sábado, 26 de agosto de 2017

Ratificación y lecciones

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Para analistas inmersos en el círculo rojo de la política y del poder; para los mismos poderosos de diferentes partidos, particularmente quienes serán expuestos el día de mañana a la evaluación de la ciudadanía (bueno, de una parte) y los opositores, quizá sea fácil y cómodo hacer cálculos, estimaciones y aventuren escenarios con respecto a los resultados del proceso de ratificación que tendrá lugar este domingo en la zona metropolitana de Guadalajara.
En Tlaquepaque, Tlajomulco, Zapopan y Guadalajara se someterá a consideración de la ciudadanía si se ratifica o no en sus mandatos, a los presidentes municipales luego de que el 11 de julio pasado se hiciera la solicitud correspondiente, en el caso de Guadalajara, en un acto especial en la Plaza de la Liberación, lo recuerdo sobre todo porque, casualmente, pasaba por ahí. Protocolario a más no poder, pero en fin, parece que eso viene en los paquetes de toma de posesión de todos los niveles y órdenes de gobierno, del partido que sea.
Fácil y cómodo porque además se dispone de información privilegiada; de la que se tiene certeza para bien o para mal o datos factibles que conducen a curarse en salud y bueno, ahí están las declaraciones tanto de la presidenta municipal de Tlaquepaque como de Enrique Alfaro, de Guadalajara, en el sentido de que cabe la posibilidad de que los opositores (léase PRI) —y estoy parafraseando— intervengan en el ejercicio y no la ciudadanía, para la que está pensado y diseñado este mecanismo de participación ciudadana (bueno, y para los medios de comunicación y las redes sociales).
Para los ciudadanos, los enterados e interesados en participar y votar por la ratificación o no de los primeros ediles de estos cuatro municipios, el resultado del ejercicio es (y así debería ser) incierto.
Será interesante sin duda conocer cómo transcurre la consulta el día de mañana: quiénes asisten, cuántos, si hay interferencias, intentos de fraude, de alteración de resultados, de ciudadanos infiltrados a favor de una no ratificación; será interesante también estar atentos al manejo de la información, las denuncias que se hagan (si se hacen), los reportes que emita, por ejemplo, el Consejo Municipal de Participación Ciudadana. Esta entidad es particularmente interesante y de verdad, ojalá funcione como debe.
Se supone que consejos de esta naturaleza no deberían ser necesarios, no si el ejercicio del poder público no estuviera pervertido como está, hablando en términos generales, porque en realidad todo esto es por el daño que las clases políticas han hecho en la confianza y en la credibilidad de las personas.
Pero bueno, volviendo al Consejo, es la institución responsable de la planeación, organización, vigilancia, ejecución, conteo y dictaminación de la validez del proceso de ratificación; esto por lo que hace al ejercicio de mañana. Con relación a otras facultades, todas son muy importantes. Su función principal es nada menos y nada más que promover e implementar (es decir, aportar los espacios y la logística para que tenga lugar) el diálogo entre ciudadanos y autoridades “que propicie un auténtico esquema de gobernanza; en el que, por su carácter vinculante, las decisiones ciudadanas se conviertan en políticas públicas y la gestión y representación vecinal, se facilita”.

El ejercicio de mañana es importante sin duda alguna. Es inédito en una ciudad como Guadalajara y de este proceso de ratificación se desprenderán varias lecciones listas para ser aprendidas. Como es una evaluación, quizá tengamos noticias de por qué califican al primer munícipe de Guadalajara de una o de otra manera; por qué quieren que se quede o que se vaya; si todo fue correcto y transparente; si se motivó a la gente a participar; si es un teatro como tantos o un ejercicio auténtico y verdadero; si quedará en evidencia si se cuestiona o no la soberbia de los presidentes municipales en la toma de decisiones, en fin. A ver qué tanto será, al final del proceso, un ejercicio democrático, de vanguardia, auténtico y transparente… A ver.

Columna publicada en El Informador el sábado 26 de agosto de 2017.

