sábado, 29 de agosto de 2020

Ni modo que no

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

 

Todavía ni precandidatos hay y las encuestas de preferencias electorales aparecen un día sí y otro también. Estamos en el tiempo de los cálculos, las traiciones, los golpes bajos, las deslealtades, el ascenso o descenso de un grupo o de otro; es plena temporada de chapulines también y seguramente se arman expedientes y estrategias en los sótanos del poder.

La próxima semana, el 7 de septiembre para ser precisos, arrancará en nuestro país el proceso electoral 2020-2021 rumbo a las elecciones intermedias del año entrante, en las que se renovará la Cámara de Diputados (500 curules), 15 gubernaturas, congresos locales, todos, menos los de Coahuila y Quintana Roo, aunque sí tendrán elecciones municipales; y de ayuntamientos, precisamente, comicios en todo el país menos en Ciudad de México, Durango e Hidalgo. Todo el territorio nacional en un proceso complejo, intenso y costosísimo: la propuesta presupuestal es casi de 25 mil millones de pesos.

El asunto es que, en México, estamos inmersos en un contexto político particular, complejo, tenso, tirante, hasta vulnerable podría decir, como para combinar hechos que sólo contribuyen al enrarecimiento y a la pesadez del ambiente.


Fuente: INE.


Este segundo semestre de 2020, cuando la mayoría de los mexicanos estamos todavía en confinamiento por la pandemia de Covid-19 que afecta al mundo, se genera información que no es precisamente alentadora con respecto a la economía nacional aun cuando ni las remesas ni la recaudación han caído, al contrario; también las reservas federales han ido creciendo pese al entorno crítico. Ayer escuché que México terminará el año con un superávit en la balanza comercial récord. Al cierre del primer semestre se situó en cinco mil 547 millones de dólares y se espera un incremento importante de aquí al cierre del año; aunque, en contraste, la importación de bienes de capital para la producción industrial ha disminuido y ese, dicen los que saben, no es un buen dato; como tampoco las proyecciones del PIB y los números de empleo y desempleo.

Además de este telón de fondo, está el regreso a clases con todos los cambios que conocemos, las dificultades para los padres de familia, sobre todo para cuidar a los más pequeños; la incertidumbre de si servirá o no, de cómo lo tomará el estudiantado, si van a aprovechar. Y luego está el trabajo de los papás y las mamás si es que tienen empleo, los retos económicos; la dinámica cotidiana.

En el día a día, persiste la incertidumbre con respecto a una pandemia que sigue, que va para largo como nos han dicho, pero que es necesario atajar lo más posible antes de que inicie la temporada de influenza en octubre próximo. Cuando eso suceda tenemos que estar fuertes y enteros para afrontar lo que sigue.

Pues en medio de todo esto más lo que se acumule, como la aprobación del presupuesto del Gobierno federal para el año entrante, las finanzas estatales, la información nueva que salga de los procesos judiciales encaminados, los escándalos por los videos, las tendencias y los trending topics de la República de Twitter, los corajes y entripados de todos los días; lo que nos preocupa y nos indigna; los temores naturales y los retos para superar esto, estamos por entrar al proceso electoral con toda la parafernalia que conocemos.

Igual que con la pandemia, toca hacer de tripas corazón y mantenernos a salvo lo más posible de las fake news y de la violencia política que se da en ese marco que, parece, es cada vez peor elección tras elección.

Ya hay una batería de encuestas pre-prelectorales, seguro habrá más de aquí en adelante; faltan muchas definiciones en los mismos partidos, pero también, por ejemplo, con respecto a las agrupaciones que quieren el registro. De hecho, en esta semana el INE acordó posponer esa decisión y la pasaron del 31 de agosto al 4 de septiembre, a ver qué sale por ahí considerando la información que involucra al expresidente Felipe Calderón y su agrupación política.

Es decir, se agrega un componente extra, con muchas aristas, diverso e intenso a nuestras vidas de por sí complicadas, ya sabemos cómo son los procesos electorales en México; lo mejor será armarse de paciencia, informarnos siempre bien, buscar datos de calidad, no perder de vista lo que es importante en función de nuestro papel como futuros electores —en la medida de lo posible— vacunarnos contra la manipulación y lidiar con todo a la vez. Saldremos, ni modo que no.


