viernes, 22 de mayo de 2020

Escribir desde el encierro

Estoy impartiendo un curso-taller sobre Géneros Periodísticos Informativos en la Escuela de Escritores SOGEM Guadalajara y ha sido una experiencia muy interesante sobre todo porque quienes se han inscrito tienen un interés auténtico por conocer estas herramientas de que disponemos los periodistas y han hecho trabajos de fin de cursos muy buenos. Tan buenos, que se me ocurrió abrir esta sección en el blog para dar cabida a los textos de mis alumnos y alumnas que, debo decir, integran un grupo diverso en verdad, con participantes de todas las edades y distintas ocupaciones.
Por cierto, impartiré el mismo curso durante el verano, será en línea también, por la cuarentena, y si les interesa, se pueden comunicar a la SOGEM para pedir informes.

Vamos a empezar con dos trabajos muy interesantes. El primero es un artículo de opinión que escribió Bill Barlo, a propósito de la pandemia. De hecho, la idea surgió precisamente por el contexto en el que nos tiene el coronavirus en todo el mundo, sin embargo, los alumnos realizaron otros trabajos que también incluiré aquí y aprovecharé para publicar textos de cursos anteriores. Bien.
El segundo trabajo de esta primera entrega es de Ulises Jaucort, y es una crónica.
Serán bienvenidos sus comentarios y vamos a ver si luego abrimos un espacio exclusivo para los trabajos del curso y si se difunden también en el blog de la Escuela de Escritores. Por lo pronto, aquí la primera entrega. Gracias  por leer.



Entre el estoicismo, lo absurdo 
y la histeria


Bill Barlo


     Muertas. Estoy seguro que pocas personas se han imaginado a sí mismas muertas. A pesar de esta falla de la imaginación colectiva (o de falta de empatía hacia lo que ya no respira), estar inerte, ya sea metros debajo de la tierra o caso contrario, metros esparcido por el aire sobre ella, no es una imagen que quiera ser enfocada por nuestra atención. La facilidad con que la nueva cepa del coronavirus (la que causa el Covid-19) invoca la muerte en la mente colectiva no sólo del tapatío, sino del mexicano, resulta en un problema igual o más grande que la enfermedad.

     El virus que inició en la ciudad de Wuhan, China, permitió conocer con qué está tejido el carácter mexicano. Mientras que el coronavirus se concentraba en Asia durante el inicio del 2020, en México sólo llegaron rumores de un mal surgido en una tierra lejana. Si ni la Organización Mundial de la Salud (OMS) veía como un verdadero riesgo la nueva enfermedad para la salud pública internacional, mucho menos el mexicano. Claro, esto sin discriminar al gobierno.
     Más temprano que tarde sucedió lo inevitable: el número de casos de enfermos de Covid-19 creció y la enfermedad se esparció más allá de las fronteras chinas. Vacilante, sobre todo ante la reacción de la gente, de los gobiernos del mundo y de las consecuencias tanto económicas como políticas, la OMS tardó en declarar a esta enfermedad como pandemia. Fue hasta el 11 de marzo, con más de 118 mil casos confirmados de contagio en 114 países y cuatro mil 291 muertos, que la OMS por fin pronunció lo que ya se decía en boca del colectivo: pandemia.

