domingo, 30 de julio de 2017

Falta de autenticidad

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Falta de autenticidad

Además de la corrupción, que no es poca cosa, la clase política adolece (*) de autenticidad. Ninguna decisión se toma con base en las necesidades de la población a la que se deben. Digo, no estoy descubriendo el hilo negro, pero si seguimos el rastro o la pista de sus manifiestos, informes, declaraciones y acciones varias, confirmaremos que nada, pero nada, se hace sin interés electorero. Dicho de otras formas: no dan paso sin huarache o se dedican a llevar agua a sus molinos.
Los ciudadanos estamos a expensas de que estas decisiones interesadas representen algún beneficio, pero también se corre el riesgo de que no y pasen a convertirse en claras y absolutas imposiciones dignas de gobiernos autoritarios, así, autoritarios, sin filtros ni disfraces.
Me veo en la necesidad de curarme en salud: estoy a favor del uso de las bicicletas y de todas las medidas que se tomen para inhibir el uso del automóvil y mejorar la movilidad en esta ciudad tan compleja. Mejorar la movilidad para mí significa agilidad, fluidez, menos contaminación, menos costos en todos los sentidos, menos desperdicio de tiempo, productividad… en suma, armonía social y urbana.
Hasta aquí bien. Lo que no me parece y lo he expresado desde hace años, es que se habiliten ciclopistas o ciclovías como si fuera lo único que se necesita, precisamente, para mejorar la vialidad. Lo peor de todo es que a pesar de las malas experiencias por las ciclovías en otros puntos de la ciudad como en Av. La Paz por ejemplo, se cometen los mismos o peores errores en la de Av. México.
Ambas vías eran fluidas y de las pocas que cubren amplios sectores de la urbe de oriente a poniente y viceversa. Av. México, entre Juan Palomar y López Mateos, funcionaba (tiempo pasado) como vía alterna en caso de accidente, obra pública, tormenta o cierre de la Minerva. Efectivamente, ya no. En la confluencia de las avenidas México y Terranova (poniente) se hace un mazacote con los semáforos y flechas que mínimo (y eso si no está lloviendo o hubo algún percance vial) hay que invertir media hora en un tramo de dos cuadras. ¿Y la ciclovía? Vacía.
Hace tiempo conversé con un promotor del uso de la bici y cuando le manifesté los problemas que generaba la ciclopista en Av. La Paz (ya saben, la supresión de un carril de cada lado del camellón, los bolardos y el estacionamiento a media vía), de inmediato me dijo que le quedaba claro que yo era una opositora. Ah, porque esta es otra cuestión: no se puede expresar un desacuerdo, con argumentos y con el ánimo de que la medida se mejore, porque del otro lado hay un cierre total de entendimiento y lo único que puede surgir de una actitud así es un juicio demoledor. Casi fui juzgada de antiprogresista y sólo faltó que me colgara alguna etiqueta partidista, bueno, de seguro lo hizo pero no me lo dijo. El individuo se enojó y prácticamente me retiró el habla. Así se las gastan en una reacción que lamentablemente cunde y que lejos de aportar limita… A ver cuándo aprenderemos.
Estas decisiones responden a una tendencia electorera a favor de la movilidad, pero se ha malentendido y se han desdeñado, reitero, los señalamientos que apuntan a hacerlo de una mejor manera. ¿Los resultados? Caos vial, pérdida de tiempo, costos, costos y más costos, más humor y lo que se acumule. Algo que podría ser bueno lo están haciendo mal. Ese tramo de Av. México, lo echaron a perder ya y con él, toda la zona de influencia que es transitada y extensa.
Otro ejemplo de la falta de autenticidad (son apenas dos botoncitos), es el tema de la escultura de José Fors. Me recuerda aquel mural que Alejandro Colunga no pintó en la Capilla Loreto porque en esta casa editorial se dio a conocer la imposición que se pretendía. Retomo las consideraciones del Dr. Roberto Castelán: es de celebrar que los gobiernos incluyan en sus políticas públicas el impulso del arte y los artistas, sobre todo en Jalisco con tanto talento y más, agrego, si la cuestión presupuestal está resuelta… Pero ¿por qué José Fors? ¿Por qué no otro? Es algo que ampliamente se podría someter a consulta. Se está manejando el asunto como una total y absoluta imposiciones, es decir, como emanada de un gobierno autoritario. La ciudad es de todos y el arte público pasas a formar parte del patrimonio de todos. Si Enrique Alfaro tuviera esto en cuenta, sus decisiones serían más auténticas y no nos recordarían tanto a los gobiernos que dice criticar y con respecto a los cuales quiere pintar una raya o poner distancia. Está a tiempo de rectificar. La carrera pretende ser larga.

