martes, 2 de junio de 2020

Escribir desde el encierro

En esta segunda entrega les comparto dos textos de Marcela Valadez Lugo.
Se trata de una crónica "Contar la muerte", donde relata su experiencia inmersa en la pandemia
y la cuarentena que nos afecta a todos. Y el otro es una entrevista, también en el contexto
de la pandemia.

Contar la muerte

Marcela Valadez Lugo

Dos. Estoy tratando de recordar qué fue lo primero que escuché acerca del tema. Después de tanta información creo que será imposible hacerlo. Mi cabeza está saturada. Hace unas horas tuve el segundo ataque de ansiedad desde que esto empezó. Los había tenido a raya por años. Me doy permiso, la situación no es para menos. A mi favor, sé cómo controlarlos con bastante rapidez: pensar en otra cosa, respirar profundo.
Trece. Mi hija menor cumplió quince años en enero, salimos de viaje el año pasado para festejarlo, pero cuando empezaron las fiestas de sus amigas, decidió, de último momento, que ella también quería tener fiesta. Como pude la organicé con tan sólo unas cuantas semanas de anticipación. Sus demás compañeras ya tenían reservadas la mayoría de las fechas: un fin de semana tras otro. Optamos por el viernes trece de marzo, que estaba disponible, era más barato por no ser sábado y me daba margen de maniobra para los preparativos. 
Ochenta y nueve. Mi familia cercana vive en las ciudades de México y de Querétaro. Sólo ellos serían los doce adultos invitados a la fiesta de quince años, el resto serían ciento veinte compañeros de la escuela y amigos de mi hija. Mis padres, de 83 y 89 años respectivamente, compraron su boleto de avión y reservaron una habitación de un hotel cerca de mi casa. Ese fin de semana había un puente así que se quedarían en Guadalajara desde el jueves doce hasta el lunes dieciséis. Mi papá es oriundo de la ciudad y tenía varios años y una gran expectativa por visitarla nuevamente, mis padres ya no salen mucho de casa. 
Veintitrés. El año pasado le había comentado a mi esposo que quería ver cantar a Billy Joel, uno de mis artistas favoritos de todos los tiempos…que nos debíamos hacer un tiempo y esforzarnos en ahorrar para ir a verlo pues seguramente se retiraría pronto o su salud le impediría seguir dando conciertos. Al mes de haber tenido esa conversación se anunció “la última gira de Billy Joel” que pararía en la Ciudad de México para una de las fechas, el viernes seis de marzo de 2020 en el enorme Foro Sol. Nos apresuramos a comprar dos entradas, el concierto se celebraría dos días antes de nuestro aniversario de bodas número veintitrés, así que aprovecharíamos la ocasión para celebrarlo. Mi esposo debía, además, quedarse a trabajar en la Ciudad de México la semana siguiente, todo había cuadrado a la perfección.
Foto: OCESA.
Cuatro. Creo que la primera nota la leí en Twitter, en febrero. Me llamó mucho la atención y seguí informándome. Busco la fecha exacta de ese primer atisbo, pero después concluyo que no es tan importante, es más relevante el dolor de estómago que viene a mi cuerpo mientras leo en retrospectiva como fue avanzando este monstruo. El diecisiete de febrero empecé a retuitear al Dr. Francisco Moreno, infectólogo conocido de la familia, Paco Moreno, como le dice mi esposo desde hace más de cuarenta años que tiene de conocerlo. Su tuit decía los siguiente: “El Centro de Control de Infecciones de China publicó hoy el mayor estudio epidemiológico del #COVID19. El estudio incluye 72,436 casos, en resumen, estas cuatro conclusiones importantes:
 1) 81 por ciento de las infecciones son consideradas leves, 14 por ciento moderadas y 5 por ciento graves. *La tasa de mortalidad en Hubei es del 2.9 por ciento mientras que la tasa de mortalidad en el resto de China es de 0.4 por ciento.
