martes, 27 de septiembre de 2016

Sociedad civil y desparasitación

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La sociedad civil en México ha madurado de una manera extraordinaria en los últimos años  y quizá se deba a la clase política de quinta que opera en México; y digo quizá porque, como la vida, los pueblos se abren camino más tarde o más temprano, con estímulos o sin ellos. Creo que esto es lo que está pasando en México desde hace algunos lustros y la esperanza es que al final el estado de cosas mejore y a las presentes generaciones nos toque verlo.
Escuché, incluso muy emocionada hacia el final cuando dijo “grandeza”, la entrevista que Ernesto Ledesma hizo a Edgardo Buscaglia en Rompeviento.tv. No es la primera vez que cito al investigador y activista, conocedor profundo de México y quien actúa a nuestro favor particularmente en materia de defensa de derechos humanos y de generación de conciencia ciudadana.
Su diagnóstico sobre la situación que se vive en nuestro país no puede ser más clara, dolorosa y contundente, pero real, tan real, que la invitación —así lo tomo— es, primero, al conocimiento de lo que está sucediendo; segundo: a la reflexión en torno a los temas urgentes de nuestra nación y, tercero, a la acción.
A reserva de que el lector tenga la oportunidad de ver la entrevista en internet (Rompeviento) quiero abordar aquí algunas de las cuestiones que se trataron porque me parecen pertinentes, necesarias. Por ejemplo, Buscaglia afirma (como lo ha venido repitiendo desde hace años) que en México se vive una “orgía de corrupción política” y que mientras no se abran los procesos de elección de candidatos en los partidos, en todos, seguiremos votando por porquería o por porquería; y sin juzgar ni criticar (algo que deberíamos aprender) explica por qué por ejemplo, la sociedad civil en México no ha actuado como sí lo ha hecho en países como Brasil.
Se remite a nuestra historia y concluye que los mexicanos hemos vivido y sufrido gobiernos autoritarios pero con estabilidad a lo largo de unos 80 o 90 años, a diferencia de lo que ha pasado en el gigante sudamericano con alternancias no entre partidos, sino entre dictadores, demócratas, corruptos y pseudo-demócratas.
Sostiene que Brasil, hoy por hoy, está sometido a un intenso y traumático proceso de limpieza y si bien la destitución de Dilma Rousseff fue una acción contraria al pueblo brasileño, es parte de la purga porque los que deben ser desechados se resisten, exactamente como los efectos de un tratamiento de desparasitación: Las alimañas no quieren abandonar el organismo ya enfermo del que han vivido durante décadas.
En Brasil, dice Buscaglia, hay empresarios muy poderosos en la cárcel y también políticos, porque hay una sociedad civil que audita, vigila, se manifiesta y es capaz de paralizar ciudades enteras. Y no siempre se tiene éxito, es cierto. El activismo de la sociedad brasileña no es garantía de que las cosas se van a resolver de inmediato, pero se lucha sin descanso.
¿Qué pasa en México? Además de la costumbre de la estabilidad está, por un lado, la represión, fuerte, violenta, la criminalización de los grupos más activos, las desapariciones forzosas, el miedo, las acusaciones falsas, los asesinatos, los periodistas despedidos o asesinados o comprados pero silenciados y el desdén sistemático de cualquier manifestación ciudadana; y por otro,  la cooptación de activistas, sí, los que son atrapados por el sistema, de uno o de otro partido y que la sociedad termina perdiendo irremediablemente.
Quiero pensar que no falta mucho para que en México empecemos pronto el proceso de desparasitación. La sociedad civil se las ha ingeniado para resurgir una vez y otra vez y otra vez. Falta arreciar las manifestaciones, mantener las demandas, las exigencias, las críticas, los deseos de una vida mejor, es posible. Implica sacrificios, paciencia, determinación, pero lo creo posible, más posible que nunca.

La energía ahí está: dispersa, dividida en causas antónimas, pero está. Falta un click o que caiga un veinte para que nos sumemos en una sola causa y lograr que la clase política nos voltee a ver, renuncie a su “orgía de corrupción” e inicie la purga, la limpia, la desparasitación. 

Columna publicada en El Informador el sábado 24 de septiembre de 2016.

sábado, 17 de septiembre de 2016

¡Viva México!

