Ciudad Adentro
Las malas
experiencias en medios estadounidenses por no verificar la información antes de
publicarla han endurecido las reglas y las normas que se deben cumplir antes de
que un trabajo periodístico merezca un espacio virtual o en la edición impresa,
de periódicos cuyo prestigio no está en tela de duda como The New York Times.
Es claro que el
Presidente de México no tiene o aparenta no tener, un conocimiento mínimo de
cómo funciona el periodismo en Estados Unidos, incluso en México, sin contar el
periodismo advenedizo, corrupto y consecuente claro está; de ese, seguro,
conoce muy bien el modus operandi. Del otro, lejos de reconocerlo como
periodismo de alto nivel, responsable, independiente y comprometido con la
sociedad, ha dado muestras de desdén y de molestia por las publicaciones que
sí, lo han afectado y a su familia, severamente a lo largo de este sexenio que
fenece.
Todo esto ha
quedado en evidencia con su reacción tardía al reportaje que apareció apenas el
miércoles en The New York Times,
firmado por Azam Ahmed y Nicole Perlroth y titulado“Somos los nuevos enemigos del Estado: el espionaje a activistas y periodistas en México”. Se trata de un trabajo impecable, con todas las fuentes
y las referencias necesarias para tener la seguridad de que el contenido es
verdadero, y expone —objetivo y función del periodismo de investigación— una
realidad que cayó como losa de cientos de toneladas sobre la clase política
nacional, pero que hasta el momento sólo ha merecido respuestas tibias,
desafortunadas y contradictorias que, en suma, despiertan más sospechas que
certezas.
De entrada, el
vocero de la Presidencia de la República afirmó que no hay pruebas. Esta simple
sentencia deja en claro que hay molestia, una gran molestia, similar a la que
generó el tema de la Casa Blanca. Ahora sí que como decía mi abuelita: “se
hacen del delito” ¿por qué? Porque si no hay nada que temer, creo yo, la
primera reacción debió haber sido algo así como: “es lamentable que periodistas
y activistas estén siendo sometidos a un presunto espionaje como se ha
denunciado, pero el Gobierno de la República, respetuoso de las libertades
civiles especialmente de la libertad de expresión y de las causas sociales que
enarbolan los activistas, atenderá este asunto para dilucidar quién o quiénes
están detrás de estas prácticas, se fincarán responsabilidades y se tomarán
medidas para que esto no suceda nunca más por ningún motivo”.
Digo, aunque
también hubiera costado trabajo creer una reacción así, por lo menos se están
haciendo responsables en lugar de descalificar de inmediato, como hizo Peña
aquí en Jalisco al día siguiente. Descalificar no, de hecho, bueno, eso está
siempre implícito en sus mensajes tratándose de prensa libre y comprometida,
sino amenazar, cito textual: “al amparo de la ley pueda aplicarse la justicia
contra aquellos que han levantado estos falsos señalamientos contra el
gobierno”.
Dijo lo que
dijo. Nada de que: lo que el Presidente
quiso decir… No. Se expresa una vez
más el coraje por lo publicado en esta y en otras partes del discurso como
cuando afirmó “resulta muy fácil convocar para que se señale al gobierno como
una entidad que espía, nada más falso que eso, porque ninguna de las personas
que se sienta agraviada, puede afirmar o mostrar o evidenciar siquiera que su vida
se haya visto afectada, lastimada, por estas supuestas intervenciones, por ese
supuesto espionaje…”. Ademanes de desdén incluidos.
Esto es
lamentable y como afirman varias organizaciones civiles que reaccionaron al
discurso, es preocupante. La actitud presidencial es contra quienes denuncian,
contra las víctimas de espionaje; en lugar de manifestarse de su lado
precisamente porque se trata de una práctica ilegal que, como el mismo Peña
dijo “no cabe en una democracia”. Porque efectivamente no cabe en una
democracia, pero sí existe y si se practica, si ha costado tantos millones de
dólares y si sí hay afectados ¿y la democracia?
Los
señalamientos de parte de los periodistas y activistas, afectados y no (esto ha
propiciado cierta unión del gremio) se endurecieron: “al condenar al fracaso
las investigaciones, al normalizar el impacto de los intentos de espionaje en
la vida de las personas, al restar importancia a las intervenciones y, sobre
todo, al proferir una preocupante amenaza a las y los denunciantes, el
Presidente Peña Nieto ha mostrado que no será capaz de investigarse a sí
mismo”. A ver cómo responde a la exigencia de constituir un panel de expertos
para que funja como escrutador de las investigaciones de la PGR. A ver. Dijo lo
que dijo, pero si quiere enmendar, esta propuesta es una oportunidad.
Columna publicada en El Informador el sábado 24 de junio de 2017.