sábado, 4 de septiembre de 2010

No es justo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

A pesar de que se anunció con bombos y platillos que las celebraciones por el Bicentenario del inicio de la Independencia y por el Centenario del inicio de la Revolución Mexicana serían apoteósicas y realmente se generaron grandes expectativas después de que el entonces Presidente Vicente Fox nombrara a Cuauhtémoc Cárdenas como coordinador nacional de los festejos, hoy en día vemos con tristeza, indiferencia, molestia, inconformidad, apatía y muy poco entusiasmo, lo que a boca de jarro trata de hacer el Gobierno federal para que las fechas históricas no pasen inadvertidas.
A excepción, y muy honrosa, de las instituciones académicas que han trabajado desde hace tiempo en el desarrollo de investigaciones, publicaciones y encuentros entre expertos, entre otros; a los tres órdenes de gobierno el tiempo se les vino encima porque otras han sido sus prioridades; y la falta de planeación – que simplemente hubiera resultado de un auténtico amor por la Patria y de la clara comprensión de lo que significan los dos momentos históricos— se intenta suplir con el dispendio de recursos que, en estas circunstancias, se necesitan para muchas otras cosas, empezando por las emergencias en Tabasco, Guerrero y Veracruz por las inundaciones. Hasta el momento se ha anunciado una inversión por dos mil 900 millones de pesos, vamos a ver en qué se los gastan y, por supuesto, tendremos que estar atentos y exigir rendición de cuentas de un presupuesto equivalente, por ejemplo, a la mitad del presupuesto de una ciudad como Guadalajara para este año 2010.
Con dinero no se generará entusiasmo, no es un asunto que se resuelva como por arte de magia; con dinero no se comprará la alegría, ni la emoción, ni el interés; los discursos oficiales no acabarán con la apatía ni con la indiferencia y las inconformidades que se acumulan día con día en la medida en que simplemente tenemos noticia todos los días de las malas actuaciones de los gobernantes.
Nada de eso fortalecerá nuestra identidad ni despertará nuestro orgullo; y es tal el desaliento, que de pronto cuesta trabajo encontrar, precisamente, los motivos de orgullo; resulta difícil rescatar en lo más profundo de cada mexicano el amor por la Patria, ya ni sentimos el dolor –o no le hacemos caso— que causan la pobreza, la ignorancia, las desigualdades, las injusticias, la negligencia oficial y cotidiana, los rezagos en servicios básicos, infraestructura, educación, alimentación, salud, vivienda y empleo.
Y no es justo. No es justo que una nación como la nuestra, rica por su gente, por su historia, por su patrimonio, por sus legados sociales, jurídicos, científicos, de respeto y defensa de los derechos humanos, no sea celebrada como merece, como merecemos. Somos grandes y eso nadie nos lo va a quitar. Hagamos nuestra propia conmemoración, repasemos hechos y personajes y encontremos el sentido profundo de lo que hemos sido, de lo que somos y de lo que podemos y sabemos ser.

Columna publicada en El Informador el sábado 4 de septiembre de 2010.