jueves, 29 de junio de 2017

Dijo lo que dijo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Las malas experiencias en medios estadounidenses por no verificar la información antes de publicarla han endurecido las reglas y las normas que se deben cumplir antes de que un trabajo periodístico merezca un espacio virtual o en la edición impresa, de periódicos cuyo prestigio no está en tela de duda como The New York Times.
Es claro que el Presidente de México no tiene o aparenta no tener, un conocimiento mínimo de cómo funciona el periodismo en Estados Unidos, incluso en México, sin contar el periodismo advenedizo, corrupto y consecuente claro está; de ese, seguro, conoce muy bien el modus operandi. Del otro, lejos de reconocerlo como periodismo de alto nivel, responsable, independiente y comprometido con la sociedad, ha dado muestras de desdén y de molestia por las publicaciones que sí, lo han afectado y a su familia, severamente a lo largo de este sexenio que fenece.
Todo esto ha quedado en evidencia con su reacción tardía al reportaje que apareció apenas el miércoles en The New York Times, firmado por Azam Ahmed y Nicole Perlroth y tituladoSomos los nuevos enemigos del Estado: el espionaje a activistas y periodistas en México”. Se trata de un trabajo impecable, con todas las fuentes y las referencias necesarias para tener la seguridad de que el contenido es verdadero, y expone —objetivo y función del periodismo de investigación— una realidad que cayó como losa de cientos de toneladas sobre la clase política nacional, pero que hasta el momento sólo ha merecido respuestas tibias, desafortunadas y contradictorias que, en suma, despiertan más sospechas que certezas.
De entrada, el vocero de la Presidencia de la República afirmó que no hay pruebas. Esta simple sentencia deja en claro que hay molestia, una gran molestia, similar a la que generó el tema de la Casa Blanca. Ahora sí que como decía mi abuelita: “se hacen del delito” ¿por qué? Porque si no hay nada que temer, creo yo, la primera reacción debió haber sido algo así como: “es lamentable que periodistas y activistas estén siendo sometidos a un presunto espionaje como se ha denunciado, pero el Gobierno de la República, respetuoso de las libertades civiles especialmente de la libertad de expresión y de las causas sociales que enarbolan los activistas, atenderá este asunto para dilucidar quién o quiénes están detrás de estas prácticas, se fincarán responsabilidades y se tomarán medidas para que esto no suceda nunca más por ningún motivo”.
Digo, aunque también hubiera costado trabajo creer una reacción así, por lo menos se están haciendo responsables en lugar de descalificar de inmediato, como hizo Peña aquí en Jalisco al día siguiente. Descalificar no, de hecho, bueno, eso está siempre implícito en sus mensajes tratándose de prensa libre y comprometida, sino amenazar, cito textual: “al amparo de la ley pueda aplicarse la justicia contra aquellos que han levantado estos falsos señalamientos contra el gobierno”.
Dijo lo que dijo. Nada de que: lo que el Presidente quiso decir… No. Se  expresa una vez más el coraje por lo publicado en esta y en otras partes del discurso como cuando afirmó “resulta muy fácil convocar para que se señale al gobierno como una entidad que espía, nada más falso que eso, porque ninguna de las personas que se sienta agraviada, puede afirmar o mostrar o evidenciar siquiera que su vida se haya visto afectada, lastimada, por estas supuestas intervenciones, por ese supuesto espionaje…”. Ademanes de desdén incluidos.
Esto es lamentable y como afirman varias organizaciones civiles que reaccionaron al discurso, es preocupante. La actitud presidencial es contra quienes denuncian, contra las víctimas de espionaje; en lugar de manifestarse de su lado precisamente porque se trata de una práctica ilegal que, como el mismo Peña dijo “no cabe en una democracia”. Porque efectivamente no cabe en una democracia, pero sí existe y si se practica, si ha costado tantos millones de dólares y si sí hay afectados ¿y la democracia?

Los señalamientos de parte de los periodistas y activistas, afectados y no (esto ha propiciado cierta unión del gremio) se endurecieron: “al condenar al fracaso las investigaciones, al normalizar el impacto de los intentos de espionaje en la vida de las personas, al restar importancia a las intervenciones y, sobre todo, al proferir una preocupante amenaza a las y los denunciantes, el Presidente Peña Nieto ha mostrado que no será capaz de investigarse a sí mismo”. A ver cómo responde a la exigencia de constituir un panel de expertos para que funja como escrutador de las investigaciones de la PGR. A ver. Dijo lo que dijo, pero si quiere enmendar, esta propuesta es una oportunidad.

