jueves, 26 de diciembre de 2019

Salario mínimo


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La resistencia a aumentar los ingresos de los trabajadores mexicanos vía el salario mínimo es añeja, podría decir que había sido una resistencia histórica. Es cierto que el hubiera no existe, pero a veces sirve para aprender lecciones: si desde hace por lo menos cuatro décadas los ajustes salariales se hubieran hecho más apegados a la realidad económica nacional, con todo y las sucesivas crisis, pensando en reactivar el mercado interno y no en mantener a raya la inflación, quizá en estos momentos estaríamos con ingresos de primer mundo.
Como suelo decir, desde que tengo uso de razón periodística recuerdo el drama de cada año: los sindicatos —las centrales obreras de entonces, poderosísimas— lanzaban sus demandas, los empresarios hacían como que se resistían y luego que dizque cedían, previa mediación del gobierno y finalmente se llegaba a un acuerdo para el incremento salarial de cada año. Funcionó así por mucho tiempo, lo mismo con las prestaciones y otras exigencias relativas a las condiciones generales de trabajo. Luego se acabó casi todo y hemos llegado, como sostiene el filósofo surcoreano Byung-Chul Han a aceptar sin rechistar la auto explotación bajo el pretexto de que sólo así es posible que nos realicemos, (https://elpais.com/cultura/2018/02/07/actualidad/1517989873_086219.html), un asunto para no perder de vista, aunque no es el foco del comentario de hoy ni es exclusivo de México. Pero para allá íbamos y todavía no estamos para cantar victoria.
Sin embargo, sí quiero destacar la noticia de esta semana relativa al incremento salarial en nuestro país. El año pasado fue de 16.2 % y el salario mínimo diario se ubicó en 102.68 pesos en 2019; para 2020 será de 123.22 pesos y la pretensión es llegar, en 2024, a 205.41 pesos. Los ajustes, necesariamente, tienen que ser muy superiores al nivel inflacionario para recuperar el terreno perdido durante décadas. Encontré por ahí un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México de 2017, donde se indica que la pérdida del poder adquisitivo en los últimos 30 años llevaba un acumulado de 80 por ciento (https://www.gaceta.unam.mx/perdida-acumulada-de-80-del-poder-adquisitivo/).
El estudio “México 2018: otra derrota social y política de la clase trabajadora; los aumentos salariales que nacieron muertos” fue realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía cuyos especialistas concluyeron, entre otras cuestiones “que en 1987 se requería laborar cuatro horas con 53 minutos para obtener esta canasta, mientras que para el 26 de octubre de 2017 eran necesarias 24 horas con 31 minutos”. Se refiere por supuesto a la canasta básica.
Está pérdida del poder adquisitivo que parecía inexorable, ahora se avizora menos fatalista por las negociaciones que ya todos conocen sin duda, pero que quiero destacar, entre empresarios, trabajadores y gobierno, por primera vez en mucho tiempo, dada, reitero, la resistencia consuetudinaria a incrementar los salarios en una mayor proporción pese a que significaba, significa reactivar el mercado interno y propiciar, en términos muy generales, mejores condiciones de vida para la clase trabajadora.
No se me olvida la tremenda crisis de 2008, influenza incluida, cuando otros países de América Latina decidieron aumentar ingresos y bajar impuestos para reactivar la economía interna y lo lograron; y en México fue exactamente al revés.
Con la decisión de aumentar el salario en esta magnitud (probado ya que no influyó negativamente en la inflación con el incremento para este año); y con los acuerdos también en materia salarial en el marco del TMEC antes TLC, creo que el camino está señalado para que, por fin, después de décadas, los ingresos de la mayoría de los mexicanos mejoren sustancialmente y, con ello, las condiciones de vida.
México es uno de los países con mayores índices de desigualdad en el mundo y creo que por primera vez en muchos años, el asunto de los ingresos de los trabajadores se está abordando desde otra óptica, más con el foco en la realidad social y, por qué no, en la conveniencia de fortalecer el mercado interno del que todos formamos parte. Siempre se privilegió y se atendió el temor, casi pánico, a la inflación, ahora creo que se está en la ruta de romper patrones y, si no se dispone otra cosa, pensar en que otro México, mejor, más equitativo y justo, es posible.
Con estas buenas noticias, aprovecho para desearles una muy feliz Navidad.

Columna publicada en El Informador el sábado 21 de diciembre de 2019.