Hasta parecen de verdad

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Si la lucha por el poder político en México tuviera como motivación el servicio público, la definición democrática y la puesta en marcha de un proyecto de nación emanado de nuestra historia, de nuestra realidad y de nuestras aspiraciones, consensuado y progresivo, seguramente no seríamos espectadores del teatro de las falsedades, de las vanidades y del ridículo como sucede justo hoy y ayer y seguramente, mañana.
Los tres grandes partidos que han llegado al poder y que han sido y son gobierno, son una muestra fehaciente de que lo que menos les importa, pese a los mandatos constitucionales, es operar como entidades de interés público y actuar en consecuencia. Los otros, hasta ahora, los que prácticamente no han sido gobierno (y me refiero al poder ejecutivo), sobreviven gracias a que se han colgado de los grandes para financiarse de recursos públicos y, obviamente, para los grandes son útiles; acuerdos no escritos de mutua conveniencia muy, pero muy alejada de lo que debería ser y de lo que en México se requiere.
Otro sería el escenario si los partidos y sus militantes funcionaran bajo la lógica del servicio, la de sacar al país adelante, la de superar rezagos, la de trabajar para recuperar el tiempo perdido en materia de salud, educación, vivienda, infraestructura, empleo; y también si los propósitos incluyeran el impulso de un proyecto de nación que tenga cabida para las mayorías. No es así, y lo sabemos.
Ahora somos testigos de un espectáculo que nos han impuesto gracias a la manipulación legal que ejercen derivada del monopolio del poder y todos los partidos, ninguno se salva, están enfrascados en las elecciones del año entrante con todos los cálculos, omisiones y decisiones que esto implica, todas por lo general en detrimento de la sociedad que los mantiene.
En las últimas semanas he escuchado cuestiones aparentemente tan simples como que se apresuren trámites este año porque en 2018 “todo mundo” estaré en campaña, tratando de acomodarse de un lado o de otro; de no perder el hueso o la plaza; pensando (y rogando) en elegir bien para no equivocarse, para no “moverse” porque si no, no salen en la foto; o para moverse si es lo que demanda la clase política de hoy, dependiendo de para dónde y con quién.
Estamos ya en la dinámica de cada seis años, se avecinan las elecciones “grandes”, las que incluyen la presidencial y en este circo también participan los proveedores electorales de cuanto material promocional. El negocio es redondo y las ganancias pingües para quienes “se ponen vivos” o para quienes tienen conocidos dentro del sistema político mexicano.
Creí muy tímidamente, de hecho fue un pensamiento en verdad precario, que quizá en esta ocasión podía ser diferente, pero no. Incluso me sorprenden muchos colegas que ya están  inmersos de plano en las adivinanzas políticas, en los cálculos, en el análisis electoral y electorero, que siguen líneas o no, pero que no hablan de otra cosa: que si la asamblea del PRI, que si la del PAN o la del PRD, estos grandes parapetos en los que hasta parecen de verdad, que hacen como que trabajan y cumplen con los mandatos constitucionales y estatutarios. ¿O a qué suena el siguiente objetivo: promover entre la militancia una participación plena, abierta y libre, así como una reflexión profunda sobre el proyecto de nación al que aspira el partido? Si no tuviéramos la experiencia que acumulamos en el modus operandi de los partidos en México, pensaríamos que ese es el instituto para votar por sus candidatos; un partido que toma en cuenta a su militancia de entrada ya va de gane; no se diga si además habla de participación plena, abierta ¡y libre! Y bueno, lo demás que el lector ya leyó. Seguramente con este objetivo cualquier partido se sentiría aludido. Ya sabemos que sus idearios y estatutos son perfectos, la cuestión es que a la hora de la práctica nada es cierto y de todos modos nos llevan al baile, de todos modos la corrupción campea, la descomposición de la clase política, la incongruencia entre decir y hacer; las promesas incumplidas y todo.

Si como sociedad civil no es posible, porque la frenan, emprender cambios reales y de fondo en nuestro sistema de gobierno ¿para que el teatro? Eso ya nadie lo cree, quizá ellos, que hasta parecen de verdad.

