sábado, 21 de septiembre de 2019

Sorpresas


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)


Hacía mucho que no presenciaba una ceremonia del Grito de Independencia como la del domingo pasado. Después de tantos años la celebración puede llegar a convertirse, para muchos, en rutina y aburrir, es cierto, pero, sobre todo, ver y escuchar a mandatarios que, dicho suavecito, no hicieron bien su trabajo, pues no representaba ningún atractivo.
Las de Peña las vi, creo que casi todas, más por obligación por las lecturas políticas que como ciudadana de a pie; y en general así ha sido desde hace tiempo. La del domingo pasado era, igual, la obligación de las lecturas políticas, aunque también la curiosidad de presenciar la primera ceremonia del Presidente en turno, en este caso Andrés Manuel López Obrador.
Me sorprendió. No me planteé ninguna cuestión previa, no imaginé cómo sería o podría ser pese a las elucubraciones en redes sociales, creo que hasta apuestas se hicieron. Me dispuse a verla con mi familia simplemente para testificar cómo sería y conocer el contenido de las anunciadas veinte vivas.
Reitero: me sorprendió, bueno, he de decir, de hecho, que varias cosas me sorprendieron gratamente. En primer lugar, el espectáculo previo que exaltó las venas y raíces culturales tan ricas, profundas y originales de nuestro país. La esencia, estado por estado, del folklor con altos niveles de calidad en las ejecuciones, en la música, en el vestuario. Casi todos escogieron lo mejor de su repertorio e incluso se presentaron bailables producto de investigaciones históricas y antropológicas recientes. En los cuadros de las 32 entidades quedó expuesta la diversidad, el talento, la historia ancestral, sincrética y contemporánea de esta maravilla de país que es México. Ponderar la difusión de esta riqueza por encima de lo que en sexenios anteriores ha sido la promoción del mal gusto, de lo corriente y vulgar, es un cambio a favor, grande y no menor.

Tomada de: RT

Me sorprendió la gente en el Zócalo. Apostada ahí desde temprano para presenciar tanto las representaciones de los estados como la ceremonia del grito y el espectáculo posterior. De acuerdo con los reportes el saldo fue blanco y se alcanzaba a apreciar en la transmisión el orden que privó en la disposición de los lugares y en el comportamiento de los asistentes.
Me sorprendieron mucho más, ya en la ceremonia, los gritos de la gente, la verdad, hasta me emocionaron. Nunca, en todos mis años de ver y asistir a ceremonias del grito, había testificado un apoyo así para ningún Presidente, hasta ahora. Nunca. Al contrario. En los últimos sexenios lo que ha caracterizado a los mexicanos que asisten a la verbena en el centro de la Ciudad de México, son las rechiflas y los gritos de “fuera, fuera”, entre otros peores.
“No estás solo, no estás solo”, “sí se pudo” y “Presidente, Presidente” coreado por miles, me puso la piel de gallina porque el significado profundo es trascendente, porque refleja la apuesta de millones en el actual mandatario, es noticia del contraste con tiempos pasados recientes y, muy importante, es el refrendo de un apoyo que reclama respuestas, todas las respuestas, las más posibles. Fue un símbolo de lo que millones de mexicanos esperan de esta administración. El Presidente lo ha dicho y reiterado: “no puedo fallar”. Esa afirmación, dadas estas expresiones populares y multitudinarias, debe tener una relación directa con hechos y resultados; no puede ni debe quedar en el aire.
Me sorprendieron las vivas (amén del protocolo, la austeridad y la solemnidad), las nuevas particularmente: “¡Vivan los padres y las madres de nuestra patria!” (en un claro reconocimiento, como nunca, a las mujeres que fueron fundamentales en el derrotero del movimiento independentista); “¡Vivan los héroes anónimos!” (quizá no haya mucho que decir, lo sabemos, sin embargo, es reconocer a los hombres y mujeres, de todos los grupos sociales, cuyos nombres no conocemos y dieron la vida por la causa, los que realmente la hicieron posible); “¡Viva el heroico pueblo de México!” (esta fue la que más me emocionó, lo somos); “¡Vivan las comunidades indígenas!” (jamás reconocidas antes, así, como parte esencial de nuestros orígenes y fundacional de nuestra grandeza) y luego las vivas por cada uno de los valores y principios democráticos y sociales: libertad, justicia, democracia, soberanía, fraternidad universal y paz; y el último: “¡Viva la grandeza cultural de México!” que merece reconocimiento, respeto y práctica por su profundidad, su contenido espiritual y trascendente, por el talento implícito, por la historia, los colores, las evidencias del trabajo de manos mexicanas, el pensamiento y las ideas, las diversas creaciones.
Me sorprendió, finalmente, mi propio y muy vivo sentimiento de orgullo que había estado adormecido, apagado, a fuerza de los más duros embates contra México, los mexicanos y lo mexicano infringidos por los que eran nuestros representantes, aunque no ejercían como tales.

Columna publicada en El Informador el sábado 21 de septiembre de 2019.

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