Columna publicada en El Informador el sábado 24 de junio de 2017.

sábado, 17 de junio de 2017

¿Normalidad democrática?

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El Presidente de México desea el regreso a la “normalidad democrática” en Venezuela como si en nuestro país fuera una realidad. No lo es. Ojalá en México la normalidad democrática estuviera consolidada. No es así ni disponemos de elementos para considerar que por lo menos algo de democracia es cierto o es real, pero tampoco.
Luego de los comicios del 4 de junio, específicamente los del Estado de México, la certeza generalizada es que fue una elección de Estado y se ha dado cuenta puntual en diferentes medios y plataformas, desde el análisis periodístico y desde los damnificados electorales, de la gran variedad de trampas y de las formas, ni siquiera nuevas, con las que es posible consumar un fraude.
A dos semanas de la jornada, lo que parece que se reviste de normalidad es eso: las irregularidades, la compra de votos, los votos mal contados, las estrategias de división mediante la cooptación de candidatos y la profusión de partidos que se alían con el mejor postor; la pobreza y la mala educación deliberadas y, en suma, el tinglado que tiene montado el sistema en el país cuyo principal exponente o referente es, nada menos y nada más que el Estado de México, la sede de Atlacomulco, la entidad de donde son originarias varias familias de encumbrados políticos que han perfeccionado las formas del fraude al grado de que ahí, en el Edomex, hoy por hoy, la alternancia es desconocida.
Aunque no se trata de un proceso cerrado, todo indica que se confirmarán los resultados y dentro de unas semanas Alfredo del Mazo recibirá su constancia de mayoría. La legislación electoral del Estado de México varía un poco en comparación otras leyes, incluso la federal, porque no se entrega la constancia de mayoría al candidato ganador sino hasta que se agotan los recursos judiciales interpuestos por la oposición.
Uno de los partidos a los que le fue peor, sino es al que más, el PAN, con Josefina Vázquez Mota, anunció que impugnará la elección, a pesar de que ni con eso lograría un cambio significativo en los resultados; pero también la principal afectada, la candidata de Morena, Delfina Gómez, en segundo lugar por un dos por ciento escaso de diferencia con respecto al priista. En otros tiempos, un resultado así se conocía como empate técnico, y si las impugnaciones proceden, al hacer recuentos y/o anulaciones, se podrían tener sorpresas, pero es difícil, muy difícil tratándose del Estado de México. Ya veremos qué pasa.
El caso es y no puedo dejar de comentarlo, es que la realidad electoral en esa entidad todos la veíamos venir, se documentó puntualmente en redes sociales y fue comentario de opinólogos y analistas, sin embargo, a la hora que sucede lo que todos esperábamos, las reacciones son de resignación, de “sí, ya lo sabía”, “sí, se veía venir”, “sí, el PRI no iba a permitir lo contrario”… Y expresiones por el estilo.
La normalidad democrática, el concepto real, sin tergiversaciones, debería ser una aspiración de todos los ciudadanos, independientemente de los defectos y perversidades asociadas a los regímenes democráticos; pero en México, y esto es lo que no debemos ni podemos permitir, se está convirtiendo en la aceptación del fraude, como antes, mucho antes del IFE de Woldenberg y de la alternancia, cuando los mexicanos decían que el PRI ganaría sí o sí y por eso los niveles de abstención eran altísimos, cuando no existía incertidumbre sobre los resultados.
El partido en el poder es persistente. Evitará perderlo a costa de lo que sea siempre que pueda, pero los mexicanos no debemos tolerarlo, ni resignarnos, ni olvidar cómo violan las leyes y se manipula a las masas, reitero, convenientemente en la pobreza y sin acceso a una buena educación.
La que se ha dado en llamar elección de Estado como si nada, nos debería indignar, son hechos para reclamar, para impedir que se repitan, para exigir que se corrijan. No es normal que se compren votos y conciencias, es la mejor forma de anular la voluntad ciudadana.
La normalidad democrática quiere decir otra cosa: elecciones libres, competitivas y equitativas; incertidumbre electoral; independencia de los tres poderes y las mismas reglas para todos. Las elecciones del 4 de junio, las del Edomex sobre todo, no fueron así.


Columna publicada en El Informador el sábado 17 de junio de 2017.

