usado y abandonado, dependiendo para qué se ofrezca. Así son de inescrupulosos.
Entre quienes encontramos en las palabras de Luis Donaldo un discurso distinto, contrastante con la cultura de la simulación en el sistema político mexicano (en aquellos años la alternancia era incipiente y no en la Presidencia de la República), surgió, decía, la esperanza y la preocupación al mismo tiempo. Sus palabras se salían de los protocolos priistas, eran ajenas a esa proclividad al engaño y al autoengaño; y no sonaban a demagogia ni a populismo sino a realidad. Era una lectura fiel de una realidad que, hoy por hoy, prevalece. No ha llegado ese momento de cambio del que hablaba el sonorense.
Aquí apenas un fragmento: “Es la hora de reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República, es la hora del poder del ciudadano, es la hora de la democracia en México; es la hora de hacer de la buena aplicación de la justicia el gran instrumento para combatir el cacicazgo, para combatir los feudos de poder y el abandono de nuestras  de comunidades; es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad… Yo veo un México con hambre y con sed de justicia; un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla; de mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales. Quiero ser presidente de México para encabezar esta nueva etapa de cambio en México”.
No estaría de más volver a escuchar aquel discurso (íntegro en You Tube), es de una actualidad aplastante. Los mismos agravios, las mismas necesidades; los mismos abusos; las mismas viejas (y peores) prácticas políticas que Colosio hablaba de cambiar.
Los mexicanos sometidos por los abusos del poder, por el influyentismo, la corrupción y la impunidad, por una justicia que no es tal. Persiste, a 22 años de distancia de aquel discurso, el México con hambre y sed de justicia. Ni con la alternancia se han resuelto estos rezagos, al contrario, se han profundizado con la diferencia de que ahora toda la clase política actúa bajo los cánones y preceptos de las viejas prácticas que entonces y ahora es necesario erradicar.
Entonces decía Colosio que se había encontrado con el México de los reclamos añejos, con el México que no podía esperar, pero seguimos esperando; ese cambio prometido, nada más no llega. Y el PRI, sigue siendo el PRI de siempre pero recargado.
Ya hablaba de superar la pobreza extrema, de combatir la desigualdad, de hacer justicia a los indígenas y a todos los mexicanos. Y no hemos pasado de ahí.
Si esta realidad de corrupción, carencias e injusticias que denunciaba Colosio persiste, es por la inacción deliberada de la clase política, porque la comodidad que produce vivir del presupuesto impide darle importancia a lo que pasa en el país.
Colosio fue escuchado entonces, tanto, que fue asesinado a los pocos días del discurso del 6 de marzo de 1994, pero no se oye más, y si acaso, se desdeña, se deja para después, los políticos se voltean para otro lado.
Era la hora, es la hora, pero no termina de llegar. Además de aquel diagnóstico de Colosio, que se reproduce ahora, sufrimos una violencia galopante y el recrudecimiento de las violaciones de los derechos humanos, atentados contra las libertades; injusticias, pobreza y todo lo demás. Pero estos mismos hechos que la sociedad mexicana denuncia y grita hasta desgañitarse, no se oyen.



Columna publicada en El Informador el sábado 26 de marzo de 2016.

lunes, 21 de marzo de 2016

Historia y políticos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)


Nada más el título de este texto académico es elocuente: “El estudio de la historia para el perfeccionamiento político y moral. Droysen y Nietzsche”. El autor es investigador de la UNAM, Francisco Miguel Ortiz Delgado, y en su trabajo, luego de una profunda documentación sobre sendas obras de los pensadores citados, expone cómo ambos, en el siglo XIX, creían en la conveniencia de que los gobernantes estudiaran historia, con el propósito de emular las buenas decisiones, las hazañas y los logros de sus antecesores, en sus países o en otros.
Hasta aquí, algunos podrían pensar que me paso de ingenua o soñadora o ¿utópica?
Este artículo aparece en el más reciente número de la Revista Letras Históricas de la Universidad de Guadalajara, el 14, apenas presentado en días pasados en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades. Es una edición que no tiene pierde pero comentaré sólo este texto (la revista íntegra está accesible en línea en la siguiente liga: Letras Históricas).
De entrada, el autor hace una advertencia que cala: “En la actualidad se considera que el historiador no debe elaborar sus trabajos pensando en lograr una influencia en la política” y a partir de esta afirmación, Ortiz Delgado se va directo al siglo XIX, precisamente cuando Johann G. Droysen y Friedrich Nietzsche, alemanes, pensaban diferente, sobre todo porque estaban plenamente conscientes de que las decisiones que los gobernantes tomaban afectaban a sus gobernados, súbditos, vasallos, ciudadanos o lo que fuera, a los seres humanos a su merced. 