2) *El mayor riesgo de gravedad está relacionado con la edad, a mayor edad, mayor mortalidad. Mortalidad por edades. No se han reportado muertes en niños menores de 9 años. Entre 10 y 39 años la mortalidad es de 0.2 por ciento. Entre 40 y 50 es de 0.4 por ciento. Entre 51 y 60 es de 1.3 por ciento.  Entre 61 y 70 es de 3.6 por ciento. Entre 71 y 80es de 8 por ciento. Mayores de 80 años 14.8 por ciento.  
3) *Las enfermedades presentes en pacientes con Covid con mayor riesgo de mortalidad son: enfermedad cardiaca, diabetes, enfermedad pulmonar crónica, obesidad, hipertensión arterial. Hasta ahora los hombres tienen mayor riesgo de mortalidad (2.8 por ciento) que las mujeres (1.7 por ciento)
4) *El factor de riesgo más importante para adquirir la infección por #COVID2019 es ser trabajador de la salud.
Diecisiete. Es lunes y me quedan cuatro semanas para organizar la fiesta. Busco salones y encuentro uno que se adapta al presupuesto y que además se encarga de todos los pormenores. Acudo a una cita y decido contratarlos, doy un pequeño anticipo. Empiezo a revisar mi agenda. Tengo que entregar un cuento de cinco o seis cuartillas y una entrevista para dos cursos del diplomado de creación literaria que estoy cursando desde hace dos años. El cuento me absorbe los pensamientos por completo, es muy complejo el tema y un reto encontrar el ángulo desde el que lo quiero abordar, generalmente me toma unas dos semanas bosquejar, escribir y editar antes de la entrega. Para la entrevista me gustaría contactar a un escritor y hay que formular las preguntas, que sean interesantes y originales, por lo menos esa es mi buena intención, entregar trabajos de la mayor calidad posible. Voy al día. Pienso en el cuento mientras manejo a la escuela para recoger a mis dos hijas, mientras pico cebolla para la comida del día, mientras sacó al perro al baño y echo dos o tres cargas de la lavadora. En la noche vuelvo a revisar Twitter y leo las noticias sobre la lejana epidemia que se desarrolla en China. Empiezo a imaginar una gran ola, un tsunami que crece cada día que abro la red social en mi teléfono celular. 
Tres. Ya confirmada por medio del depósito inicial la fecha de la fiesta, lo notifico a mis familiares para que compren su boleto de avión. Ese mismo día le pido a la encargada del salón unos datos que me urgen para mandar imprimir las invitaciones y surge un problema. No me envía los datos, le insisto pues urgen, se enoja y me cancela el evento. Muy molesta le acepto la cancelación para evitar problemas mayores que ya no podré resolver más adelante. Vuelvo a empezar de cero. Sólo me quedan tres semanas para resolver todo. Dos días después ya estoy en tratos con otro salón, pero esta vez tendré que hacerme cargo de los detalles yo misma. Mis padres compran su boleto de avión. A mi hermana, que vive en Querétaro y trabaja para una empresa norteamericana, la convocan a una junta donde les dan recomendaciones sanitarias acerca de la epidemia que alcanzará a México en corto tiempo. Se cancela el avión de mis octogenarios padres para evitarles riesgo de contagio y deciden venir a la fiesta en coche con mi hermana. 
