Ciudad Adentro
En algunos países el día de las elecciones es un día de fiesta. En Costa
Rica por ejemplo, la gente sale a las calles con banderas y pancartas de sus
candidatos; y en vehículos o a pie, apoyan a sus favoritos con música y gran alharaca.
Da gusto verlos.
En otros países, las administraciones públicas marchan tan bien, que en
algunos electores hay apatía y en otros, verdadero ardor ideológico, y no se
detiene la marcha de la nación ni los países se reinventan periodo tras
periodo.
En otros más la acción de votar es una pesada obligación que se cumple con
desgano, se considera un mal necesario, pero necesario al fin. Y en México,
votar o participar en procesos electorales es una carga para la sociedad en
general y llega a ser una molestia. Es un derecho de la ciudadanía, pero los
partidos políticos han desvirtuado de tal forma el asunto electoral, que la
mayor parte de la población en México no quiere saber nada ni de políticos ni
de partidos ni de nada que se les parezca.
La molestia, que cada vez más llega a la indignación y al coraje, se
sustenta en los escasísimos resultados de la clase política, la que fue electa
y la que forma parte de los equipos de quienes ganaron las elecciones, los que
cobran bastante bien y religiosamente a nuestras costillas, pero que lejos de
trabajar como servidores públicos, se sirven de la sociedad para sus fines e
intereses, para enriquecerse, corromperse y corromper. Hay excepciones claro,
pero son excepciones y por lo tanto, no pintan, no alcanzan a hacer ninguna
diferencia y las más de las veces, si es que quieren permanecer, son absorbidos
y transformados por el sistema.
Y luego están los miles de millones de pesos que se entregan a los partidos
políticos vía prerrogativas; y los recursos públicos que se desvían para
favorecer a los candidatos oficiales (todos los partidos lo hacen, que el PAN
no se haga el sorprendido e indignado, por favor) y la saturación de spots, basura electoral en las calles,
bardas pintadas, anuncios radiofónicos, llamadas telefónicas con una grabadora,
presencia en redes sociales. Y la gente está harta y lo manifiesta de muchas
formas, pero también de muchas maneras la clase política ignora lo que los
ciudadanos quieren.
Y en México, además, desde hace varios años la violencia ha estado presente
en diferentes procesos y la situación de inseguridad ha llevado a mucha gente a
no salir a votar por miedo. De mañana en ocho días habrá elecciones en 14
entidades federativas. Sólo en una se elegirá gobernador (Baja California), y
en las demás, diputados y/o munícipes.
Hace tiempo las elecciones intermedias no eran tan importantes… Ahora sí.
La alternancia y a través de ella, el haber probado las mieles del poder, ha
hecho que cualquier proceso electoral sea peleado y se ha llegado a extremos
como el asesinato de candidatos o de dirigentes de partidos (el asesinato de
Colosio fue en otro contexto).
En este año, el candidato del PRI al ayuntamiento de Guadalupe y Calvo,
Chihuahua, desapareció a principios de junio y días después fue encontrado sin
vida; y ahora el líder del PRD en Oaxaca, también fue encontrado muerto.
Se supone que la democracia tendría que ser una fiesta, una ocasión para
celebrar, para festejar que somos capaces de construir y respetar un sistema
civil, pacífico, imparcial, organizado y honesto, confiable, transparente y
claro para la renovación de la clase política, pero no, cada vez es más pesado,
costoso, doloroso y, lo que es peor, está cobrando vidas.
Publicado en El Informador el sábado 29 de junio de 2013.