Ciudad Adentro
Ya que los
empresarios organizados alzan la voz, las manifestaciones ciudadanas adquieren
otra dimensión. Es como si de pronto los mexicanos de a pie, los que trabajamos
y trabajamos para vivir al día; y pagamos impuestos y todo lo que hay que
pagar, casi sin rechistar y con los ojos cerrados, nada más porque somos
derechos y cumplidos, hubiéramos recibido un espaldarazo solidario y empático
de parte de la Coparmex (Confederación Patronal de la República Mexicana).
Por cultura, por
historia, por manipulación y conveniencia más que por ideología y/o
convicciones, los empresarios caminan por una vía y la gente por otra, incluso
si son sus propios trabajadores. Patrones y trabajadores, salvo honrosas
excepciones, son como agua y aceite para usar una metáfora del dominio público
y con la que difícilmente podemos estar en desacuerdo.
Claro que no lo
digo yo ni estoy descubriendo el hilo negro, pero así es. Hay diferencias en
todos los sentidos: orígenes, educación, ingresos, formación, habilidades
técnicas y tecnológicas, filosofía de vida, intereses, necesidades, metras,
proyectos… en fin; pero ambos están estrechamente vinculados, se necesitan
mutuamente.
La postura de la
Coparmex, digna, valiente, honesta, firme y contundente, ante la invitación a
firmar un pacto, como tantos, de dientes para afuera, sin nada de sustancia, es
en realidad un apoyo para el resto de los mexicanos que nos hemos manifestado
contra el gasolinazo, una medida que, a estas alturas, ya es símbolo y
paradigma.
La oposición al
incremento de 20 % en las gasolinas ha dado pie a que los mexicanos de
diferentes niveles económicos y educativos salgamos a las calles a expresar el
enojo que se ha ido acumulando por la vergüenza de tener un mandatario
ignorante, que no lee (para empezar) y que llegó a tal puesto con muy escasa
legitimidad; por los abusos de la clase política que desde la cabeza se han
permitido, tolerado y hasta fomentado; por el manejo tramposo de las dizque
reformas estructurales como si fueran la gran cosa cuando sabemos que no es así
porque no se notan en ninguna de las materias que abordan (sólo dos ejemplos:
la energética y la educativa), digo, no se notan para bien, sí en cambio los
prejuicios, la inconformidad y las repercusiones nocivas como, justamente, el
gasolinazo; por la “casa blanca”, los vestidos de 20 mil dólares de Angélica
Rivera y la vida de lujos como si de una monarquía se tratara; por las
omisiones, por ese dejar hacer y dejar pasar a zánganos y parásitos como los
diputados y los senadores (la mayoría, sí, hay también honrosas excepciones),
los gobernadores como los Duarte y otros que con el cuento de la alternancia y
de la “libertad y soberanía” de las entidades han hecho lo que han querido
esquilmando y expoliando a su electores.
Esto y más está
en los gritos y en las mantas de los mexicanos que hemos salido a las calles,
en los pasos y en los puños, en la frente en alto y en la determinación; pero a
diferencia de lo que sucedió en 2012 con el movimiento #YoSoy132, ahora los
empresarios sí pusieron un límite, por fin. Y no sólo eso: además de decirle
que no a Peña, a un acuerdo hechos sobre las rodillas, a todas luces mediático
y del que recibieron la información correspondiente dos horas antes de que
iniciara la ceremonia para su firma, lanzaron una contrapropuesta con medidas
reales y precisas agrupadas en tres grandes ejes que sí, resumen los problemas
gravísimos que enfrentamos en México: 1.- Promoción del Estado de derecho y
combate real a la corrupción; 2.- Impulso a la economía familiar y a la
creación de empleos; 3.- mejora de las finanzas públicas.
Las marchas y
las diferentes expresiones ciudadanas tienen un gran valor porque además están
saliendo a las calles personas que normalmente no lo hacen: amas de casa,
médicos, dentistas, arquitectos, estilistas, jóvenes y niños de todos los
grados escolares; burócratas ¡sí! burócratas… Pero si además de estas
manifestaciones y expresiones diversas y tupidas en redes sociales, los
mexicanos contamos con el apoyo de un empresariado organizado y poderoso,
consciente y honesto de frente a la sociedad, preocupado más allá de por sus
intereses por el destino de la nación, las correcciones en el rumbo, que urgen,
pueden hacerse más rápido y de mejor manera. Sí, por fin.
Columna publicada en El Informador el sábado 14 de enero de 2017.