Seis. Estoy corriendo sin descanso entre detalles de la fiesta, las obligaciones diarias y mi trabajo para el diplomado. Sigo viendo las noticias y voy tomando notas mentales, pero aun veo lejos la ola. Me doy cuenta de que perdí valioso tiempo por no actuar con pánico, por tratar de actuar responsablemente, ya no encuentro Lysol en ninguna tienda, la gente arrasó con los desinfectantes de la ciudad. Compro dos pequeños botes de apenas 50 ml. que encuentro en un Oxxo y dos paquetes de toallitas húmedas de la misma marca, de bolsillo, creo que contendrán unas 10 toallitas cada uno. En mi última compra del supermercado había adquirido una botella grande de cloro para desmanchar algo y está sin abrir. También en el botiquín hay una pequeña botella nueva de alcohol. Ese es todo el parque. Es viernes y me subo al avión para salir a la Ciudad de México rumbo al concierto de Billy Joel. En cuanto abordo hay un hombre estornudando en primera clase, asiento tres, primera fila. Me tapo la cara con la mascada que traigo al cuello. ¿Si ya están las noticias al alcance de todos, porque no se tapa la boca al estornudar?, ¡inconsciente! Me preocupa estar en un avión con gente así durante media hora. Al lado mío va otro hombre, también tose y estornuda como si nada. Me habían servido un pequeño vaso de agua, después de la tos del vecino ya no lo tomo. Por cuestión de alergias respiratorias que he padecido en los últimos años me cuido mucho de no contagiarme de gripas y me he vuelto un mucho paranoica y obsesiva al respecto. Además, pienso que la ola no puede estar tan lejos como parece, hay demasiada gente en un avión y no sabemos en donde han estado todos en las últimas semanas.
Veintiséis mil. Llegamos al Foro Sol a las ocho de la noche del viernes seis de marzo, el concierto debía iniciar a las nueve. Veo a algunas personas usando tapabocas. Me siento culpable por estar ahí, por no cubrirme la boca, ¿estamos haciendo mal? Con algo de temor, compro un refresco. Hubiera preferido que me dieran la lata, pero está prohibido, así que lo vacían en un vaso desechable. Me da algo de tranquilidad ver que mi vaso sale de en medio de otro montón. Tengo hambre, pero de ninguna manera voy a comprar alimentos ahí, mejor espero al hotel. Disfruto muchísimo el concierto. Grito, canto, bailo y brinco junto con veintiséis mil almas más. Soy muy feliz. Al terminar subo a mi Instagram y Twitter algunos de los videos que grabé. En la publicación de Twitter escribo: “Maravilloso escuchar a Billy Joel en vivo. Vida, nada me debes”. Borré el tuit unas semanas después, me pareció muy superficial e insensible. Hoy quiero llorar pensando en lo que escribí. En el concierto me sentía como caminando hacía un problema, hacía su puerta de entrada que se iba cerrando poco a poco frente a mí, en ese momento la veía ya a medio cerrar, pero aún podía llegar a ella sin tanta prisa y sólo con agacharme un poco la cruzaría. 
Ciento veinticinco. El sábado fuimos a un museo del centro histórico, abierto recientemente por una fundación del banco donde trabajé durante cinco años y mi esposo durante veinticinco. Nos sorprendió la belleza del edificio, las obras que alberga y una pequeña sala en donde se reproduce gráficamente la historia del banco. Nosotros pertenecimos y podría decirse, iniciamos una de las cinco etapas que ahí se retratan. Me sentí parte de la historia de este país. Ciento veinticinco años de banca. Treinta de nuestras vidas, en suma, se quedaron ahí. En la sala de consejo, oleos con los retratos de los directores del Banco, desde antes de 1900. Yo conocía personalmente a dos. Hoy creo que tuve la oportunidad de estar ahí como un fantasma en vida, viendo cómo íbamos a pasar retratados algunos a la historia. En forma de fotos borrosas, oleos y narraciones.
