Ciudad Adentro
Desde hace tiempo, y lo he señalado en comentarios
anteriores, el uso de las redes sociales como medios de comunicación directa
que hacen algunos gobernantes (aquí y en el mundo) hoy en día me causa una gran
inquietud y preocupación constante; sin duda alguna es un tema para reflexionar
con profundidad y, en su momento —ojalá—, comunicólogos, sociólogos y
antropólogos lo analicen porque se trata de un fenómeno global y progresivo no
necesariamente positivo.
Tiene ventajas y desventajas, aunque en las actuales
circunstancias de emergencia sanitaria mundial me parece que son más las
segundas que las primeras, porque en una realidad que me resulta difícil de
entender, el contexto de pandemia ha despertado, activado o fortalecido
actitudes mezquinas, mesiánicas, absolutistas, represoras, ignorantes, amenazantes,
esquizofrénicas, autoritarias, totalitarias y ridículas en varios actores
políticos que, creo, no tienen parangón, mucho menos si ellos mismos se exponen
de manera directa en Twitter o en Facebook o en YouTube o en las tres y en
otras.
Lamentablemente, sus disparates y aberraciones, peligrosas
incluso (léase Donald Trump), no quedan en el ámbito de las redes sociales a
las que no acceden las mayorías en ningún caso, ni local, ni nacional ni
internacional, sino que son reproducidas en medios de comunicación masiva que
sí tienen un mayor alcance e impacto tanto positivo como negativo, ganan
seguidores y detractores (división).
En este orden de ideas, reitero (he venido insistiendo
en esto en las últimas semanas), a la sociedad nos toca hacernos cargo,
procurar proveernos de información de calidad, discriminar, sopesar, valorar en
su justa dimensión, no dejarnos atrapar por intentos manipuladores ni por el
miedo o el terror ante la incertidumbre y las decisiones desafortunadas de
algunos “líderes” políticos.
La tarea, por supuesto, no está para nada fácil
porque, además, si tenemos cierta conciencia de esta realidad, pues nos toca
también correr la voz con el ánimo de ayudar, de contribuir, de aportar, de
proteger incluso, a los nuestros y a los más cercanos, en la medida de nuestras
posibilidades y con una intención multiplicadora.
En Jalisco, para aterrizar en la realidad local, la
actitud del gobernador Enrique Alfaro ha generado efectos perversos que
mientras sean para él, es decir, que sus decisiones se le reviertan, pues allá
él, en su futuro político (no futuro) lo hallará; lo preocupante está en su
contribución indiscutible a la polarización preexistente. Tenía la mesa servida
para alzarse como el gobernador que con inteligencia y auténtico amor por
México supo leer los tiempos, la gravedad de la pandemia, y no sólo tomó las
mejores decisiones para los jaliscienses, sino que influyó en la toma de
mejores decisiones a nivel nacional. Pero no.
Optó por la confrontación, por pelearse con su sombra,
y como la sombra no devuelve el golpe, enfocó ahora los ataques contra los
mismos jaliscienses que han recibido un mensaje contradictorio de quien, ahora
resulta, llegó a la titularidad del Ejecutivo porque “Dios” así lo quiso
(textual: “Estaba en Casa Jalisco, en donde la gente me puso para ser
gobernador; estaba en el lugar en que siempre soñé estar. Dios había decidido
que me tocara estar al frente de esta crisis en mi Estado por alguna razón y
entendí que no nos iba a dejar solos”).
Y como seguramente es una cuestión divina, pues no
tuvo empacho en señalar con palabras altisonantes que no repetiré, a los
jaliscienses que no se han quedado quietos y siguen saliendo a la calle. Con
ese dicho, con esa ofensa, Alfaro pierde de vista a los miles de jaliscienses
que necesitan salir a trabajar todos los días porque viven al día, porque no
les queda de otra; y son los mismos jaliscienses que, por lo general, no tienen
acceso a los mensajes directos del gobernador porque no usan redes sociales,
porque están enfrascados en la resolución de las urgencias y las necesidades
cotidianas.
Alfaro deja en evidencia que le falta conocimiento
de la realidad del Estado cuyo destino le toca (por mandato popular, por favor,
no de otro tipo) conducir y, ante tal nivel de ignorancia, es obvio que no
puede mostrar la más mínima sensibilidad ante una verdad tan grande y sólida como
una lápida, similar quizá, a la que terminará sepultando sus aspiraciones
políticas, con todo y sus medios directos de comunicación.
La pandemia ha causado una crisis global,
sanitaria sí, pero con implicaciones críticas también en materia económica,
social, política, migratoria, diplomática... Es importante #CorrerLaVoz entre
nosotros para, desde la sociedad, tomar decisiones prudentes, inteligentes,
sensatas y prepararnos para lo que viene. La pandemia es real, no es una gripa,
no es un invento, ya nos han anunciado que se acerca lo peor en México. No
necesitamos pleitos ni bravuconerías, mucho menos ofensas:
#NosNecesitamosJuntos #YoMeQuedoEnCasa.Columna publicada en El Informador el sábado 25 de abril de 2020.