domingo, 4 de febrero de 2018

De aguas y molinos

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Resulta utópico y sin duda ingenuo, imposible pues, que en este país haya un movimiento cien por ciento auténtico, químicamente puro. Y quizá no fuera negativo, ni decepcionante, ni malo porque ¿qué tiene que ver? Sobre todo si las causas son justas y están plenamente argumentadas y probadas, pero la burra no era arisca.
Toca discriminar y estar más atentos que nunca. En columnas anteriores, recientes, he abordado el asunto de Javier Corral, gobernador de Chihuahua, y el pleito con el Gobierno federal, específicamente con la Hacienda, porque no se han entregado al Gobierno del Estado recursos convenidos previamente, dice Corral, a raíz de las investigaciones que se hacen de César Duarte, el exgobernador y su equipo, todos priistas claro está.
Corral encabezó ayer el paso por Guadalajara de la Caravana por la Dignidad y del movimiento #JusticiaParaChihuahua y se sumaron varios personajes de la escena política local, representantes, para que le doy vueltas, de la alianza “Por México al frente”, cuyo precandidato a la Presidencia de la República es el panista Ricardo Anaya Cortés: Enrique Ibarra Pedroza, presidente municipal de Guadalajara, en funciones; Enrique Alfaro, aspirante por Movimiento Ciudadano a la candidatura para gobernador de Jalisco (aunque no subió al templete estuvo en la marcha y fue mencionado); Emilio Álvarez Icaza, quien apenas en octubre pasado retiró su aspiración a una candidatura independiente y ahora es el coordinador de la caravana; Enrique Velázquez (léase PRD Jalisco), secretario General del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Guadalajara (léase también Raúl Padilla López) y los dirigentes locales así como legisladores de los tres partidos que conforman la alianza: PAN, PRD y MC. Así es.
Conocemos el motivo de la caravana y en cada parada se reitera que esto no tiene fines partidistas. Complicado coincidir sobre todo cuando vemos y escuchamos a determinados personajes.
Ni modo, pero la clase política en México, de todas las denominaciones, ha perdido autoridad moral y no se ve claro que, los que se dicen distintos, pinten una raya marcada y contundente que no deje lugar a dudas. Ni puede ser un acto no partidista si merecen presentación especial los dirigentes de los partidos políticos citados.
Y el hecho de que no haya transparencia en este punto es lo que luego despierta suspicacias. El escenario está listo para que cada quien lleve agua a sus molinos.
La causa de Corral podría ser causa de todos los gobernadores del país, incluso de los del PRI, pero ya sabemos que nunca, nunca levantarán la voz contra su jefe mayor. La asignación de recursos a los estados de la República, resultado del pago de impuestos de todos los mexicanos, no debe ser una herramienta de control, ni carta de cambio, ni instrumento para chantajear. Esto tiene que terminar de una vez por todas y de una vez para siempre. Esta manera añeja de comportarse es el tipo de prácticas que llevan directamente al desarrollo de conductas corruptas y convenencieras. Y es el cuento de nunca acabar, porque, vuelvo, todos quieren llevar agua a sus molinos.
La causa de Corral, particularmente la intención de romper el pacto de impunidad, me alienta porque se supone que tiene como propósito cambiar el estado de cosas desde ya, antes por supuesto de que haya elecciones y un nuevo habitante de Los Pinos, pero el mitin de ayer no me dejó buen sabor de boca.
Enrique Ibarra dijo: “Los corruptos ya no tienen cabida en este país, deben ser castigados y llevados ante la justicia”. ¡Desde cuándo está pendiente esta demanda! El rezago es descomunal y no se resuelve porque muchos de los que hablan ahora eran priistas y, en todo caso, forman parte de un sistema que no cambia de raíz, que se reinventa pero es el mismo. Y si esto va a cambiar, entonces Aristóteles Sandoval tendrá que rendir cuentas por todos y cada uno de los puntos que mencionó Corral. Demoledora la frase: “Es otro de los que va a engrosar pronto la lista, no lo duden; en la lista de los exgobernadores priistas que van a traer problemas de corrupción van a ver el nombre de Aristóteles Sandoval, nomás que cuando deje de ser gobernador, ahorita todavía es un distinguido miembro del PRI”.
Espero que este movimiento sea auténtico y verdadero y que llegue hasta las últimas consecuencias; y que se separe la causa de la grilla electoral y que no sea utilizado como agua para ningún molino.

