Continuum
Laura Castro Golarte
Es una verdad de aceptación
generalizada la trascendencia de la educación para el desarrollo de los
pueblos, de las naciones. Una educación deficiente está asociada con bajos
estadios de progreso y siempre se plantea como reto y prioridad,
independientemente de si se trata de un país altamente desarrollado o uno con
las mayores dificultades económicas; la educación implica procesos dinámicos en
constante cambio y adaptación.
Nada más a manera de ejemplo, la
pandemia obligó a hacer ajustes y modificaciones sobre la marcha para lograr
que en tales circunstancias por lo menos no decayera la calidad educativa. En
países como el nuestro, cuyo rezago educativo es histórico, tan arraigado que
parece endémico, el desafío era superior.
Unas dos semanas antes del regreso a
clases para el ciclo escolar 2022-2023, se presentó el Plan de Estudios de
Preescolar, Primaria y Secundaria de la Secretaría de Educación Pública. La
polémica y las críticas explotaron. Gracias a eso, busqué los documentos
originales, las publicaciones en el Diario Oficial de la Federación y otros
antecedentes para tener una información más precisa. Se trata de una tarea fundamental
en la que se trabaja desde hace 18 meses con la participación de todos los
sectores involucrados en la educación, en procesos pedagógicos, didácticos e,
incluso, filosóficos: instituciones, expertos, docentes, padres de familia,
estudiantes, pedagogos, sociedad civil. Se elaboró un diseño inicial y desde
enero de este año se sometió a sucesivas consultas para mejorar y ajustar
cualquier propuesta del contenido.
Encontré lo que buscaba y, dicho sea
de paso, recomiendo a quien lea estas líneas que haga lo mismo porque el filtro
a través de los medios de comunicación, de información tan extensa, detallada y
especializada, deja la mayor parte del contenido fuera de tiempos y espacios.
El plan se concentra en la promoción
e impulso de una educación básica integral para la formación de ciudadanos y
ciudadanas “con principios de igualdad sustantiva, solidaridad, reparación del
daño, libertad, interculturalidad, justicia ecológica y social, igualdad de
género, sexual, inclusión y diálogo de saberes”. A través de esta formación la
idea es alimentar el desarrollo de una conciencia crítica que sitúe a los
educandos en su entorno social en términos de compromiso e interrelación desde
una perspectiva humanista y ya no individual.
Contra la homogenización de la
educación que se arrastra desde fines del siglo XIX, con cambios efímeros y
regresiones, se exalta la importancia de cada plantel en el entorno donde se
encuentra con una educación diferenciada dada la diversidad de los integrantes
de cada comunidad educativa, pero, al mismo tiempo, una educación útil para
reducir los índices de desigualdad en diferentes aspectos.
Los ejes articuladores son siete:
pensamiento crítico, interculturalidad crítica, igualdad de género,
integración, vida saludable, artes y experiencias estéticas y apropiación de
las culturas a través de la lectura y la escritura. Y los campos formativos:
1.- Lenguajes, 2.- Saberes y pensamiento científico, 3.- Ética, naturaleza y
sociedad y 4.- De lo humano a lo comunitario.
Es posible tener acceso a la justificación
y al plan en los sitios de internet de la Secretaría de Educación Pública.
También está la presentación del 16 de agosto en YouTube.
Este plan, que propone la definición
de seis fases que contiene los grados del nivel básico (12), se aplica a nivel
piloto en todo el país (30 escuelas por estado) pero nada más las fases dos,
tres y seis, es decir, las correspondientes al primer grado de cada nivel.
Todos los expositores durante la presentación mencionaron, como una parte fundamental, el diseño curricular enfocado en el desarrollo de una conciencia crítica de frente al entorno social y alejado de dogmas. Para tenerlo en mente.
Periodista, doctora en Historia,
docente en ITESO. Correo electrónico: lauracastro05@gmail.com. Esta columna se publicó en el Semanario de la Arquidiócesis de Guadalajara el domingo 4 de septiembre de 2022.