Columna publicada en El Informador el sábado 29 de julio de 2017.




miércoles, 26 de julio de 2017

Derechos humanos

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)


En medio de un contexto verdaderamente complicado, como si el proceso no lo fuera por sí mismo, el tema que domina la escena pública en Jalisco en estos días es el relativo al nombramiento del próximo titular de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Jalisco. El asunto es polémico por varias razones pero sobre todo por los altos niveles de politización de que hacen gala todos los actores directamente involucrados. Es un sector de la población, activista, con conciencia social, que no se queda callado, que denuncia y expone y que, en pocas palabras, hace valer sus derechos.
Quienes participan como aspirantes a ocupar el cargo o como impulsores de los candidatos no sólo están perfectamente enterados de una materia compleja que requiere constante actualización sino que además casi todos pueden dar testimonio de lo que se ha hecho y los que no en la defensa de los derechos humanos en Jalisco y de cómo han sido los anteriores procesos para la renovación del ombudsman en el Estado.
Lamentablemente, como en otros organismos considerados ciudadanos o ciudadanizados, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDHJ), sujeta a los vaivenes partidistas, de ser una institución de la que podíamos sentirnos orgullosos por el componente de vanguardia y ejemplo en el concierto nacional (como en su momento fueron el ITEI y el propio Consejo electoral de Jalisco hoy Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco) pasó a convertirse en una entidad secuestrada por cuotas e intereses de partidos políticos.

Fotografía: El Informador.

¿Habrá manera de mantener a salvo el proceso vigente de manera que quien resulte electo verdaderamente defienda los derechos humanos en Jalisco? ¿Será posible que quien llegue no responda a intereses de partido ni actúe siguiendo tendencias? ¿Será posible que el o la elegida trabaje de tal manera que el avance en la defensa de los derechos humanos sea una realidad medible y evaluable? ¿Que no nade de muertito mientras se alimenta generosamente de nuestros impuestos? ¿Podría alguien de los decisores ofrecer garantías a los ciudadanos de que la selección estará apegada a derecho, de que efectivamente se buscará y elegirá al mejor o a la mejor de entre todos los aspirantes? ¿Qué tenemos que hacer los ciudadanos de a pie para que esto suceda, para que el proceso no se vicie como el anterior y para que no pasemos otros cinco o diez años como si en Jalisco no existiera la figura defensora de los derechos humanos?
Académicos de varias universidades, tanto de la Universidad de Guadalajara como de varias de las privadas; y activistas defensores de derechos humanos especializados en distintas áreas han estado al pendiente del proceso, han opinado e impulsado ¿serán escuchados?
El tiempo es el perfecto para aprender de lo que ha sucedido en el pasado y, sobre todo, es una oportunidad para que la clase política se reivindique por lo menos en esta materia que es fundamental para la armonía y cohesión del tejido social tan violentado y maltrecho; una materia a la que se le dio importancia al principio (porque era tendencia) pero cuando los resultados implicaban el cuestionamiento severo y la exposición pública de los malos funcionarios públicos, motivaron que los mismos políticos que crearon la institución, la atacaran y debilitaran mediante la perversión de la estructura.
Esto tiene que cambiar. Y si bien todos hemos padecido la ausencia de una defensa real, profunda y auténtica de los derechos humanos en Jalisco, los activistas, los que tienen pruebas y registros, los que en muchos casos han sido víctimas del propio sistema, los que a pesar de amenazas han alzado la voz y se han manifestado en la lucha por defender los derechos de los más vulnerables, los que son los expertos, son los más indicados para vigilar que el proceso no sea infiltrado, ni alterado, ni pervertido, ni manipulado; y el juez por su casa empieza.
Estamos a unos días de que haya definiciones y los cuestionamientos contra el proceso, contra algunos de los aspirantes así como señalamientos de diversos conflictos de intereses, están a la orden del día.
Esta decisión reclama un cuidado extremo, una vigilancia puntual y una gran responsabilidad de todos los actores. Es difícil, pero debemos confiar en que, ahora sí, gracias a la presión de los activistas, Jalisco tendrá otra vez, después de 10 años, un auténtico, honesto, valiente e independiente defensor o defensora de los derechos humanos. No sólo es necesario, es urgente.