Golpes


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace lustros, Vicente Fox y Felipe Calderón, más el primero que el segundo por lo menos mediáticamente, han criticado y perseguido a Andrés Manuel López Obrador con argumentos, desde siempre, débiles. Se valieron del poder que han llegado a tener para combatirlo con éxito, hasta 2018 cuando los excesos y barbaridades tanto del PRI como del PAN (insisto en que no tenemos mala memoria), entre otros factores, dieron el resultado que dieron en el proceso electoral de ese año.
Nada menos el sábado pasado le dediqué el comentario a Vicente Fox y a su mezquindad, no con el Presidente, sino con el país, porque además todas sus críticas carecen de posturas sólidas, se queda a nivel de epítetos y frases ingeniosas --según él-- en redes sociales, que se le empiezan a revertir. Lejos de aportar o tener por lo menos la intención de que las cosas vayan mejor en México, como él no lo logró, sus comentarios enrarecen, enturbian el ambiente.
En el caso de Felipe Calderón, pues está el antecedente de 2006 y todo lo que sabemos y recordamos más sus críticas también en redes sociales, como si su sexenio hubiese sido perfecto y tuviera toda la autoridad para cuestionar cuando en realidad el desastre de inseguridad y violencia se lo debemos a él, más a él que a ningún otro.
Pues en una semana, poco más, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, aun cuando intervinieron actores ajenos --en teoría-- al radio de influencia del Presidente, recibió dos noticias que no pueden ser sino buenas (golpes) contra dos personajes nefastos por donde se le vea. Primero contra Fox. Aquí sí, desde el Gobierno federal, se da a conocer a través de una filtración que la Unidad de Inteligencia Financiera lo investiga por un presunto y millonario fraude al fisco. Lo comenté la semana pasada. Curiosamente, a partir de esto el expresidente se ausenta de redes sociales, Twitter específicamente, y reaparece para ¡felicitar a AMLO! por los avances en el T-MEC (antes Tratado de Libre Comercio o TLC, como lo nombró Fox en su mensaje). Lo que hay que ver y lo que tiene que hacer este individuo para tratar de salvar el pellejo.
El golpe contra Felipe Calderón, quien aparentemente no se da por aludido, ha tenido dos etapas, una light, por así decirlo, aunque no por eso superficial o desdeñable. Me refiero a los cuestionamientos por la “estela de luz”. Se presentó una denuncia en su contra ante la Fiscalía General de la República donde se le acusa de abuso de autoridad, usurpación de funciones y ejercicio indebido del servicio público. El asunto salta desde un ámbito privado por así decirlo pero conduce al terreno de lo público y mediático, algo que estaba en las inconformidades ciudadanas que acumulamos desde hace tiempo: el altísimo costo de una obra inútil, sin significado ni valor simbólico; de 200 millones de pesos que se presupuestaron en el inicio (y es mucho) se pasó, por lo menos, a más de mil 300 millones de pesos, un incremento fuera de toda proporción, escandaloso, una barbaridad, una ofensa.
La segunda etapa del golpe (heavy), de la que abiertamente Calderón se dice no enterado, es la detención de Genaro García Luna, un hecho iniciado y consumado en el vecino país del norte y del que se espera, como no ha sucedido en México y, por lo tanto, sería histórico, un “maxiproceso”. Vamos a ver.
Están saliendo muchas cuestiones a la luz y más que aparecerán, como, por ejemplo, que definitivamente el expresidente tenía conocimiento de la presunta extorsión que hacía García Luna al Cártel de Sinaloa, nada más y nada menos (también se maneja como soborno del segundo con respecto al primero, la conceptualización es totalmente distinta y no es cosa menor, se tendrá que aclarar).
Son dos golpes muy fuertes ahora sí que contra acérrimos enemigos o adversarios como le gusta decir al Presidente (ya no tendrá justificación ese discurso) sin embargo, el asunto no es, no debe ser ese, el librarse de dos personajes perjudiciales e incómodos, sino de que se haga justicia. Colegas que han investigado estos temas, sobre todo los relativos a la detención de García Luna, habían sido desoídos sistemáticamente.
Una conclusión real y apegada a derecho en estos casos específicos, justa, por fin justa, sí nos daría noticia de un cambio de fondo en el orden de las cosas, algo que los mexicanos esperamos desde hace mucho tiempo, más allá de simplemente golpes mediáticos o incompletos o efímeros.

