Ciudad Adentro
México es un país con sed de justicia. Es simple y es
claro, sin embargo, hay gente en el llamado “círculo rojo” o de la que se
siente influencer, que pierde de vista los pendientes urgentes y las verdaderas
prioridades, en atención a intereses que no casan con los reclamos añejos de la
sociedad; difícil explicarlo de otra manera.
La sed de justicia resulta (aunque parezca obvio) de
las historias de injusticia e impunidad que se acumulan e incrementan sexenio
tras sexenio sobre todo por las prácticas de corrupción que han caracterizado
al sistema político mexicano del que forma parte el aparato judicial.
Por eso no puedo entender que opinólogos profesionales
afirmen que la información recientemente difundida sobre detenciones y casos de
presuntos desfalcos multimillonarios atribuibles o relacionados con las
administraciones pasadas, específicamente la inmediatamente anterior, es para
distraer, que son cajas chinas o cortinas de humo. Es curioso cómo en el pasado
han exigido justicia y ahora que se está trabajando desde el Estado mexicano en
este sentido, lo califican de distracción. Es evidente que están en las filas
de la oposición porque no asumen una postura crítica que abone, al contrario,
optan por denostar al punto que emiten juicios irracionales y muy forzados.
No creo que sea una distracción la detención de Genaro
García Luna, ni la más reciente de Emilio Lozoya. Ambos han sido señalados por
periodistas que han trabajado y publicado reportajes de investigación y libros
desde hace lustros; a través de los que han dejado en evidencia los presuntos
malos manejos, las redes de corrupción y complicidad, el tráfico de
influencias, los conflictos de interés, la impunidad y lindezas asociadas, como
para que ahora se identifiquen acciones para empezar a ejercer justicia, como
distractoras.
Y hay otras a las que todavía no se les llega, pero
todo apunta a que el foco se está girando hacia esa dirección, hasta ahora muy oscura:
Enrique Peña Nieto. Se le asocia con los casos de Lozoya y García Luna (a
Felipe Calderón también), pero ahora está en la mira por la reciente
publicación en The Wall Street Journal donde se afirma que el Estado
mexicano va tras él. Yo sí lo creo, aunque el Presidente Andrés Manuel López
Obrador insista en su postura de no perseguir pese a que es un clamor ciudadano
y quiera descargar todo en la Fiscalía. Que le entre, hombre.
Nota en The Wall Street Journal. |
En fin, la nota que se publicó en esta semana en tal
periódico, atribuye el dato a un “alto funcionario” quien aseguró que Peña
Nieto es investigado por el Gobierno mexicano a partir de la detención de
Emilio Lozoya. ¡Qué bueno! Y ojalá esta fuera la tónica a partir de este
sexenio en adelante. Los expresidentes han quedado en total impunidad, este es
un patrón que también urge romper. Resulta, sólo por mencionar un dato, que se
asocian con el gobierno de Peña Nieto irregularidades por 144 mil millones de
pesos ¡por favor! Información generada por la Auditoría Superior de la
Federación, por cierto.
Cuando la administración de AMLO iniciaba, uno de los
principales reclamos de muchos que votaron por él, fue que su gobierno no
estuviera llamando a cuentas a los corruptos de sexenios anteriores; esta
resistencia a pronunciarse en este sentido y descargar todo en la Fiscalía
(como es y debe ser) ha causado bajas entre las filas de quienes consideraron
que era la mejor opción. La postura ha sido polémica, pero no se ha movido ni
un ápice. Edgardo Buscaglia, por ejemplo, la cuestiona severamente y sostiene
que una cosa es su opinión personal y otra lo que tiene o tendría que hacer
tomando en cuenta su investidura y las demandas sociales; Epigmenio Ibarra, en
cambio, el periodista y productor, explica que la insistencia de López Obrador
con relación a esta postura, tiene que ver con que no se eche a perder:
prefiere dejar ir “unos puntos” que hacer algo que inmediatamente sea
calificado por la oposición como venganza; y permitir, en cambio, la actuación
de las instituciones precisas para estos asuntos con la idea de que se haga
justicia.
Este argumento de las distracciones --y lo he dicho y
escrito con respecto a asuntos de y en sexenios anteriores-- empieza a estar
muy desgastado. Ni el avión, ni las acciones contra los exfuncionarios
multicitados, ni los dichos mal interpretados o los mal dichos, nada, nos
aparta de una realidad que es dolorosa y que, sabemos, no será posible componer
en poco tiempo, los reclamos de justicia persistirán hasta que se haga.
Columna publicada en El Informador el sábado 22 de febrero de 2020.