Nos han enseñado mal la historia V

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Ahora sí, esta es la quinta y última parte. Es un texto que me sirvió también para hacer catarsis y que resume reflexiones con respecto a lo aprendido, algo de lo aprendido; y nuestra realidad ahora marcada por un contexto electoral que no es nuevo lamentablemente, de hecho, es peor. Me preocupa la naturalidad y resignación con la que algunas personas reconocen que en el Estado de México, fue una elección de Estado y se quedan tan campantes. Me escandaliza el descaro de la compra de votos y de la manipulación mediática; la única esperanza está agarrada de aquel espíritu público al que me he referido. Sigo y concluyo:
El sentimiento nacionalista, el espíritu público que nació con fuerza y dio vida a México, fue aplacado pronto, aplastado y desconocido; aunque no en el primer intento. Es tan fuerte que todavía resurge y atemoriza. Entonces vuelve a ser sometido por el desdén y la impotencia; muchas veces es reprimido con violencia y más frecuentemente de lo que quisiéramos muchos, es cooptado por quienes tienen poder para maicear, los caciques de feudos pequeños, medianos, grandes y extra-grandes que logran que talentos extraordinarios claudiquen y caigan en el juego de la deshonestidad y la desvergüenza. Lamentablemente, universidades públicas son un ejemplo.
Todavía hace unos pocos años, a fines del siglo XX, vinieron historiadores a decir que no tuvimos conciencia de nación sino hasta muy tarde. Que salvo las élites ilustradas, lo demás eran poblaciones en donde campeaba la inconsciencia. Ni sentido de nación, ni percepción de la extensión del territorio, ni orgullo, ni casta, ni espíritu público.
Nos han enseñado mal la historia.
Nos han contado relatos de héroes y villanos; la historia de una raza de bronce en realidad débil y sumisa y nos han dicho que por eso estamos así, que por eso todas las desgracias actuales las merecemos; que no exigimos lo suficiente; que nos conformamos con una despensa para votar por el peor; y que en esencia somos corruptos, que a las primeras de cambio sale de lo más profundo de nuestro ser el indio taimado y ladino que todos llevamos dentro. No es así.
Nos han enseñado mal la historia.
Con maestría y paciencia, nos han cortado con la misma tijera y todos los mexicanos de todos los tiempos quedamos reducidos a una masa ignorante, pobre, abusiva y abusada; una multitud que busca el “sueño americano”, que se solaza con la música de mal y peor gusto, que no lee y vota por el candidato “más guapo”. No somos así, no todos somos así, ni siquiera la mayoría.
Nos han contado mal la historia.
A estas alturas, con un programa bien diseñado de mala educación y pobreza extrema convenientemente mantenida; con televisoras que ofrecen producciones para la enajenación, la manipulación y la violencia, para fomentar la frustración y llenar este país de wannabes, la sociedad mexicana tiene hoy menos margen de maniobra y la clase en el poder se sirve con la cuchara grande.
Les ha funcionado enseñarnos mal la historia para actuar a sus anchas, para venerar al dios de la corrupción, honrar las bajezas, enorgullecerse por la falta de escrúpulos y por los abusos infringidos a una sociedad noble, trabajadora, aguantadora, leal, pacífica, sometida a través de la ignorancia y capaz de perder dignidad y orgullo para llevar de comer a sus hijos.
No siempre fue así. Urge ahora difundir esa parte de orgullo y decencia que priva en todos y que se ha manifestado a lo largo de nuestra historia, con irregularidad, inconstancia y diversidad en las intensidades sí, pero que puede ser el clavo ardiente que nos salve, el punto de reencuentro, recuperación, restitución, reconstrucción y auto-reconocimiento con la carga de identidad que incluye; volver a los tiempos cuando la dignidad y el honor eran costumbre (Elena Hernández dixit); aquellas épocas en las que salimos en defensa del objeto de nuestras lealtades porque creíamos en eso y éramos capaces de dar la vida por la patria, el territorio donde nacieron y crecieron los hijos y sus hijos y sus nietos, generaciones de mexicanos herederos de grandeza, sabiduría, honestidad, entereza, determinación, creatividad, ciencia, arte, intelecto, filosofía de vida, solidaridad, amor por la naturaleza, respeto por los ancestros…
Hay honor y orgullo en nuestra historia; dignidad y conciencia; cultura, raíces profundas y significativas. Alimento para el espíritu público y la unidad nacional.
Realmente Fernando VII nos hizo un gran favor al insistir en pacificar y reconquistar; también el autoritarismo y los abusos de José de Gálvez ayudaron y todos los que rechazaron lo americano: Buffon, Pauwn, Raynal y Robertson. Antes ellos, ahora Peña y todos los partidos y Trump… Es quizá nuestra forma de surgir de las cenizas. Sueño eso.