Columna publicada en El Informador el sábado 14 de diciembre de 2019.


domingo, 8 de diciembre de 2019

Vicente Fox


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Lo entrevisté por lo menos siete veces. Poco antes de que fuera candidato presidencial y como tal, abanderado por el Partido Acción Nacional, en seis ocasiones para el trabajo especial “Días de campaña” que se publicó en esta casa editorial en el año 2000. La aceptación popular era indiscutible. Unos estaban convencidos de que era la mejor opción y la persona capaz no sólo de sacar al PRI de Los Pinos sino de mejorar el destino de los mexicanos; y otros, no tan convencidos, pero seguros de que sólo mediante el voto útil sería posible un cambio.
Recuerdo una gira a Nogales, Sonora. Viajaba en el mismo autobús del candidato porque en cualquier momento me darían la entrevista exclusiva pactada, como lo hice con todos los candidatos hace 19 años. El vehículo transitaba por una calle paralela a las vías férreas y en ese momento pasó el tren. El maquinista accionó el silbato en repetidas ocasiones para saludar a Vicente Fox que se asomaba por la ventanilla. Fue un momento para emocionar al más estoico. Martha Sahagún, sentada atrás de él, le hizo un gesto en la espalda y dijo entre dientes “vamos a ganar”.
Eran muchas las expectativas; en él y su particular estilo se concentraron el coraje y la indignación de tantos años por los gobiernos priistas autoritarios y las esperanzas de una realidad mejor para los mexicanos. Ganó y fue la apoteosis, seguramente muchos recuerdan aquel 2 de julio del año 2000.
Lamentablemente pronto vino el desencanto y quedó claro que México y sus problemas requerían mucho más que caprichos, dichos ingeniosos y bravuconadas. La luna de miel duró nada y empezamos a darnos cuenta de que las cosas no iban bien.
Corrían rumores de que los hijos de Martha Sahagún y los de Fox habían sido beneficiados de manera poco clara por el entonces presidente; se hablaba sobre todo de negocios inmobiliarios. Pero ahí quedaba la cosa, ningún reporte, ni rastro, ningún señalamiento de nadie, generalidades quizá, sólo rumores.
Sin embargo, hace dos años se publicó un trabajo de investigación periodística de Raúl Olmos con la colaboración de Valeria Durán: Fox, negocios a la sombra del poder, donde se expone una realidad desconocida hasta ahora, es decir, pasó todo el sexenio de Calderón y casi todo el de Peña para que pudiera ver la luz esta información que indica, por ejemplo, que Fox aprovechó el poder en la Presidencia de la República para salir de una situación económica precaria en su entorno familiar, hasta de un pleito con hermanos por terrenos en Guanajuato; y trabajó arduamente, por ellos sí, para asegurar el patrimonio más allá de las generaciones que conoce y quizá conocerá.
El libro no tiene desperdicio: “Desde que Vicente Fox era presidente intentó sin éxito concretar la reforma energética. Por eso cuando en abril de 2012 Enrique Peña Nieto se comprometió a impulsar la apertura de capital privado, Fox se sumó como aplaudidor de primera fila del entonces candidato del PRI a la presidencia de la República. De hecho, el panista condicionó su alianza con el priista a cambio de la reforma [...] la cual le abrió oportunidades de negocios, particularmente en la explotación de hidrocarburos”.
Esto es apenas un punto insignificante en el universo de corrupción en el que, ahora se sospecha, está sumido el expresidente Fox. Todo indica que la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda está investigando a Vicente Fox y a su hijo Rodrigo Fox de la Concha de manera exhaustiva por presunto fraude fiscal. La información, proporcionada por “fuentes de alto nivel” según describe el autor de la columna, Carlos Loret de Mola, indica que tanto el Centro Fox como la Fundación Fox habrían recibido durante la administración de Peña Nieto alrededor de 700 millones pesos por los que no pagaron un peso de impuestos.
Están esta columna que cito y el libro de Olmos y Durán y lo único que yo quisiera y supongo que muchos, es que se investigue a fondo se persiga lo que se tenga que perseguir y se castigue a quienes se tenga que castigar con las sanciones que contempla la ley.
Si quisiera agregar ese dicho de “todo el rigor” porque, la verdad, Fox, ahora involucrado en presuntas irregularidades y desfalcos al erario, traicionó las esperanzas de un país que creía que otro México era posible; defraudó a millones, a todos y ahora, como si su sexenio hubiera sido perfecto, ni siquiera critica o cuestiona de manera que sus señalamientos tengan sentido y pudieran ser tomados en cuenta. Grita en redes sociales sin ton ni son con una mezquindad para los mexicanos, que pasma. Hace daño en lugar de contribuir o mejor, sigue haciendo daño.

