sábado, 28 de noviembre de 2009

Universidad de Guadalajara

LAURA CASTRO GOLARTE

A raíz del lamentable fallecimiento de Carlos Briseño Torres, quien fuera rector general de la Universidad de Guadalajara por un breve periodo, desde la sociedad –a través de medios de comunicación—; entre periodistas y analistas y en la comunidad universitaria en general, regresó como tema urgente la democratización de la máxima casa de estudios en Jalisco.
La coyuntura no es la mejor. La muerte de Carlos Briseño, en las circunstancias que se dio, abrió las puertas de par en par a especulaciones, elucubraciones, teorías de la conspiración y recriminaciones.
Eso no es bueno, propicia la polarización y, básicamente, que no se aborde de fondo una necesidad que, de resolverse, impulsaría a la UdG hacia niveles superiores de calidad y de inclusión y de apertura.
Es un secreto a voces el control de Raúl Padilla López sobre la institución, al frente de lo que se conoce como Grupo Universidad, y si bien los periodistas preguntamos y preguntamos sobre esta realidad, hasta el momento nadie desde los niveles directivos lo reconoce y ha sido difícil encontrar alguna hebra suelta que empezar a jalar para desenrollar la madeja.
Antes de que Padilla López fuera rector, hace 20 años, la Universidad se manejaba de un modo similar, hubo cambio de personajes, en cuanto a líderes claro, (“caciques”, dirían algunos), porque ciertamente, y es preciso reconocerlo, se han impulsado reformas estructurales que sí han repercutido y repercuten en una mejora de la institución.
Sin embargo, sobre todo si estamos hablando de la segunda universidad más importante de México, se necesita más. Se requiere por ejemplo, hacer menos política y más academia y dejar de usar a la UdG como instrumento de presión para obtener más y más presupuesto (no es cuestionable que se pida más presupuesto, sí que se utilice al talento universitario para cuestionar obras y políticas públicas en campañas que, una vez logrados los propósitos, se abandonan); es importante transparentar no sólo el manejo de los recursos públicos sino también la forma en que se asignan plazas y se deciden nombramientos; eliminar los privilegios de los académicos, investigadores y trabajadores cercanos al Grupo Universidad y a las actuales autoridades; reducir gastos, viáticos y rendir cuentas con respecto a bonos, becas y financiamientos que instituciones universitarias como la UdG reciben por otras vías (saber, por ejemplo, sí los reciben quienes realmente se los merecen)...
Se trata de trabajar por una universidad más democrática al servicio de todos los jaliscienses vía los conocimientos que aportan, generan, enriquecen y difunden sus académicos e investigadores, y los cambios que impulsan sus miles de egresados en todas las disciplinas.

Artículo publicado el sábado 28 de noviembre en El Informador.