El domingo llegué al aeropuerto de la ciudad de México para regresar a Guadalajara. Mientras esperaba para pasar a la sala de abordaje recorrí de nuevo todas las tiendas de conveniencia que encontré, esperando un golpe de buena suerte. En ninguna había gel antibacterial. Lo que si encontré fue a un muchacho estornudando con todas sus fuerzas sobre el piso. Se movía de lugar y repetía la operación. Recordé que ese día en la mañana había desayunado en el buffet del hotel y otro hombre también estornudaba sin cubrirse alrededor de todas las fuentes con alimentos. Un gran miedo se empezó a hacer patente. Una tristeza tremenda al intuir lo que nos esperaba como país al ver a la gente hacer eso. Jugando, tomando todo a broma y como si fueran kamikazes del rencor, como si quisieran vengarse de algo con esas acciones, todavía no entiendo.
Treintas. La semana anterior había empezado la investigación para el cuento que debía entregar el jueves 12 de marzo. Al hacerlo me tope con las fotografías que Dorothea Lange, fotógrafa estadounidense, había tomado, por encargo del presidente Roosevelt, a los campesinos migrantes en la década de la gran depresión. Como inspiración imprimí dos de estas. La primera se llama Madre migrante y es muy conocida, se ha utilizado mucho últimamente para ilustrar el tema de las migraciones en todo el mundo. La segunda es la de otra mujer con la cara de mayor desesperación que he visto jamás. Aunque fuertes, me parecieron hermosas, las pegué en mi pared para observarlas y tratar de entender los sentimientos que deben haber experimentado esas mujeres de clase media que habían perdido casas, trabajo, dinero y caminaban hacía California con sus familias de pequeños hijos hambrientos y maridos derrotados, arrastrando carretillas que contenían las pocas pertenencias que les eran más valiosas o que habían logrado conservar. Desde ahí quería escribir mi cuento. Iba a dejar macerar esa idea y ese sentimiento para después sentarme a escribir. El tiempo se me venía encima. Era lunes y la fiesta de quince años era ese viernes. Tenía mil cosas que hacer. Me dormí tarde y olvidé cerrar la ventana de mi habitación. La mañana del martes 10 amanecí con un fuerte dolor de garganta. Mi cara se empezó a transformar desde ese momento, poco a poco en la de las mujeres de las fotografías. El día de hoy todas las caras en el planeta superan las de esas mujeres. Ellas sólo habían perdido cosas materiales. No pude escribir el cuento. No acudí a mis clases del lunes y el jueves por precaución. Compré un termómetro y monitoreé mi temperatura. Mi esposo seguía en la ciudad de México trabajando. Estuve muy mal toda la semana y aun haciéndome cargo de mil cosas. Me llamó mucho la atención el dolor de cuerpo que tenía. Me dolían dos huesos en especial y con gran intensidad: la mandíbula y el coxis. Esta era una gripa que jamás había experimentado (y creo que las he experimentado todas), sin embargo, mi temperatura nunca subió en exceso, no hubo fiebre. Tuve todos los cuidados y a pesar de ello contagié a toda mi familia. Han pasado veintiocho días y no estoy bien al cien por ciento, no me atreví a tomar el antibiótico que tenía en casa pues había leído que no se debía tomar paracetamol en este momento y mi antibiótico lo tenía mezclado. Mi mayor anhelo es que haya sido COVID19 y que mi familia lo haya superado favorablemente. Sólo es un sueño muy grande, no sé si tengamos tanta suerte.  
Diecinueve. No sé si tendré controlar otro nuevo ataque de ansiedad. La ansiedad está definida, en términos psicológicos, como el resultado de la percepción de un peligro fantasmático inconsciente, es decir, el miedo a encontrarse en peligro ante una situación que no es real. Desgraciadamente, el Covid-19 sí lo es. Ahora tendré que aprender a lidiar con la adrenalina que genera no la ansiedad, sino el instinto de supervivencia. Vuelvo a respirar profundo y trataré de pensar en otras cosas, en la medida que mi fortaleza mental lo permita.
Marzo, 2020.