Columna publicada en El Informador el sábado 29 de agosto de 2020.

sábado, 22 de agosto de 2020

Que nadie se salve

Ciudad Adentro

 

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)


 

Desde hace décadas, pero particularmente desde la gestión de José López Portillo (1976-1982), los niveles de corrupción en el gobierno, todos sus órdenes y en todos sus estratos, han ido en constante aumento. Quizá algunos altibajos por aquí y por allá, tal vez intentos de emprender una “renovación moral”, pero nada contundente que parara la red de corrupción (tráfico de influencias, privilegios, peculado, lavado de dinero) en este país, todo alimentado muy convenientemente por nuestros impuestos y negocios poco claros, sin duda alguna ilícitos, definitivamente, sumidos en la más oscura impunidad.

Desde entonces, cada sexenio se ha perseguido a uno que otro servidor público corrupto, muchos chivos expiatorios, algunos “actores” de teatros bien montados, pero nunca, nunca, se ha hecho nada para arrancar de raíz la corrupción que nos afecta a todos y es un lastre que urge erradicar porque ha impedido que como país salgamos adelante mientras se profundiza la desigualdad.

¿Cuántos años? ¿Cincuenta? ¿Ochenta? Sobre bases que dejaron los fundadores del PRI, el fino entramado de corrupción en México se fue tejiendo con paciencia y, de verdad, niveles de maestría, con una solidez y una fuerza que hasta el día de hoy no ha sido posible destruir.

Los gobiernos panistas de Fox y Calderón sólo se sumaron y operaron para llevarse una tajada del gran botín de la administración pública federal. El servicio civil de carrera fue pervertido, como tantas cosas en las que intervinieron, con el propósito de inocular el aparato gubernamental y abrir la puerta a gente leal pero no necesariamente eficiente ni mucho menos honesta. Como lo hizo el PRI por tantos años sin el servicio civil. Como en todo, hay excepciones, pero son eso, excepciones.

Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, se comprometió desde la compaña a combatir la corrupción hasta erradicarla, pero, la verdad, no alcanzará un sexenio para lograrlo. El entramado es fuerte, cimentado en roca dura y difícil de remover y destruir, pero se tenía que empezar por algún lado y en algún momento, y creo que eso se está haciendo para satisfacción, debería ser, de todos los mexicanos.


Fuente: Iberoeconomía.


Las inercias y las resistencias internas, sin embargo, los boicots que se hacen desde los intestinos de la administración pública federal, son frecuentes y obstaculizan los procesos; y también están las tentaciones. Nadie está exento de caer ante la ganancia fácil, aunque sea ilegal u oscura o implique el pago de algún favor.

A raíz de las primeras declaraciones de Emilio Lozoya, los mexicanos podemos darnos una idea, quizá ni siquiera cercana, a la inmensidad de la cloaca que se está destapando. Sabemos que presuntamente podría abarcar hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, por lo menos, como expresidente o como personaje con una gran influencia en la política mexicana y probablemente beneficiario de las generaciones posteriores a él en el “servicio público”.

Está bien si todos estos adelantos simplemente son la noticia de lo que viene, de que se hará justicia y de que se llegará a las últimas consecuencias; está bien, si podemos tener la certeza de que pagará quien tenga que pagar con los tiempos y los montos acordes al tamaño del desfalco, fraude, soborno, daño al erario, blanqueo de capitales, tráfico de influencias y de lo que sea que se les esté imputando; pero no está bien si se queda en espectáculo mediático y de redes sociales para el uso como bandera o precampaña de unos y de otros; y tampoco está ni estará bien, si se mide con distintas varas. Sin perder de vista los niveles, la gravedad, los personajes, el daño al erario, todo lo que implique actos de corrupción o los presuma, debe ser investigado. De una vez. Si se trata de ir a fondo, no puede quedar nadie ajeno porque fue poquito, o porque fue “aportación” y no soborno. La diferencia estará en la sanción.

Todo lo que se hace fuera de la ley debe ser investigado y, en su caso, perseguido y castigado, tanto lo que revelan los videos que aportó en su proceso Emilio Lozoya, como los videos que implican al hermano del Presidente y a David León. No es suficiente reconocerlo, como en todo, es preciso también que se llegue a las últimas consecuencias. No debe haber excepciones de ningún tipo. Y así tiene que ser, más allá del trasfondo electoral que siempre se vislumbra en estos casos. Por supuesto, la ocasión obliga a revisar los esquemas de financiamiento.