Columna publicada en El Informador el sábado 10 de junio de 2017.



domingo, 4 de junio de 2017

Nos han enseñado mal la historia IV

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hoy presento la penúltima entrega del texto que da título a la columna. La afirmación no es de forma, sino de fondo; y realmente la forma no es la ideal, pero ese es otro tema. Esta idea de que nos han enseñado mal la historia surgió a raíz de la lectura y análisis de muchos libros y artículos, de fuentes primarias y descubrimientos que me han llevado a comprender cuestiones que nunca había entendido, que antes no había considerado; que desconocía; o las daba por buenas o de plano, no las advertí. Esta certeza me ha llevado a querer conocer más, a profundizar; ojalá, a partir de este texto, el lector sienta lo mismo, vale la pena.
Antes de dar pie a la cuarta parte del texto (creí que con cuatro bastaría pero no, habrá una quinta), simplemente quiero decir, y es un deseo, que ojalá los electores en el Estado de México sobre todo, pero también los de los demás estados en donde habrá elecciones, no voten con miedo, el miedo es la principal herramienta, la principal arma de las clases en el poder para someter a la población. Cuidado con eso.
Va la cuarta parte:
Todos los intentos fueron vanos e infructuosos (me refiero a los intentos de reconquista de Fernando VII), desgastantes, pero sirvieron para que en México surgiera, mucho antes de la amenaza e invasión estadounidense, una conciencia de nación sólida y convencida; lo que en la época se conocía como espíritu público, por el orgullo de ser mexicanos.
Después de consultar los periódicos y las hojas sueltas de la época, confirmo que los intentos de reconquista lograron la unidad nacional de los mexicanos por México, un efecto francamente perverso para Fernando VII. Y existía esa conciencia. Me referí al principio a un texto de Vicente Guerrero, cabe aquí incluir esos párrafos que me maravillaron (respeté la escritura de la época):
¡Mejicanos! debo deciros que el solo evento que nos faltaba para solidar nuestra independencia y dar estabilidad á las instituciones republicanas, era precisamente la irrupción de esos bandidos. Su ruina hará para siempre indestructible la libertad mejicana y el influjo incontrastable de esta deidad de los hombres, seguirá los restos fugitivos de los malvados hasta Cuba y Puertorico, cuyos naturales abatidos tendrán la oportunidad de levantar un brazo vengador contra sus implacables opresores.
Por lo que toca á nuestro país, primero se verá inundado en la heroica sangre de sus hijos que sujeto á la arbitrariedad de tan odiosos extranjeros. Los mejicanos estamos profundamente afectados por el oprobio de la esclavitud, para resignarnos á arrastrar sus detestables cadenas.
Nos han enseñado mal la historia. Mal, para que no tengamos conciencia de nuestra grandeza, de nuestra valentía, de nuestro valor.
Nos dicen flojos, transas y corruptos, ignorantes y acomplejados, que siempre estamos deseando ser como otros, tener una nacionalidad distinta, pertenecer a otro país. Nos han dicho que nuestra historia está plagada de traiciones y que las élites en el poder a lo largo de la historia sólo han querido eso: poder y dinero. Es tentador y hoy es cierto, pero no siempre ha sido así.
Nos han enseñado mal la historia.
Con vara en mano nos han inculcado el odio contra nosotros y contra los otros. Hemos aprendido a odiar. Y cuando estas ideas ficticias estaban ya bien arraigadas en la sique, vinieron los intelectuales y hasta uno que ganó después el Premio Nobel para decirnos que somos lo peor… Y lo hemos creído. De pronto nos atacan los sentimientos de culpa y hemos ido por la vida y por los siglos cargando remordimientos. Criticándonos y cuestionándonos como pueblo, como sociedad.
Deliberadamente nos han ocultado nuestra grandeza, nuestra fuerza, nuestro poder como pueblo creativo y trabajador, noble y alegre. Nos han dicho que tenemos el gobierno que merecemos y no es así; ni los gobernantes son reflejo de la sociedad.
Y nos han dividido. Entre indígenas y españoles, la gran masa de mestizos que somos no se reconcilia con las raíces, con las ramas primeras del gran árbol de la vida bajo cuya sombra somos, crecemos y pertenecemos; ni con los que agregaron genes, apellidos, costumbres, idiosincrasia y lengua.
Nos han enseñado mal la historia.
El sentimiento nacionalista, el espíritu público que nació con fuerza y dio vida a México, fue aplacado pronto, aplastado y desconocido; aunque no en el primer intento. Es tan fuerte que todavía resurge y atemoriza.
Nos han enseñado mal la historia.

Columna publicada en El Informador el sábado 3 de junio de 2017.