Columna publicada en  El Informador el sábado 3 de febrero de 2018.


¿Quién dijo yo?

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Uno de los problemas más graves de México y que, por lo mismo, reclama urgente resolución, es la desigualdad económica y social. El asunto es viejo y de seguro los lectores habrán escuchado en lemas y “propuestas” o promesas de campaña el combate a la desigualdad o a la pobreza y la implementación de medidas para equilibrar la distribución o el reparto de la riqueza. Suena hasta como pasado de moda, de tan viejo que es esto, pero actual y lacerante como nunca, de hecho, empeora.
Esta semana se dio a conocer el informe de Oxfam México que se titula “México justo. Propuestas de políticas públicas para combatir la desigualdad” escrito por Diego Alejo Vázquez Pimentel, Milena Dovalí Delgado y Máximo Jaramillo Molina. Oxfam, como se indica en el informe, es un movimiento que trabaja en más de 90 países “para poner fin a la injusticia de la pobreza y acabar con la desigualdad”. Su trabajo, pues, no se reduce a hacer un estudio y diagnóstico de las variables que combate, que no es poco, sino que proponen una serie de medidas atendibles todas para erradicar pobreza y desigualdad, erradicar, sí, no paliar ni maquillar ni usar ni manipular como se ha hecho por lustros en México. El estudio está disponible en línea por si quieren leerlo completo y archivarlo: México justo.
Antes de presentar la información para México, se expone brevemente la situación de la desigualdad en el mundo; el problema efectivamente es global y grave, pero resulta que nuestro país está en la cuarta parte del total de naciones con más desigualdad en el orbe: “Las brechas entre ricos y pobres son tan marcadas, que vive el hombre más rico de América Latina (lo fue del mundo) junto con más de 50 millones de personas pobres. La situación en México es dramática: el ingreso del 5 % más pobre en México es igual al del 2 % más pobre del mundo. Al mismo tiempo, el ingreso del 5 % más rico es similar al ingreso del 5 % más rico en países desarrollados”. Es decir, con estas cifras se podría decir que en México están los más ricos y los más pobres del mundo. Dramático sin duda.
El párrafo a continuación es demoledor pero expresa una realidad que todos conocemos y sufrimos, menos la clase política y… “El modelo económico mexicano beneficia sólo a las élites económicas. Con base en las últimas cifras de Forbes, la riqueza de los mexicanos más ricos en 2017 fue de 116 mil millones de dólares: las 10 personas mexicanas más ricas tienen la misma riqueza que el 50 % más pobre de México. Así, los grupos de interés económico ejercen influencia desmedida sobre diferentes políticas públicas para mantener privilegios. Eso constituye una captura política del Estado”. Tómala.
Entre 1996 y 2016, es decir, en 30 años, de la administración de Zedillo a la de Peña incluyendo las nefastas experiencias panistas, “los niveles de pobreza y desigualdad han permanecido casi constantes”. El rezago va más allá de la década de los noventa y por supuesto persiste. En el mismo estudio se reconoce un “leve” avance en el combate a la pobreza pero enseguida se indica que “el ingreso de la mayoría de los hogares mexicanos ha caído”.
Hasta aquí, de manera general y resumida, los resultados, sin embargo, me parece importante incluir las propuestas porque ahora que estamos en campañas disfrazadas de precampañas alguien, por favor, podría hacerlas suyas: Consolidar un sistema de seguridad social universal y efectivo; incrementar los recursos de los cinco estados más pobres para mejorar la infraestructura escolar y de salud y aumentar las becas para estudiantes de bajos ingresos; a nivel nacional, enfocar los recursos a incentivar la matriculación escolar en el nivel medio superior; una nueva política industrial para que la clase trabajadora mexicana pueda insertarse en el mercado internacional con empleos dignos y de calidad; elevar el salario mínimo hasta la línea de bienestar seguido de aumentos graduales de acuerdo a la inflación; creación de mecanismos innovadores para la exigencia de transparencia y rendición de cuentas, empezando por la correcta implementación del Sistema Nacional Anticorrupción; restablecimiento de un impuesto a la herencia; mejor recaudación del  impuesto predial; mayores impuestos a rendimientos de instrumentos en mercados de capital y evaluar y diseñar un programa piloto para implementar el Ingreso Básico Universal.
¿Quién dijo yo?

Columna publicada en El Informador el sábado 27 de enero de 2018.