jueves, 4 de junio de 2015

Momento de reflexión

En el inicio de la veda electoral quiero compartirles este texto sobre anular, abstenerse o votar... A su consideración como siempre. Espero que sea útil.
En 2009 fui anulista después del frenesí institucional que experimenté en 1997, 2000, 2003 y no se diga en 2006 cuando escribí “Aprendiendo a votar”, un libro en el que pretendía orientar a los electores acerca de quién era quién en el organismo electoral, cómo estaba la ley y los diferentes significados y tipos de votos, entre otras cuestiones básicas como las atribuciones tanto del IFE como del Tribunal electoral. En aquel libro defendí con una convicción a prueba de todo, el ejercicio ciudadano, que es derecho y obligación, de acudir a las urnas y votar.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces y somos totalmente otros. Como sociedad hemos evolucionado y madurado casi en proporción directa a la descomposición de la clase política; y las leyes electorales son irreconocibles si las comparamos con las de hace nueve años.
De 1997 a 2012 hemos pasado por elecciones incuestionables, alternancia, regreso del autoritarismo y perversión de las autoridades electorales. Como ciudadanos hemos transitado de la euforia político-electoral y altos niveles de confianza, a una realidad de desencanto, desaliento, desesperanza, decepción y hartazgo con respecto a todas las fuerzas políticas de la escena partidista en nuestro país.
Y de un incremento sustancial en el número de votos en el año 2000 hemos caminado hacia opciones conscientes como la anulación o el abstencionismo para manifestar de esa forma nuestra inconformidad con el sistema, un sistema corrompido y manipulado hasta decir basta. Para no avalarlo, para no legitimar, para no hacerle el juego a la clase política que tiene este pacto de impunidad al que han hecho referencia académicos y periodistas como Edgardo Buscaglia y que queda en evidencia con el espectáculo denigrante y cotidiano que nos ofrecen los políticos mexicanos.
En 2009 no sólo fui anulista sino que promoví el voto nulo, cuyo movimiento, creía, sería una llamada de atención para la clase en el poder. Con una idea romántica y esperanzada llegué a creer que los mexicanos en pleno nos lanzaríamos a las urnas a anular y con el corazón en la garganta tomé la foto de la boleta para subirla a redes sociales; entonces sí, muchos pensábamos, llegaría el mensaje a los gobernantes y a los partidos políticos.
También en 2009 tomó forma un movimiento abstencionista y ambos se fortalecieron y crecieron de manera exponencial, pero no fue suficiente, además de que las leyes electorales no estaban ni están diseñadas para atender este tipo de mensajes.
Muchos ciudadanos, amigos, conocidos siguen con esta idea de anular o de abstenerse y están en su derecho, los niveles de indignación son descomunales y se tiene clara conciencia de que el sistema político-electoral no funciona, no en términos de democracia ni de servicio público; sí en términos de autoritarismo y corrupción; sin embargo, y no pretendo aleccionar ni adoctrinar en lo absoluto, hoy sé que anular el voto es como escupir al cielo. 
Vía el corporativismo y la compra de votos, los partidos políticos, los tres grandes, han ido incrementando lo que se conoce como voto duro o corporativo y, particularmente para el PRI (a pesar de que su voto duro se ha reducido, ha sido mínimo) es suficiente; por eso también una de las estrategias, sobre todo entre personas que reciben apoyos vía el desarrollo social, es recogerles sus credenciales de elector de manera que no puedan ir a votar el día de la jornada.
Este domingo sí voy a votar.
Creo que debemos usar estas herramientas defectuosas (en todo caso no tenemos de otras) que nos ofrece el sistema, a nuestra conveniencia; y no sé si funcionará o no, pero seguiré intentando alternativas como estrategias ciudadanas. El voto nulo no funcionó porque no fuimos tantos como se esperaba y porque no se logró que el movimiento repercutiera o se reflejara en cambios legales; antes bien, se ha beneficiado a los partidos corporativistas que todos conocemos muy bien y a los que se dedican a ser comparsas y a vivir del presupuesto, de nuestros impuestos y que también distraen buena cantidad de votos.
Por eso esta vez sí voy a votar y sólo espero que cada quien lo haga como se supone que debe ser el voto, que se olvide de spots engañosos y manipuladores; que no permita que compren sus decisiones.