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La arenga que Miguel Hidalgo y Costilla pronunció la madrugada del 16 de Septiembre de 1810 en Dolores Hidalgo fue muchas cosas, menos un grito de Independencia como entendemos la independencia hoy en día. Y claro que no estoy descubriendo el hilo negro ni nada por el estilo. Durante décadas, los gobiernos de nuestra nación, en ciernes siempre, han recurrido a una especie de reconstrucción histórica para legitimarse y para despertar en las masas sentimiento de identidad y conciencia nacional aun cuando ello haya implicado —y todavía— omitir y tergiversar información.
Al paso del tiempo y luego de cambios profundos en la manera de investigar, interpretar y escribir la historia de México, se han desvanecido mitos y leyendas y se han descubierto varias mentiras; y no es que todo sea perfecto actualmente, pero este ejercicio de muchos historiadores y divulgadores de la historia ha sido básico, fundamental para una nación joven, como somos, de manera que el conocimiento histórico de que disponemos es —y cada vez  más— muy cercano a lo que sucedió realmente (persiste toda una discusión historiográfica en esta materia, pero no alcanzaría este breve espacio para profundizar en ella) con interpretaciones innovadoras, libres y honestas. Una identidad o una conciencia nacional construidas sobre fantasías son endebles.
La arenga textual del padre Hidalgo se desconoce; no hay una versión escrita de puño y letra del cura de Dolores, así que hay muchas versiones y entre una y otra las diferencias son evidentes, sin embargo, hay frases que aparecen siempre, por ejemplo: “Viva Fernando VII”, “Viva la religión” y “Mueran los gachupines”. En mi trabajo como historiadora, para la elaboración de un ensayo, me encontré con un documento valiosísimo publicado en 1820 con lo que podría ser el contenido más preciso del grito de Hidalgo:
“… el sermón impreso predicado en Guanajuato en 7 de diciembre de 810 copia la sustancia de las proclamas sediciosas del Cura Hidalgo en los términos siguientes: Americanos oprimidos (decía este héroe de la impiedad), llegó ya el día suspirado de salir del cautiverio y romper las duras cadenas con que nos hacían gemir los Gachupines: la España se ha perdido, los Gachupines, por aquel odio con que nos aborrecen, han determinado degollar inhumanamente a los Criollos, entregar este floridísimo reino a los franceses e introducir en él las herejías: la Patria nos llama a su defensa: los derechos inviolables de Fernando VII nos piden de justicia que le conservemos estos preciosos dominios, y la Religión Santa que profesamos nos pide a gritos que sacrifiquemos la vida antes que ver manchada su pureza. Hemos averiguado estas verdades; hemos hallado e interceptado la correspondencia de los Gachupines con Bonaparte: ¡Guerra eterna, pues, contra los Gachupines! Y para pública manifestación de que defendemos una causa santa y justa, escogemos por nuestra Patrona a María Santísima de Guadalupe: ¡Viva la América! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la Religión, y mueran los Gachupines!”.
Se trata de una nota a pie de página en una obra que encontré en un repositorio digital de España y sinos atentemos a su contenido, si acaso había una intención de independencia, era con respecto a las autoridades peninsulares en la Nueva España (los Gachupines), no se pretendía dejar de ser súbditos del monarca español.
Desde hace unos 40 años esta nueva perspectiva ha prevalecido aunque, al parecer, sólo en el ámbito de los historiadores porque se sigue repitiendo que el 16 de Septiembre de 1810 inició el movimiento que nos llevó a emanciparnos del dominio hispano. No fue así exactamente y las precisiones son importantes. A lo largo de una década de guerra, guerra civil de hecho, las intenciones de los que ahora identificamos como insurgentes, mutaron: de una postura autonomista que pretendía defender al rey, a la religión y mantener a la Nueva España a salvo de los franceses, se transitó a una postura de separación de España. No fue fácil, ni terso ni inmediato. Incluso en los documentos de la Consumación no son claras las intenciones separatistas. Eso llegó poco después y con un ímpetu desconcertante: la determinación general por impedir que los españoles volvieran a sentar sus reales en tierras americanas fue clara y contundente.
Hidalgo nunca gritó “¡Viva México!” ni “¡Viva la independencia!” pero año tras año en las “ceremonias del Grito” se repite como si así hubiera sido.
Construir esta nación ha sido una tarea ardua, dolorosa, sangrienta, violenta y, ciertamente, inacabada. La independencia tiene que ver no sólo con sacudirse un poder extranjero, tiene que ver con todos y cada uno de los integrantes de la nación, con usted y conmigo, con nuestros hijos; también con nuestros miedos, valores y certezas, con nuestra nobleza y nuestra esencia de pueblo pacífico y con nuestras ansias de libertad en toda la extensión del concepto. Sólo en esa medida el grito trascenderá fechas y gobernantes y surgirá de lo más profundo de esta patria maravillosa: “¡Viva México!”.