Columna publicada en El Informador el sábado 22 de julio de 2017.

sábado, 15 de julio de 2017

Romper patrones

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace varios meses, sobre todo a partir del nuevo conocimiento que he adquirido sobre nuestra historia, una idea me da vueltas en la cabeza y pienso que se puede aplicar prácticamente en todo: es urgente que como sociedad rompamos patrones. No sé, seguramente está en nuestra condición de seres humanos la proclividad a fabricar modelos y rutinas para apegarnos ciegamente en busca de algo de seguridad, independientemente de que sean viciosos o perniciosas. Es lo que aprendimos, es lo que hacemos y si no hay una fuerza externa que nos permita darnos cuenta, por lo menos estar conscientes, seguiremos así toda la vida.
Lo pienso ahora a partir de la ola de violencia en la zona metropolitana de Guadalajara, de las declaraciones y promesas de los funcionarios responsables en turno de que en un mes se reducirá la inseguridad (¿por qué hasta ahora? ¿por qué hasta que se llega a niveles extremos?) y de las cifras apenas dadas a conocer ayer en esta Casa editorial, de lo mal que andamos no sólo en la cantidad de policías por cada 300 mil habitantes según los estándares internacionales, sino en sus condiciones de trabajo empezando por el sueldo.
En esta materia que se viene planteando como problema, como pendiente en la agenda pública desde hace décadas, es fundamental y urgente que se rompan patrones. Imposible empezar de cero, aunque a veces, muchas veces, necesitamos pensar que lo utópico puede ser posible para salir por lo menos de rezagos y retrocesos.
Lo que se expone, una vez más, como problemas en las corporaciones policiacas del Estado y de los municipios es lo de siempre. Y se regresa al tema por la ola de violencia que las autoridades no tienen empacho en achacar al crimen organizado, a pleitos entre bandas, ajustes de cuentas y cuestiones por el estilo, como para justificar sus omisiones y sus ineficiencias.
Dicho así, el mensaje es que la autoridad es incapaz o no quiere combatir al crimen organizado; es como si aceptaran que así es y así será por siempre y para siempre y que no queda otra que convertirnos en espectadores impotentes y, peor, en víctimas.
Ahora, los responsables de la seguridad en Jalisco y en la zona metropolitana ¿no saben lo que pasa? ¿No se supone que se les paga para que elijan a los mejores elementos y por lo menos estén informados de la realidad en las calles? ¿O cómo es posible que a raíz de una ola de violencia —que no quieren reconocer por cierto ni del Estado ni de la ciudad de Guadalajara— se prometa que en un mes se reducirá la inseguridad? ¿Tiene que haber olas de violencia para que ellos se decidan a tomar medidas, para que se pongan a trabajar?
Tal vez lo único que quieren es pasar como sea tres o seis años en sus respectivos cargos, nadar de muertitos, echarle la culpa a otros, cosechar cheques en blanco y pedir por el beneficio de la duda, al cabo hay peores, y mantenerse en el poder confiados en eso, en que son tuertos en una tierra de ciegos.
Es lo que ha pasado con la clase política, a ninguno le conviene entrar a fondo (¿o será que no pueden? ¿que el sistema está tan pervertido, podrido y corrompido que no hay manera?) y se van acumulando rezagos hasta que empezamos a retroceder y nos arrastran por su ineficiencia y su corrupción, porque terminan bajando la guardia o de plano son cooptados por el mazacote de porquería que es el sistema político mexicano.
Ya nos habían prometido otros, hace años, que se combatiría la inseguridad. Hasta una guerra hubo contra el narcotráfico y el crimen organizado con miles de muertos y desaparecidos y se inició una escalada que persiste hasta estos días; y luego están los compromisos locales. ¿Y? ¿En dónde están los resultados? Mandos únicos, estrategias y programas rimbombantes; reformas van y vienen, alternancia, promesas y más promesas. ¿Y? En lugar de mejorar, empeoramos y la situación se consolida en su calidad de insostenible.

Urge romper patrones. Es claro que las formas y los modos que se repiten y repiten sexenio tras sexenio; trienio tras trienio, no están funcionando. Es preciso emprender una purga, una limpieza a fondo y empezar sobre nuevas bases ¿no estamos acaso entre las 20 naciones más poderosas del planeta? ¿No se supone que estar ahí quiere decir que somos un país mucho más rico que otros? Esto por el discursito de que no hay recursos para pagar mejor a los policías e inhibir con ello la corrupción. Conformarse, simular, ser omisos y negligentes en el ejercicio de gobierno, son patrones que se han reproducido a lo largo de décadas ¿quién dijo yo?