Johann Gustav Droysen y Fiedrich Nietzsche. Imágenes: Wikipedia.
El texto tiene un sustento teórico y el investigador se remite incluso a historiadores del siglo XX para soportar su planteamiento, como el alemán Reinhart Koselleck e incluso el mexicano Luis González y González. En fin, el punto que quiero comentar va más allá de una cita académica.
El asunto es que a pesar de la advertencia inicial, no estaría de más que los políticos mexicanos de hoy le echaran un vistazo a la historia, a la nuestra y a otras, de diferentes momentos y personajes; historias abordadas con diversos marcos teóricos metodológicos y con visiones novedosas con respecto a cuestiones que se creían ya agotadas y de sobra tratadas, para tomar mejores decisiones, para recuperar fines y motivaciones, para no perder de vista cuáles son los propósitos y los objetivos del servicio público.
La historia para aprender, para hacer valer la responsabilidad social de los historiadores aun cuando el foco central no sea dedicar los trabajos a los políticos, pero sí les daría otro sentido; no la historia para manipular, para erigir personajes mesiánicos, héroes perfectos, impolutos; para omitir y maquillar, para llevar agua a sus molinos, para partidizar, esa no.
En sintonía con esta idea, a los pocos días de la presentación de la revista, y sin que fuera algo premeditado claro está, durante la apertura del V Congreso Nacional de Ciencias Sociales que tuvo como sede Guadalajara y terminó el día de ayer, varios oradores exaltaron, precisamente que si en otros tiempos los intelectuales, léase historiadores, filósofos y sociólogos, particularmente, eran los principales asesores de los políticos, hoy la realidad es muy diferente, más ad hoc con la advertencia de Ortiz Delgado.
Quizá haya historiadores que si piensen en influir en la política y están en todo su derecho, pero en estos tiempos, aunque se piense, no se puede, no-están-las-condiciones-dadas. El trabajo intelectual y de expertos se minimiza y con frecuencia, dependiendo del asunto se persigue y se criminaliza.
Los políticos del Gobierno del Estado, Miguel Castro; y del Ayuntamiento de Guadalajara, el presidente municipal Enrique Alfaro, manifestaron su interés por conocer los resultados del congreso y tomar en cuenta los señalamientos de cómo los políticos ahora se rodean de mercadólogos y tecnócratas, pero no de intelectuales que tienen una visión erudita y sin duda alguna, mucho más responsable y menos pragmática, en función de las necesidades de la sociedad, que la de profesionales inmediatistas.
Ojalá sus compromisos y las reflexiones vertidas en el congreso no caigan en saco roto. A los historiadores y periodistas nos toca insistir en que es pertinente, útil y deseable aprender del pasado. Efectivamente no están las condiciones dadas, pero estarán, ya llegará el momento mientras de manera paralela se conforma una sociedad civil cada vez más activa y despierta, aunque de pronto, no se note.


Columna publicada en El Informador el sábado 19 de marzo de 2016.

¿Tú también Lula?

