sábado, 28 de agosto de 2010

Generación Ni-Ni

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Se habla de ellos desde hace tiempo, sin embargo, es hasta últimas fechas que la información sobre la Generación Ni-Ni ha abundado con datos que deberían ser un golpe para el Estado mexicano y para la sociedad. Un golpe para despertar, para darnos cuenta de lo que no estamos haciendo por los jóvenes.
Con base en datos del Consejo Nacional de Población, reproducidos después por la Secretaría de Salud, se estima que en nuestro país hay entre siete millones y nueve millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. La diferencia se basa en el grupo de edad que abarca, algunos desde los 14 años y otros desde los 16, hasta 25 y 35 años de edad, es decir, prácticamente 10% de la población total del país como fuerza productiva, talento, juventud, creatividad e ingenio, sin nada qué hacer.
Es bueno que ahora la información sobre esta generación sea cotidiana, estoy convencida de que es la manera como se pueden despertar conciencias y aquí importan las acciones individuales de los padres de familia por sus hijos y, claro está, las políticas públicas (iniciativas del Estado) dirigidas a ese grupo de población.
Sin embargo, a pesar de los datos que incluyen la falta de oportunidades, la cada vez más frecuente incursión de niños y jóvenes en la delincuencia; el rezago educativo y la deserción escolar; las muertes violentas, por el uso de drogas y alcohol y los suicidios; y la escasez de empleos, el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, en un hecho verdaderamente inusitado, “desmiente” al rector de la UNAM, José Narro Robles, quien trata de llamar la atención desde todos los foros, sobre la urgencia de atender a los jóvenes en México, pensando además en que estamos dejando ir, como agua entre los dedos, el llamado “bono demográfico”.
Y escribo “desmiente” así, entre comillas, porque resulta que los datos que van de entre siete millones y nueve millones de jóvenes integrantes de la Generación Ni-Ni, son oficiales, es decir, del mismo Poder Ejecutivo al que dice servir el secretario Lujambio, un personaje que cambió radicalmente desde que está al frente de la SEP y contrasta como el cielo y la tierra, con sus gestiones tanto en el Instituto Federal Electoral, como, después, en el Instituto Federal de Acceso a la Información.
Volvemos a la gravedad de lo que implica simular, intentar tapar el Sol con un dedo, cegarse frente a una realidad que nos aplasta… Así no se resuelven las cosas. Y lo más grave en este caso, es que se trata ¡del funcionario federal responsable de la educación de los jóvenes en el país!
Es urgente que Alonso Lujambio rectifique y actúe y, por supuesto, que su jefe, es decir, el Presidente de la República, lo haga entrar en razón, por lo menos que, para empezar, piense en sus hijos, aun cuando estudien en escuelas privadas.

Columna publicada en El Informador el sábado 28 de agosto de 2010.