sábado, 9 de julio de 2011

Nada funciona

CIUDAD ADENTRO

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

A finales de los setenta, se aprobó una reforma electoral que ampliaba los espacios para que los partidos de oposición accedieran al poder; se exaltó entonces la pluralidad y su representación proporcional con base en la realidad de una nación diversa y multicultural. Sin embargo, al cabo de poco tiempo se convirtieron en comparsas y cómplices del sistema.
Casi 10 años después se emprendió otra reforma que amplió aún más las posibilidades de partidos distintos al PRI, porque además se habían reducido los requisitos para el registro. Esta reforma de 1986 dio lugar a las primeras interpelaciones en el Congreso de la Unión, como los primeros “ataques” a la figura presidencial. Igual se destacó la disposición del partido hegemónico y la sociedad empezó a vislumbrar otros tiempos, que esperábamos mejores.
Los políticos de entonces, del PRI y de los demás partidos, eran diferentes. Muchos de ellos creían que México podría transitar hacia una auténtica democracia y en las elecciones de 1988 la participación política y ciudadana registró uno de sus momentos cumbre; pero luego vino la caída del sistema.
Conocimos el concepto de legitimidad y desde el gobierno se promovieron políticas públicas para obtenerla dadas las dudas generadas por el desastre electoral del 88. Fue entonces que iniciaron los pactos PRI-PAN para llevar adelante diversas reformas. Y surgieron las “concertacesiones” (léase Guanajuato).
La famosa caída del sistema dio lugar a otra reforma (1989-1990), más profunda. Nació el Instituto Federal Electoral (IFE), todavía bajo la presidencia de Gobernación. Creíamos que estábamos avanzando a pasos agigantados y por el camino correcto. En el IFE de 1990 inició la ciudadanización con la participación de mexicanos en la organización de las elecciones y también arrancó la “judicialización” de las elecciones con la creación del Tribunal Federal Electoral.
El sistema electoral se hacía cada vez más y más barroco, producto de la desconfianza añeja generada por las artimañas del PRI. De esta reforma es la “cláusula de gobernabilidad” por ejemplo.
Otras reformas vinieron después. El IFE se ciudadanizó por completo. Se avanzó en materia de fiscalización y creímos que gracias a esos cambios el IFE traería “cortitos” a los partidos, pero no. Luego llegó la alternancia.
Reforma tras reforma la clase política se las ha ingeniado para tergiversar los conceptos y aprovechar las lagunas; y el PAN, por ejemplo, que ha disfrutado ya de las glorias del poder, desde que es gobierno no promueve las modificaciones urgentes.
Hoy vivimos en plena partidocracia y la participación ciudadana convocada por la clase política, es desdeñada. El escenario actual es de dispendio, altos sueldos, campañas sucias, pactos para el reparto del poder, intentos de fraude… la anulación del IFE.
¿Qué reforma se necesita? ¿Cómo debe ser para que sirva y no sea malinterpretada y tergiversada el mismo día que entre en vigor? ¿Qué sí funcionará y cuándo para vivir la tan anhelada democracia? Porque hasta ahora, nada.

Artículo publicado en http://www.informador.com.mx/ el sábado 9 de julio de 2011.