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Confieso que durante mucho tiempo sentí una profunda envidia de los brasileños por tener un presidente como Lula da Silva ¿alguien no? Un hombre que desde abajo y a través de la representación de los trabajadores llegó después de varios intentos a ocupar la responsabilidad más alta en su país.
Y luego, salvo algunos casos menores de corrupción que salieron a la luz durante su gestión, la admiración creció porque las buenas noticias se sucedían relativas a las decisiones sensatas y exitosas que estaba tomando el Gobierno de Brasil para sacar al país de la pobreza y, finalmente, trascender la condiciones de nación latinoamericana, no la ubicación geográfica claro está, sino de esa especie de estigma que al parecer nos mantiene inmersos en la corrupción, la pobreza, la mediocridad, la desigualdad, la injusticia, el “ya merito”, los políticos abusivos, las violaciones de derechos humanos, el narcotráfico, la violencia y realidades similares que impiden cambiar de estadio, salir del tercer mundo, del subdesarrollo o del “en vías de desarrollo”, incluso de la calidad de “naciones emergentes” para ocupar un lugar en el concierto de las naciones desarrolladas, las ricas, las más poderosas, en donde la gente tiene niveles de vida de alta calidad, no perfecta pero sí superior.
Hasta ahora, salvo las malas noticias que ahora llegan del coloso de Sudamérica —el gran país de la bandera verde y amarilla, el de la selva amazónica, el de la mayor biodiversidad del planeta y el de la gente que parece más feliz, el país del carnaval de Río, el de las próximas Olimpíadas— Brasil sigue formando parte del grupo conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y no se me olvida aquella alianza en Fortaleza para enfrentar precisamente a los mandamases de la Tierra que no han escatimado recursos y tercerías para desprestigiarlos.
Quién sabe qué pasará ahora con todo este escándalo que involucra, ni más ni menos, que al expresidente Lula, en un hecho que, pese a que las investigaciones no han concluido, me produce una gran decepción y un desaliento incontenible.
¿Cuántas veces no lo idealicé y pensé que ojalá tuviéramos en México uno como él? Lula el carismático, el mandatario preocupado y ocupado en la atención de los brasileños, el estadista, el estratega y, por todo esto, el más popular del mundo reconocido por el mismísimo Obama, no nada más porque sí, sino porque estaba haciendo una diferencia en Brasil, una gran diferencia, estaba sentando precedente y se estaba consolidando como ejemplo de eficacia y honestidad, de líder mundial promotor del buen gobierno.

Lula da Silva. Fotografía: Espectador.
Pues ya no. En lo que son peras o son manzanas, su integridad está en tela de juicio y luego de citarlo para declarar, la Fiscalía brasileña ordena su detención provisional ¡para que no se fugue! Ni intente entorpecer las investigaciones. Qué mal. Dilma Rousseff involucrada al grado de que se le cuestiona si permanecerá o no en la presidencia; varios funcionarios, la gran mayoría de ellos relacionados con la gigante Petrobras que se ha puesto de buen ejemplo en México infinidad de ocasiones, ahora de malo; y decenas de empresarios de la construcción, algunos con nexos con el Gobierno mexicano —para variar y no perder la costumbre— en un masacote descomunal de corrupción, tráfico de influencias, lavado de dinero, impunidad, privilegios, abusos y todas esas acciones con las que en México sabemos bien identificar a los políticos corruptos. Una decepción similar vivimos muchos con Carlos Salinas de Gortari.
Y podríamos decir simplemente: pobres brasileños, un pueblo especialmente querido por los mexicanos y mucho más por los tapatíos, pero resulta que al destaparse esta gran cloaca, todo parece indicar que Lula formaría parte sólo de la parte visible de una red de corrupción sólida y extendida que alcanza a funcionarios, empresarios y mandatarios de varios países de América Latina. Claro está, México no es la excepción.
La columna de Raymundo Riva Palacios del día de ayer (se puede consultar en línea) “Samba”, da cuenta detallada de las relaciones entre el Gobierno mexicano y un multimillonario empresario carioca, Marcelo Odebrecht, actualmente preso, deseoso de no pagar solo, y quien era en realidad, todo parece indicar, el jefe de Lula, por el presunto cabildeo para su beneficio, en México y antes incluso, con los hermanos Castro en la mismísima Cuba.

Así que ¿tú también Lula? ¿Los latinoamericanos estamos condenados sin remedio?