El voto es, debe ser:
Universal, porque todos los ciudadanos mexicanos tienen el derecho y la obligación de votar sin distinción de status económico, sexo, raza, preferencias o credos.
Libre, porque cada ciudadano decide por qué partido, coalición o candidato votar, sin que nadie pueda obligar a nadie, a hacerlo de determinada manera.
Secreto, para evitar que alguien tome represalias al saber por quién vota cada elector.
Directo, porque son los votos de los ciudadanos mexicanos los que deciden y nadie más decide por los electores.
Personal, porque cada ciudadano, en lo individual, es el único que puede ejercer su derecho al voto.
Intransferible, porque no se puede pedir a otra persona que vote en nuestro lugar.
Y anexo un breve diccionario del voto, para tener claras todas las definiciones:


Diccionario del voto

Voto de castigo
El electorado decide votar contra el partido en el poder como resultado de una inconformidad general. Se le conoce también como “voto visceral”.

Voto corporativo
Es el voto “en bloque” que buscan algunos partidos políticos y candidatos en centrales obreras y campesinas, sindicatos, asociaciones, organismos y agrupaciones de todo tipo, para que todos los miembros voten por los candidatos de un solo partido.

Voto del miedo
Se le conoce así al voto inducido por situaciones que presuntamente amenazan con alterar la estabilidad social. Generalmente es denunciado por partidos de oposición, quienes atribuyen la inducción al partido en el poder, al que acusan de propiciar hechos y actos de violencia durante procesos electorales, antes de la jornada electoral, para generar miedo en la población y ésta decida votar por el régimen establecido.

Voto diferenciado o escindido
El elector decide votar por el candidato de un partido para la Presidencia de la República, por ejemplo y de otros partidos para las cámaras de Diputados y Senadores, con el propósito de contribuir a la conformación de un Poder Legislativo que sea contrapeso del Ejecutivo.

Voto duro o inercial
Es el voto leal a un partido, emitido por lo general por militantes y simpatizantes que apoyan a los candidatos de dicho partido, independientemente de los candidatos mismos y sus propuestas. Se le conoce también como voto inercial porque se vota por ese instituto político, por encima de cualquier circunstancia.

Voto nulo
Es un voto sin validez porque el elector no cruzó ninguna de las opciones impresas (voto en blanco) en la boleta o marcó varias.

Voto razonado o inteligente
Es el voto que otorga el elector a determinados candidatos, luego de un acto de reflexión basado en el conocimiento puntual de los contendientes a los diferentes puestos de elección popular. Se toman más en cuenta las propuestas, el conocimiento de la realidad nacional y el perfil del candidato, que el partido que lo postula.

Voto unificado
Es lo contrario al voto diferenciado, es decir, el elector decide votar por todos los candidatos de un solo partido, propiciando lo que se conoce como “carro completo”. No es como el voto duro, porque el elector puede votar por un partido en una elección y por otro, en la siguiente.

Voto útil o táctico
El elector decide votar por el candidato con mayores posibilidades de ganar, sacrificando sus preferencias, consciente de que “su” candidato difícilmente logrará reunir los votos necesarios para obtener el triunfo.

Voto, coacción al
Estrategia utilizada por algunos partidos políticos consistente en amenazas o presiones para que se vote por determinados candidatos. Por lo general se amenaza con el retiro de beneficios y otro tipo de represalias.

Voto, compra de
Los partidos políticos ofrecen, a cambio de votos a favor de sus candidatos, dinero, despensas, materiales para construcción, favores, agilización de trámites, calificaciones, entre otros.