Boletín Epidemiológico de la Secretaría de Salud de México correspondiente a la segunda semana epidemiológica de este año. Fecha de publicación: 9 de enero de 2020. (Fuente: Boletín Epidemiológico).
     El escenario global fue un mosaico de reacciones. Desde los estudiantes de países con políticas exteriores abusivas que tomaron la suspensión de actividades como unas vacaciones más, hasta las compras obsesivas por artículos de higiene personal. Lástima que los virus no discrimen a aquellos que ostenten de tener guerras ganadas y sumas cuantiosas de tratados de libre comercio celebrados; el contagio es aparentemente el mismo…. Pero la muerte sí discrimina, y según las estadísticas, la balanza se inclinó en favor de los jóvenes y sanos.
     Y nuevamente sucedió lo que tanto el miedo como la cordura pronosticaban: el 27 de febrero se dio a conocer el primer caso del coronavirus en México, ese México incluyente. Fue precisamente la capacidad de discriminar lo que le hizo falta al Gobierno federal. Sin certeza ni seriedad por parte del líder nacional, quien invocó la ayuda de amuletos y santos para salvaguardar la salud, el mensaje oficial fue que no existía riesgo por parte del Covid-19 y que las actividades diarias tenían que seguir, entre estas los abrazos. Lo que su comunicado significó entre líneas fue lo siguiente: la pandemia es una pantalla de la derecha internacional.
     La oposición de López Obrador no tardó en pregonar acciones “eficientes” para contrarrestar el esparcimiento del Covid-19 en Jalisco. Apoyado en expertos en estadística de la Universidad de Guadalajara, el gobernador del estado hizo un llamado para que la población se resguardara en sus hogares desde el 14 de marzo, para así evitar una curva de crecimiento acelerado en cuanto a los contagios. La pregunta aquí era, ¿qué tan preciso puede ser un modelo predictivo cuando no se conocen de manera exacta los casos reales de contagio? ¿Se consideraron estos errores de conteo de frecuencias en el modelo predictivo?
     Si este fue un acto de rebeldía por parte del gobernador de Jalisco hacia el Gobierno federal, no fue el más inteligente. Sobre todo, considerando que, erguido de frente ante toda decisión tomada por las autoridades, llámese simulación, movida política o acto genuino enfocado en contrarrestar al Covid-19, el pueblo de Jalisco esperaba un liderazgo serio ante la crisis. Ese vacío, formado entre el conflicto del Gobierno federal (pseudoizquierda) y el Gobierno estatal (¿derechizquierda?) fue llenado por las redes sociales.
     Fue así como inició la histeria. Cadenas de whatsapps, no sin errores de ortografía o gramática, escritos por el amigo del amigo; sí, el doctor que trabaja en el IMSS, en el hospital militar, etc., y que tenían acceso a información privilegiada, mandaban su conocimiento. Pobre de aquél que se atreviera a preguntar por la fuente original de semejante información…
     Entonces si ni los gobiernos, ni las instituciones ni el pueblo podían proteger la salud pública, ¿quién sí? La respuesta residía en la razón individual. En las decisiones moderadas y en la prudencia. En la búsqueda de información veraz. En el esfuerzo por no ceder ante el impulso del miedo, de la vida social embriagada y del sentimiento religioso. Fue así como, entre la histeria colectiva, grupos de individuos y no masas de gente, no sólo lideraron, sino que aguantaron los golpes de la tormenta.
    El peligro sigue. México persiste. Desafortunadamente seguimos estando al sur del país que, al 09 de abril, suma un tercio de los casos confirmados de Covid-19. La cuerda está tensa entre tres puntos: estoicismo, histeria y lo absurdo, ¿qué lado romperá primero?





El crescendo de un virus


Ulises Jaucort


El hombre de pelo negro abre los ojos, la luz del sol se proyecta en sus pupilas. Bosteza un poco, se endereza, se pone sus pantuflas y se dirige al baño. Durante el recorrido de apenas tres metros, sus ojos se desvían a una guitarra Fender electroacústica algo empolvada, a un piano digital Yamaha con una sábana encima, a un par de atriles con hojas llenas de letras, acordes y nombres de canciones. Un par de amplificadores yacen en la esquina del cuarto… Y a pesar del horizonte, el silencio empapa toda la atmósfera de una habitación de tres por cuatro metros. El silencio absoluto, el terror más grande de un músico. Él logra llegar al baño, se enjuaga la cara y sufre por el pensamiento de una agenda en blanco, de una familia necesitada, de unos bolsillos vacíos. El origen del problema se conoce desde el 31 de diciembre de 2019. Un virus hasta entonces desconocido nace en Wuhan, China.
            
    La música es algo que surge en lugares y momentos especiales, durante una caminata o una charla, cuando sufres el impacto de una noticia que cambiará tu vida, o en la soledad de tu habitación. Pero la música no puede sobrevivir en un hábitat solitario, desértico. Subsiste y se mantiene gracias a su interacción con otros seres vivos, resiste en una simbiosis. El 7 de enero de 2020 se conoce el nombre del enemigo, las autoridades de China confirman la identificación del virus como un nuevo coronavirus, inicialmente llamado 2019-nCOV. El 11 de enero de 2020 se conoce el poder y alcance de este nuevo virus. La Comisión de Salud Municipal de Wuhan anuncia la primera muerte provocada por éste. Un hombre de 61 años muere por una insuficiencia respiratoria a raíz de una neumonía severa. El problema no es de una sola nación, el 12 de enero de 2020 China comparte la secuencia genética del coronavirus para que otros países puedan diagnosticarlo.

Imagen tomada sin fines de lucro del sitio de la Radio Nacional de Colombia.

     La música tiene un poder de expansión increíble. Una persona puede componer una canción, al final del día ya se la mostró a dos amigos. Estos dos amigos a su vez se la muestran a otras dos amistades cada uno. Esto puede ocurrir durante algún tiempo creando una reacción en cadena. Luego de un mes, esa canción que al principio era conocida sólo por su autor, puede ser conocida por cientos de miles de personas. Durante el mes de enero, Tailandia, Japón, Estados Unidos y Francia presentan sus primeros casos de este nuevo virus. Para el 31 de enero ya hay nueve mil 600 casos de coronavirus y 170 muertes. Para el 5 de febrero el número de muertes supera las 500 personas. El 11 de febrero la OMS nombra al coronavirus como Covid-19, y el 11 de marzo del mismo año la OMS determina que el Covid-19 es una pandemia.
            