Ya se informó también que algunas agrupaciones, como la de Felipe Calderón, que aspira a conseguir el registro como partido político, pudo haber recibido financiamiento ilegal: que se investigue y se resuelva.

De una vez que se destape todo, todas las cloacas, de todos los colores; que se sepan nombres y cantidades; que se comprueben todos los presuntos delitos, que se finquen cargos y se dicten sentencias. Que se haga justicia y que nadie, pero nadie, de los que justamente hayan sido encontrados culpables, se salve.


Columna publicada en El Informador el sábado 22 de agosto de 2020.

sábado, 15 de agosto de 2020

Mil días

Ciudad Adentro

 

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)


 

Jalisco ocupa el segundo lugar en número de personas desaparecidas en el país, sólo después del Estado de México. Hace un mes se presentó el “Informe sobre Búsqueda, Identificación y Versión Pública del Registro de Personas Desaparecidas” de la Comisión Nacional de Búsqueda de la Secretaría de Gobernación, y los datos son desalentadores y preocupantes.

En Jalisco hay 10 mil 237 personas desaparecidas y los municipios que están a la cabeza de esta estadística son los de la zona metropolitana, es decir, Guadalajara, Zapopan, Tlajomulco, Tlaquepaque y Tonalá, en ese orden, además de Puerto Vallarta, El Salto, Lagos de Moreno, Tepatitlán y Tala.

El informe arroja otro dato importante: de los reportes de personas desaparecidas desde Jalisco ante el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), se han atendido casi 79 % con la apertura de 156 expedientes; en Jalisco, sólo se han iniciado poco más de 40 investigaciones que representan apenas 20 %, poco más. Y, terrible en verdad, entre diciembre de 2018 y junio de 2020 se han localizado en varios puntos del Estado fosas clandestinas de las que han sido exhumados 487 cuerpos que representan casi 29 % del total nacional; en esto Jalisco también tiene el primer lugar.

Con estos datos y en este contexto, de una realidad que es profundamente dolorosa para quienes la padecen de manera directa y que para el resto de la población es muy preocupante, era para que Jalisco estuviera a la vanguardia en los marcos legales que tienen como objetivos y propósitos mejorar las acciones de búsqueda, aplicar esquemas de coordinación, atención a víctimas, certezas y seguridad para los familiares con la declaración de ausencia, sistemas informáticos sólidos y eficientes así como bases de datos y otros mecanismos sobre todo para emprender las búsquedas de inmediato, factor que hace la diferencia para hallar a las personas con vida.

Desde 2017 se publicó la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas y entró en vigor el 16 de enero de 2018. A partir de ese momento, los estados de la República disponían de 180 días “para armonizar sus leyes y generar condiciones jurídicas para que la Ley General se cumpla”, según el recuento de los mil días que han pasado desde el 17 de noviembre del 17, que hizo y compartió en redes el colectivo integrado por familiares y especialistas de universidades como el ITESO, a través de su Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, S.J., titulado “Crónica de un proceso equívoco” (ver en @DhITESO en Twitter Crónica de un proceso equívoco). Pero en Jalisco, además de que pasó el periodo sin que se hiciera algo, en estos momentos se están tratando de aprobar al vapor y haciendo a un lado a los familiares y expertos, las tres iniciativas de ley que envió Enrique Alfaro en octubre del año pasado.


Fuente: Dignidad y Justicia Francisco Suárez SJ-ITESO.


A pesar de promesas de coordinación, diálogo y revisión conjunta, y del trabajo que realizaron los colectivos y los especialistas que incluyen la entrega —desde abril— de observaciones a las tres iniciativas turnadas a la Comisión de Derechos Humanos y Pueblos Originarios del Congreso, que preside Jorge González Arana, el Legislativo sigue ignorando a los colectivos y no sólo eso, el diputado González cuestionó la participación del ITESO y convoca a unas mesas técnicas para observaciones (eso ya se hizo) a unas organizaciones y a otras no, en un franco intento de dividir y excluir y, sin duda alguna, de pasar las leyes sin incluir a las familias ni las observaciones entregadas hace cuatro meses y que son muy importantes para lograr, como los colectivos dicen, “una ley que sirva” y no un marco “infértil” si se deja de lado la experiencia de quienes pasan o han pasado por estas circunstancias tan fuertes y dolorosas.

