Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
Todas las causas de América Latina, la profunda, la
prehispánica, la de las venas abiertas,
la esquilmada y explotada, la reprimida y desigual; la América Latina con
sueños de grandeza y escaso margen de maniobra; la América Latina pobre,
violenta y violentada; la de la resistencia, la de estudiantes activos y
activistas a los que cantó Mercedes Sosa; la América Latina biodiversa, natural
y palpitante, productora de piedras preciosas, metales, maderas, frutas y
drogas; todas sus causas, las de la gente, las justas y dolorosas, las añejas y
las recientes, las históricas y hasta las del futuro, eran las causas de
Eduardo Galeano.
Escribió, gritó y lloró por ellas y por todas las
víctimas; murió con el dedo en el renglón, con sus propias venas abiertas como
mimetizado, fundido con la América que tanto amo y seguramente sigue amando
desde donde se encuentra, la América que es México y El Salvador y Ecuador y
Uruguay y Chile y Argentina y Perú… del Río Bravo a la Patagonia más los
millones de hijos de la América meridional y septentrional que viven y trabajan
en Estados Unidos y Canadá.
Hoy tenemos noticias de Eduardo Galeano, de sus
pensamientos, preocupaciones y dolores, gracias a que estuvo en Guadalajara su
compañera de 40 años de vida, Helena Villagra, quien al recibir el Doctorado
Honoris Causa en su nombre, expresó con puntualidad lo que sabía dolió
profundamente a Galeano: la desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa y a
ellos dedicó el reconocimiento que otorgó la Universidad de Guadalajara apenas
este jueves.
Eduardo Galeano. Cultura colectiva. |
Este hecho, tan doloroso para los deudos que siguen
exigiendo con la consigna “vivos de los llevaron, vivos los queremos”, se ha
convertido en un caso emblemático y simbólico que representa a muchos otros
provocados por los abusos de poder, por la represión que caracteriza a los
gobiernos autoritarios, por la falta de respuestas satisfactorias, por el
desdén que desde el poder se hace de las demandas sociales y ciudadanas; porque
es evidencia de las injusticias de un sistema obsoleto y corrupto cuya
estructura perversa parece diseñada así para aplastar a la sociedad de la que
vive.
Esta realidad no es exclusiva de México y lo digo así no
para que sirva de consuelo en lo absoluto, sino por las causas de Galeano y
porque las cuentas pendientes en la región se acumulan e incrementan de manera
exponencial sin que se modifique el estado de cosas a favor de los habitantes
de este vasto y maravilloso territorio; no profunda ni permanentemente,
paliativos y épocas efímeras de bonanza que luego se agotan por lo mismo.
De alguna manera Galeano estuvo aquí y a través de Helena
volvió a poner el dedo en la llaga porque los 43 normalistas de Ayotzinapa
ahora son bandera.
Hay voces que manifiestan hartazgo sobre el asunto y
sostienen que los padres de los muchachos ya lo deberían olvidar; que se
resignen a que sus hijos no aparecerán nunca; que quedará impune como tantos
otros crímenes de Estado y, por lo tanto, mejor se vayan a sus casas a llorar
sus pérdidas. Hay otras voces que desconfían de los deudos de los normalistas, los
fiscalizan y hasta hacen cálculos del dinero que se gastan en sus viajes y manifestaciones
y llegan a decir que eso es realmente lo que les importa, andarse paseando por
el mundo.
Y entonces llega Eduardo en la voz de Helena y esta
noticia reaviva la causa; confronta a los que se resisten a que se haga
justicia y se convierte en una llamada de atención no nada más para el Estado
que debe responder sino para la sociedad que olvida, que no quiere saber, que
trata de evadir siempre que puede y se dice enfadada.
Los #43 de Ayotzinapa eran también una causa de Galeano y
debería ser de todos porque así, esa causa no es otra cosa que una aspiración
de justicia, de rendición de cuentas y de paz para todos.
Columna publicada en El Informador el sábado 5 de diciembre de 2015.