sábado, 25 de febrero de 2017

La Familia Jacinta

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Estela Hernández, hija de Jacinta, la mujer hñähñú que estuvo encarcelada injustamente durante tres años luego de un proceso irregular que inició hace once, habló por muchos, su discurso sí me representa y me enorgullece. Mexicanos como ella no son pocos y es un signo más que alienta y permite pensar que un futuro mejor es posible, que otro México es posible, que otro mundo es posible.
A lo largo de once años Jacinta Francisco Marcial, Teresa González Cornelio y Alberta Alcántara Juan enfrentaron desarmadas la corrupción del Estado porque esas injusticias son producto de la corrupción, de la perversión de las instituciones por funcionarios y burócratas abusivos y sin honor, ni vergüenza.
Las palabras de Estela son un ejemplo de valentía, de llamar a las cosas por su nombre, de exponer una realidad de corrupción que nos aplasta, de hablar sin simulación ni opacidad, sin tratar de aparentar que no pasó nada.

Jacinta Francisco Marcial y su hija Estela. Fotografía tomada de Sin Género.
En la ceremonia, delante de los funcionarios, frente al mismísimo procurador General, Estela no se guardó reclamos ni verdades, no omitió hechos, ni arbitrariedades, ni abusos, ni injusticias… La ceremonia para ofrecer disculpas y declarar públicamente la inocencia de las tres mujeres, como ellas dijeron, no les regresó el tiempo perdido, ni borró el dolor que la distancia y el encierro injusto les causaron y a sus familias y seres queridos, y nunca, nunca, será suficiente, pero la ceremonia sí sirvió para que los que estuvimos ajenos o alejados del caso, para los que lo desdeñaron de plano, escucharan la voz de las tres mexicanas recién liberadas, más la de Estela, como si fuera un grito de esperanza lanzado por los mexicanos, especialmente por los que son víctimas de persecución, abusos e injusticias de todo tipo, por los que son acallados y encarcelados porque piensan diferente y no cruzan los brazos ni dan la espalda cuando se trata de exponer injusticias y abanderar causas.
Estela habló por los mexicanos como no lo hacen los representantes que tienen títulos y nombramientos legales, como ella dijo. Habló por otras víctimas y no sólo fue una relación de injusticias o reclamos, fue también una oferta de solidaridad con otras víctimas. Reconoció el apoyo de todos los que participaron en la lucha por su liberación y luego afirmó: “El caso es un simple ejemplo de tantas arbitrariedades que cometen funcionarios con título y puesto. En la cárcel están los pobres que no tienen dinero, los indefensos de conocimiento, a los que los poderosos someten a su voluntad; los delincuentes de mayor poder no pisan la cárcel; no conocimos a ningún rico que estuviera en la cárcel…”.
Y preguntó: “¿Cuántos inocentes están hoy en la cárcel por un delito no cometido o que no existe? ¿Cuántos secuestradores, delincuentes autorizados con título y nombrados por la ley andan sueltos, cobrando de nuestros impuestos, encarcelando, persiguiendo o acosando con un delito fabricado?”.
Antes de Estela hablaron Teresa y Alberta y también la ministro de la Suprema Corte, en retiro, Olga Cordero con una exposición de hechos y verdades que debe ser atendida de inmediato. Lo dijo también con todas sus letras: el error judicial, la detención arbitraria, el retraso injustificado y la inadecuada administración de justicia, lo que pasó en este caso, no se debe repetir.
La lucha, que debería ser de todos, de Estela, de sus compañeros cesados y caídos, maestros y no, víctimas en general, va a seguir; es una promesa y una invitación de Estela; a la sociedad civil, a los mexicanos espectadores no nos queda más que apoyar, secundar y emular, no bajar los brazos, no guardar silencio, no detener ni aflojar el paso, no quitar el dedo del renglón; ser valientes, trascender el miedo.
El discurso de Estela está disponible en internet y agregó aquí una de las ligas en donde es posible leerlo íntegro (texto) y de YouTube para ver y escuchar (video), pero agrego aquí el párrafo en donde está la frase que le ha dado la vuelta al mundo: “Por los que seguimos en pie de lucha por la justicia, la libertad, la democracia y la soberanía de México, para nuestra patria, por la vida, para la humanidad, quedamos de ustedes, por siempre y para siempre, la Familia Jacinta, hasta que la dignidad se haga costumbre”. Es una lección para aprender y multiplicar.