Covid-19 

Repercusiones económicas en México
 desde la perspectiva de un ejecutivo
en confinamiento

Marcela Valadez Lugo

Son las once de la mañana del martes 12 de mayo de 2020. Después de sonar su despertador, a las siete de la mañana, se ha levantado de la cama, tomado un baño, se ha vestido con un short de domingo y una playera informal, ha tomado su desayuno. Nuestro entrevistado emprende entonces, a las ocho en punto, el aporreo al teclado de dos computadoras portátiles que tiene colocadas palmo a palmo sobre una improvisada mesa de trabajo. Conectados a una de ellas, unos audífonos. A su lado dos teléfonos celulares encendidos. A raíz de las medidas de seguridad surgidas de la pandemia de Covid-19 a nivel mundial, la empresa para la que labora, un banco transnacional, le ha dado oportunidad de realizar su trabajo en casa, de hacer “home office”.
 A él se le considera personal con alto riesgo. Padece de hipertensión congénita, lo que le ha provocado un agrandamiento del músculo del corazón, además de cursar desde los dieciséis años una enfermedad autoinmune que, desde entonces, se le controla con antiinflamatorios. Tiene un sobrepeso que justo entra en la definición de obesidad y desde hace un par de años su cardiólogo le detectó un problema de azúcar en sangre. Aunque está perfectamente controlado con medicamento, su condición de salud lo coloca en una posición de riesgo superior al 100% para tener complicaciones graves en caso de contagio, de acuerdo con la calculadora que recientemente puso a disposición del pueblo mexicano la Secretaría de Salud.
Al parecer no regresará a su oficina hasta dentro de varias semanas, o meses, o más. Los primeros días de confinamiento instaló su equipo en la sala de su casa, para después moverla al cuarto de la televisión, pues ahí la señal de internet es mejor. Debe sincronizar varias juntas de trabajo en una de las computadoras portátiles, provista con software ex profeso, con mensajes de WhatsApp y llamadas que recibe en ambos teléfonos móviles, todo esto para coordinar a distancia a una fuerza laboral de veinticinco personas que tiene a su cargo.
Se relaja un momento para conceder la entrevista, apoyando la espalda en el respaldo del sillón que ocupa desde hace tres horas. Me dice que ahora su jornada laboral es más larga que en la oficina. Sólo para una hora y media para comer y descansar alrededor de las dos de la tarde. Reanuda a las tres y media para terminar alrededor de las siete. Sin embargo, sigue contestando llamadas y correos que le parecen urgentes bien pasadas las diez de la noche o en fin de semana. “Estamos en un momento en que es importante desempeñar el trabajo de la mejor manera posible” me dice. “El riesgo de que en unos meses haya despidos masivos en muchas empresas, es grande”. El dejó el banco donde trabajó durante veinticinco años, después de haber sobrevivido varios recortes masivos ahí. Apenas lleva tres años fungiendo como ejecutivo de inversiones en esta nueva empresa.
A decir suyo se ha tratado de mantener ocupado para conservar la salud mental durante los sesenta días que ha vivido y trabajado en confinamiento, puede que este sea el primer momento de reflexión sobre la situación general económica que se está viviendo, que tiene. Dirige su mirada al vacío mientras me contesta algunas preguntas.
Su habla es pausada y concisa. Le propongo centrarnos en tres puntos principales para que me dé su opinión. 1) Incertidumbre económica, 2) Caída del PIB en México y 3) Cierre de negocios.
Sobre el punto número uno me dice que es la condición predominante. La incertidumbre. “Los clientes no saben si tendrán trabajo al término del confinamiento, muchos están recibiendo la mitad de su pago o ninguno en absoluto. No saben si podrán abrir nuevamente sus negocios y/o cuándo será esto, de ser el caso”. Comenta que la gente se está reinventando, están adaptando sus negocios a las necesidades actuales o incluso hasta cambiando de giro con tal de sobrevivir. En este aspecto, dice, había de antemano negocios mejor preparados que otros para afrontar la contingencia, en general, los más adelantados tecnológicamente y que ya tenían establecidos protocolos y sistemas de trabajo remoto.
En cuanto al tema del Producto Interno Bruto (PIB) opina que hay varias consideraciones previas que hacer al respecto, pues ya había problemas antes de que surgiera la pandemia. Ya se venía viendo una importante alza en la tasa de desempleo del país*. También había una desaceleración de la economía. Sin embargo, con Covid-19 se prevé que se pueda llegar a caídas de niveles históricos. “Pasará en todo el mundo, pero a países como México les va a costar más trabajo recuperarse. Esto debido a la falta de recursos por parte del Gobierno Federal. En varios países desarrollados, como es el caso de Estados Unidos, cuentan con fondos para revertir el desempleo y lograr una reactivación de la economía. Históricamente dichos recursos se invierten en infraestructura, que a su vez emplea a las personas y dispara su gasto, dando marcha al consumo y a la consecuente reactivación. El primer trimestre (ene-mzo 2020) el PIB cayó mucho más de lo esperado, la expectativa era un PIB positivo y este llegó al negativo. Pero la caída realmente fuerte se espera para el segundo trimestre (abr-jun 2020) ya que aquí ya habrán influido tanto las repercusiones del confinamiento por la pandemia como la caída de los precios del petróleo. Esta caída del PIB provocará una tasa de desempleo histórica en todo el mundo. Las pequeñas y medianas empresas serán las que más sufran. Ya ha habido cierres de muchas de ellas. Una prolongación mayor del confinamiento será un golpe demasiado fuerte para que las demás resistan”.