Independientemente de que la ONU reconoce y recomienda la participación de universidades en estos procesos, el ITESO específicamente, es una institución que se ha distinguido por trabajar con profesionalismo y profunda conciencia social, en esta y otras causas que tienen que ver con la defensa de los Derechos Humanos. Cualquier trabajo con esta orientación es para agradecer y reconocer ¿cómo es posible que el diputado González lo critique? El mundo al revés con esta gente. Todo el trabajo de acompañamiento y las propuestas tienen el propósito de aportar para enriquecer el marco legal en esta materia ¿por qué el desdén? ¿Por qué la negligencia y la falta de respuestas? Es incomprensible.

La participación de familiares, especialistas y de los funcionarios a quienes corresponderá aplicar las leyes es fundamental antes de que se aprueben. Como están, presentan deficiencias graves. Los colectivos dicen: “algunos artículos no responden a las particularidades de Jalisco, obstaculizan la búsqueda inmediata, participación y rendición de cuentas; contradicen a la Constitución Mexicana y podrían hacer difícil o imposible el cumplimiento de la ley”.

En los mil días que han pasado, han desaparecido en Jalisco cuatro mil 200 personas. La Comisión legislativa está a tiempo de rectificar y el Congreso en pleno. #SinLasFamiliasNo.


Columna publicada en El Informador el sábado 15 de agosto de 2020.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Escribir desde el encierro

Me ha gustado mucho impartir la materia de Géneros Periodísticos, lo hice por primera vez en el Tec de Monterrey, Campus Guadalajara; y más recientemente en la Escuela de Escritores, SOGEM Guadalajara. Me gusta porque me actualizo, me mantengo al día en tendencias periodísticas y puedo compartir mi experiencia de casi 37 años, los cumpliré en diciembre, pero lo que más disfruto y me llena, es ver el resultado de un curso con los trabajos de los alumnos. Presento hoy el texto de Valeria Durán sobre el Valle de Guadalupe, un lugar que ya quería conocer, pero con el trabajo de Valeria se me antojó mucho más. Algún día.


La región vitivinícola del Valle de Guadalupe

Entre el mar y el desierto, un paraíso

Valeria Durán

 

                                      


En menos de un año visité, tres veces, el territorio de Baja California, desde el norte hasta el sur, y no deja de admirarme la belleza de la región, la calidez de su gente y la inmensidad de México, que se hace presente en este brazo de tierra. Parece increíble que estando bordeado por mar casi en su totalidad, 70 % del ecosistema de la península sea desértico, y que, justo allí, en la región más noroeste del estado, entre los municipios de Tecate y Ensenada, se encuentre el Valle de Guadalupe, espacio vitivinícola fundamental donde se produce cerca del 90 % del vino nacional.

El  Valle  de  Guadalupe  forma  parte  de  la  llamada  Ruta  del  Vino  de  Baja    California,  que  se  extiende  en   un       corredor  discontinuo  que  va  de  norte  a  sur y    atraviesa  los  municipios  de      Tecate,  Tijuana  y  Ensenada. Se compone  de ocho  valles:  Tijuana,  Tecate, Guadalupe, El Tule,   Ojos   Negros,   Uruapan, Santo Tomás y San Vicente, donde la vista no alcanza a contemplar el final de las casi cuatro mil hectáreas de tierra cobriza sembradas con vides a uno y otro lado de la carretera o la cantidad de viñedos camuflados espectacularmente en el área que abarca el corredor; una cosa es leer el numero y otra muy diferente estar parado allí.

En este marco, emerge  un  nuevo  turismo  llamado  “alternativo”,  en el cual se  ubica  al  turismo  cultural,  rural,  agroturismo  y  enoturismo,  que  enarbola  prácticas  más  respetuosas  con  el  entorno  y  muestra  mayor interés  por  la  cultura, la  gastronomía, las  tradiciones locales y  el  vino.

La  Ruta del  Vino  es,  por tanto, una  experiencia   que encanta los sentidos, además, permite  apoyar  económica,  social  y  culturalmente al sector agrícola. Sin embargo, hay que reconocer, que aún así, las grandes diferencias socioculturales siguen siendo ostensibles en el área.


                             



La actividad vitivinícola surgió a  principios  del  siglo  XVIII, cuando, con  la  encomienda  de  evangelizar  las  nuevas tierras, los  jesuitas comenzaron  la  construcción  de  misiones  en  Baja  California. Una vez instalados, desarrollaron en el valle la ocupación que habían realizado por más de dos siglos, la producción del vino, iniciando  así la  vitivinicultura  en  la región. 