Columna publicada en El Informador el sábado 15 de julio de 2017.

¿No hay remedio?

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hace por lo menos 20 años, fines del siglo XX, desde la sociedad civil y el periodismo crítico y de investigación, se empezó a vigilar y a cuestionar a los servidores públicos. Antes de que la alternancia fuera una realidad en México, la oposición de desgañitaba contra los abusos del PRI pero no pasaba nada. Y a través de medios de comunicación los “periodicazos” se fueron incrementando con repercusiones favorables en cuanto a la toma de decisiones o solución de las irregularidades que se exponían; se cortaban cabezas por lo general.
Así, cada vez más leíamos, veíamos y escuchábamos información relacionada con los sueldos y los gastos de la clase política, particularmente cuando los montos empezaron a crecer exponencialmente con el argumento (dizque) de que de esa manera se combatiría la corrupción (ajá).
A partir de los primeros señalamientos con respecto al mal manejo de los recursos públicos, ante las exigencias ciudadanas y la exposición constante en medios de comunicación, se tomaron medidas para contener los abusos como aquella comisión salarial en la que se determinarían los ingresos de los funcionarios públicos y que a la hora de la hora no sirvió de nada.
También se hicieron reglamentos y propuestas para frenar la escalada de gastos, sobre todo en el Legislativo, aunque por supuesto los ingresos y gastos de titulares del Ejecutivo e integrantes del Poder Judicial nos han escandalizado e indignado y hasta la fecha.
Pues bien, todo parece indicar que ninguna de las medidas, de los mea culpa, de los reglamentos y propuestas han servido para algo. Los legisladores, para no ir muy lejos, se siguen sirviendo con la cuchara grande, y bien, rebosante y varias veces.
El reportaje que se publicó ayer en El Informador es elocuente y nos confirma que los políticos no han hecho más que prometer, hacer como que la virgen les habla (para decirlo bonito) y desdeñar olímpicamente por no decir pasarse por el Arco del Triunfo, las demandas ciudadanas y de la sociedad civil organizada así como las normas que ellos mismos han diseñado para amarrarse las manos.
No podría creer en ningún integrante de la clase política, de la actual legislatura específicamente, alguna promesa o compromiso tendiente a corregir los vicios y la  proclividad a hacer mal uso de los impuestos que todos pagamos y que además debemos pagar con gusto y contentos porque luego nos echan en cara que nosotros no cumplimos y si no cumplimos con qué cara vamos a exigir ¿Y sobre la falta de cumplimiento de los servidores públicos? ¿Sobre la rendición de protesta en la que juran cumplir y hacer cumplir la constitución y todas las leyes que de ella emanan? ¿Y sobre la sumisión al mandato popular si acaso no lo hicieren? Todo eso es letra muerta no hay honor, ni el más leve asomo de vergüenza, de conciencia social y de amor por la patria chica y la grande.
Es escandaloso lo que gastan, es indignante que tomen dinero de lo que pagamos los contribuyentes para ellos comer muy bien e invitar a sus cuates, contratar seguros de gastos médicos, recibir un aguinaldo de 50 días, más viáticos cuando viajan dentro y fuera del país, gasolina, traslados, los sueldos y prestaciones de 17 empleados por diputado y una bolsa anual para el manejo de comités y comisiones, que para eso sí son muy buenos, para crearlas y obtener los presupuestos correspondientes. Ah, los famosos lonches también.
Cuando se trata de recortar estos gastos, de poner orden real y de vigilar cada centavo, los legisladores de todos los partidos se unen, se convierten en uno, como los mosqueteros, defienden, casi literal, a capa y espada sus jugosas prestaciones, sus prebendas y privilegios. Nunca han tenido éxito propuestas golondrinas para reducir sueldos, bonos y todo lo demás que conocemos de sobra y nos enardece por los abusos y por el contraste con la realidad paupérrima de la mayoría de mexicanos.

Cualquiera podría contestar la pregunta que encabeza esta columna. No, no hay remedio ni esperanzas de que lo haya. La desfachatez y el cinismo de la clase política los alcanza a todos y los abusos seguirán quién sabe hasta cuándo… sin remedio.