     La emoción de asistir a un concierto es inigualable. Porque escuchar una canción desde Spotify o YouTube te enchina la piel, pero escucharla en vivo te la arranca, trasforma, revierte, te hace mudar de piel. Escuchar en vivo a tu grupo o artista favorito es una experiencia inigualable. El 28 de febrero se da el primer caso de Covid-19 en México. El 3 de marzo se presenta Ghost, en el Palacio de los Deportes, asisten 22 mil espectadores; el 6 de marzo Billy Joel se presenta en el Foro Sol, asisten 55 mil espectadores; el 12 de marzo Soda Stereo se presenta en Foro Sol, 55 mil personas; Alejandro Fernández, del 12 al 14 de marzo, se presentan en el Auditorio Nacional, 10 mil personas; el Vive Latino se realiza el 14 y 15 de marzo en el Foro Sol, asisten más de 160 mil personas; estos y más conciertos se llevaron a cabo en México y el mundo.
            
     La industria de la música se detiene con un frenon en seco. Todo es para lograr un bien más grande, sobrevivir. Los músicos y artistas son enviados a sus hogares hasta que todo mejore. El 16 de marzo se suspenden temporalmente las actividades no esenciales y se reprograman los eventos de concentración masiva. Para el 8 de abril ya hay un millón 397 mil 393 personas infectadas en el mundo y 82 mil 279 fallecidos.
            
    El hombre de pelo negro termina de enjuagarse la cara, se siente fresco. Recuerda una película dónde el actor Robin Williams interpreta a un profesor de literatura y poesía llamado John Keating. Un día le dice a sus alumnos: “La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería, son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos”. La producción musical es algo que no puede parar, hacerlo significa la extinción segura de la humanidad. Día 20 de mayo de 2020: cuatro millones 911 mil 902 casos confirmados y 323 mil 413 muertes en todo el mundo. ¿Personas recuperadas? un millón 701 mil 024. En México, la Secretaría de Salud anuncia que el confinamiento voluntario y la suspensión de labores no esenciales continuarán hasta el 30 de mayo. Sólo los municipios menos afectados regresaron a la actividad el 17 de mayo, únicamente si los gobiernos de los estados a los que pertenecen tales municipios estaban de acuerdo. Cabe mencionar que no todos los estados aceptaron la opción.
     El hombre sale del baño. Se frota la cara y se da un par de cachetadas suaves en las mejillas para volver a la realidad. Toma un trapo y comienza a limpiar su Fender, le quita la sábana a su Yamaha, saca los micrófonos y hace de su cuarto un pequeño Home Studio. Afina las cuerdas de la guitarra, conecta los cables, saca su celular y comienza a hacer una pequeña prueba de sonido e iluminación. Una vez que se decide ser músico, jamás se puede abandonar este camino. El hombre se sirve una taza de café muy cargado. Se coloca al lado de sus instrumentos mientras el celular apunta hacia su cuerpo. Se conecta a internet, la indicación en pantalla de “EN VIVO” comienza a parpadear. El músico toma su guitarra, la toca suavemente, Fa mayor, La menor, un Sol mayor inesperado. Una voz fuerte se comienza a elevar. Uno, dos, tres, siete, veintitrés, cincuenta y dos, ciento dos, trescientos cuatro… tres mil setecientos siete conectados apreciando el acto. El solitario espectador ubicado a miles de kilómetros sonríe. Desde su computadora, su tablet y su celular el público contempla los sonidos y movimientos de un músico apasionado. La barrera en forma de pantalla se destruye por la catarsis musical. El aislamiento es solo una ilusión, una que puede ser destruida por la música. El problema deja de parecer tan inmenso, la música lo es más. Cuando el Covid-19 llegó, la música no se dio por vencida. Los festivales virtuales y conciertos vía Streaming comenzaron a realizarse por todo el mundo, permitiendo a músicos y fans conectarse sin importar los confinamientos y restricciones. La era de las telecomunicaciones y los avances tecnológicos han permitido crear este fuerte.
 Músicos italianos, iraníes, españoles, chilenos, costarriqueños, franceses, mexicanos y de otros confines de la tierra hicieron de sus azoteas y balcones pequeños escenarios, y descubrieron en vecinos y amigos a su público más vivo y solidario. Temas como We are de champions, My heart will go on, Cielito lindo, Ramito de violetas, Como la cigarra, Paquito el chocolatero y otros temas representativos de cada comunidad se convirtieron en los verdaderos himnos nacionales. Estos pequeños recitales fueron una muestra de verdadera humanidad. Guitarras, pianos, ukeleles, saxofones, violines, trompetas, flautas, tambores, cuerdas vocales y todo tipo de instrumentos musicales se transformaron en las verdaderas armas contra el aburrimiento, el confinamiento y la locura.
   Todo es cuestión de fortaleza y resistencia. Sabemos que podemos lograrlo. Como dijo el pensador Nietzsche: “Sin música, la vida sería un error”.
            

Quédate en casa.

Ulises Jaucort: ulyssesjauregui@hotmail.com