Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
¿Desde cuándo varias voces y en diferentes espacios hemos
dicho que el autoritarismo es una realidad en México? En los años de la hegemonía
priista antes de la alternancia del año 2000 no había dudas al respecto y
bueno, esa conducta de la clase política era lo cotidiano. Ilusa e ingenuamente
creímos que con el triunfo del PAN el autoritarismo se acabaría pero no fue
así. Y luego dicen, algunos, que vivimos en plena democracia y que los
consensos y no sé cuántos cuentos más.
Por supuesto que en el discurso, todos los políticos, de
todos los partidos lo niegan rotundamente, sin embargo, la mímesis es tal que,
por lo menos en dos casos ya, documentados ampliamente en Jalisco, se dejó de
lado la simulación, no por desecharla de manera deliberada, sino porque el
autoritarismo está tan arraigado en ellos, es algo tan profundo y tan marcado,
tan consubstancial de sus personalidades, que es lo normal; y aun cuando sus
actitudes son abiertamente autoritarias ellos no se percatan y hasta creen que
están haciendo lo correcto.
Hoy iba a escribir sobre otro asunto, el teatro, farsa o
vodevil corriente siempre de los partidos políticos en la dizque renovación de
sus dirigencias, pero el tuit de Aristóteles Sandoval, gobernador de Jalisco,
motivó el cambio inmediato de tema porque resulta que esa actitud autoritaria,
que no es exclusiva de él, nos está causando un daño y un deterioro en el
tejido social y en la relación entre gobernados y gobernantes, descomunal, no
es nuevo, pero pese a las denuncias, quejas y manifestaciones, persiste y se
recrudece.
La noticia es que, si acaso alguien creyó que habría
cambios cuando el PRI regresara al poder, pues no, error rotundo. Y se actúa de
esta manera como si nada.
¿Cuáles son los dos casos documentados en Jalisco? Emilio
González Márquez sin duda alguna es uno de ellos cuando en aquella borrachera
infame nos mentó la madre sin recato y hasta con el permiso del cardenal Juan
Sandoval, a todos los que criticamos la famosísima macrolimosna.
La frase más autoritaria de aquella perorata del ex
gobernador fue: “La gente votó por mí” infiriendo con esto, claro, que tenía
una especie de cheque en blanco para hacer lo que le diera la gana sin
esforzarse siquiera en la búsqueda de consensos mínimos, actitud contraria per se al autoritarismo.
Y ahora Aristóteles, con la mano en la cintura, escribe el
siguiente tuit, inconcebible realmente, de escándalo si se supone que el
sistema político en México es democrático: “Todos los jaliscienses tienen
derecho a expresarse y manifestarse, pero ello no representa una medida de
presión para el Ejecutivo”. Es cierto, así actúa la clase política, no debería
ni sorprendernos, es lo normal para él y para tantos otros que se rigen bajo
los mismos principios, tan claros que son una definición básica en el
Diccionario Político de Norberto Bobbio:
En la tipología de los sistemas
políticos se suele llamar autoritarios a los regímenes que privilegian el
aspecto del mando y menosprecian de un modo más o menos radical el del
consenso, concentrando el poder político en un hombre o en un solo órgano y
restando valor a las instituciones representativas.
Lo curioso es que en este tipo de regímenes, la oposición
por ejemplo, está reducida al mínimo y es perseguida, por lo general, cosa que
no sucede en México, lo que es más, partido que llega al poder, partido que no
puede frenar sus ímpetus autoritarios.
Hablo de dos casos en Jalisco, uno del PAN y otro del
PRI; pero el autoritarismo, una de cuyas características es la censura, lo
práctica este Presidente y lo hicieron los anteriores, de manera que la
democracia que vivimos en México es sólo una ficción, un parapeto costosísimo.
La cuestión es que los regímenes autoritarios, aun cuando
no encajen exactamente en la definición de Bobbio, despiertan a las sociedades.
Ya llevamos mucho así, vamos a ver hasta cuándo, sobre todo ahora que alguien
ya lo dijo abierta y públicamente; sí, quizá faltaba que se pronunciara con
todas sus letras, que para los políticos los ciudadanos no somos importantes;
ya sin una actitud hipócrita, a ver cómo se mueven las cosas. Digo, si es que
esa fue la intención.
Columna publicada en el El Informador el sábado 22 de agosto de 2015.