sábado, 21 de febrero de 2009

IFE... malas noticias

LAURA CASTRO GOLARTE

Aunque los cambios en el Instituto Federal Electoral, como lo conocemos hoy, datan de 1991, no fue sino hasta la elección de 1997, luego de varias reformas electorales, cuando la sociedad en general empezó a ver en el IFE a una institución confiable que significaba, sobre todo, una esperanza de democracia, de respeto, de certeza, de legalidad.
Esa concepción del Instituto, vaga aún, se consolidó en la elección del año 2000 cuando la votación ciudadana dio paso a la alternancia. ¡Qué tiempos aquellos! El organismo electoral se convirtió en un ejemplo a seguir no sólo por los consejos e institutos electorales de los estados, sino también en el contexto internacional.
En aquel momento nadie lo advirtió y si acaso alguien lo hizo, no habló suficientemente fuerte. Del IFE aquel poco queda, casi nada.
Para las elecciones de 2006, los partidos políticos se infiltraron de una manera que no dejaron margen para que los consejeros electorales se deshicieran del padrinazgo y, hoy por hoy, el proceso electoral de ese año se sigue cuestionando.
La confianza ganada, de esa que se construye día a día, y no de una vez y para siempre, parafraseando a José Woldenberg, se dilapidó, hasta ahora, se podría decir que irremediablemente pese a la renovación de los integrantes del Consejo General con derecho a voz y voto.
Las expectativas con respecto al IFE eran de borrón y cuenta nueva, de volver a empezar, bajo la mirada atenta de la sociedad. Sin embargo, las más recientes reformas electorales dejaron un mal sabor de boca por los cambios que implicaban (implican) minar, de entrada, la autonomía de la institución.
El Consejo General que encabezaba José Woldenberg, constreñido siempre por la ley, se las ingenió para impedir que los procesos electorales fueran cuestionados; pero ahora, además de las desventajas claras de una ley que favorece a los partidos y no a la autonomía del IFE, los consejeros se niegan a sí mismos el ejercicio de las escasas facultades que el marco legal les otorga y se propinan un autogolpe que es, en realidad, un golpazo para la democracia y para la sociedad mexicana. Y me refiero a las risibles multas, de las que luego el IFE desistió, a Televisa y TvAzteca.
Confianza y autoridad van de la mano y, lamentablemente, ahora somos testigos de una institución que no está trabajando ni tantito en reencontrar el camino perdido ni en hacer valer la ley hasta donde se puede.
El IFE en este momento es una institución débil y en el contexto de país en el que vivimos, la noticia es mala, muy mala.

Artículo publicado en El Informador el sábado 21 de febrero de 2009.