Tras  la expulsión de los jesuitas en  1767,  los  dominicos  continuaron  con las  labores  inconclusas,  administraron  las  misiones  ya  edificadas  e  incluso, entre 1780 y 1840, construyeron  otras  nueve  misiones, de  las  cuales  tres  se  cimentaron  en  la zona  que  hoy  es  conocida  como  La  Ruta  del  Vino:  la  Misión  de  San  Vicente Ferrer  en  el  Valle  de  San  Vicente;  la  de  Santo  Tomás de  Aquino,  fundada  por  el  padre  Fray  José  Loriente  en  el  Valle  de  Santo  Tomás y;  la  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe, en el Valle de Guadalupe.

El  lugar  donde  se  construían  las  misiones  debía  reunir  tres condiciones:  tener  suficiente  agua,  estar  cerca  de  una  o  más  localidades indígenas    y  tener  acceso  terrestre  a  otra  misión  ya  establecida.  En  1760  por  lo menos  había  cinco  misiones  en  Baja  California   en  las  que  se  producía  vino, principalmente para consagrar, una de las tareas propias de los sacerdotes con el propósito añadido de evangelizar.

En  1857,  Loreto  Amador  compró  al  Gobierno      federal los terrenos misionales del rancho Los Dolores,   allí,   se  ubicaba  la  Misión  de  Santo     Tomás  de  Aquino  que había sido abandonada  en  1849.  Amador adquirió  la  propiedad  solicitando  un  crédito  a  los  señores  Francisco  Andonaegui  y  Miguel  Ormart. 

Poco  después,  en  1885,  Andonaegui  promovió  un  juicio contra  los  herederos  de  Amador  y  tres  años  después,   en  1888,  Andonaegui  y Ormart  fundaron  oficialmente  la  primera  vinícola  de  Baja  California:  Bodegas  de     Santo  Tomás.  Con  esto  comenzó,  incipientemente  aún,  el  desarrollo  de  la  industria  vitivinícola  en  la península.

Otro  suceso  que  inevitablemente  incorporó  valor  cultural  a  la  actual  Ruta  del  Vino,  fue  la llegada  de  los  rusos  al  Valle    de  Guadalupe. Con  la  entrada  en  vigor  de  las leyes  de desamortización  de  1859  que  permitían  la  venta  de  terrenos  baldíos  en  Baja  California  para  su colonización,  numerosos  extranjeros  de  todo  el   mundo  llegaron  al  Valle  de  Guadalupe,  entre  ellos  los  rusos  molokanes.  

Al  principio  cultivaban  trigo  y  cebada  para  el    consumo  familiar  y  para  pagar  las  deudas  que  habían  adquirido  por  la  compra  de     los  terrenos.  Sin  embargo,   por  las  sequías  y  el  empobrecimiento  de  la  tierra,  años  más  tarde,  se  vieron  obligados  a  experimentar  con  otros  cultivos.  Hacia  el  año  de   1917  se  plantó  el primer viñedo ruso en el Valle de Guadalupe, lo hizo Jorge Afonin.

Para  1950  existían  cerca  de  12  casas  vitivinícolas  en  Baja  California.  Las  empresas  que  entonces  ya  producían  vino  de  manera  industrial  eran las bodegas: Santo  Tomás,  Miramar,  Terrasola  y  Urbiñón  en los  valles  de  Ensenada;  y  Vinícola  Regional,      Bodegas  Cetto  y  Murúa Martínez  en  Tijuana;  y Rancho  Viejo,  La  Providencia  y  Vinícola  de Tecate  en  Tecate.  Desde  entonces  la  producción  de  vino  se  convirtió  en  la principal actividad socioeconómica en los valles de Baja California.

Entre  1960  y  1970  se  establecieron  las  grandes  empresas  vitivinícolas  en  los  valles,  Bodegas  Miramar,  Casa  Domecq  y  L.A.  Cetto;  para 1980  y  1990  se  dio  el  crecimiento  de  casas vitivinícolas más  pequeñas como  Monte  Xanic, Cavas  Valmar,  Vinos  Roganto,  Mogor  Badán, Casa  Liceaga,  Chateau  Camou,   Barón  Balché,  Viñedos  Lafarga,    Paralelo,  Casa  de  Piedra, Villa  Pijoan,  Villa  Montefiori,  Adobe Guadalupe,  Pasionbiba,  Vinos  Shimul,  Vinos Bibayoff, Vinícola Don Juan, Vinos Sueños, Vinícola  JC Bravo, entre otras.

