Ciudad adentro
Consummatum est
Falta el visto bueno de la Cámara de Diputados a los
cambios propuestos por el Senado y luego que se publique para que entre en
vigor, pero prácticamente ya es un hecho la mal llamada reforma hacendaria, no
por mí, sino por expertos, quienes afirman que no es sino una miscelánea fiscal
porque no se abordó de fondo, para resolver de una vez por todas, el déficit de
México en materia recaudatoria, de hecho, la de México es la más baja entre
todos los países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico).
Sí, México enfrenta presiones para que incremente sus
niveles de recaudación con relación al Producto Interno Bruto, pero la forma en
que se plantea va en detrimento de los contribuyentes, de sus ingresos y del
mercado interno. No incluye estrategias o medidas para captar a quienes se
desempeñan en la informalidad y tampoco acciones para reducir los niveles de
evasión fiscal, especialmente de los más ricos de este país, considerando que
el sistema de consolidación fiscal sólo cambió de nombre.
De hecho, las cúpulas empresariales anunciaron que habrá
amparos contra la reforma hacendaria y no especialmente por el asunto de la
consolidación pero sí con respecto a otros temas que afectan, por ejemplo, a la
industria maquiladora; la economía fronteriza en general y los costos del
empleo.
Uno de los puntos aprobados me parece emblemático, para
ilustrar cómo se condujeron los legisladores de la mano de la Secretaría de
Hacienda del Gobierno federal: la deducibilidad de las prestaciones de los
trabajadores.
La iniciativa presidencial planteaba que sólo 40% de las
prestaciones laborales fuera deducible, en lugar del 100% anterior que permitía
que los patrones cumplieran –y con creces—con las obligaciones que en esta
materia marca la Ley del Trabajo; era una forma de compensar los bajos sueldos.
Pues bueno, los diputados dijeron que no y enviaron con
una propuesta de 47% de deducibilidad este apartado; y los senadores, se
indignaron casi hasta el llanto y el desgarre de vestiduras y nos hicieron el
grandísimo favor de que la deducibilidad fuera de 53 por ciento. Se está
manejando como un favor, nos salvamos del 40% y ahora 53%, no si su bondad no
tiene límites, el pequeño detalle es que la deducibilidad era de 100 por
ciento.
Como este punto muchos otros fueron modificados pero en
realidad, el fondo o la esencia de este dizque reforma, no cambió. Si acaso, el
seguro de desempleo no será financiado por la subcuenta de vivienda de los
trabajadores sino por el Gobierno federal, la carga será directa al erario
público… Y ya. Prácticamente es lo único positivo.
Respecto a los impuestos para “combatir” la obesidad,
ojalá el Ejecutivo y los legisladores se asesoraran mejor porque el problema no
es por consumir papitas, refrescos, dulces y chicles, ahí no están las causas
de la obesidad. El asunto es grave y no nada más un problema de malos hábitos o
falta de ejercicio, se requieren acciones integrales que deben considerar
deficiencias metabólicas. Pero bueno, ya dijo el secretario de Hacienda que con
lo que se recaude por vía de este impuesto se pondrán bebederos en las escuelas
(¡¡¡!!!). Así se las gastan.
Ya veremos qué pasa cuando esto entre en vigor, cuando se
empiece a resentir en los bolsillos en un entorno de recesión, técnicamente
recesión.
Consummatum est. (La verdad no creo que en la Cámara de Diputados hagan
algún ajuste, si acaso, dejar en 47 y no en 53% la deducibilidad de las
prestaciones laborales).
Publicada en El Informador el sábado 2 de noviembre de 2013.