Para concluir le pregunto cuál es la situación más difícil por la que está pasando su equipo de trabajo en estos momentos. “Tratar de retener en el país el capital de las inversiones de nuestros clientes. Lo que impera en las operaciones son los Fly to Quality, es decir, los clientes quieren mandar su dinero a lugares más seguros, optando en primera instancia por Estados Unidos. La pérdida de estas inversiones en el país produce un encarecimiento en el tipo de cambio. Además, despoja a los bancos de recursos viéndose afectado con ello el otorgamiento de préstamos”.
Me comenta que este problema ya se venía arrastrando también desde antes de surgir la pandemia, ya se detectaba un nivel importante de desconfianza en las acciones del Gobierno Federal por parte de los inversionistas a nivel nacional e internacional. Este nivel de confianza pasó de ser alto en el sexenio de Calderón a medio durante el de Peña Nieto y ha llegado a los niveles más bajos durante el mandato de López Obrador. El nivel de confianza lo miden por el grado de inversiones que se hacen en el país. “Los clientes tienen miedo, desconfían de las medidas gubernamentales y ahora con la pandemia no consideran que se haya hecho un manejo óptimo, lo que los ha puesto aún más nerviosos. Hemos tratado de retener a los clientes mediante tasas más atractivas e instrumentos equiparables a los que consiguen en el mercado internacional, pero terminan migrando por temor a decretos o decisiones del Ejecutivo que los puedan llegar a perjudicar”.
Agrega que los ingresos de los bancos se tienen que convertir, en parte, en reservas para cubrir la cartera vencida (pues los clientes están imposibilitados para pagar sus créditos en tiempo y forma) y esto afecta los resultados de las instituciones financieras. Seguramente se rebasarán con la pandemia dichas reservas pues se espera que la cartera vencida crezca muchísimo, lo que puede provocar despidos masivos en dichas instituciones; que los créditos estén muy limitados o sean nulos, creándose así un círculo vicioso adverso a la reactivación de la economía del país. Por otra parte, el gobierno está endeudado y gastando mucho más de lo que produce, por lo que no contará con recursos que generen una reactivación o les devuelvan a los inversionistas la confianza que requieren, tanto a nivel local como internacional”.
Suena uno de los celulares. Atiende. Continuará sus labores durante un par de horas más, antes de trasladarse al comedor de su casa, calzado de unos crocs, para su comida de medio día.
* menos 184,886 empleos en abril 1995, menos 60,218 en abril de 2009, menos 555,247 en abril 2020.

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