Ciudad Adentro
Miroslava Breach Velducea. Foto: Facebook. |
Empezamos a
contar los muertos porque no los estaban contando bien. Como siempre, como es
usual y propio de los gobiernos autoritarios, la información oficial sobre los
mexicanos muertos en la guerra contra el crimen organizado desde el sexenio
pasado y a la fecha, fue y sigue siendo ambigua, parcial, confusa y se
tergiversa a la primera oportunidad.
Por eso
surgieron iniciativas ciudadanas para contar a los muertos, a los
desaparecidos, a los secuestrados, a los asesinados catalogados como “falsos
positivos” y los feminicidios.
Los cadáveres
que se exhuman en Veracruz seguramente darán al traste con las cuentas de los
gobiernos estatales y del Gobierno federal. ¿Cuántos seres humanos habrá ahí? Y
no digo mexicanos porque hay antecedentes de fosas clandestinas en donde
encontraron a muchos que eran migrantes de Centro y Sudamérica.
Hombres y
mujeres de quienes desconocemos sus vidas, a sus familias, si tenían hijos,
padres, abuelos, amores; si tenían sueños y proyectos; no tenemos idea de sus
necesidades ni de por qué o cómo fue que se vieron envueltos en circunstancias
de las que no salieron vivos ¿cómo fue su muerte? ¿Estaban en el lugar
equivocado? ¿Fueron víctimas de extorsión, de secuestro, de violación? ¿Eran
delincuentes? ¿Y por qué eran delincuentes? ¿Quiénes eran?
Ahora son tantos
los muertos y los desaparecidos en México que hasta hemos perdido la cuenta; ya
no sabemos si van 26 mil o 57 mil, ni cuántos corresponden al sexenio de
Calderón y cuántos al de Peña Nieto; luego hay que separar por situación
geográfica, por edad, por sexo, por ocupación; si el homicidio está relacionado
para bien o para mal con el crimen organizado o con la delincuencia común; o si
fueron ajustes personales, celos, maltrato conyugal, accidente; si eran
activistas, defensores de derechos humanos, maestros disidentes o periodistas
valientes críticos y exponentes de corrupción y malos manejos.
El jueves
asesinaron a una periodista, tenía 54 años de edad y llevaba a la escuela a su
hijo. Los asesinos la acribillaron delante del joven. Me llamó la atención que
en las primeras notas con esta dolorosa y terrible noticia, se destacaba que ya
sumaban tres asesinatos de periodistas en lo que van del año y el de uno había
sido apenas el día anterior, el miércoles de esta semana.
Esta “suma”,
este “total” de periodistas asesinados fue la entrada, la cabeza y el resumen
que se destacó prácticamente en todos los medios de comunicación. ¿Es malo? No,
estrictamente no es malo llevar la cuenta, mucho menos si, como dije, la
información se oculta y se disfraza, pero de pronto sentí, este jueves, al
conocer del asesinato de Miroslava Breach, que los muertos en México, por
hechos violentos producto de los altísimos niveles de inseguridad e impunidad
en los que vivimos, son números, cifras para la estadística, datos para
documentar el horror y para comparar y calcular cuántos muertos más se esperan
al cierre del sexenio de Peña.
Estamos mal. Nos
hemos dejado atrapar por el mismo sistema engañoso y tramposo que impone el
gobierno. Al contar los muertos, al hacer ese trabajo con el propósito de
vencer a la impunidad y exponer al gobierno lo que no ha hecho y lo que ha
hecho mal, nos quedamos girando en la vorágine de los números porque además ya
son muchos, son miles, decenas de miles de los que no tenemos información.
Son mexicanos,
son seres humanos, hermanos latinoamericanos y quién sabe si de otras
nacionalidades. Son personas, esposos, esposas, parejas, padres, madres, hijos,
hijas, nietos de alguien.
No podemos ni
debemos permitir que todo se reduzca a hacer una contabilidad de asesinatos con
mayor razón si hasta ahora no ha servido para gran cosa; no hay proporción
entre los asesinados y los actos de justicia correspondientes ¿o quiénes son
los asesinos de los 121 mil muertos en el sexenio de Calderón? ¿Y de los 67 mil
que van en la administración Peñista? Nos orillan, nos empujan hacia la
insensibilidad y hacia la resignación y lo que se necesita es parar con esta
violencia criminal y justicia.
Columna publicada en El Informador el sábado 25 de marzo de 2017.