miércoles, 15 de julio de 2009

Por el poder

LAURA CASTRO GOLARTE

A una semana de que se desatara el conflicto interno del Partido Acción Nacional en Jalisco, lejos de avizorar signos de solución, el asunto empeora, los ánimos están muy caldeados y fuera de algunos miembros vitalicios del consejo estatal, que son los menos, entre los actores principales no aparece la cordura.
A pesar de que panistas de diferentes corrientes habían negado la división interna del partido, el resultado electoral, adverso a más no poder, rompió los diques y los dos grupos claramente identificados y enfrentados, se desataron.
El espectáculo es por demás lamentable y del más bajo nivel, lo que además confirma la predilección por las guerras sucias y no “de contraste” como se preocupaban en corregir de inmediato.
Para la sociedad en general y para muchos ciudadanos panistas por convicción o simplemente simpatizantes desde hace décadas, el panorama es desalentador.
Es de esperar, de los partidos, que con las derrotas electorales hagan ejercicios internos de reflexión para corregir el rumbo, los errores, revisar las omisiones, los abusos, las causas pues, en función de recuperar lo perdido, solidificar a las instituciones y volver a los principios.
Los partidos políticos son entidades de interés público a través de las cuales se representan las ideas y los ideales de la sociedad en la que están inmersos y a la que se deben; a través de ellos se accede al gobierno y entonces se cierra un círculo que fortalece los valores democráticos.
Desafortunadamente, como un claro efecto perverso, desde que en México tenemos un sistema electoral confiable y la alternancia llegó para quedarse, los partidos se han convertido en agencias de colocación e instrumentos al servicio de la clase política. Es una verdad de aceptación generalizada que los partidos son, en mucho, un negocio, el modus vivendi de unos cuantos, incluso se han dado casos de “empresas” familiares.
Y así han llegado oportunistas y advenedizos, gente sin escrúpulos y por supuesto, sin ideales, simplemente a servirse con la cuchara grande a costa de la sociedad y de los mismos partidos que les dieron cabida.
La realidad del PAN en Jalisco, lo que dejan ver, lo que militantes y dirigentes de uno y otro bando han destapado, es una lucha descarnada por el poder, por el poder mismo y todos los privilegios de la clase gobernante, las prebendas y el tráfico de influencias.
El plantón, las declaraciones, las represalias contra panistas del “otro bando” que se desempeñaban en el Gobierno del Estado, la virulencia, son claros ejemplos de que la sociedad jalisciense es lo que menos les importa, a todos, y entonces queda muy claro, por qué perdieron como perdieron.

Artículo publicado en El Informador el miércoles 15 de julio de 2009