Columna publicada en El Informador el sábado 19 de agosto de 2017.

domingo, 13 de agosto de 2017

Fosas clandestinas

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En agosto de 2015 escribí un artículo que titulé “Guerras” y lo encontré al buscar información relativa a aquel hallazgo de una fosa clandestina en San Fernando, Tamaulipas que, de hecho, fue en 2010. Lo leí de cabo a rabo y tranquilamente pude volverlo a publicar hoy como si apenas lo hubiera escrito ayer con base en noticias recientes.
¿Cuántos años llevamos con esta realidad de muertos y desaparecidos? ¿Con esta realidad de violencia descomunal e imparable? ¿Cuánto tiempo hace que hacemos la cuenta de homicidios, feminicidios, de víctimas inocentes, de falsos positivos, de muertos por balas perdidas, por secuestros, de fosas clandestinas? ¿Desde cuándo las estadísticas ahora nos sirven para comparar y conocer con precisión los datos de un sexenio y de otro, de un año a otro, sólo para constatar que esto aumenta y aumenta y aumenta?
En el sitio de Aristegui Noticias leí la columna de Jacobo Dayán, "Zonas y campos de exterminio en México". Él es especialista en Derechos Humanos y sostiene que el nivel de violencia en el país ha llegado a tales niveles y extremos, que la sociedad está anestesiada; en un no querer saber por el dolor que causa, por la impotencia. Afirma que los mexicanos han preferido no ver “esa violencia dura” que “en goteo permanente ha derramado tanta sangre […]”. 
Estoy de acuerdo con esto. En 2015 y seguramente antes escribí lo mismo que Dayán, con otras palabras: “Para muchos son noticias de nota roja y si es posible pasar la página, se pasa, la vida cotidiana es de por sí apremiante. No son buenas noticias, nos horrorizan, nos erizan la piel y se nos anegan los ojos. Cada vez hay más personas que tratan de alejarse de una realidad que no por eso se desvanece o desaparece. No basta con voltear para otro lado y todos son importantes, las víctimas y los testigos” (El Informador, 8 de agosto de 2015 o en este blog: "Guerras").
El punto es que esta exposición de hechos revela que nada ha cambiado, nada se ha corregido, nada ha mejorado, al contrario. Es peor ahora, porque además se perfeccionan las maneras, desde el poder, de distraer, de hacer parecer como que eso no es grave, que en otros países pasan cosas peores. Lo que tendría que hacer con el artículo de 2015 sería, dolorosamente, actualizarlo.
Hay una afirmación de Dayán con la que no coincido: que la sociedad ha aceptado esta realidad como el precio que hay que pagar por “acabar” con el crimen organizado.
No estoy de acuerdo, en primer lugar, porque considero que no se puede generalizar y porque, así como se juzga a las autoridades por minimizar y desdeñar estos hechos terribles de exterminio y de lesa humanidad como el mismo Dayán los califica (y también coincido) no se puede juzgar a toda la sociedad mexicana sometida a abusos, carencias, violencia, injusticias, pérdidas, pobreza, desempleo… de aceptar lo que sucede. Creo más en el predominio de la rabia y de la impotencia, creo más en que hay miedo, pero no una aceptación sumisa y resignada.
En todo lo demás estoy de acuerdo, particularmente en la actitud de la autoridad al respecto, del Gobierno federal de manera específica que se conduce como si no fuera gravísimo lo que pasa, minimiza y desdeña.
Hace poco más de un mes, activistas defensores de derechos humanos y académicos presentaron el informe: “Violencia y Terror. Hallazgos sobre fosas clandestinas en México” (nota). Los resultados son espeluznantes y reveladores de la inacción, de las omisiones del gobierno: en once años (entre 2007 y 2016) se han hallado mil 75 fosas clandestinas en 19 estados de la República con más de dos mil cuerpos. De las 19 entidades, las que encabezan la lista son Guerrero, Jalisco, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas en donde se concentra una de cada tres fosas de las localizadas en el territorio nacional. Jalisco, sí, en segundo lugar. 
Fosas clandestinas, seres humanos muertos, mexicanos y de otras nacionalidades, son datos de una realidad que nos aplasta, que no es trivial, ni normal. ¿Hasta cuándo el Gobierno federal y los locales enfrentarán esta situación para resolverla, para atenuarla por lo menos, para impedir que siga en aumento? Es real, es dolorosa y debe parar.

