lunes, 24 de agosto de 2015

Autoritarismo

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

¿Desde cuándo varias voces y en diferentes espacios hemos dicho que el autoritarismo es una realidad en México? En los años de la hegemonía priista antes de la alternancia del año 2000 no había dudas al respecto y bueno, esa conducta de la clase política era lo cotidiano. Ilusa e ingenuamente creímos que con el triunfo del PAN el autoritarismo se acabaría pero no fue así. Y luego dicen, algunos, que vivimos en plena democracia y que los consensos y no sé cuántos cuentos más.
Por supuesto que en el discurso, todos los políticos, de todos los partidos lo niegan rotundamente, sin embargo, la mímesis es tal que, por lo menos en dos casos ya, documentados ampliamente en Jalisco, se dejó de lado la simulación, no por desecharla de manera deliberada, sino porque el autoritarismo está tan arraigado en ellos, es algo tan profundo y tan marcado, tan consubstancial de sus personalidades, que es lo normal; y aun cuando sus actitudes son abiertamente autoritarias ellos no se percatan y hasta creen que están haciendo lo correcto.
Hoy iba a escribir sobre otro asunto, el teatro, farsa o vodevil corriente siempre de los partidos políticos en la dizque renovación de sus dirigencias, pero el tuit de Aristóteles Sandoval, gobernador de Jalisco, motivó el cambio inmediato de tema porque resulta que esa actitud autoritaria, que no es exclusiva de él, nos está causando un daño y un deterioro en el tejido social y en la relación entre gobernados y gobernantes, descomunal, no es nuevo, pero pese a las denuncias, quejas y manifestaciones, persiste y se recrudece.
La noticia es que, si acaso alguien creyó que habría cambios cuando el PRI regresara al poder, pues no, error rotundo. Y se actúa de esta manera como si nada.
¿Cuáles son los dos casos documentados en Jalisco? Emilio González Márquez sin duda alguna es uno de ellos cuando en aquella borrachera infame nos mentó la madre sin recato y hasta con el permiso del cardenal Juan Sandoval, a todos los que criticamos la famosísima macrolimosna.
La frase más autoritaria de aquella perorata del ex gobernador fue: “La gente votó por mí” infiriendo con esto, claro, que tenía una especie de cheque en blanco para hacer lo que le diera la gana sin esforzarse siquiera en la búsqueda de consensos mínimos, actitud contraria per se al autoritarismo.
Y ahora Aristóteles, con la mano en la cintura, escribe el siguiente tuit, inconcebible realmente, de escándalo si se supone que el sistema político en México es democrático: “Todos los jaliscienses tienen derecho a expresarse y manifestarse, pero ello no representa una medida de presión para el Ejecutivo”. Es cierto, así actúa la clase política, no debería ni sorprendernos, es lo normal para él y para tantos otros que se rigen bajo los mismos principios, tan claros que son una definición básica en el Diccionario Político de Norberto Bobbio:  En la tipología de los sistemas políticos se suele llamar autoritarios a los regímenes que privilegian el aspecto del mando y menosprecian de un modo más o menos radical el del consenso, concentrando el poder político en un hombre o en un solo órgano y restando valor a las instituciones representativas.
Lo curioso es que en este tipo de regímenes, la oposición por ejemplo, está reducida al mínimo y es perseguida, por lo general, cosa que no sucede en México, lo que es más, partido que llega al poder, partido que no puede frenar sus ímpetus autoritarios.
Hablo de dos casos en Jalisco, uno del PAN y otro del PRI; pero el autoritarismo, una de cuyas características es la censura, lo práctica este Presidente y lo hicieron los anteriores, de manera que la democracia que vivimos en México es sólo una ficción, un parapeto costosísimo.
La cuestión es que los regímenes autoritarios, aun cuando no encajen exactamente en la definición de Bobbio, despiertan a las sociedades. Ya llevamos mucho así, vamos a ver hasta cuándo, sobre todo ahora que alguien ya lo dijo abierta y públicamente; sí, quizá faltaba que se pronunciara con todas sus letras, que para los políticos los ciudadanos no somos importantes; ya sin una actitud hipócrita, a ver cómo se mueven las cosas. Digo, si es que esa fue la intención.

Columna publicada en el El Informador  el sábado 22 de agosto de 2015.