Columna publicada en El Informador el sábado 25 de febrero de 2017.

sábado, 18 de febrero de 2017

Inoculaciones

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

No han pasado ni dos semanas desde que en este mismo espacio hablé sobre unidad a propósito del llamado presidencial, sólo para decir que la unión, la solidaridad y la fuerza, deben ser de, por y para nosotros, exclusivamente.
Fue antes de la marcha fallida --por contaminada y pervertida-- de hace casi una semana. Sí, sé lo que escribí el sábado pasado y la conclusión a la que llego es que pese a la fuerza ciudadana que se ha demostrado en las últimas semanas, la capacidad de infiltración y boicot del Gobierno es muy poderosa. Reitero más que nunca que debemos estar muy despiertos.
Ya se ha escrito hasta la saciedad sobre lo que pasó con la marcha #VibraMéxico, las versiones varían pero todo fue un juego de manipulaciones, conveniencias, personajes maiceados y otros engañados para un resultado desafortunado desde cualquier punto de vista. Lejos de mostrar unidad se hizo gala de lo contrario. Lamentable. Perfectamente bien urdido desde el poder para pervertirlo como parece que es su objetivo y máxima aspiración en la vida: echarlo todo a perder.
Los mexicanos no merecemos un gobierno así. En realidad estamos hablando de traiciones cotidianas ejecutadas por quienes están ahí gracias a votos e impuestos y encima de todo, el que se supone lidera los intereses, preocupaciones y estrategias nacionales, afirma que no hay crisis, no estamos en crisis, es sólo un momento de desafío económico. Y claro que la parte social no cuenta para él, ni la educación, ni la salud, ni los altísimos niveles de corrupción que ensucian y pervierten todo, ni la vivienda, ni la precariedad del empleo, ni la violencia y la inseguridad.
No debería extrañarnos si el mandatario vive cómodamente gastándose cinco o tres millones de pesos por viajes de dos y tres días, en Nueva York o en cualquier ciudad de Europa junto con los vividores que integran su gabinete. Sí, reitero, la situación en México es intolerable y no se ve por ningún lado una solución a corto plazo, salvo la que salga de la misma sociedad, de todos nosotros en la medida en que recuperemos nuestra identidad, esa que enorgullece a los paisanos agredidos del otro lado del río Bravo que, por cierto, se fueron por la falta de oportunidades en su propia tierra, por la desigualdad en el reparto de la riqueza, por los abusos del poder, las injusticias, el desempleo, la pobreza en todos sus niveles (no deja de ser pobreza), la corrupción en las calles, en las escuelas, en las universidades, en los hospitales, en las oficinas para hacer cuanto trámite, en la marrullería de leyes injustas y madruguetes legislativos; por ir en busca del “sueño americano” en esa aspiración inoculada con rigor y disciplina en el inconsciente colectivo pero que ni es americano y mucho menos sueño (les recomiendo la película “American beauty” o “Belleza americana”, una autocrítica estadounidense; para adultos por supuesto).
Nuestra identidad mexicana es sólida y fuerte a pesar de los ataques constantes a que está expuesta: mediáticos, culturales, ideológicos, políticos, economicistas… Es como el agua o como la vida, se las ingenia para abrirse camino. Muchos han estudiado las características de la identidad mexicana, de la idiosincrasia, y han interpretado libremente y sin escrúpulos  razones, orígenes y motivos. Es raro que esas interpretaciones nos dejen bien parados. Cada vez estoy más convencida de que el discurso oficial, a lo largo de los años, ha difundido convenientemente lo más negativo de nuestra esencia mexicana, ya basta. Y no me cansaré de repetir que somos un pueblo maravilloso, creativo, noble e ingenioso, solidario, comprensivo y compasivo, con una historia rica y diversa, interesantísima, única; con expresiones técnicas, científicas y artísticas desde antes de la conquista suficientes para equiparar y superar, en muchos casos, a las grandes culturas de la Humanidad.
Lo fuimos, lo somos, falta que lo creamos. Que dejemos de lado por mentiroso y manipulador ese discurso que se nos ha inoculado también muy bien, que nos define como un pueblo violento, delincuente, tramposo y flojo. No es así. Es el discurso que se sabe de memoria Donald Trump y que ninguna autoridad ha tenido la valentía, la dignidad y el orgullo de callar. No somos eso. Quizá esta definición perversa aplica pero para la clase política abusiva y parásita.
Despiertos, acuérdense, despiertos, vacunados y dispuestos a una profunda y radical desparasitación.

