Ciudad Adentro
Desde hace ya
varios procesos electorales, tanto federales como locales, la ciudadanía ha
manifestado su hartazgo con respecto al modus
operandi de los partidos y políticos en campaña. En Jalisco, por ser una de
las entidades con una especie de alternancia temprana, antes que en el gobierno
federal, hemos estado por más tiempo expuestos al espectáculo de pacotilla de
cada tres años.
Golpes bajos,
guerra sucia, luchas en lodo —casi literal— exposición de intimidades, datos,
videos y fotografías truqueadas o falseadas, descontextualizadas, acusaciones
sin fundamento y otras con fundamento convenientemente reservadas para
ventilarlas cuando se les puede sacar mayor provecho, siembra de dudas,
trampas, “cuatros”, “chamaqueos” y cuanta marrullería se les ocurra elección
tras elección, son reflejo del refinamiento que ha alcanzado la bajeza y la
falta de escrúpulos en la clase política.
La degeneración
cuestionada por la ciudadanía sigue inexorable y no se avizora en el corto
plazo, mucho menos más allá, un cambio en las formas y los modos, al contrario.
Vamos de mal en peor.
Este año no
habrá elecciones en Jalisco, pero a través de los medios de comunicación
también estamos expuestos y así todos los habitantes del país que ni siquiera
cuando no hay comicios locales podemos descansar del basural que nos recetan
los políticos mexicanos.
Más que las
elecciones en Nayarit o en Coahuila que, dicho sea de paso, tienen lo suyo, el
proceso del Estado de México es el que se lleva los reflectores, casi toda la
atención, porque se supone que es el “laboratorio electoral” previo al proceso
presidencial, en este caso, de 2018. Difiero de esa idea porque en el gobierno
federal tenemos ejemplos de alternancia, desastrosa en ambos sexenios, pero
alternancia al fin, y en el Estado de México, no.
¿Qué quieren
decir con eso de laboratorio? Que quien gane en el Estado de México ganará la
elección presidencial. Reitero mis dudas, sin embargo, creo que sí es un
laboratorio de fraude y marrullería electoral, eso sí, sin duda. Es la entidad
en donde se han perfeccionado las formas de fraude, específicamente la compra
de votos.
No es raro si
además de saber que se trata de una de las formas de fraude preferidas del PRI
relacionamos el dato con el lugar que ocupa esa entidad en los niveles de
pobreza: El Estado de México se ubica en las 15 entidades de la República con
más pobreza en el país. Y esto, se supone, no debería ser así porque
paradójicamente, es también uno de los estados que más aporta al PIB nacional:
nada menos que el segundo lugar. Es cuando uno se convence de que el combate a
la pobreza es sólo un conjunto de medidas paliativas pero no remediales, que no
me digan por favor. Es conveniente para los políticos, del PRI en primer lugar,
mantener a la gente en la pobreza y en la ignorancia, por eso también el
fracaso de sus dizque reformas educativas.
Desde cuándo que
en México se deberían registrar avances notables en la reducción de los niveles
de pobreza con todos los programas sociales que se han emprendido por lo menos
en los últimos treinta años y vamos de mal en peor también.
Y desde cuándo
deberíamos avanzar en los estándares internacionales que miden la excelencia
educativa y también vamos para atrás. Yo estoy convencida de que ambos rubros
se manipulan con fines electorales y eso es criminal.
Bueno, pues
además de estas herramientas que usa la clase política en México, está el
chiquero en el que han convertido los procesos electorales. No les importan
nuestras quejas, no les importa el enojo y el hartazgo ciudadano, mienten sin
miramientos, no hay honor, ni dignidad, ni vergüenza, se enloda a los enemigos
políticos aunque ello implique acabar con vidas y carreras y se manipula la
aplicación de programas sociales, políticas públicas y la discusión y
aprobación de leyes. El país se paraliza y en los funcionarios públicos priva
el interés de quedar acomodado en el trienio o en el sexenio que viene.
Tenemos que
romper con esto, no es posible. México no lo merece, no lo merecemos los
ciudadanos que con nuestros impuestos mantenemos todo este tinglado, esta
cloaca que no queremos y que no nos representa.
Urge que las
prácticas político-electorales en México toquen fondo para purgar y empezar de
nuevo.
Columna publicada en El Informador el sábado 29 de abril de 2017.