Ciudad Adentro
El gasolinazo
que entrará en vigor mañana no es más que el culmen de las decisiones que
contra los mexicanos ha tomado desde 2012 (no me alcanzaría el espacio para
remitirme a los pésimos gobernantes que hemos tenido en el pasado) Enrique Peña
Nieto. Esta no es una decisión del secretario de Hacienda, es del Presidente, en
todo caso está de acuerdo y la presenta como propia.
Desde el anuncio
esta semana las reacciones populares han ido en aumento y me llama la atención
positivamente la organización que se está dando en los ciudadanos a través de
las redes sociales para manifestarse contra la medida. Ayer hubo un plantón
afuera del Congreso de Jalisco y en diferentes puntos de la geografía nacional
ha sucedido lo mismo. Para el lunes 2 de enero a las 14:30 en la Glorieta
Minerva está convocada una marcha y otra el 9 de enero en la Ciudad de México.
No creo que sean las únicas y siempre será esperanzadora la movilización de la
gente contra un atraco en despoblado particularmente cuando son los que dizque
nos representan los que lo avalan.
Hay dos casos
emblemáticos en los que la ciudadanía tuvo éxito en sus manifestaciones
opositoras y fue aquí en Jalisco. Quiero creer que podemos y lograremos detener
esta alza que convenientemente se publica hasta el 26 de diciembre en el Diario
Oficial de la Federación, en plenas vacaciones, a punto de terminar el año y
después de que fue presentado, revisado y aprobado el Paquete Fiscal de la
Federación para 2017.
¿Se acuerda el
lector de esos dos casos? Uno fue el “placazo” en 2010 y otro la
“macrolimosna”, ambos durante la muy desagradable y lamentable administración
de Emilio González Márquez.
Así se publicó
en su momento el triunfo de la gente contra la medida que pretendía imponer el
entonces gobernador: “Guadalajara,
Jal., 31 de octubre. El gobernador Emilio González Márquez reculó en su
intención de aplicar el año próximo un programa de re-emplacamiento por el cual
esperaba cobrar mil 200 pesos por cada uno de los 2.3 millones de automotores
en la entidad. El mandatario argumentó que abandonó el proyecto por el
descontento que causó entre la ciudadanía, que este miércoles se manifestó ante
el palacio de gobierno por cuarta ocasión en una semana”.
En cuanto a la “macrolimosna”, dos años antes, mentada de por
medio, también se cayó por el descontento y las manifestaciones de la gente.
González Márquez entregó 90 millones del erario público para la construcción
del Santuario de los Mártires y los jaliscienses se movilizaron de una manera
impresionante hasta que fue necesario que la Arquidiócesis de Guadalajara
regresara el dinero.
¿Es posible entonces? Tiene que ser, de otra forma no
podríamos presumir que vivimos en una democracia (digo, en realidad no tenemos
muchos elementos para eso) y entonces sí el tinglado del sistema caería
estrepitosamente.
Como siempre, como opera un gobierno alejado de sus
representados, la medida se tomó prácticamente en la clandestinidad, fue una
operación a escondidas, con movimientos sigilosos estilo serpiente, con los
tres agravantes de cualquier delito o acto antiético y tramposo: premeditación,
alevosía y ventaja. Según una tesis del Sistema Judicial de la Federación, existen
dos clases de alevosía: “la
primera, consiste en la sorpresa intencional de improviso o acechanza de la
víctima, figura que coincide siempre con la premeditación, puesto que requiere
actos preparatorios, y la segunda, en el empleo de otros medios que no le den
lugar a defenderse ni a evitar el mal”, en ambos casos, quien la comete, tiene
ventaja para operar así.
Todavía ayer leí
una nota breve pero sin duda reveladora de cómo fue urdido todo: el secretario
de Hacienda (decían que era presidenciable), José Antonio Meade, dijo que esta
medida la agradecerán nuestros hijos y nuestros nieto (¡vaya!) y que se tomó
por tres cosas que, es claro, dejan en evidencia las deficiencias descomunales
en la tarea de gobernar y administrar que constitucionalmente les corresponde:
“si queríamos mantener el precio por debajo de lo que nos está costando, si no
queríamos reflejar el incremento en el costo, teníamos o que endeudarnos, o que
recortar programas, o que subir impuestos. Y no estamos haciendo ninguna de las
tres cosas”. ¿Ah no?
Excuso decir que
contengo la indignación: sobre la deuda, aumentó 52 % de diciembre de 2012 a
diciembre de 2015 (falta el dato de este año); en cuanto al recorte de
programas, Hacienda propuso para 2017, un “ajuste” de 38 % en el presupuesto de
programas sociales, aproximadamente, 81 mil 380 millones de pesos menos; y,
finalmente, en materia de impuestos, ¿qué es si no el incremento en las
gasolinas?
Espero, deseo
fervientemente que estas medidas nos lleven a una organización social que repercuta
en un cambio en las decisiones que toma la clase política. Y hoy es el día
perfecto para los deseos.
Columna publicada en El Informador el sábado 31 de diciembre de 2016.