Columna publicada en El Informador el sábado 17 de septiembre de 2016.

sábado, 10 de septiembre de 2016

"In crescendo"

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Todo está en aumento, en incremento, in crescendo. Y ojalá fueran cosas positivas, benéficas para todos, pero no. Recurro a la jerga musical (no pretendo en lo más mínimo pisarle los talones a mi gran y admirado amigo Jaime García Elías) para que la certeza no sea tan brutal. Crecen a pasos agigantados y de manera exponencial: la inseguridad, la indignación, el coraje, los precios de todo —el índice inflacionario es un promedio evidentemente manipulable; ese dos por ciento y poco es propio de una película de ficción y no de la dura y cotidiana realidad—, el desempleo, los empleos precarios, los ingresos de los más corruptos y de los más ricos; la pobreza y las enfermedades.
Crece la ineptitud en los gobernantes, la mala imagen del país, las bajas calificaciones para proyectos económicos y las pésimas decisiones, irreflexivas e irresponsables; aumentan la deuda, la desconfianza, la desesperanza, el descontento. También se recrudece la debilidad de la máxima autoridad en este país y de ahí, hacia donde volteemos.
La situación es grave. Desde algo tan simple y aparentemente sin importancia como la impunidad de la que goza el titular de la Conade, por sólo citar a uno; hasta el desdén, el menosprecio del Primer mandatario hacia su pueblo, al que representa, al que se debe. Que malinterpretamos a Trump, que no dijo lo que dijo sobre los mexicanos… La estulticia es descomunal y sabemos todos quiénes el que no habla y, por lo visto, tampoco entiende inglés.
Por si fuera poco, más o menos a un mes del regreso a clases, se informa a los padres de familia que pueden participar en los foros de consulta sobre el “Modelo educativo 2016”; en septiembre, cuando las clases ya empezaron, cuando los planes y programas de estudio están definidos; cuando se supone (oh sorpresa) que la convocatoria a tales foros fue en 2014. De pronto recordé aquellas mesas de consulta ciudadana que instaló el exgobernador Emilio González Márquez (qué desagradable traerlo a la memoria) a las que de plano renunciaron varios expertos en diferentes áreas porque en realidad ya todo estaba enjuagado o cocinado. Las mesas sólo fueron un parapeto para que se dijera que dizque ese gobierno sí atendía las ideas, propuestas y señalamientos de la sociedad civil. Ajá. Sucede ahora lo mismo. Es frecuente que los gobiernos así operen, después de todo “ellos saben cómo hacerlo”, “la gente votó por ellos” y los-mexicanos-somos-menores-de-edad… Claro.
Efectivamente, con una búsqueda simple, apareció en formato PDF el “Modelo Educativo 2016”, obvio, es la primera edición. Antes, clasificado como anuncio (es raro que alguien “entre” a tales anuncios), aparece un sitio del Gobierno de la República en donde se invita a quien le dé click a participar en los foros de consulta “que se llevarán a cabo de febrero a junio de 2014”. Anexo aquí la liga correspondiente para que, si puede, viaje en el tiempo y asista. Aquí dejó la liga para que constate las fechas de la convocatoria y los documentos del “Modelo educativo 2016” y de la “Propuesta curricular 2016”:  Modelo educativo 2016.
Este simple hecho, la falta de actualización del sitio, la invitación de hace unos días para emitir nuestra opinión en los foros de consulta, deja en evidencia que todo está hecho al aventón, como parapeto, para cubrir el expediente y asegurar que sí, que todo se hizo en tiempo y forma. El cinismo y la desfachatez también crecen.
Ahora bien, basta una revisión somera a los documentos que cito, para darnos cuenta de que no hay ninguna propuesta innovadora que en verdad nos conduzca a elevar el promedio educativo que como país tenemos, mucho menos si se obliga a los directivos escolares, tanto de plantes públicos como privados, a no reprobar a ningún niño o adolescente. Esto es real y el propósito es elevar, de manera ficticia claro está, tales promedios. Así que la falsedad y manipulación de datos también está in crescendo.
Deliberadamente quise profundizar un poco en el aspecto educativo, uno de los rezagos y problemas más sensibles, urgentes y complicados de nuestro México, pero lo cierto es que lo que crece en el país es preocupante y doloroso. No he hablado de las fallas en el sistema judicial que, por supuesto, inciden en un incremento en las injusticias; ni del pensamiento ese que cunde entre la clase política, relativo a “cortar una cabeza” (léase circo o Videgaray) para dizque contentar a las masas; o de la división popular que desde el poder se fomenta. In crescendo sí, toda esta realidad que no sólo cuenta y mucho, pesa y cada vez más.

