Ciudad Adentro
Justo el día de
hoy se cumplen 200 años del natalicio de Mariano Otero Mesta, un personaje de
la historia nacional, jalisciense para mayores señas, cuya vida y obra han
trascendido gracias al el Juicio de Amparo, una herencia de México al mundo; no
obstante, sus aportaciones van mucho más allá, aunque por lo general, se
desconocen. Tristemente, para muchos, sólo es una referencia vial en la zona
metropolitana de Guadalajara, y ya.
Sin restarle
importancia claro está, en las actuales circunstancias (clase política mexicana
egoísta, corrupta y dividida; y gobierno estadounidense agresivo, violento,
irracional y beligerante) me parece más útil y ejemplar recordar a Mariano
Otero, que los cien años de la Constitución del 17 (se cumplirán mañana); la
Carta Magna que con casi 700 reformas sigue vigente y en medio de la polémica
por dos posturas encontradas: una, mantenerla y reformarla todas las veces que
sea necesario (como quieran los legisladores en turno dada la ausencia de un
proyecto de nación que trascienda trienios y sexenios) y, dos, de plano
convocar a un constituyente para actualizar el marco de derecho sobre el que se
sostiene nuestra nación.
Mariano Otero, “el
Legislador de su país”, fue un joven prodigio en cuya corta vida (falleció a
los 33 años de edad víctima del cólera) hizo aportaciones notables además de en
la materia legislativa, en la defensa y conformación de la nación mexicana.
Mariano Otero Mesta |
Liberal,
federalista y republicano, era sin embargo moderado y trató en todo momento,
tanto en Jalisco como en la ciudad de México, de conciliar para que el país
estuviera en condiciones de progresar.
Apenas con 20
años de edad, graduado ya como abogado, escribió las biografías de fray Antonio
Alcalde, obispo de Guadalajara y Francisco Javier Gamboa. Se distinguió como
orador y como escritor particularmente para la expresión de sus propias ideas,
de su pensamiento político; publicó varias obras, trabajó como editor y
redactor del periódico El Siglo XIX,
catalogado como órgano de difusión de los liberales, esto ya en la ciudad de
México. En 1842, a los 25 años, publicó Ensayo
sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la
República mexicana en el que expresaba sus preocupaciones por las posturas
ideológicas que separaban a la sociedad y, específicamente, por la crisis que
se desató a raíz del pronunciamiento de Jalisco.
En esa obra,
prácticamente desconocida por el público en general (el Congreso del Estado
anunció una reedición de 500 ejemplares a propósito de esta fecha), cuatro años
antes de la invasión estadounidense, Mariano Otero advirtió sobre lo que ya era
una amenaza.
Según la
interpretación de la historiadora Adela Vázquez Trejo, con la que coincido: “El
diputado jalisciense llegó a considerar que la nación vivía un largo periodo de
inestabilidad política, iniciada desde 1824, por lo que hace notar que la
diversidad de corrientes ideológicas que persisten han sido heredadas de la
lucha por la Independencia; por lo tanto, reconoce que es necesaria la unión de
los mexicanos, más allá de la posición política, para tomar el camino del
progreso”. Más actualidad no podrían tener estas consideraciones y ni qué decir
de su convicción férrea y para algunos temprana, de compromiso con México.
Mariano Otero
—he aquí el ejemplo que quiero destacar— fue uno de los cuatro diputados que
votó contra la capitulación de México ante el invasor estadounidense. Otero se
pronunció por continuar la guerra en una muestra de dignidad y amor por la
patria que urge hoy en la clase política que dice que nos representa. Manifestó
que no quería una paz bajo la presión del enemigo estadounidense “pues era
oprobioso que el pueblo mexicano entero no pudiera desbaratar a menos de diez
mil invasores. Ramiro Villaseñor escribió a propósito: “Este grito de
patriotismo de Otero, fue su canto del cisne pero dejó una marca muy honda en
la historia de México”.
Personajes y
momentos de nuestra historia como estos son los que debemos rescatar, recuperar
para alimentar nuestra memoria colectiva, para avivar el fuego de la dignidad
nacional, despertar el espíritu público que extrañaba tanto el legislador
cuando apenas tenía 25 años y sobreponernos como sociedad a la mezquindad de
nuestra clase política que en estos momentos no ayuda en nada a enfrentar el
trace, al contrario. Los mexicanos no somos así y está en nosotros
reencontrarnos con el espíritu auténticamente patriótico de mexicanos ilustres
como Mariano Otero.
Columna publicada en El Informador el sábado 4 de febrero de 2017.