sábado, 29 de junio de 2013

Fiesta no

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En algunos países el día de las elecciones es un día de fiesta. En Costa Rica por ejemplo, la gente sale a las calles con banderas y pancartas de sus candidatos; y en vehículos o a pie, apoyan a sus favoritos con música y gran alharaca. Da gusto verlos.
En otros países, las administraciones públicas marchan tan bien, que en algunos electores hay apatía y en otros, verdadero ardor ideológico, y no se detiene la marcha de la nación ni los países se reinventan periodo tras periodo.
En otros más la acción de votar es una pesada obligación que se cumple con desgano, se considera un mal necesario, pero necesario al fin. Y en México, votar o participar en procesos electorales es una carga para la sociedad en general y llega a ser una molestia. Es un derecho de la ciudadanía, pero los partidos políticos han desvirtuado de tal forma el asunto electoral, que la mayor parte de la población en México no quiere saber nada ni de políticos ni de partidos ni de nada que se les parezca.
La molestia, que cada vez más llega a la indignación y al coraje, se sustenta en los escasísimos resultados de la clase política, la que fue electa y la que forma parte de los equipos de quienes ganaron las elecciones, los que cobran bastante bien y religiosamente a nuestras costillas, pero que lejos de trabajar como servidores públicos, se sirven de la sociedad para sus fines e intereses, para enriquecerse, corromperse y corromper. Hay excepciones claro, pero son excepciones y por lo tanto, no pintan, no alcanzan a hacer ninguna diferencia y las más de las veces, si es que quieren permanecer, son absorbidos y transformados por el sistema.
Y luego están los miles de millones de pesos que se entregan a los partidos políticos vía prerrogativas; y los recursos públicos que se desvían para favorecer a los candidatos oficiales (todos los partidos lo hacen, que el PAN no se haga el sorprendido e indignado, por favor) y la saturación de spots, basura electoral en las calles, bardas pintadas, anuncios radiofónicos, llamadas telefónicas con una grabadora, presencia en redes sociales. Y la gente está harta y lo manifiesta de muchas formas, pero también de muchas maneras la clase política ignora lo que los ciudadanos quieren.
Y en México, además, desde hace varios años la violencia ha estado presente en diferentes procesos y la situación de inseguridad ha llevado a mucha gente a no salir a votar por miedo. De mañana en ocho días habrá elecciones en 14 entidades federativas. Sólo en una se elegirá gobernador (Baja California), y en las demás, diputados y/o munícipes.
Hace tiempo las elecciones intermedias no eran tan importantes… Ahora sí. La alternancia y a través de ella, el haber probado las mieles del poder, ha hecho que cualquier proceso electoral sea peleado y se ha llegado a extremos como el asesinato de candidatos o de dirigentes de partidos (el asesinato de Colosio fue en otro contexto).
En este año, el candidato del PRI al ayuntamiento de Guadalupe y Calvo, Chihuahua, desapareció a principios de junio y días después fue encontrado sin vida; y ahora el líder del PRD en Oaxaca, también fue encontrado muerto.

Se supone que la democracia tendría que ser una fiesta, una ocasión para celebrar, para festejar que somos capaces de construir y respetar un sistema civil, pacífico, imparcial, organizado y honesto, confiable, transparente y claro para la renovación de la clase política, pero no, cada vez es más pesado, costoso, doloroso y, lo que es peor, está cobrando vidas.

Publicado en El Informador el sábado 29 de junio de 2013.