jueves, 17 de febrero de 2011

Educación

CIUDAD ADENTRO

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Esta semana se generaron varias noticias relativas a la educación en México, pero otras se llevaron los reflectores, por supuesto, no menos importantes si se trata de la libertad de expresión: el caso de Carmen Aristegui se suma a los periodistas acallados de diversas formas a lo largo de la historia en diferentes puntos del país.
Sin embargo, quiero insistir en la educación. Esta semana, el rector de la UNAM, José Narro, afirmó que México está fuera de la Sociedad del Conocimiento, un concepto delineado hace más de 40 años pero que ahora toma relevancia junto con el de la sociedad de la información, y consiste en una sociedad que es capaz de generar, poseer y usar el conocimiento para resolver sus propias necesidades de desarrollo con miras a la construcción de un futuro con mejores condiciones de vida y mayores niveles de conciencia.
Bueno, pues de esta idea estamos fuera porque en nuestro país, el promedio de escolaridad no llega a los nueve años, es decir, ni siquiera llegamos a la secundaria si se considera que los tres años de preescolar son obligatorios.
Esto no es posible y debe parar. Nos podemos explicar la realidad si en estos mismos días nos enteramos de que el SNTE se deslinda de señalamientos de organismos internacionales que le atribuyen la baja calidad de la educación en México y los altísimos costos que eso implica, y se atreve a afirmar que “ya es hora” de ponerse a trabajar; de que surge un sindicato independiente de maestros, legal, con el propósito de enfocarse en la educación y no en la creación de partidos políticos; y, finalmente, de que la Secretaría de Educación, que debería estar más preocupada por su área de competencia que por la grilla sindical, se alinea con el sindicato que comanda Elba Esther Gordillo, y desconoce al que le fue otorgada la toma de nota y por lo tanto, es legal y representa a ocho mil mentores, por lo menos.
No me cansaré de escribir en este espacio sobre la urgencia de poner atención a la educación en México, de que el SNTE deje de ser un coto de poder, que las plazas no se asignen vía influencias, dinero y compadrazgos; que las autoridades educativas del país dejen de actuar como lacayos de “la maestra” y que los gobiernos estatales dejen de ser “cobradores” de los préstamos a los profesores.
No me cansaré de decirlo hasta que tengamos la educación que merecemos, la necesaria para defender la libertad de expresión; la urgente para que nuestros hijos dispongan de las mejores herramientas para enfrentar la vida.

Artículo publicado en El Informador el sábado 12 de febrero de 2011