Columna publicada en El Informador el sábado 7 de diciembre de 2019.

Un año


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hay cosas que no me gustan: el pleito con los medios de comunicación, por ejemplo; o la insistencia en dividir a los mexicanos entre los que están con él (me refiero al Presidente de México) y los que no (una actitud que contribuye a radicalizar a chairos y a fifís, un discurso desafortunado y exaltado, de un lado y de otro, ¡pa’aburrir!). No me gustan algunas declaraciones ni reacciones de miembros de su gabinete, ni que muchas decisiones que se han tomado no se hayan explicado bien. No me gusta los escasos resultados en materia de seguridad pública.
Aparte está lo que me gustaría: que las mañaneras no fueran todos los días, que el discurso del Presidente siempre fuera incluyente (de y para todos los mexicanos, todos, todos, sin excepción alguna); que en esas conferencias de prensa algunos colegas de plano no se presentaran, los que hacen preguntas largas y lambisconas o preguntas fuera de contexto o cuestionamientos imprudentes e innecesarios; me gustaría que hablara más rápido y que explicara mejor todo lo que expone, pero si no, me gustaría que tuviera un equipo de comunicación que reaccionara de inmediato, que estuviera muy bien preparado y distribuyera la información con toda la amplitud para no dejar espacios para las dudas o para las tergiversaciones y la manipulación.
Me gustaría mucho que no se satanizara a quien critica o señala sin intenciones ocultas; y que no se cortara con la misma tijera a los periodistas. Que el Presidente de México (su equipo más cercano, sus asesores) discriminara y valorara la crítica constructiva y responsable, que la hay; y que tomara en cuenta a expertos en diferentes áreas que aportan su conocimiento con las mejores intenciones de contribuir a la definición de políticas públicas de urgente implementación y más efectivas.
Me gustaría que tuviera un poco de humildad real y reconociera que no lo sabe todo, ni lo puede todo; y que cuando llegó a la silla presidencial encontró las cosas peor de lo que le habían informado, de lo que las esperaba; y que no es fácil y la responsabilidad sobre sus hombros, descomunal. Y que no va a alcanzar a hacer tanto como quisiera, como prometió.
Me gustaría que dejaran ya a un lado el discurso de los gobiernos del pasado (los mexicanos nos acordamos muy bien de todo eso) y se pusiera a trabajar, en el poco tiempo que tiene, para cambiar las cosas de fondo en lugar de repetir el discurso que se enfoca en adversarios y enemigos políticos. Así, paulatinamente, Andrés Manuel López Obrador, ha ido tirando capital político. Me encantaría que trascendiera ya esa postura que lo limita y mostrara que es capaz de gobernar de otra manera, diferente y mejor, por supuesto, para todos los gobernados; y que pese al poco tiempo logrará hacer lo que nadie antes porque romperá patrones... Eso me gustaría.
También hay cosas que me gustan: la decisión de mantener la disciplina en el manejo de las finanzas públicas (el índice inflacionario ha bajado y, aparte, en un caso inédito, las repercusiones favorables en la microeconomía); el enfoque profundamente social del presupuesto de egresos de la Federación para el año que entra que privilegia la atención a los adultos mayores y a los jóvenes; el estilo diferente de gobernar en comparación con todos los anteriores respecto a las decisiones que toma y, en general, la transparencia que practica; la determinación, con acciones precisas y evidentes, de combatir la corrupción sin tregua ni cuartel; el autocontrol para no caer en ciertos juegos como los de la CNTE y Antorcha Campesina; la contrarreforma educativa; la supresión de lujos en la burocracia antes dorada y la austeridad en general; el aumento al salario mínimo y la pretensión de mejorar los ingresos de los mexicanos de manera significativa a lo largo del sexenio (medidas contra la desigualdad); y, entre otras cuestiones, la reforma en materia sindical que rompe con décadas de corrupción y de corporativismo, de traiciones a las clases trabajadoras (a todos los mexicanos en realidad).
Ha pasado un año, faltan cinco; se puede hablar de altibajos y claroscuros, pero creo que hay más altos y claros que lo contrario. Vamos a ver qué sigue y cómo sigue.

Columna publicada en El Informador el sábado 30 de noviembre de 2019.