sábado, 10 de abril de 2010

Cansancio

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE

Es verdad que desde hace tiempo me atrapa el desaliento ante el espectáculo cotidiano de nuestra clase política, siento que no hay para dónde voltear, ni un clavo ardiente al que aferrarse ni una tabla salvadora; aunque también he dicho y escrito que si algo bueno va a pasar en este país surgirá de la sociedad.
Pero luego, de pronto y de manera recurrente, esa certeza tampoco me emociona y llego a creer que no hay salida.
Sin embargo, en entrevista con el Dr. Jaime Tamayo, politólogo, académico de la Universidad de Guadalajara, conocí un dato que me llevó a pensar que el conjunto de sensaciones es, primero, normal y, segundo, que todos los esfuerzos de la sociedad civil, deriven en éxitos o fracasos, se acumulan y más tarde o más temprano, fructifican.
Con esto me quedo.
Muchas veces he señalado en este mismo espacio mi convicción de que la clase política transita por una vía y la sociedad por otra, sin intersecciones a la vista. Dos vías que se extienden en mundos diferentes, realidades opuestas. Lo sigo creyendo, no obstante, ahora además estoy segura de que del lado de la sociedad se abrirán (están en gestación) nuevos caminos que espero pronto nos lleven a auténticos niveles superiores de desarrollo, no los que pintan, por cierto, discursos demagógicos que a fuerza de ser repetidos pretenden que sean aceptados como verdades: léase recuperación económica y eso de que la violencia en México es un asunto de percepción.
Es decir, los mexicanos en general avanzamos más rápido en materia de conciencia social y política sobre todo por el trabajo que implica invertir tiempo, dinero y esfuerzo en dotarnos a nosotros mismos de lo que, aunque le toca, no proporciona el Estado: educación, salud, cultura, seguridad, empleo.
El dinamismo social es, hasta ahora, ajeno a la clase política que, dormida en sus laureles, no tiene empacho en romper promesas cínica, burda y escandalosamente. No se detiene ante la facilidad de obtener privilegios y prebendas, grandes sueldos, prestaciones y viajes y de disponer de gente que les haga el trabajo, aunque lo realicen mal, aun cuando en las campañas y en los primeros días de su gestión como diputados o como alcaldes o como lo que sea, manifiestan sus intenciones de hacer las cosas bien y marcar una diferencia con respecto a gestiones anteriores.
A las primeras de cambio, como ya sabemos pero no queremos creer, sucumben ante las mieles del poder y, por supuesto, de la abundancia de los recursos públicos que la sociedad que se supone representan, aporta.
La clase política no se cansará de este estilo de vida pero la sociedad sí de su estilo de vida; que se canse de eso, no de acumular conciencia y de actuar en consecuencia.

Laura Castro Golarte/Periodista
Correo electrónico: lauracastro05@gmail.com