Columna publicada en El Informador el sábado 12 de agosto de 2017.

sábado, 5 de agosto de 2017

Alcalde: 225 años

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El próximo lunes se cumplirán 225 años del fallecimiento de Antonio Alcalde, el fraile de la Calavera. Un hombre que llegó a la Guadalajara de Indias con 70 años de edad y una misión que cumplir en la que empleó los años que le quedaban de vida. Murió aquí, en estas tierras, en donde prevalece (no sólo como monumentos que por lo general son mudos sino como acciones que se repiten y se repiten desde entonces) su obra humanitaria y social.
El reconocimiento a Alcalde y su trabajo por nuestros antepasados ha sido intermitente, disparejo, inconstante y con diferentes niveles de intensidad. Es cierto, una de las avenidas principales de esta ciudad, que prácticamente cruza la urbe de norte a sur, lleva su nombre, pero es raro, muy raro, que alguien sepa que se llama así por el fraile dominico. Algunos piensan, y lo tengo comprobado, que se le puso ese nombre por la figura político-administrativa equiparable hoy (todavía) con la de edil o munícipe y cuando aclaro, la sorpresa es mayúscula porque ni siquiera saben quién fue y mucho menos qué hizo Alcalde.
El conocimiento del obispo y sus acciones se reduce a ámbitos religiosos, históricos, hospitalarios y escasamente de administración pública. Así de injusta es la vida y se debe, desde mi humilde opinión, a que con el cuento del mal entendido Estado laico que se debe fortalecer y promover, por supuesto, desde el poder (y ciertos partidos) se desdeña todo lo que “huela a sacristía”. Ahí falta inteligencia para saber distinguir.



Lo que se ha hecho por Alcalde en los últimos años para dar a conocer su vida y su obra a las nuevas generaciones se reduce a unas cuentas iniciativas de unos cuantos interesados y a estudios históricos pocos, muy pocos si pensamos en trabajos recientes.
Este año, al contrario, una especie de frenesí atacó a las más diversas instituciones tanto públicas como privadas, que se desviven por hacer reconocimientos, homenajes y sesiones solemnes en honor del fraile de la Calavera que este año, como decía, el próximo lunes 7 de agosto, cumplirá 225 años de muerto. Qué bueno.
Ojalá que el entusiasmo perdure más allá de la fecha porque no debería tratarse sólo de conmemorar, de recordar a alguien que fue bueno e importante para quienes habitaban esta ciudad antes que nosotros, hace dos siglos y medio; sino de profundizar en su obra, en su conducta, en su forma de resolver problemas, en su generosidad para aportar recursos de su peculio (en lugar de esquilmar como los políticos de ahora); en su espíritu de servicio; en su entrega a todas las causas posibles; en su interés por garantizar educación para niños y niñas; en su eficiencia para desatorar barreras burocráticas y en su visión clara y convencida de la urgencia, más que necesidad, de la operación de una universidad en la Nueva Galicia (a esas alturas, Intendencia de Guadalajara gracias a las reformas borbónicas).
La obediencia y la sumisión a la que su orden le obligaba no impidieron que no se conformara con el orden establecido, con las reglas del juego, con la dureza y frialdad de las reales disposiciones, con la burocracia virreinal y las rivalidades entre Guadalajara y la Ciudad de México. Insistió, no quitó el dedo del renglón y logró más de lo que nadie en tan sólo 20 años, en contraste con lo hecho en casi tres siglos de dominación a esas alturas de la historia.
Personalmente celebro que se reconozca a Alcalde en su justa dimensión, que su vida y su obra sean del conocimiento de estas y de las próximas generaciones no sólo de tapatíos y jaliscienses sino de todos los mexicanos; pero sobre todo deseo, que su ejemplo cunda en la clase política: Alcalde es ejemplo de honestidad y de servicio, de transparencia, de generosidad, de amor por el prójimo, de política bien ejercida, de gestiones en busca de beneficios y, específicamente, de obras de caridad, salud y educación a favor de las clases más desprotegidas y vulnerables.
Todo lo hizo en 20 años, los últimos de su vida, sin plantearse jamás que era mucho trabajo, sin salir de vacaciones, sin sueldo ni aguinaldo, ni bonos, ni relojes Rólex, ni vehículos costosísimos, ni viajes, ni seguros de gastos médicos mayores; sin guaruras, sin tráfico de influencias, ni prebendas ni corrupción alguna. Este es el ejemplo que debemos rescatar, honrar, repetir y exigir a quienes llamamos gobernantes.

Columna publicada en El Informador el sábado 5 de agosto de 2017.