Columna publicada en El Informador el sábado 12 de marzo de 2016.

sábado, 5 de marzo de 2016

Crisis de derechos humanos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Los señalamientos contra el Gobierno mexicano, desde diversas instancias y desde hace varios años, por las violaciones de derechos humanos en nuestro país, son añejos y recurrentes. Al día de hoy, con base en el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentado apenas el miércoles de esta semana, la situación es crítica y “extremadamente grave” según la calificó el presidente de la CIDH, James Cavallaro, en respuesta al rechazo del documento por parte del Gobierno federal a través de Relaciones Exteriores y otras instancias.
En cuanto se dio a conocer el informe, prácticamente sin transición, sin que mediara análisis alguno ni reflexión al respecto, de parte del Gobierno mexicano se firmó un comunicado conjunto para rechazar el contenido, particularmente el método, aunque la titular de la SRE, Claudia Ruiz Massieu, también se refirió a él como un documento subjetivo y desequilibrado y que se deberían reconocer los avances en la materia.
Esta última objeción deja en evidencia que ni siquiera se leyó completo. Sí se reconoce lo que se ha hecho para mejorar en materia de defensa de los derechos humanos en México: en el sitio web de la OEA (Organización de Estados Americanos), a  la que está adscrita la Comisión como “órgano principal y autónomo” se especifican los problemas pero también los aciertos, en contraste con uno de los reclamos de la secretaria. Ahora, los mentados “avances” no son más que en cumplimiento de obligaciones del Estado mexicano y en todo caso, han sido a medias e insuficientes a todas luces, porque no se nota, en el terreno de los hechos y en el informe de la Comisión se da cuenta de ello (consultar el Informe 2016: http://www.oas.org/es/cidh/informes/pdfs/Mexico2016-es.pdf). Hace días comenté sobre la falta de medidas para prevenir, por ejemplo, las desapariciones forzadas, antes que una Red de búsqueda, necesaria sí en el nivel reactivo, pero no puede ni debe ser lo único, lo complejo es impedirlas.
A propósito de la reacción del Gobierno mexicano al informe citado, la Red Jalisciense de Derechos Humanos emitió un comunicado del que transcribo un párrafo: “En lugar de una respuesta razonada y fundada, los funcionarios de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores […]; de la Procuraduría General de las República y de la Secretaría de Gobernación que suscribieron ayer el ‘comunicado conjunto’ de rechazo al Informe de la CIDH, cayeron en una réplica visceral, subjetiva y unilateral, en nuestra opinión reprobable e inaceptable, pues el gobierno federal intenta tapar el sol “con un dedo” y restarle méritos al informe hemisférico con un “berrinche”, impropio de los gestores del bien común de la Nación y la Sociedad. Asegurar que el Informe de la CIDH parte de premisas y diagnósticos erróneos y refutar la metodología utilizada por ser sesgada, revela que el gobierno federal ignora y encubre la realidad objetiva prevaleciente en el país. No se puede enfrentar la crisis generalizada de los DH en México, con exabruptos y réplicas improvisadas”.
Este solo párrafo no tiene desperdicio y resume de manera clara y sin rodeos, cómo fue la reacción del Gobierno mexicano a una crisis que lejos de resolverse, pese a los avances que la misma CIDH y la OEA reconocen, se enquista cada vez más. Con esta actitud de rechazo y repudio a una realidad específica, concreta y lacerante, difícilmente en México sus habitantes podemos albergar la esperanza de que las cosas cambiarán para bien, al contrario, ni en esta ni en otras materias, con todo y la insistencia falsa y machacona (perdón por la redundancia) de “para mover a México”.
¿En desacuerdo con el método? Por favor, si la realidad se nos viene encima. No hace falta más que repasar los datos de las mismas autoridades con respecto únicamente a las personas desaparecidas que llega casi a 30 mil y que según la CIDH, se trata de un problema generalizado en todo el territorio nacional. Hay otros conflictos de derechos humanos ubicados en determinados estados o zonas, pero las desapariciones forzadas son un problema ge-ne-ra-li-za-do.
Como siempre, lo más desalentador es que con este rechazo inmediato, no se tomarán cartas en el asunto porque queda claro que siguen instalados en el México perfecto y de fantasía en el que viven y quieren hacernos creer a propios y extraños que es real; tan cómodo desde sus posiciones en donde no se siente hambre, ni frío. Y que la secretaria no hable del dizque compromiso de la Presidencia de la República con los derechos humanos, si así fuera, no estaríamos ante esta crisis que tratan de tapar, efectivamente, con un dedo.


Columna publicada en El Informador el sábado 5 de marzo de 2016.