Columna publicada en El Informador el sábado 8 de julio de 2017.

sábado, 1 de julio de 2017

Agua… Historia de infortunios

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

No sé si es una maldición o qué, mañas, mala suerte, corrupción, aires de grandeza, soberbia, terquedad, negligencia, capricho ¿qué será? O todo combinado en un coctel pernicioso y pervertido.
Guadalajara y el agua tienen una historia infortunada, y no por obra y gracia de la naturaleza, en ese sentido, al contrario, porque la abundancia con la que por lo general es regada y dotada la ciudad es un privilegio desde tiempos inmemoriales, mucho antes de que la Virgen de Zapopan fuera nombrada patrona contra rayos, tormentas y tempestades para proteger a los tapatíos de los temporales.
Es infortunada porque, ante el crecimiento poblacional constante, y en diferentes momentos de su historia, incontrolable y desordenado, la demanda de agua ha aumentado a niveles tales que se ha convertido en uno de los puntos prioritarios de la agenda pública aunque mal atendido por decisiones equivocadas y por la lista de conductas de la clase política que acabo de escribir en el primer párrafo.
Infortunada, porque han prevalecido modas, caprichos, intereses y preconcepciones miopes que contrastan con una visión moderna, sustentable y protectora del medio ambiente; esa visión que garantizaría la dotación de agua por décadas al convertirla en un recurso renovable vía el manejo adecuado de la naturaleza; hay métodos, técnicas, estrategias probadas, confirmadas y emuladas en distintas partes del planeta. Con una decisión que ponderara esta postura, sin duda el líder que lo hiciera pasaría a la historia del lado de quienes enfrentaron grandes retos a favor de la sociedad; de alguien que rompió con un patrón de conducta que, reitero, ha sido mezquino y pernicioso; y optó por la responsabilidad y soluciones de larga duración y largo alcance.
Han dicho hasta el cansancio (y no hay dobleces ni intereses perversos) los activistas que no se cansan de alzar la voz, quizá algún día sean escuchados, que no es necesario construir presas para disponer del agua que necesitamos los sedientos citadinos y los campos y las industrias, bastaría con reforestar, supervisar y administrar caudales superficiales y subterráneos. Captación, carga y recarga, conducción, ahorro, manejo responsable, cuidado… ¿Es tan complicado? Seguramente costaría menos que los ¡90 millones de pesos! del estudio para determinar que sí, que la presa va con una cortina de 105 metros y la inundación de Temacapulín, Acasico y Palmarejo.
¿Por qué traigo todo esto a cuento? Precisamente porque la decisión de construir la presa El Zapotillo, retomada ahora después de pagar ese carísimo estudio, es una muestra clara de la falta de visión (miopía pues) y de compromiso con el manejo del agua y los habitantes de este Estado. Dos ejemplos que me conducen directo a la idea de los infortunios.
¿Qué se podría hacer con 90 millones de pesos? ¿Cuál sería nuestra realidad ahora si los millones y millones de pesos que se han destinado a estudios para construir presas se hubieran invertido en acciones más inteligentes, racionales, sustentables e innovadoras en el manejo de los recursos?
No debería extrañarnos el anuncio que hizo el gobernador Aristóteles Sandoval el jueves; de hecho, ni siquiera era necesario que se gastaran los 90 millones de pesos. Estaba claro que de todos modos lo haría. Es su modus operandi ¿se acuerdan de Arcediano? A mí no se me olvida aquella cortina de humo de los agentes infiltrados, entre el fin de la administración de Ramírez Acuña y el inicio de la de González Márquez, cuando Aristóteles Sandoval, como presidente de la Comisión de Hacienda en el Congreso del Estado —29 de enero de año 2007— permitió la aprobación del crédito para Arcediano. Permanece en internet una nota de entonces: “Sin contar con un estudio de impacto ambiental y a horas de que concluya su gestión, la Comisión de Hacienda del Congreso de Jalisco aprobó un crédito de mil 920 millones de pesos al Gobierno estatal para la construcción de una presa en Arcediano” (La Jornada).
Ahora, en un tono condescendiente, afirma que no se construirá nada hasta que no concluya la mudanza y las indemnizaciones; y se justifica: que el asunto quedó fuera de su alcance, que tenía las manos amarradas y expresiones así. Otra más.
La lista de infortunios de Guadalajara y el agua es larga. De un lado está lo que se ha hecho mal y del otro, lo que se ha omitido o suspendido como la negociación del crédito japonés que hoy nos tendría en otra realidad, menos infortunada, con respecto al agua.
Y eso que no he hablado del Lago de Chapala, el vaso lacustre protagonista de esta historia de infortunios. Chapala y los acuerdos de la Cuenca, los transvases, la contaminación, el lirio, el nivel, las plantas de tratamiento, agua para Guadalajara, el canal de Atequiza, la desforestación, el azolve, el pescado blanco…

Columna publicada en El Informador el sábado 1 de julio de 2017.