Ciudad Adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
En los últimos días ha sido abundante la difusión de momentos y personajes de nuestra historia. A través de libros y programas especiales disponemos hoy de más y mejor información con respecto a la Independencia de nuestro país del dominio español; por lo menos más y mejor en comparación con la historia oficial que se difundió y se tergiversó a lo largo de décadas.
Y no es suficiente, pero estoy convencida de la necesidad de conocer y profundizar en lo que sin lugar a dudas dio lugar a la nación que somos ahora y la sigue moldeando cada día. Creo que es la mejor manera de celebrar, de conmemorar. Trasladarnos en el tiempo y valorar en su justa dimensión lo que cada quien hizo en su momento, más allá de héroes o villanos, todos, absolutamente todos jugaron un papel decisivo y trascendental.
Podemos aprender desde la visión de los vencidos y desde la de los vencedores; de los líderes y de entre quienes integraron las huestes y los ejércitos realistas, insurgentes, federales y revolucionarios.
Aprender de lo bueno y de lo malo, pensar en lo que fue y en lo que hubiera sido si… porque de ese ejercicio se pueden desprender varias lecciones. Y reflexionar en lo que somos ahora y en lo que podemos ser, en cómo las acciones de cada quien son importantes. Por supuesto los contextos son diferentes, los convencionalismos, la concepción de ciudadano, los derechos humanos, nuestra misma participación con respecto al quehacer de los gobernantes… Hoy somos productos de lo que hicieron o no hicieron los gobernantes de entonces, la sociedad de entonces.
Mientras más leo y aprendo de nuestro historia, ya sin información manipulada y tergiversada, mientras más conozco los claroscuros de todos y cada uno de los hombres y mujeres que participaron en la guerra que dio origen a nuestra nación hace 200 años, más comprendo y entiendo que estamos frente a otra gran oportunidad y también es histórica: la de salvar nuestras diferencias para emprender todos un trabajo profundo y responsable de conciliación y construcción de un proyecto de nación, de dejar a un lado egoísmo y miopía, de asumir nuestras responsabilidades y de recuperar y fortalecer nuestra identidad; de estar despiertos y actuar; de exigir e insistir.
Es preciso dejar atrás lo que no contribuye a que nos valoremos en nuestra justa medida; y es preciso también no permitir que malos gobernantes minen nuestro amor por México, por la Patria.
No somos más ni menos que otros países, somos los que somos, grandes, trabajadores, creativos, inventivos e inventores, solidarios, responsables, amorosos, comprometidos, alegres; y a veces también apáticos e irresponsables, disipados… No somos perfectos, pero esencialmente somos buenos y tenemos además un país extraordinario, rico y diverso… No hay defecto o hábito que no se pueda corregir, somos capaces de emprender grandes cosas y lo hemos demostrado a lo largo de nuestra historia.
Columna publicada en El Informador el sábado 18 de septiembre de 2010.
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
En los últimos días ha sido abundante la difusión de momentos y personajes de nuestra historia. A través de libros y programas especiales disponemos hoy de más y mejor información con respecto a la Independencia de nuestro país del dominio español; por lo menos más y mejor en comparación con la historia oficial que se difundió y se tergiversó a lo largo de décadas.
Y no es suficiente, pero estoy convencida de la necesidad de conocer y profundizar en lo que sin lugar a dudas dio lugar a la nación que somos ahora y la sigue moldeando cada día. Creo que es la mejor manera de celebrar, de conmemorar. Trasladarnos en el tiempo y valorar en su justa dimensión lo que cada quien hizo en su momento, más allá de héroes o villanos, todos, absolutamente todos jugaron un papel decisivo y trascendental.
Podemos aprender desde la visión de los vencidos y desde la de los vencedores; de los líderes y de entre quienes integraron las huestes y los ejércitos realistas, insurgentes, federales y revolucionarios.
Aprender de lo bueno y de lo malo, pensar en lo que fue y en lo que hubiera sido si… porque de ese ejercicio se pueden desprender varias lecciones. Y reflexionar en lo que somos ahora y en lo que podemos ser, en cómo las acciones de cada quien son importantes. Por supuesto los contextos son diferentes, los convencionalismos, la concepción de ciudadano, los derechos humanos, nuestra misma participación con respecto al quehacer de los gobernantes… Hoy somos productos de lo que hicieron o no hicieron los gobernantes de entonces, la sociedad de entonces.
Mientras más leo y aprendo de nuestro historia, ya sin información manipulada y tergiversada, mientras más conozco los claroscuros de todos y cada uno de los hombres y mujeres que participaron en la guerra que dio origen a nuestra nación hace 200 años, más comprendo y entiendo que estamos frente a otra gran oportunidad y también es histórica: la de salvar nuestras diferencias para emprender todos un trabajo profundo y responsable de conciliación y construcción de un proyecto de nación, de dejar a un lado egoísmo y miopía, de asumir nuestras responsabilidades y de recuperar y fortalecer nuestra identidad; de estar despiertos y actuar; de exigir e insistir.
Es preciso dejar atrás lo que no contribuye a que nos valoremos en nuestra justa medida; y es preciso también no permitir que malos gobernantes minen nuestro amor por México, por la Patria.
No somos más ni menos que otros países, somos los que somos, grandes, trabajadores, creativos, inventivos e inventores, solidarios, responsables, amorosos, comprometidos, alegres; y a veces también apáticos e irresponsables, disipados… No somos perfectos, pero esencialmente somos buenos y tenemos además un país extraordinario, rico y diverso… No hay defecto o hábito que no se pueda corregir, somos capaces de emprender grandes cosas y lo hemos demostrado a lo largo de nuestra historia.
Columna publicada en El Informador el sábado 18 de septiembre de 2010.