Ciudad Adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
Han pasado cinco meses desde que se confirmó el primer
caso de COVID-19 en México y se mantienen las recomendaciones de quedarnos en
casa, guardar sana distancia y ser estrictos y disciplinados en la higiene de manos,
así como de usar el cubrebocas como un elemento auxiliar de protección sobre
todo si tenemos que salir a la calle a trabajar o usar el transporte público o
si, en el peor de los casos, hay sospecha de estar contagiados. Nos toca
cuidarnos y cuidar al otro, a nuestros cercanos, en un ejercicio que
necesariamente tiene o debería tener un efecto multiplicador.
Al principio de la pandemia en México cité a un médico
español que dijo con la voz quebrada: “a este virus sólo lo puede matar la
solidaridad”, y su llamado desesperado lo motivó la negligencia de mucha gente
que seguía saliendo como si nada, porque resulta que hay quienes creen que no
existe, que es un asunto político o un plan-perverso-y-malvado-de-la-oligarquía-mundial-para-matarnos.
Nada de esas ideas,
por más convencidas que estén esas personas de que son ciertas, tiene utilidad,
no sirve para nada elucubrar, sospechar, ver moros con tranchete y oscuras
intenciones. El virus existe, mucha gente se ha enfermado y empiezan a ser
frecuentes las noticias de casos cercanos tanto de contagios como de
lamentables y tristes fallecimientos porque además morir por COVID-19 o por
cualquier otra enfermedad en tiempos de pandemia, ha impedido la práctica de
los usos y costumbres para despedir a los seres queridos que han perdido la
vida.
Para quienes no creen
y que, por lo mismo, hacen sus vidas como si no pasara nada en el mundo, la
solicitud es de respeto a los demás. Y por respeto a los demás, la petición es
que guarden distancia, que usen cubrebocas y que, de ser posible, se queden en
sus casas. No sobra recordar que la pandemia, por definición, es mundial, sigue
activa, con una evolución diferenciada dependiendo de cuándo empezó en cada
país y de la combinación de medidas, sobre todo a partir de las estrategias
para el desconfinamiento. Se sabe de estabilización o desaceleración en la
velocidad de contagio y en el número de personas fallecidas, pero también de
rebrotes; hasta ahora nada sobre erradicación en ninguna parte del globo.
Es una enfermedad desconocida que, para atajarla, la Organización Mundial de la Salud y las autoridades sanitarias en cada país han tomado medidas bajo la premisa de ensayo y error y prácticamente todos los días hay información nueva porque el virus y el padecimiento que causa se siguen investigando. También a nivel mundial se ha pasado por diversas etapas, casi como siguiendo un guion, al grado de que reacciones asociadas como la politización y la infodemia, han dado motivo tanto al secretario general de la ONU, António Guterres, como al director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, a hacer llamados para “ponerlas en cuarentena”. Esas reacciones estorban y causan daños severos porque es la salud y la vida de las personas las que están en juego. Los que han visto aquí y en otros países una oportunidad para sacar ventajas electorales, pronto verán —si no es que ya— que se les revertirá porque usar una emergencia sanitaria con fines políticos es, lo menos, inadmisible y puede ser hasta criminal. Los conflictos creados en torno a la pandemia, cuando lo que se requiere con urgencia es unidad y solidaridad, pueden tener efectos devastadores.
La pandemia va para
largo, se ha dicho y repetido muchas veces y no es artículo de fe; es necesario
combinar medidas de protección sanitaria y de reactivación económica,
necesario, indispensable y urgente; hay que apelar sin concesiones a la
responsabilidad y conciencia de las personas y cumplir con nuestra parte, con
lo que nos toca; hacer caso omiso de todo lo que ensucia el ambiente de por sí
tenso y angustiante; no jugar al rebelde; prepararnos para lo que viene, en
todos los sentidos, porque está la pandemia, y en países como el nuestro, el
dengue además de que avanza el calendario rumbo a la temporada de influenza por
lo menos en el hemisferio norte de la Tierra.
No es ni ha sido
fácil para ningún gobierno en el mundo, nacional, estatal o municipal,
enfrentar esta realidad, mucho menos en países donde las desigualdades se han
recrudecido por la contingencia; hemos sido testigos de manejos inmaduros y
equivocados; algunas rectificaciones, no tantas como sería deseable, pero
bueno, algo es algo.
No debemos perder de
vista que lo primero, lo primero, es la salud del pueblo, la suprema ley, aquí
y en China. Así que hay que hacer de tripas corazón, armarnos de paciencia,
elevar nuestro sentido de solidaridad, de respeto; compasión y empatía; y cuidarnos
y cuidar. #YoMeQuedoEnCasa.