Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
Leí ayer con detenimiento la entrevista que se le hizo en
esta casa editorial al presidente municipal electo de Guadalajara, Enrique
Alfaro, así como la información relativa a los diversos temas que se abordaron.
La verdad es que suena todo ideal, se aprecia la claridad
en las ideas y las buenas intenciones sin regatear, por ejemplo, acciones
específicas que buena parte de la ciudadanía esperamos como, entre muchísimas
otras, la práctica de auditorías a las administraciones tanto de Aristóteles
Sandoval cuando fue presidente municipal de Guadalajara como la todavía vigente
de Ramiro Hernández.
Suena bien la postura de desaparecer la Fuerza Única,
dados los recurrentes fracasos, e impulsar la creación de una policía
metropolitana; realmente todo suena bien: los planes parciales, el manejo de la
nómina (con realismo, sin prometer imposibles que de cumplirse podrían
paralizar la administración municipal); la revisión de los servicios
municipales concesionados y, entre otros, la determinación por lo menos expresa
de meter en cintura al comercio ambulante en el primer cuadro de la ciudad.
Todo suena muy pero muy bien, sin embargo, para cumplir
con esto, todo o en partes, se requieren muchas cosas para las que es preciso,
primero, no perder piso, esto es fundamental; segundo, estar dispuesto a
negociar con el gobernador del Estado, Aristóteles Sandoval y todo parece
indicar que por ahí las cosas están marchando, por ejemplo, para revisar el
tema de la Fuerza Única (se requiere voluntad de la otra parte); tercero, no
perder de vista los objetivos ni bajar el nivel de la determinación y, cuarto,
la vigilancia estrecha y constante de la ciudadanía para hacer volver al redil
siempre que sea necesario.
Enrique Alfaro llega a la presidencia municipal de
Guadalajara con altas expectativas de la sociedad tapatía y esto implica, para
él, graves e insoslayables obligaciones. No puede decepcionar a la ciudadanía
que votó por él y mucho menos a la que no. Está más obligado que ningún otro
político, es su prueba de fuego y también de la sociedad electora que apostó
por un proyecto, independientemente de si fue contra el PRI o a favor de
Alfaro. En otras palabras, no le queda de otra más que conducirse de manera
recta, eficiente, transparente, responsable, honesta e inteligente.
Así deberían actuar todos los mal llamados o
autonombrados servidores públicos, reditúa más, en todos los sentidos, apegarse
a las facultades y obligaciones de sus respectivos cargos que estar todo el
tiempo rompiendo las reglas, violando las leyes, dando preferencia a conductas
corruptas y abusivas, siendo negligente y transas o ineptos y flojonazos,
vividores de la política. Estas conductas recién descritas no son buenas
estrategias para ganar elecciones.
¿Desde cuándo se ha dicho y reiterado que trabajar
correctamente es lo mejor? Es la garantía de que la gente volverá a votar por
el mismo partido en el poder. Es lo mismo que sucede con los medios de
comunicación y la credibilidad. La credibilidad genera audiencias leales y
permanentes y se trabaja por ella todos los días, en y con cada publicación.
Los políticos que se conducen apegados a derecho y hacen
valer a favor de la ciudadanía cada peso que pagamos de impuestos, tienen todas
las de ganar.
No creo que esto esté entendido y comprendido del todo
por parte de los políticos pero sí noto avances.
Ahora sí que no importa desde cuándo hemos reiterado como
sociedad la urgencia de que los partidos políticos a través de sus
representantes cumplan los mandatos constitucionales y muestren sus
preocupaciones, ocupaciones y amor por México, sus estados y municipios, si
ahora sí les queda claro el mensaje de los votantes y actúan en consecuencia.
Es mejor como estrategia para ganar elecciones haber sido
buen gobernante que recurrir a la guerra sucia, así que el paquete para Enrique
Alfaro es grande, muy grande, ojalá que cumpla por el bien de los tapatíos (y
todos de los demás de su partido que ganaron elecciones de munícipes y para el
Poder Legislativo). Es una oportunidad de oro y no queda de otra que
concederles el beneficio de la duda, sólo que ahora hay una ciudadanía mucho
más atenta y vigilante. El margen de error que se les otorga es mínimo y borda
la intolerancia.
Columna publicada en El Informador el sábado 4 de julio de 2015.