sábado, 9 de mayo de 2009

Desconfianza

LAURA CASTRO GOLARTE

En estos días de la influenza humana, mientras los mexicanos estamos expuestos a cifras cambiantes, a datos imprecisos, a recomendaciones sanitarias, a restricciones tragicómicas, a indiscriminación irracional, a dudas e incertidumbre, cuando el miedo y en algunos casos el pánico nos ha llevado a conductas obsesivas e irreflexivas, lo que prevalece es la desconfianza.
Todas las teorías, hipótesis, ideas de complot y conspiración en torno a la influenza humana son resultado, en gran medida, del mal manejo de la información que se ha hecho con respecto a lo que sucede en nuestro país y, por supuesto, de la desconfianza previa.
En cuanto a la información, el primer y más claro ejemplo es la declaración matutina del secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, el 24 de abril, en el sentido que eran casos habituales y no había de qué preocuparse. Ese mismo día, por la noche, se decretó la emergencia sanitaria.
De entrada, esta contradicción desató la confusión y, por supuesto, el temor. Todos los mexicanos salimos a las calles a comprar cubrebocas y desinfectantes, sólo para darnos cuenta, muchos, de que se habían agotado. La pregunta recurrente era “¿Y ahora qué vamos a hacer?”.
Con el aislamiento sugerido por el Presidente Felipe Calderón para el puente del primero al 5 de mayo, quedamos a merced de la imaginación, la especulación, la indignación, el coraje, nuevamente la preocupación y los cuidados; y luego el regreso a una realidad difícil y un futuro inmediato complicado por los daños severos a nuestra economía y porque la amenaza del virus A/H1N1 persiste, aun cuando se nos dijo que la enfermedad es curable y hay suficiente medicina.
Es cierto, se han contestado preguntas que habían estado sin respuesta como la ubicación del primer caso, o las edades (en rangos) de los fallecidos, que si México se tardó o no, en fin, sin embargo, prevalece la desconfianza y este es un dato que en cualquier régimen democrático debería ser atendido mínimamente para indagar por qué y qué se puede hacer para atenuarla.
Las pruebas están en las reuniones familiares y de amigos; en las comunicaciones de televidentes, lectores y radioescuchas a través de los medios; en internet, en los correos electrónicos. Y están también las dudas que se callan o se autodesechan. Esa búsqueda de razones, de orígenes, de respuestas, es reflejo de la desconfianza. Y no es nueva ni reciente.
Toca a las autoridades de todos los órdenes y niveles no sólo atender con precisión los requerimientos de una alerta sanitaria para combatir la influenza humana, sino actuar igual y con transparencia, para combatir la desconfianza.

Artículo publicado en El Informador http://www.informador.com.mx el sábado 9 de mayo de 2009.