En  la  región  de  la  Ruta  del  Vino  confluyen  las  historias  de  las  comunidades  indígenas  de  Baja  California,  las  tradiciones  de  los  rusos  molokanes,  las  misiones  jesuitas  y  su herencia  para  la  industria  vitivinícola  actual. 

Para  dimensionar  la  importancia  de  la  producción  de  vino, se  destaca  que en esta zona existen alrededor de 138 empresas vinícolas, que en conjunto, en 2017, registraron una producción estimada de 18 millones de litros de vino de las uvas  Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Chenin Blanc, Tempranillo, Merlot, Nebbiolo, Red Globe, Rubi Cabernet, y Grenache, entre otras.

Los principales destinos comerciales de los vinos bajacalifornianos son, La Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, en la República Mexicana y California en Estados Unidos. Sin embargo, según Euromonitor, las vitivinícolas nacionales pierden gran parte del mercado debido a que el 70% del consumo de vino en el país se importa desde España, Francia, Chile, Argentina y Estados Unidos.

Más  cabe  destacar,  que  las  casas  productoras  de vino  de  la  región,  han recibido más de 300 premios internacionales. Y no es de asombrar, ya que algunos de los vinos que se ofrecen en la región son de un excelente sabor y factura. Sea tinto, rosado o blanco sus colores son brillantes y sus sabores jóvenes, invitan a seguir degustando y conociendo la producción de otras casas.

Año  tras  año,  en  el  mes  de  agosto,  los  gobiernos  estatal  y  municipal,  en    conjunto  con  las  principales  casas  productoras,  organizan  las  fiestas  de   la  vendimia,  cuya      variedad  de  eventos  como el concurso  de  paellas o de vinos además de conciertos,  les  ha  valido  el reconocimiento  internacional,  pero, no hay que esperar a agosto para recorrer el valle ya que, actualmente se  cuenta con  un  calendario  de  más  de  100  actividades  entre abril y noviembre, y los restaurantes y casas reciben gente todo el año.

Mención honorífica merece el servicio en cada una de las vitivinícolas, restaurantes y hoteles; atendidos en su mayoría por gente de corta edad, que ponen especial esmero en convertir la estancia de los asistentes en una experiencia memorable, siempre con buena disposición y una sonrisa en la boca,  mientras van y vienen dejando en las mesas copas rellenas con vino, o deliciosos platillos la mayoría de autor, igual se come un pato que unos deliciosos mariscos montados en sopes o en camas de reducción de pétalos de rosas. Todo allí es un manjar.  

Otro aspecto que llama la atención, y en algunas de las casas vinícolas es en verdad impresionante es la arquitectura. Las construcciones, hechas de madera, mucha de la cual se obtiene de las barricas que han caído en desuso, y de piedra de la región, están diseñadas estratégicamente para conservar la armonía con el paisaje y despertar el asombro de los paseantes, que al entrar por largos caminos de terracería no imaginamos que al final, encontraremos semejantes edificaciones.

A pesar de que todas las casas vinícolas, hoteles y restaurantes tienen el mismo estilo, minimalista, algo industrial, con los mismos materiales de construcción, cada una tiene su personalidad propia, ya sea por la decoración—que incluye paredes completas hechas de botellas de vino o coloridos mosaicos colocados en pisos y paredes dándole un toque muy mexicano al lugar— o por la iluminación, cada una tiene su atractivo y calidez propios.

Las cavas, subterráneas, rodeadas de muros de roca, encierran pocas o muchas barricas o botellas dependiendo del tamaño. La de “3 mujeres”, pequeña y delicada, decorada con uno que otro espantasueños, invita a quedarse allí, es como estar en casa, degustando un delicioso vino, mientras la enóloga explica las uvas que lo componen y cómo lo elaboraron.

Así concluyo una visita más a Baja California con su montón de sorpresas guardadas entre el mar y el desierto.

Segura estoy de que no será la última vez.


NOTA: Todos los textos de mis alumnos publicados en este espacio no tienen otro propósito más que difundir su trabajo y todos dieron su consentimiento.