domingo, 12 de septiembre de 2010

Cuestión de altura

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En un contexto en el que la clase política en México camina por un carril y la sociedad por otro, en un ambiente de desánimo, descrédito, inconformidad, molestia, insatisfacción, presiones cotidianas y cero respuestas de la autoridad (de las respuestas para resolver cuestiones profundas, urgentes y de largo alcance), las universidades públicas deberían estar desempeñando un papel de liderazgo y hasta de representación social, considerando que los representantes electos, diputados y senadores, actúan como si no fuera ese su mandato.
Sé que desde la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de su rector, el Dr. José Narro Robles, se está insistiendo no solo en la necesidad urgente de que se invierta más en educación superior con una visión a futuro, con la conciencia de que es preciso construir el camino de las nuevas generaciones y ponernos de acuerdo en un proyecto de nación, sino también en los problemas más graves que afectan a los mexicanos, como la inseguridad.
Pero es, hasta donde sé, el único. No he sabido de otros rectores de universidades públicas (sí en cambio de varios de universidades privadas) que han puesto el dedo en la llaga y no desisten con la idea de que los gobernantes por fin atiendan demandas ciudadanas añejas e impostergables.
Nos estamos quedando atrás como nación de manera clara y contundente. Apenas el jueves el Foro Económico Mundial informó que México cayó seis puestos en materia de competitividad y se ubica por debajo de países como Costa Rica y Uruguay, en el contexto latinoamericano.
Y este es solo un dato, están además los indicadores negativos en materia de derechos humanos, transparencia, seguridad, salud, educación, pobreza y otros, que únicamente reflejan las diversas crisis en las que estamos inmersos.
La sociedad civil hace lo suyo. Hay cada vez más organizaciones y la participación es constante; hay también académicos que en lo individual encabezan un trabajo intenso por generar conciencia y cuestionar, con argumentos incluso científicos, las decisiones que toma la clase política; sin embargo, hace falta más e, insisto, las universidades están llamadas a desempeñar ese papel, más allá de manifestaciones y trasfondos políticos, como sucede en la Universidad de Guadalajara.
La UdG es una institución extraordinaria, no obstante, quienes están al frente de ella en estos momentos, concretamente el rector general, Marco Antonio Cortés Guardado, no asume –y no creo que lo haga— una posición de altura de miras con respecto a los grandes problemas de Jalisco, mucho menos del país. Es fácil ubicarse por encima del gobernador del Estado, por ejemplo, con frecuencia deja la mesa puesta; pero las cúpulas en la UdG se contentan con manifestaciones que implican el acarreo de estudiantes en lugar de emprender una labor inteligente y estratégica de gestión de recursos y de representación social. Ojalá corrigieran el rumbo y el rector en particular, ejerciera un liderazgo sólido, incuestionable y responsable a favor de la sociedad jalisciense.

Columna publicada en El Informador el sábado 11 de septiembre de 2010.