Ciudad
Adentro
La
estampa de la consumación de la Independencia de México yo creo que la tenemos
todos en la mente; esa representación pictórica del Ejército Trigarante cuando
entró triunfante a la Ciudad de México, en el acontecimiento histórico que
justo se identifica como el día en el que se consumó la independencia.
OBRA ANÓNIMA, SOLEMNE Y PACÍFICA ENTRADA DEL EJÉRCITO DE LAS TRES GARANTÍAS A LA CIUDAD DE MÉXICO EL DÍA 27 DE SETIEMBRE DEL MEMORABLE AÑO DE 1821, CA. 1822, ÓLEO SOBRE TELA. MUSEO NACIONAL DE HISTORIA, SECRETARÍA DE CULTURA.INAH.MX. Fuente: Relatos e Historias en México. |
Ayer
fue el aniversario número 198 de aquel momento, estamos apenas a dos del
bicentenario de uno de los episodios más importantes de nuestra historia como
nación libre. En torno a esta entrada triunfal está también el nacimiento,
prácticamente, de la bandera como la conocemos ahora, los colores y el escudo; y
bueno, en términos populares, el presunto invento de los chiles en nogada; y
digo presunto porque al parecer era una delicia que ya se servía en las mesas
poblanas desde tiempo atrás.
Todavía
ahora se discute si deberíamos celebrar aniversarios de la independencia el 27
y no el 16 de septiembre porque fue a partir de ese día que México inició su
camino, nada fácil ni terso, hacia su constitución como Estado. Pero no se hace
así, en gran medida, porque Agustín de Iturbide fue emperador y la
predominancia de la historiografía liberal lo condenó sin remedio hasta ahora,
a él y a muchos otros ubicados del lado de una historiografía conservadora que
luego de los años sesenta del siglo XIX, liberado el país de la intervención
francesa, quedó casi irremediablemente relegada a segundos y terceros planos en
espacios poco reconocidos y llenos de obstáculos.
Charles
Hale, el historiador que es referencia obligada para hablar del liberalismo
mexicano, hace esta distinción que de pronto no hay que perder de vista porque
en algunos historiadores todavía se notan sesgos de un lado y de otro.
Regreso
a Iturbide. Aunque en su momento fue identificado y reconocido durante varios
años como el Héroe de Iguala, por el Plan de Iguala que conducía ya hacia la
consumación, ha sido casi proscrito de la historia nacional, esa historia que
nos han enseñado la mayor parte de nuestras vidas y que es de héroes perfectos
y villanos perfectos, aunque no sea así. Por eso las conmemoraciones no son el
27 de septiembre y en estos momentos nos estaríamos preparando para el
bicentenario (creo que algo se fragua por ahí).
Mejor
sería festejar con sentido y motivando reflexiones profundas y aleccionadoras,
todo septiembre, por otras fechas emblemáticas a importantes de nuestra
historia, como la crisis en el Ayuntamiento de la Ciudad de México que también
fue en septiembre, pero en 1808. Luego el Grito de Dolores del 16 de Septiembre
de 1810; la consumación y años más tarde, el mito de los Niños Héroes del 13 de
septiembre de 1847, en plena guerra con Estados Unidos.
Recientemente
han surgido posturas que denuestan a Miguel Hidalgo, héroe antes intocable, por
los excesos que ahora sabemos que se cometieron; pero las críticas
condenatorias se olvidan del componente social y prácticamente inédito para la
época, del discurso del cura de Dolores que desde el inicio del movimiento
manifestó su preocupación y la convirtió en causa, por las condiciones de
trabajo de los campesinos, el hecho de que no les perteneciera la tierra en un
claro antecedente de la demanda que siguió vigente por lo menos cien años más;
se pronunció contra las prohibiciones para la siembra y cosecha de ciertos
cultivos y su comercialización; habló y escribió sobre educación y abolió la
esclavitud. Tenía conciencia plena de la realidad que se vivía en la Nueva
España y el movimiento fue una oportunidad para impulsar cambios que alteraran,
para mejorar, el orden de las cosas.
Veo,
sin embargo, y no exactamente en los historiadores hablando en términos
generales, que se mantiene la tendencia a condenar y/o a exaltar, cuando la
línea no debería trazarse por ninguna de esas vías. Tendríamos que conocer
mejor y masivamente nuestra historia para normar nuestro propio criterio, para
saber lo mejor posible cómo fueron las cosas y ajustar nuestras apreciaciones.
Todos los personajes históricos tomaron decisiones y desempeñaron un papel
fundamental cuyas repercusiones trascienden a nuestros días; decisiones buenas
y malas, mejores y peores, acertadas, equivocadas, manipuladas, tomadas al
vapor, al calor de la guerra de independencia, bajo presión…
Se
trata de los tiempos fundacionales a los que creo deberíamos volver, nos
serviría mucho, para conocernos con ciertos niveles de profundidad y revalorar
lo que hemos sido y lo que somos. Esas certezas nos podrían acompañar hoy en
estos tiempos tan difíciles por los que atravesamos, sobre todo si vamos
haciendo a un lado la tendencia a ubicarnos en algún extremo.
Columna publicada en El Informador el sábado 28 de septiembre de 2019.