Columna publicada en El Informador el sábado 10 de septiembre de 2016.


sábado, 3 de septiembre de 2016

¿Y nosotros qué?

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Esta semana fue intensa y no es que pasaran muchas cosas, como en otros momentos en los que las malas noticias cunden. Esta semana que está por terminar cierra, prácticamente, con un solo tema que ha permanecido en la agenda mediática con toda seguridad por el tamaño de la indignación generalizada entre los mexicanos.
Hombres, mujeres, niños, adolescentes, de todos los estratos y niveles educativos, con más o menos foro en medios de comunicación, se han manifestado de todas las maneras posibles para externar su vergüenza, indignación —repito—, coraje y decepción, por la visita de Donald Trump, candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos.
Propios y extraños, incluso colegas y comunicadores claramente situados del lado del PRI desde que volvió al poder, han criticado severamente a Enrique Peña Nieto por haber invitado a un individuo que ha construido su candidatura y su campaña presidencial con base en la ofensa y la denostación a los migrantes, pero particularmente a los mexicanos.
Historiadores, analistas, expertos en diplomacia y muchísima gente que si bien no tiene estudios pero sí un sentido común que ya lo quisiéramos varios, estuvieron de acuerdo en afirmar que el Presidente de México cometió un error histórico y si me apuran, hasta de deslealtad a los principios de su propio partido.
Esto se ha repetido toda esta semana, las voces se suceden y hasta pareciera que se quitan la palabra, todos quieren hablar primero para señalar y también para lanzar preguntas que hasta el momento no han sido respondidas de manera suficiente. Antes de que se consumara la reunión, varios “opinadores” coincidieron en afirmar que la única manera de que el mandatario saliera bien librado del error, era que exigiera a Trump una disculpa pública y el cese de su discurso de odio. ¿Y qué pasó? Todos lo sabemos, en resumidas cuentas Peña dijo que el muro no lo pagarían los mexicanos, sólo para que horas después, en Arizona, el candidato republicano, en un claro tono de burla y desdén, dijera que el muro lo pagaríamos los mexicanos aun cuando no lo supiéramos todavía.
Fue cuestionado abiertamente por esa determinación de invitar a los candidatos (Hillary Clinton, la abanderada demócrata declinó) y la respuesta ha sido, desde el titular de la Presidencia hasta la fila de funcionarios que han salido en su defensa, que la postura del Gobierno mexicano estaba siempre a favor del diálogo.
No tenía por qué hacerlo en este caso en particular. Fue a destiempo en una decisión desafortunada, muy similar a aquella otra de reunirse con Barack Obama.
Dicho sea de paso (imposible no detenerme aquí) ¿cómo está eso de que están a favor del diálogo siempre? ¿Con Trump sí y con los maestros no? ¿Con Trump sí y con los legisladores no? ¿Con Trump sí y con periodistas críticos no? La incongruencia es descomunal y se suma a la sarta de malas decisiones que lo hunden más en las arenas movedizas de las que, todo parece indicar, ya no saldrá.
Estas malas decisiones: la invitación a los candidatos estadounidenses, el envío del Informe y los spots ajenos a la realidad; la reunión para un dizque diálogo con jóvenes; la ratificación de funcionarios como el titular de la Conade: la disculpa insustancial con relación al tema de la casa blanca; el alza en la gasolina y en la energía eléctrica y la respuesta que dio a uno de los jóvenes el jueves pasado en el sentido que su compromiso había sido malinterpretado, entre otras decisiones muchas desconocidas, representan los “esfuerzos” por salir del lodazal con el claro resultado de un mayor hundimiento en lugar de una salvación.

De malas a pésimas las decisiones y una evidencia contundente e incuestionable: al Presidente no le importamos. Lo que digamos o pensemos los mexicanos, lo que opinemos o sugiramos, las llamadas de atención, el rechazo, la preocupación, la indignación, el coraje, la impotencia, la vergüenza que sentimos todos aun cuando algunos traten denodadamente por ocultarlo; el sentimiento de haber sido traicionados, los mexicanos en esta tierra y los que viven allende las fronteras, todos (salvo amigos, funcionarios cercanos y familiares claro, todos los privilegiados) estamos fuera de los intereses, ocupaciones y preocupaciones de la Presidencia de la República. Nuestros juicios no pesan como para que quien nos representa los tome en cuenta y actúe en consecuencia. ¿Y nosotros qué? ¿Cuál representación popular? ¿En dónde está pues la apuesta por el diálogo? En un diálogo, escuchar es indispensable. La crisis de autoridad empeora.

Columna publicada en El Informador el sábado 3 de septiembre de 2016.