Columna publicada en El Informador el sábado 18 de febrero de 2017.


domingo, 12 de febrero de 2017

Dialoguemos Jalisco

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

“La situación en México es intolerable” y esta afirmación es tan cierta que muchas cosas se mueven en diferentes puntos del país y en sectores de la sociedad que antes no habían demostrado una participación clara y abierta tendiente a cambiar para mejorar las cosas, en serio y, de una vez por mucho tiempo (imposible decir “por todas” aunque ganas no faltan).
Hay movimientos en Mexicali, en Hermosillo, en la Ciudad de México y aquí en Guadalajara, no son los únicos. Hay enojo, preocupación, indignación, desesperación, impotencia, dolor, pero también surgen sentimientos alentadores porque nos vamos dando cuenta del poder de la sociedad cuando nos unimos, la sociedad, la gente, los ciudadanos.
Al calor de esta crisis tremenda, sí puedo decir que una de las peores en la historia reciente de México, la sociedad se mueve para cambiar el estado de las cosas pero aparecen grupos que no tienen al país como su interés más elevado; grupos que simplemente aprovechan la situación para sacar provecho en una conducta que infortunadamente es muy frecuente en nuestra clase política y en sectores advenedizos y convenencieros que viven del sistema corrupto y podrido que tenemos. Por lo general quienes integran estos sectores son los que aportan los votos duros de los diferentes partidos políticos, gente sin escrúpulos y profundamente egoísta.
A la sociedad que está al margen del sistema, prácticamente al resto de mexicanos, estos grupos no nos son desconocidos y los identificamos cada vez mejor; hemos puesto barreras y límites a la manipulación y a las infiltraciones, a veces con éxito, a veces no, sin embargo, estamos en el proceso y aprendiendo con una rapidez impulsada por la misma crisis.
En medio de este caos, las intenciones honestas están saliendo a flote y de entre grupos de jóvenes que aman profundamente a su país y desean con pasión que México sea una nación en la que quepamos todos en igualdad de condiciones y de derechos, en términos de equidad en todas las materias: educativa, sanitaria, laboral, de vivienda, de justicia… están surgiendo iniciativas novedosas, inteligentes, confiables, sin contaminación político-partidista, responsables, maduras, valientes. En el caso de Jalisco, me refiero específicamente a la iniciativa total y absolutamente ciudadana  Dialoguemos Jalisco.
La claridad con la que emprenden el movimiento más las demás cualidades que acabo de citar, son una invitación a despojarnos de prejuicios por un lado y, por otro, a brincar los obstáculos que muchos nos hemos autoimpuesto para no hablar, para no salir a las calles, para no exponer, para no proponer, para no intentar, por lo menos, cambios profundos en los gobiernos, para aparentar que no nos interesa ni nos preocupa, para pensar que no sirve de nada…
Dialoguemos Jalisco pretende ser un espacio de expresión y de escucha de lo que tenemos que decir, de lo que nos ahogamos por decir, de lo que nos hemos callado porque la vida nos va viviendo, porque nos atrapan las necesidades y las urgencias cotidianas. Me enorgullece y emociona formar parte de un movimiento así y por lo pronto ya sabemos que hay un gran interés por participar. Un video en donde hablamos de la realidad nacional, en el que se aclaran puntos y se pintan rayas, circula en redes con la invitación al diálogo y hasta ahora la respuesta ha sido extraordinaria, emocionante y esperanzadora.
Los jóvenes que tuvieron la idea lo sabían. Sabían que el terreno es y está fértil, abonado, que necesitamos unirnos y hablar, con generosidad, sin mezquindades, sin egoísmo, sin miedo, con responsabilidad, con visión de futuro, con amor por México y por los mexicanos. Nos toca decir qué pasa, qué hacer, cómo hacerlo. Nos toca y pronto estarán los espacios abiertos para que lo hagamos.

Es preciso trascender divisiones y enfrentamientos entre nosotros. Lo he dicho y escrito muchas veces: nos necesitamos juntos. Es el momento. Y vamos a la marcha de mañana también. Hemos aprendido y estamos muy alertas, sabemos identificar convocatorias mañosas, pero puede ser una gran oportunidad, grande en verdad, para mostrar el músculo, la potencia, el poder, las ganas, la determinación. Somos grandes y maravillosos, somos un pueblo noble, creativo, con historia para sentirnos orgullosos, para aprender, para crecer. Sí, lo somos. Dialoguemos Jalisco.



Columna publicada en El Informador el sábado 11 de febrero de 2017.

sábado, 4 de febrero de 2017

Más allá del Juicio de Amparo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Justo el día de hoy se cumplen 200 años del natalicio de Mariano Otero Mesta, un personaje de la historia nacional, jalisciense para mayores señas, cuya vida y obra han trascendido gracias al el Juicio de Amparo, una herencia de México al mundo; no obstante, sus aportaciones van mucho más allá, aunque por lo general, se desconocen. Tristemente, para muchos, sólo es una referencia vial en la zona metropolitana de Guadalajara, y ya.
Sin restarle importancia claro está, en las actuales circunstancias (clase política mexicana egoísta, corrupta y dividida; y gobierno estadounidense agresivo, violento, irracional y beligerante) me parece más útil y ejemplar recordar a Mariano Otero, que los cien años de la Constitución del 17 (se cumplirán mañana); la Carta Magna que con casi 700 reformas sigue vigente y en medio de la polémica por dos posturas encontradas: una, mantenerla y reformarla todas las veces que sea necesario (como quieran los legisladores en turno dada la ausencia de un proyecto de nación que trascienda trienios y sexenios) y, dos, de plano convocar a un constituyente para actualizar el marco de derecho sobre el que se sostiene nuestra nación.
Mariano Otero, “el Legislador de su país”, fue un joven prodigio en cuya corta vida (falleció a los 33 años de edad víctima del cólera) hizo aportaciones notables además de en la materia legislativa, en la defensa y conformación de la nación mexicana.

Mariano Otero Mesta
Liberal, federalista y republicano, era sin embargo moderado y trató en todo momento, tanto en Jalisco como en la ciudad de México, de conciliar para que el país estuviera en condiciones de progresar.
Apenas con 20 años de edad, graduado ya como abogado, escribió las biografías de fray Antonio Alcalde, obispo de Guadalajara y Francisco Javier Gamboa. Se distinguió como orador y como escritor particularmente para la expresión de sus propias ideas, de su pensamiento político; publicó varias obras, trabajó como editor y redactor del periódico El Siglo XIX, catalogado como órgano de difusión de los liberales, esto ya en la ciudad de México. En 1842, a los 25 años, publicó Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República mexicana en el que expresaba sus preocupaciones por las posturas ideológicas que separaban a la sociedad y, específicamente, por la crisis que se desató a raíz del pronunciamiento de Jalisco.
En esa obra, prácticamente desconocida por el público en general (el Congreso del Estado anunció una reedición de 500 ejemplares a propósito de esta fecha), cuatro años antes de la invasión estadounidense, Mariano Otero advirtió sobre lo que ya era una amenaza.
Según la interpretación de la historiadora Adela Vázquez Trejo, con la que coincido: “El diputado jalisciense llegó a considerar que la nación vivía un largo periodo de inestabilidad política, iniciada desde 1824, por lo que hace notar que la diversidad de corrientes ideológicas que persisten han sido heredadas de la lucha por la Independencia; por lo tanto, reconoce que es necesaria la unión de los mexicanos, más allá de la posición política, para tomar el camino del progreso”. Más actualidad no podrían tener estas consideraciones y ni qué decir de su convicción férrea y para algunos temprana, de compromiso con México.
Mariano Otero —he aquí el ejemplo que quiero destacar— fue uno de los cuatro diputados que votó contra la capitulación de México ante el invasor estadounidense. Otero se pronunció por continuar la guerra en una muestra de dignidad y amor por la patria que urge hoy en la clase política que dice que nos representa. Manifestó que no quería una paz bajo la presión del enemigo estadounidense “pues era oprobioso que el pueblo mexicano entero no pudiera desbaratar a menos de diez mil invasores. Ramiro Villaseñor escribió a propósito: “Este grito de patriotismo de Otero, fue su canto del cisne pero dejó una marca muy honda en la historia de México”.

Personajes y momentos de nuestra historia como estos son los que debemos rescatar, recuperar para alimentar nuestra memoria colectiva, para avivar el fuego de la dignidad nacional, despertar el espíritu público que extrañaba tanto el legislador cuando apenas tenía 25 años y sobreponernos como sociedad a la mezquindad de nuestra clase política que en estos momentos no ayuda en nada a enfrentar el trace, al contrario. Los mexicanos no somos así y está en nosotros reencontrarnos con el espíritu auténticamente patriótico de mexicanos ilustres como Mariano Otero.

Columna publicada en El Informador el sábado 4 de febrero de 2017.